lunes, 17 de diciembre de 2018

Estratégicamente.

Eran ya 2 semanas de trabajo intenso, no para mí, para él que, además de las horas en la oficina, llegaba a casa, prendía la laptop y se sumergía en montones de correos electrónicos, llamadas, reportes, etc. Pero era sábado por la tarde, es decir, en general soy muy comprensiva y sé esperar el momento para (casi) todo, no esta vez, el trabajo tendría que esperar, aunque fuera por un momento.

Fragüé el plan, después de todo, tenía bastante tiempo libre. Me duché con calma, perfumé mi cuerpo (depilado previamente, por supuesto), me sequé el cabello y me maquillé muy sutilmente. Me vestí de manera casual... unos jeans ajustados, una blusa campesina de escote pronunciado y unas sandalias de tacón que, aunque no muy alto, a él le encantan. Abajo usé una diminuta tanga color negro que, en la parte de atrás, tiene pequeñas piedras brillantes (no es lo que acostumbro usar a diario, pero es su fetiche, mi intención es que no pudiera resistirse) y, arriba, nada... Solo la blusa, nada de sostén.

Desde la puerta del pequeño estudio lo estuve observando, estaba tan absorto en su trabajo, que ni siquiera notó mi presencia. Tomé aire, me armé de valor y entré con los hombros hacia atrás y el pecho erguido. Caminé hasta el escritorio y me paré a su lado. Ni se inmutó. Me incliné, apoyando los codos sobre la mesa y parando mucho la cola... Jajaja, era mi intento de seducción, no lo olviden, y empecé a hacerle mimos. Entonces volteó, me miró rápidamente (obvio, notó el escote, porque su mirada se clavó ahí por unos segundos, aunque quiso disimularlo) y regresó la vista a la pantalla de la laptop.

Por supuesto que no me iba a dar por vencida. Me levanté de  la mesa, "accidentalmente" se cayeron unos lápices y bolígrafos por lo que tuve que inclinarme para levantarlos. Pero nada... Todavía.

Volví a su lado, aún no sabía cómo es que podía ignorarme de esa forma, ¿por qué era tan cruel?
No iba a esperar demasiado, mi paciencia no da para eso, mis ganas tampoco. Me puse de pie a su lado, empujé el sillón que, con sus 'rueditas', hizo fácil la tarea... Me senté sobre sus piernas e, ignorando sus cuestionarmientos, le dije que necesitaba hablar con él, que no era justo que me abandonara de esa forma... Y lo besé en los labios lenta pero apasionadamente. Él respondió de la misma manera y festejé mi triunfo internamente.

El beso fue largo y húmedo, sus manos tuvieron la oportunidad de comprobar que no llevaba nada bajo la blusa, incluso, deslizó la parte delantera y dejó expuestos mis senos. Mientras los acariciaba, me dijo que tenía razón, que me había abandonado mucho tiempo y que era hora de darme lo que, evidentemente, estaba necesitando. Rápidamente mi imaginación voló, el estudio se convirtió en un sensual escenario caliente y sucio, yo ya sentía húmeda la entrepierna cuando, de pronto escupió - lo que tú necesitas son unas buenas nalgadas para que aprendas a respetar los tiempos, los espacios y las actividades ajenas-.
Dicho esto, cruzó mis piernas hacia atrás por encima de las suyas y me dejó en la posición más vulnerable que una esposa/spankee pueda estar: boca abajo.

Me quejé, reclamé, por supuesto que me enojé porque mi objetivo no era ese, no esta vez. Le pedí que no lo hiciera y hasta excusé que se trataba de una broma, que ya lo iba a dejar trabajar en paz. No me creyó.

Por encima de los jeans comenzó a azotar, fuerte, rápida y firmemente. Su palma se impactaba una y otra vez contra mis nalgas que, dada la fuerza y única protección de los pantalones, ya comenzaba a escocer. Cuando llevaba un rato azotando, deslizó los jeans hasta media nalga, solo como para asegurarse del color y, así, siguió azotando. Las nalgadas que alcanzaban a tocar la piel directamente, dolían muchísimo más. Con la mano izquierda presionaba mi espalda y, al mismo tiempo, tiraba del elástico de la tanguita que se metía más y más en mis rincones. Siguió azotando un buen rato y yo solo apretaba fuerte la mandíbula, los párpados y la dignidad.

- Ponte de pie, ordenó con voz grave. Ahora vas a ver lo que te va a costar haber interrumpido mi trabajo.

Bajó mis jeans hasta las rodillas, me inclinó sobre el escritorio (como lo había hecho yo misma al principio) y, después de varias nalgadas bien dadas, se quitó el cinturón. Yo comencé a llorar le dije que no había sido para tanto. Enfaticé mi drama en el hecho de que me sentía sola, triste y abandonada pero no sirvió de mucho. Dobló el cinturón a la mitad.

Antes de asestar el primer azote y jugando con mi pobre espíritu ya muy adolorido y llorón, dijo:

- Sé que he estado enfocado en el trabajo, que no te he dado la atención que te mereces, pero también sé que hay una razón para todo ello y, lo molesto del asunto es que, desde el principio te lo expliqué pero, como siempre, la señorita no presta atención. Vas a contar 30 en voz alta.

Comenzó. Con cada azote mi cuerpo rebotaba un poco sobre la mesa. Yo lloraba y sentía verdadero arrepentimiento... Es verdad que me había dicho que eran un par de semanas pesadas, que el trabajo sería absorbente pero que después me compensaría con unas pequeñas vacaciones. Fui tan ansiosa, tan desesperada y tan incomprensiva.

Probablemente merecía el castigo pero, en mi defensa, realmente me sentía un tanto abandonada. Ya sé, ya sé, hay formas para todo y, además, como bien lo dijo él, ya no soy una adolescente que no puede frenar sus impulsos. Qué estúpida me sentía.

Terminamos con los 30 cinturonazos, de hecho, fue en el último que, dada la fuerza del azote, mi cuerpo se empujó hacia atrás y, con mis nalgas (ya muy calientes y adoloridas), alcancé a rozar su pantalón del que sobresalía un bulto. Estaba muy excitado, esa erección hizo que cualquier rastro de arrepentimiento se borrara de inmediato, al contrario, fue mi victoria y él se dio cuenta.

Tiró el cinturón al piso, bajó su cierre y, antes de que me diera cuenta, con el hilo de la tanga hecho a un lado y totalmente mojado, estaba dentro de mí.

Imaginarán ustedes lo que siguió a continuación, no es que no quiera contárselos, es que estoy segura que su imaginación sabrá dar forma, mucho mejor que mis palabras.

Al final, él siguió trabajando hasta tarde, claro, tenía un pequeño atraso y yo, después de todo, logré el objetivo... Las nalgas rojas fueron el plus.

YoSpankee

jueves, 13 de diciembre de 2018

Sin mentiras [Tercera parte]

Mi respiración iba recobrando poco a poco su ritmo habitual, las manos de José se sentían tan suaves y yo agradecía internamente cada caricia pues, supongo que era efecto de la crema, el dolor también iba cediendo.
El tiempo parecía haberse detenido, también era que yo quería que así fuera, pero aún moría de hambre. En una lucha interna, opté por interrumpir el 'masaje' y, cuando estuve a punto de hacerlo, José se adelantó diciendo: con los azotes, la temperatura de tus nalgas se elevó muchísimo, pero creo que aún tienes fiebre, pequeña.
Quise decirle que no creía que así fuera, que el malestar había pasado hacía rato, que lo que realmente tenía era mucha hambre, pero...
- Te tomaré la temperatura, no te muevas.
Dicho lo anterior, tomó nuevamente la bolsa de plástico y de ella sacó un termómetro y un frasco pequeño de vaselina. De inmediato adiviné sus intenciones.
- No José, ¿qué haces?
Intenté ponerme de pie, de ninguna manera permitiría que me tomara la temperatura de esa forma. Es cierto que él ya había visto algunos de mis rincones pero, de eso a tomarme la temperatura vía rectal, estaba muy equivocado.
- No, José, por favor, así no.
Es que, no es pregunta, respondió y continuó preparando el termómetro untándole vaselina directamente del frasco.
- No te muevas, no quiero lastimarte...
Intenté resistirme, levantar mi cuerpo de la cama pero no pude, o en el fondo no quise, no estoy segura. Sentí cómo mi cuerpo se contrajo ante el miedo, ante la vergüenza.
Es cierto que ya estaba semidesnuda, no tenía ropa de la cintura hacia abajo, y José había visto mi cuerpo y también lo había tocado, pero esto iba mucho más allá de lo que jamás había imaginado o permitido.
Mi cerebro trabajaba a marchas forzadas, trataba de idear la manera de librarme de esto, de pronto, escuché cuando rompió el plástico que envolvía un par de guantes de látex, se los puso fácil y rápidamente, como si fuera algo cotidiano para él. Ya no hubo tiempo, más tardé en procesar lo que estaba a punto de suceder cuando, de un movimiento y habiendo puesto el termómetro y la vaselina en el buró, se sentó en la cama y me atrajo nuevamente sobre sus piernas. Estaba a punto de suceder una de mis peores pesadillas o uno de mis más ocultos deseos, no lo sé.
Boca abajo, sobre sus piernas, y aún después de una buena tunda, me sentí muchísimo más vulnerable que nunca en mi vida. La sensación del momento en que, con los dedos de su mano izquierda, separó mis nalgas y con la derecha situó la punta del termómetro en mi ano, es indescriptible.
Pensé en resistirme, en suplicar que no lo hiciera pero, no pude, mi cuerpo se entregó voluntariamente a los cuidados de ese hombre al pendiente de mí... o quizá es que la debilidad por el hambre ya se hacía presente.
El frío del termómetro hacía que ese huequito en mi cuerpo se contrajera automáticamente, mientras tanto, José daba un pequeño masaje en mis nalgas y, al mismo tiempo, soltaba un discurso acerca de la responsabilidad, la honestidad, la falta de disciplina y no sé qué más, en realidad, yo estaba demasiado concentrada en el momento, en la situación.
- Bien, jovencita, aún tienes fiebre, afortunadamente traje medicamentos para ello, así que no debes preocuparte.
Dicho lo anterior, y sin soltar mi cintura, volvió a buscar en la bolsa y sacó una pequeña caja amarilla. Intenté ponerme de pie, supuse que eran tabletas y la posición era complicada para tomarlas. José me detuvo con firmeza.
- ¿A dónde crees que vas?, aún debo ponerte un par de supositorios.
Mis ojos se abrieron como platos, la vergüenza era tanta que lo único que se me ocurrió hacer fue ponerme a llorar como una niña pequeña, ya mi cuerpo no tenía fuerza para pelear, el ánimo también se había dado por vencido.
Cuando me di cuenta, estaba con la cabeza inclinada y la cola levantada, en una postura por demás sumisa.
- No lo hagas, José... Exclamé en un susurro mientras él, evidentemente hábil para la tarea, sacaba 2 piezas blancas de aproximadamente 3 o 4 centímetros de largo, las puso sobre el buró y procedió a hacer el mismo movimiento que con el termómetro... Pero esta vez, lo que sentí en el ano, fue la punta de su dedo índice que, lenta pero firmemente, entraba y salía.
- No quiero que te duela, así que primero voy a lubricar bien y a dilatar un poco.
Mis párpados estaban apretados, sentir su dedo en mi culo me despertaba muchísimas sensaciones y emociones, estaba terriblemente confundida porque, después de todo, creo que lo estaba disfrutando.
Después de estar un par de minutos estimulando con su dedo, José introdujo los supositorios y, después del segundo, metió su dedo lo más profundo que pudo... Solté un gran suspiro que, ahora que lo pienso, bien pudo haber sido un gemido.
- Ya está todo bien, Laura, relájate.
Con suavidad levantó mi cuerpo y me depositó sobre la cama, se tumbó a mi lado y con su rostro a la altura del mío, me dijo que se preocupaba por mí, que todo lo que hacía era para que yo estuviera mejor.
- Incluso los azotes, quiero que dejes de comportarte como una niña pequeña porque, de lo contrario, tendré que seguir tratándote como a una... A menos que te guste que lo haga.
Dijo eso último con una sonrisa pícara y yo me sonrojé, escondí mi rostro en su pecho porque, de verdad, sentí mucha vergüenza, no sabía qué responder a eso.
Levantó mi barbilla, me miró fijamente y con toda la ternura que un hombre es capaz, me besó en los labios.
- Gracias, José... Te quiero muchísimo pero, ¿puedo decirte algo?
- Lo que quieras, princesa.
- Me estoy muriendo de hambre.
FIN
Yospankee

Sin mentiras... [Segunda parte]

Confundida lo miré, sentí cómo mis ojos se llenaban nuevamente de lágrimas, no quería que me azotara más, el dolor en mis nalgas ya era demasiado, además, ¿con el cinturón?, no lo soportaría.
- Recuéstate boca abajo, necesito que entiendas que lo que hiciste no está bien.
Lo anterior lo dijo mientras iba sacando lentamente el cinturón de su sitio, al terminar lo dobló en dos, sujetándolo por la hebilla. Yo no reaccionaba aún, estaba segura de no querer recibir ni un azote más. Supongo que pasaron unos segundos, entonces él señaló la cama de nuevo, yo seguía muda. Vi cómo tomaba las almohadas y las ponía a mitad de la cama... La idea más estúpida cruzó por mi mente. Lo empujé y cayó de bruces y yo intenté salir corriendo, torpemente di un par de pasos pero tropecé con la colcha que se enredó en mis tobillos haciéndome caer estrepitosamente. Él comenzó a carcajearse, su risa resonaba por toda la habitación... En un arranque de furia, más por la humillación y la burla, me quité los zapatos y se los lancé, uno de ellos golpeó su hombro y él rió aún más.
- Eres un imbécil, José, lárgate de mi casa, no quiero volver a verte!!!
Grité con todas mis fuerzas y pataleé en el piso, entonces me sentí como la niña estúpida e inmadura que él tanto señalaba que era. Comencé a llorar.
Habría querido saltar sobre él, golpearlo para defender mi dignidad. Algo dentro de mí lo impidió y, con un hilo de voz solo pude decir: ¡te odio!
De pronto su risa se apagó, me miró fijo y lentamente se levantó de la cama para ir a mi lado. Yo lloraba abrazando mis rodillas, ocultaba mi rostro con los brazos y lo único que quería era que me tragara la tierra en ese instante.
Sentí su mano acariciar suavemente mi cabello, después me abrazó tan fuerte que, aunque intenté soltarme, no lo logré. Su voz era cálida y tierna, me decía que lo que hacía era por mí, por mi bienestar. Le creí, por la razón que ustedes quieran, le creí que era necesario ser disciplinada por él y a través de esos métodos. Las nalgas me dolían y, aunque no hubo ninguna disculpa de por medio, asumí que yo lo disculpaba y, al mismo tiempo, me sentía perdonada por él.
No sé cuánto tiempo transcurrió, me ayudó a ponerme de pie y me abrazó nuevamente. Me preguntó si sabía que había hecho mal, que si sabía que el castigo había sido necesario. Asentí.
Tonta e ilusamente pensé que todo había terminado, finalmente aprendí la lección, seguía enferma y aún moría de hambre; nuestros problemas habían sido resueltos ya, ¿o no?
- Laura, sé que esto no ha sido sencillo, sé que duele y también yo quiero terminar con ello pero, no puedo permitir que sigas comportándote de esa manera. Lo entiendes, ¿verdad?
Quería responder que no, que ya había sido suficiente pero, algo dentro de mí lo impidió y, - sí, lo sé-, respondí mientras mis ojos se iban llenando de lágrimas nuevamente.
José me dio un beso en la frente, me tomó del brazo y me condujo hasta la cama, intenté suplicar con la mirada pero fue en vano. Lentamente me recosté boca abajo con el vientre a la altura de las almohadas, mis nalgas quedaron totalmente expuestas. Bajó el calzón hasta las rodillas. Sentí mucha vergüenza, traté de apretar los muslos lo más que pude, me di cuenta que había un poco de humedad en mis rincones y eso me confundió terriblemente.
- Serán 20 azotes con el cinturón, Laura, los tendrás que contar en voz alta y agradecer después de cada uno "gracias, no volveré a ser grosera ni a descuidar mi salud", ¿quedó claro?
¿Qué se suponía que respondiera?, por supuesto que estaba clara la indicación, lo que no estaba claro era cómo soportaría un castigo como ese.
- Si pierdes la cuenta, si te quitas o pones la mano, volveré a empezar. ¿Entendido?
Lo que quería era que comenzara ya, así terminaría pronto también. Apreté las sábanas, mis nudillos podían verse blancos por la fuerza que me daba tanto miedo por el dolor que sabía estaba a punto de recibir.
Sentí el cuero del cinturón acariciar mi cola desnuda, recorrerla de un lado a otro como una advertencia... De pronto ya no estaba y, con una velocidad que no podría describir, se impactó con violencia contra mis nalgas que, junto con el resto de mi cuerpo, se contrajeron de forma automática...
- No te escuché contar, jovencita.
- Uno, gracias, no volveré a ser grosera ni a descuidar mi salud.
No sé si los azotes tenían toda la fuerza posible, a mí me parecía que cada uno era más doloroso que el anterior, mis nalgas ardían, podía adivinar líneas rojas cruzando de lado a lado como prueba de mi estupidez, de mi inconsciencia y, probablemente, del cariño que José sentía por mí. Poco a poco me fui convenciendo de que realmente agradecía cada cinturonazo.
No sé cómo pero por fin llegamos a los 20, debo confesar que fue muy bueno al perdonar que, en el azote 13 atravesé la mano y solo repitió ese, que en el azote 18 me quedé callada por mucho tiempo y él creyó que había perdido la cuenta, sin embargo solo me recordó con un grito fuerte el número que correspondía.
Las lágrimas bañaban mi cara, la respiración era agitada y entrecortada, a esas alturas ya era capaz de prometer lo imposible.
- Lo siento mucho, José, te prometo que no volverá a suceder... Perdóname, por favor.
Acarició de nuevo mi cabeza, luego el cuello, la espalda y se detuvo en mis nalgas que, aunque respingaban al contacto, agradecían las caricias.
- No te muevas, ahora vuelvo, pequeña.
Mi cuerpo aún temblaba pero obedecí. Volvió de la cocina con una bolsa de la que sacó un tubo de crema humectante que esparció generosamente en toda el área castigada.
Después de la tempestad viene la calma, dicen, y qué razón tienen.
Continuará.
(Sí, hay tercera parte)

Sin mentiras... [Primera parte]

Las últimas semanas han sido complicadas, mi salud ha sido uno de los factores para ello. Ayer no salí de la cama, tenía un terrible dolor de cabeza, el cuerpo también dolía y la fiebre no se hizo esperar. 
Para el medio día me dolía el estómago porque tenía hambre, es decir, mi cuerpo exigía alimentos, pero el ánimo opinaba lo contrario.

Más tarde recibí una llamada de mi amigo José, preguntaba si estaba bien porque no había acudido a la cita que teníamos esta mañana para revisar algunos detalles de un proyecto que tenemos en común. ¡Rayos!, lo olvidé por completo. Supongo que mi voz parecía de ultratumba porque él adivinó que no me sentía bien y hasta se ofreció para llevarme al medico.

- No, José, cómo crees... Te prometo que en un rato voy yo, no es necesario que te molestes...
Sí sí, estoy segura, no pasa nada.
Colgué el teléfono y, de nuevo, me acurruqué en mi cama y dormí, dormí hasta que no pude más. 

No sé exactamente cuántas horas fueron, pero ya era tardísimo. Por fin, mi estómago ganó la batalla y, arrastrando los pies, fui hasta la cocina... Es en estas situaciones donde me arrepiento de ser tan desordenada, tan floja y... ¡No hay nada qué comer! Serví cereal en un tazón, lo comí seco porque no tenía leche en el refrigerador, un par de bocados fueron suficientes.

El dolor de cabeza había cedido un poco, al parecer, la fiebre también. Supongo que lo único que necesitaba era descansar.
Revisé mi celular, tenía varias llamadas perdidas de José, unas 6... Intenté devolver la llamada pero no tuve suerte. No era importante, pensé.
Me tumbé en el sillón, encendí la laptop y me preparé para un buen rato de Netflix...

Sonó el timbre, en realidad no esperaba a nadie, así que lo ignoré y seguí en lo mío, pero seguían insistiendo de tal manera que, malhumorada y somnolienta abrí la puerta con la peor de mis caras.

- Laura, estás bien, qué gusto. Disculpa que haya venido así, te marqué al celular pero jamás respondiste, ¿qué te dijo el médico?, te escuché muy mal cuando hablamos esta tarde.
Lo anterior fue dicho mientras él me sostenía de los brazos y, como tardé en reaccionar, al hacerlo me safé con un poco de agresividad y fastidio.

Suéltame, le dije, ¿te crees mi papá o qué?

José siempre ha sido una finísima persona conmigo, respetuoso, cariñoso y amable; no sé por qué respondí así, era obvio que estaba preocupado. Cuando quise disculparme, quizá ya era un poco tarde.

- No sé por qué te pones así, Laura, lo único que hice fue preocuparme por ti, si estoy aquí es porque creí que realmente estabas mal... Ahora veo que no es así, siento haberte molestado. Buenas noches.

Se dio la vuelta y se fue, no supe qué hacer, no me atreví a detenerlo porque no sabía cómo hacerlo. Cerré la puerta y me recargué en ella dejándome caer hasta el piso... ¡Estúpida, estúpida!, me decía a mí misma. José es la última persona en el mundo que merece ser tratada así. Entonces reaccioné, rápidamente me puse de pie y le llamé al celular... ¡¡Contesta, por favor!!

- Diga. Al fin respondió.
- José, por favor no te vayas... Es que he tenido un día horrible, de verdad me sentía muy mal, no mentí... Y luego, no he comido nada y muero de hambre... Y es que no he hecho el súper porque no he salido de casa... Por favor vuelve, discúlpame, ¿sí?

- ¿Entonces no fuiste al médico?
- Eh... Yo... Nno, pero ya me siento bien, ya no me duele la cabeza, ya se quitó también la fiebre... Regresa, por favor, vamos a platicar, ¿si?

Después de un largo silencio:
- Está bien, sí quiero hablar contigo, pero deja voy a comprar algunas cosas, necesitas comer algo. No tardo.

Y colgó. Me sentí aliviada, de verdad no sé por qué tengo esa horrible forma de reaccionar y de lastimar a las personas que quiero y me quieren. Además, aún tenía muchísima hambre, qué bueno que se le ocurrió ir a comprar algo. Caray, siempre me salgo con la mía, pensé y sonreí descarada.

No pasó mucho tiempo y volvió a sonar el timbre, contenta corrí a abrir... Lo recibí con una gran sonrisa, traía algunas bolsas en las manos y sorprendida le dije que no debió molestarse.

- Guarda silencio, me dijo en un tono seco y molesto, no supe qué decir y me limité a observar cómo llevaba las bolsas a la cocina.

- Ven, vamos a tu habitación, no es verdad que ya estás bien, debes estar en la cama. Te prepararé la cena en un momento.

De la mano me llevó a la recámara. Apenas entramos y, tomándome por sorpresa, comenzó a darme palmadas en las nalgas sin soltar mi mano.

- ¿Qué carajos crees que haces? Suéltame, ya basta, Josééééé!!

Por supuesto, no se detuvo, siguió azotando, incluso más fuerte. Yo forcejeaba, trataba de soltarme y de esquivar las nalgadas al mismo tiempo. De pronto, en un rápido movimiento se sentó en la cama y me jaló con la fuerza suficiente para tumbarme sobre sus rodillas. Yo gritaba y me retorcía, pataleaba y le suplicaba que se detuviera, pero no me hacía caso, al contrario, solo me decía lo irresponsable que era, lo desobediente que fui al no ir al doctor y, peor aún, lo estúpida que fui al quedarme sin comer todo el día.

Sin darme cuenta, de pronto me quedé sin el pantalón de la pijama pues él tiró del resorte y lo bajó hasta mis rodillas, después, con el pataleo terminó por salirse completamente... Yo seguía suplicando a ratos, gritando y amenazando a otros... Él no cedía nada, arremetía fuerte y rítmicamente contra mis nalgas con la mano bien extendida.... Después intentó bajar mis calzones, pero esta vez fui más rápida y, con ambas manos, agarré con fuerza el elástico; él, de manera inteligente, tomó los bordes del calzón, los juntó en el centro de mi cola y, haciendo un intento de calzón chino, dejó al descubierto la piel enrojecida y caliente de ambas nalgas y siguió azotando.

Yo estaba rendida, en algún momento dejé de luchar, me resigné a mi destino y comencé a llorar desconsolada. Las lágrimas bañaban mi rostro, la cola me ardía horrible y sentía mi dignidad más aporreada que mi parte posterior.
Por fin se detuvo. Despacio, me ayudó a levantarme y quitó la colcha de la cama.

Quiero que descanses, necesitas recuperarte, la salud no es un juego, ¿entendiste? Respondí asintiendo con la cabeza mientras con una mano me limpiaba las lágrimas y con la otra me sobaba las nalgas. Iba a darme la vuelta cuando me detuvo del brazo. Comenzó a desabrochar su cinturón y me dijo: aún no terminamos, jovencita.

Continuará.

lunes, 19 de noviembre de 2018

Conciencia.

Hice algo malo, lo sé, merezco un castigo... uno bueno. No estoy segura pero, la sospecha es grande, creo que él también lo sabe.
Me ha preguntado en un par de ocasiones, yo he esquivando el tema y la salida por la tangente ha sido utilizada repetidamente.
A ratos me dan ganas de confesar mi falta y, en contra de mis principios de spankee, solicitar el castigo correspondiente, es que, no puedo con la incertidumbre, carajo.

Pero no, no es el momento aún... Será, como decimos acá (y con referencia spanko), a ver de qué cuero salen más correas. Hagan sus apuestas, ¿ganará la conciencia o la tendencia suicida?

YoSpankee

viernes, 19 de octubre de 2018

10 años después...

Hace 17 días se cumplieron los primeros 10 años de vida de Yospankee, no lo puedo creer. Con muchísima alegría y enormemente agradecida con la vida, vengo hoy a celebrar.

En estos días platicaba con un amigo acerca de la maravillosa experiencia que ha sido contar con este espacio, sí, a pesar de todo. Este blog es parte de mí, de mi formación, de mi crecimiento, de mi lucha constante. Sé que la ausencia ha prevalecido, que las entradas son cada vez menos pero, sé también que, lo mucho o poco que he dejado aquí, ha sido desde mi corazón, desde mi esencia y desde mis placeres, por supuesto.

Debo también agradecer, quizá principalmente, a las personas que me han leído, quienes han disfrutado o hasta aprendido con las locuras de esta spankee que, después de todo, también ha obtenido grandes lecciones de esto.

Nunca imaginé que las cosas serían como son hoy, a diez años de la mujercita insegura, (casi) novata que decidió, como forma de expresión, venir a desahogar letras, travesuras y nalgas rojas en un blog. Jamás pensé que mi vida sería tan plena, tan deliciosa y tan compartida con el hombre que completamenta mi Yospankee... Si hubiera puesto metas u objetivos a cumplir, hoy estarían rebasados por completo.

10 y contando... Aún no se me ocurre el pretexto para festejar pues, el esposo/spanker, no conoce ni sabe de este rincón de placeres. Se aceptan sugerencias.

YoSpankee

sábado, 1 de septiembre de 2018

Una visita a la Ciudad de México.

Brendy iba muy ansiosa, se movía de un lado a otro en su asiento. El avión procedente de Buenos Aires estaba a muy poco de aterrizar en la Ciudad de México. El viaje había sido planeado con muchos meses de anticipación, el día por fin había llegado.

Años atrás, Brendy había contactado, por casualidad, a una chica mexicana, ambas coincidieron en un grupo de Facebook y, desde entonces, se hicieron grandes amigas cuyo sueño, por supuesto, era el de viajar al país de origen de la otra y, así, poder llevar a cabo los montones de planes que se les ocurrían todo el tiempo.

Malena era originaria de la Ciudad de México, también estaba ansiosa por recibir a su amiga, así que estuvo desde temprano en el aeropuerto, salió con bastante tiempo para prevenir cualquier situación. Tenía organizado todo para la visita de Brendy, quería que la argentina se llevara el mejor sabor de boca posible.

Estaba ahí, sentada, esperando que pasara el tiempo cuando, de pronto, volteó y miró a un hombre muy atractivo que, sin prestar atención a lo que sucedía a su alrededor, leía muy concentrado un grueso libro. Era un hombre, no mayor, pero sí maduro que vestía un elegante traje gris, su aire era serio e indiferente. Malena pensó en la posibilidad de llamar su atención pero, así en solitario, no se atrevía a nada de lo que ya inundaba su mente.
Pasó casi una hora hasta que, por fin, los altavoces anunciaron la llegada del vuelo de Brendy. De un salto, Malena se puso de pie y corrió para recibirla, sin querer tropezó con la maleta de 'el guapo de los lentes', como en su pensamiento lo había apodado.

- Disculpe, señor no fue mi intención.
- No se preocupe, señorita, solo tenga más cuidado para la próxima.

Entonces, en un momento de valentía, se presentó extendiendo la mano.

- Mi nombre es Malena Jiménez, mucho gusto, dijo con una sonrisa tímida y las mejillas un tanto rosadas.
- Mucho gusto, Malena, yo soy Alfonso Castillo, para servirte. Contestó el hombre un poco confundido por el encuentro con una desconocida que llevaba mucho tiempo observándolo, claro, se había dado cuenta de ello.

- Bueno, me tengo que ir, viene una amiga desde Argentina y, bueno, no importa, adiós.
- Adiós, contestó Alfonso con una sonrisa. Finalmente, la chica le pareció divertida.

- Hey, pelotuda, acá estoy, Malena. Gritó Brendy desde el otro lado de la sala.

Y ambas se abrazaron con el cariño que se había ido dando con el paso del tiempo, las confidencias compartidas y los malos momentos que, aunque a la distancia, ambas habían tenido, siendo soporte la una de la otra.

Después de hablar sobre el vuelo, la ansiedad por llegar, los planes a cumplir en las semanas que Brendy estaría en México, Malena le contó a su amiga acerca del hombre que vio en la sala de espera y Brendy, chica de armas tomar, le dijo que lo invitaran a salir, que no perdían nada, después de todo, había venido de tan lejos a divertirse, ¿no?
Y así, con ese arrojo, fue a hablar con Alfonso mientras Malena, nerviosa, se quedó un poco atrás de ella.

Alfonso no daba crédito a las palabras de Brendy, de inmediato declinó la invitación pero la chica seguía insistiendo.

- Mirá, Alfonso, que dos chicas guapas están a tu disposición, capaz y jamás volvés a tener la oportunidad, vos querés, cierto?

Alfonso acababa de llegar de un viaje largo, vivía en esa ciudad pero había pasado casi un mes en Brasil y, aunque de momento le incomodó el ofrecimiento de las chicas, terminó por aceptar.

- Está bien, iré con ustedes pero pasaremos primero por mi casa. Tengo que dejar mi equipaje, cambiarme de ropa, en fin, ¿qué dicen?

Brendy sonrió triunfante, volteó a ver a Malena y, con el pulgar arriba, le enseñó la lengua a modo de festejo.

Recogieron las maletas de Brendy y de Alfonso, subieron a un taxi y salieron del aeropuerto. Durante el trayecto, Alfonso iba haciendo preguntas: de dónde son, qué les gusta hacer, a qué se dedican, etc. Malena se veía tímida al principio pero, después, reía alegre ante las ocurrencias de Brendy que no paraba de hablar contándoles anécdotas e historias de su natal Argentina. Alfonso también reía pero, pero por dentro, ya le daba vueltas a un plan que se le ocurrió en el momento que decidió aceptar la invitación de las chicas.

Por fin llegaron a su casa, entraron y él les invitó a ponerse cómodas. Les ofreció una bebida mientras se quitaba el saco. Ellas se instalaron divertidas en el sofá de la sala, Brendy subió los pies a la mesita de centro y cruzó los brazos detrás de la cabeza... Alfonso, en un esfuerzo por controlarse, solo le dijo: Hey, niña, ¿qué modales son esos?

- Relajate, Alfonso, que ya los bajo...

Bebían ya una copa de vino, Malena prefirió una cerveza, y charlaban animadamente. Ellas no se habían dado cuenta de que sus bolsos y maletas habían desaparecido, pues, sin que ellas lo notaran, Alfonso las había ocultad en otra habitación.

Pasado un tiempo considerable y, cuando ellas ya se sentían en total libertad y confianza, Alfonso se puso de pie, quitó la música, les quitó la bebida que cada una traía en la mano y les ordenó guardar silencio. Ambas soltaron una fuerte carcajada, creían que era una broma e incluso, Brendy, con ese desparpajo que la caracteriza comenzó a cantar y bailar para sustituir la música que les acababan de quitar.

Alfonso aprovechó el momento, tomó a Brendy por el brazo y, de un movimiento, la tumbó boca abajo sobre sus rodillas, cayendo los dos, sobre el sofá. Las dos chicas estaban sorprendidas, no supieron qué decir pero, inequívocamente, se sentían en peligro. Malena, instintivamente, buscó su bolsa dándose cuenta que no estaba. Entonces, Alfonso comenzó a hablar.

- Ustedes dos, par de mocosas impertinentes e irresponsables, se dan cuenta del tamaño de estupidez que hicieron?... Se dan cuenta del tamaño de riesgo en que se han puesto?... No se preocupen, estarán bien pero, qué pasaría si yo fuera un secuestrador, un violador, un asesino o todo eso junto?...
Hoy, ustedes dos, van a aprender a ser más cuidadosas y más responsables. No las conozco, ni ustedes a mí pero hoy, de mi cuenta corre, van a aprender una gran lección. Yo no sé si sus padres les enseñaron que, unas buenas nalgadas bien dadas a tiempo, pueden lograr muchas cosas... Y tú (señalando a Malena) eres la siguiente, así que ni se te ocurra pararte de ahí.

CONTINUARÁ...

YoSpankee

miércoles, 8 de agosto de 2018

8/8/2018

El 8 de agosto es, para la mayoría de los spankos, motivo de celebración. Es nuestro día, es razón suficiente para sentirnos reales en este mundillo de filias y perversiones...

Personalmente, es el día en el que agradezco haber descubierto esto que me llena de placer, el cúmulo de sensaciones y emociones que he experimentado a raíz de aceptar lo que soy, lo que siento y lo que deseo.

Mi YoSpankee salta de felicidad porque, más allá de ser solo un bulto que resiste/recibe nalgadas, la experiencia es muchísimo más completa pues es un toma y da con maravillosas personas con las que, por fortuna, me he topado, aquí y allá...

Así que, sin más, les deseo a todos un muy feliz día lleno de nalgadas, lágrimas bonitas, dolores placenteros y orgasmos, muchos y explosivos orgasmos...

Feliz 8/8 Día internacional del Spanking.

YoSpankee

sábado, 21 de julio de 2018

INCERTIDUMBRE II

A petición de Gina...

*****

Parecían horas las que llevaba ahí inclinada, esperando, escuchando solamente su respiración un tanto agitada. Pude sentir sus manos en mi piel mojada. Tocó mis caderas primero, luego mis muslos, separó ligeramente mis nalgas; parecía como si estuviera acariciando un caballo, admirando sus ancas y haciendo un juicio previo mientras decide si montarlo o no. Me estremecí cuando, con ambas manos, dejó caer un fuerte manotazo, uno en cada nalga. Después acarició con suavidad y dio un paso atrás, como quien admira su obra recién terminada o buscando detalles qué mejorar.
Con un par de golpecitos, me ordenó separar más las piernas, obedecí de inmediato, se puso en cuclillas detrás de mi, acercó su rostro a mi vagina y dio un par de lengüetazos que me hicieron exhalar y contraer cada músculo. Entonces me beso en la división que separa ambas nalgas, rápidamente se puso de pie y comenzó a azotar con la mano bien abierta. Lo hacía con bastante fuerza, de tal forma que, mi cuerpo se balanceaba de un lado a otro sin poder evitarlo.

Dolía, vaya que dolía, pero era al mismo tiempo una delicia. Mi entrepierna palpitaba, mi clítoris suplicaba atención. Entonces se detuvo, metió su dedo índice y medio en mis rincones, comprobó una excesiva humedad que ya se deslizaba cristalina por uno de mis muslos... Tomó un poco con los dedos, absorbió su aroma, tomó un poco más y la arrastró hacia arriba en un suave y delicado recorrido hasta llegar a ese orificio que, apretado, se contrajo un poco más al tacto... Inmediatamente escuché el sonido del cierre de su pantalón al abrirse, de nuevo cerré los ojos con fuerza y apreté la mandíbula.

Ahora saben ustedes qué orificio eligió.

YoSpankee

jueves, 19 de julio de 2018

INCERTIDUMBRE.

Son segundos de ansiedad, momentos en los que el cerebro lucha contra la humedad de la entrepierna y la confusión hace que el temblor de las piernas, aunque débil, sea evidente.

No puedes hablar, lo tienes prohibido, obviamente quisieras hacer preguntas pero, no eres tonta, sabes que eso sí que te dará la certidumbre de un castigo.
Fue tan rápido, estabas tranquilamente tomando una ducha caliente, a ratos tarareabas esa canción que te pone de buenas, sobre todo en las mañanas.
De pronto, entra tu spanker al cuarto de baño, sin mediar palabras, cierra la llave de la regadera y, de un movimiento brusco, te inclina sobre el borde de la tina...

Es ahí, justo ahí, donde no sabes lo que vendrá. Repasas mentalmente tus faltas, te preguntas si esto será para placer, para castigo o ambas... Si es para castigo, tratas de no obviar la presencia del cepillo de baño... Quizá te penetrará pero, ¿qué orificio elegirá esta vez? ... Cierras los ojos y esperas, simplemente, esperas...

YoSpankee

viernes, 8 de junio de 2018

Mala suerte.

Nunca había estado más arrepentida de algo. Ni siquiera tenía qué ver con el castigo que me acababa de echar encima. Estaba plenamente consciente de la charla que tuvimos la última vez, de la promesa que hice y la manera tan irresponsable en que acababa de romperla. Sé que teníamos un trato y, aunque trataba de convencerme que hice todo lo que estuvo en mis manos para cumplirlo, en el fondo sabía que no era así.

Tuve un par de días para intentar resolverlo pero, dada la gravedad del asunto, fue imposible. Al final, sabía que tendría que confesar apenas él llegara de viaje. La vez anterior, el castigo fue ejemplar y absolutamente merecido. No era para menos, no después de haber chocado el auto contra un poste por conducir en estado de ebriedad. En esa ocasión debí entender el tamaño de irresponsabilidad y el peligro que representa, tanto para mí como para las demás personas, el atrevimiento de tomar el volante con la cabeza aturdida.

Quisiera decir que aprendí la lección, que cada azote recibido y cada lágrima derramada valieron la experiencia y jamás me atreví a repetir la "hazaña" pero, dos días no fueron suficientes para decidir cómo explicar que, aprovechando su ausencia, me fui de fiesta con esos amigos a los que tenía prohibido ver. Que, después de horas y muchos tragos en una casa de gente que no conozco, decidimos ir a seguir la juerga en un bar de mala muerte hasta donde conduje con la música a todo volumen. Supongo que estuvimos ahí bastante tiempo, digo que supongo porque no recuerdo la forma en que salí de ahí, tampoco sé cómo o con quién volví a casa.
Al día siguiente, desperté en mi cama, afortunadamente con la ropa puesta (incluso los zapatos), mi bolso y pertenencias completas sobre el buró. Un terrible dolor de cabeza me hizo preguntarme los qués y porqués, sin embargo, al ver que todo estaba en su lugar, me dediqué a dormir el resto del día. A media tarde moría de hambre, fui a la cocina y me serví un trozo de pizza fría. La verdad, también aprovecho cuando él no está para comer de forma descuidada.

Desde la ventana de la cocina se alcanzaba a ver la cochera, tenía la mirada fija en los adoquines del piso aunque, en realidad, no miraba nada, solo podía pensar en lo cansada que me sentía y lo afortunada que era por haber salido ilesa de semejante aventura y descarada sonreí cuando, de pronto, me di cuenta... ¿Dónde carajos está mi auto?

Salí corriendo, estúpidamente busqué en cada rincón y, al no encontrar nada, salí a la calle pero tampoco había nada. Entonces comencé a hacer llamadas, no necesité indagar mucho para saber quién y cómo me llevó hasta mi casa. Según la información que me dieron, estábamos en un bar pero uno de los chicos se hizo de palabras con otro cliente y optamos por cambiar de lugar. Después fuimos a otro, y otro, y otro bar. Al parecer, mi auto quedó en alguno de esos sitios pero, ninguno de los que íbamos, sabía a ciencia cierta dónde.

Una de las chicas, que fue la que me llevó a casa en taxi, me acompañó a hacer un recorrido por cada lugar que recordábamos, ya fuera nosotros o cualquiera de los que nos acompañaban. Desafortunadamente sin éxito.
Entonces recordé que, junto con el seguro del auto, él había contratado un sistema de rastreo satelital, por un momento me sentí victoriosa, pensé que por fin saldría de este embrollo y, lo mejor, sin que él lo supiera pero, al intentar hacerlo válido, me topé con un gran obstáculo: el auto, el seguro y, por supuesto, el servicio de rastreo, solo podía solicitarlos él, pues, todo estaba a su nombre. ¡Rayos!

Maldije a mi suerte, después de todo lo que tuve qué hacer, el tiempo que invertí, incluso lo mucho que supliqué en la agencia para que me ayudaran con los trámites, pero no, nada había funcionado. Entonces recordé esa 'última' vez. Mi cuerpo se estremeció al recordar el preámbulo del castigo que, básicamente, consistió en más de media hora sobre sus rodillas, con las nalgas desnudas y las lágrimas recorriendo mi rostro, más en un intento por convencerlo y que tuviera un poco de compasión. Obviamente no funcionó, él es experto en dejar las ideas bien claras, las lecciones bien aprendidas y las nalgas bien rojas.

La piel se me erizaba al recordar cada azote recibido con el cepillo de madera de mango largo, ese que solo utiliza para que nunca olvide que debo obedecerle en todo. Tampoco he olvidado mis gritos, el llanto desgarrador y la forma en que mi cuerpo se retorcía ante cada impacto que, sin piedad, caia sobre una nalga primero y la otra después, en una lluvia alternada que parecía interminable. Por último, la correa que, cuando yo creía que todo había terminado, sacó de una cubeta con agua, obviamente empapada, razón por la cual, los golpes eran muchísimo más fuertes y, por lo tanto, dolorosos.

Recuerdo que hice muchas promesas, entre gritos de dolor y súplicas, le juré que jamás lo obligaría a volver a castigarme de esa manera, que jamás expondría mi vida (o la de alguien más) de manera tan estúpida. Me hizo prometer que, de repetirse algo remotamente parecido, asumiría el castigo sin chistar, claro está, sería mucho peor que el de ese día.

Salí de mis recuerdos cuando escuché el motor de su auto, pude escuchar también y de manera clara cuando bajó del vehículo, puso la alarma y entró a la casa. Llegó sonriente, dijo que estaba feliz de verme después de varios días fuera de la ciudad, que tenía muchas ganas de abrazarme, de besarme, y lo hizo… Solo que mi cara no mentía, mis ojos llorosos y mi cuerpo temblando, tampoco. Estando entre sus brazos y mirándolo a los ojos, no pude más. Tragué saliva, respiré profundo y, - amor, hay algo que tengo que contarte…

YoSpankee

martes, 8 de mayo de 2018

Miedo II

Hace 20 días mordía mis uñas, sentada en un consultorio médico que, a mi parecer, era el escenario más frío y desolador en el que hubiera estado jamás.

La última vez que escribí aquí, les hablaba acerca de ese miedo, pues bien, había llegado el momento de enfrentarse a la realidad, de conocer la respuesta a tantas dudas, aunque dicha respuesta no fuera de mi total agrado.

El doctor es un hombre muy atractivo pero, en esas circunstancias, no fui capaz de echar a volar mis fantasías como lo he hecho en otras ocasiones. Lo siento.

Después de estudios, brazos pinchados y tubitos de sangre, el día por fin llegó.

Atenta lo observé mientras abría el sobre blanco que contenía mi presente y mi futuro... Las lágrimas estaban detenidas al borde de mis párpados, como esperando una señal de salida. Contuve la respiración y, por fin, pude sentir alivio al verlo sonreír y mirarme de la manera más tierna que jamás nadie (que no sea de mi círculo cercano) lo había hecho antes.

Buenas noticias, señorita.

La vida me pareció entonces lo más hermoso. Las oportunidades siempre son bienvenidas, ahora, más que nunca estoy dispuesta a luchar, a disfrutar, a portarme mal y a recibir todas las nalgadas de las que me había estado privando (poquito).

Es decir, aún hay mucho de lo qué preocuparse, mucho trabajo por hacer y cosas qué cuidar porque tampoco es mágico. Las noticias son alentadoras pero tampoco podemos escapar de la realidad y, por supuesto, tampoco hay que dejar de cuidarse... Sin embargo, hoy puedo afirmar, hay YoSpankee para mucho rato...

domingo, 15 de abril de 2018

Miedo.

Sentir miedo es normal y, me atrevo a decir, es bueno. Hay diferentes tipos de miedos, desde el que comienza con una punzada en el estómago, hasta el que hace temblar el cuerpo y reaccionar con el único fin de sobrevivir.

Hoy no estoy pensando en el miedo sencillo, el que a muchos de nosotros nos encanta experimentar... El miedo a ser sorprendidos en algún descuido o fechoría, el miedo a ser sometidos y obligados a, azotes de por medio, aceptar las culpas y prometer no volverlo a hacer. No se trata de ese miedo que recorre la espina dorsal cuando, en una posición vulnerable, el calzón sale de su sitio y nuestra cola se expone a una buena cueriza. No, esos miedos son una delicia.

Hoy es un miedo diferente... Un miedo que va acompañado de incertidumbre y de un poquito de cobardía... Hoy no estoy segura de ser capaz de afrontar lo que los resultados de esos estudios clínicos vayan a decir. Pero, me atrevo también a prometer que, sea lo que sea, estaré ahí luchando... Pataleando y pidiendo perdón con la mejor de mis caritas de 'yonofui' para que la vida, cual spanker estricto, ceda un poco y me permita seguir haciendo de las mías como hasta ahora...

YoSpankee

miércoles, 11 de abril de 2018

Hala Madrid.

Mi esposo/spanker es madridista a morir y yo, básicamente, solo amo ver el futbol, gane quien gane (cuando se trata de la Champions). Esta mañana, a modo de broma, le dije que sería divertidísimo que, así como eliminaron al Barcelona por sobrados y confiados, también eliminaran al Real Madrid... Hubieran visto su cara.

Durante el partido, todo apuntaba para que así fuera... Entonces me dijo que si perdían, por 'salitrosa', me iba a ganar la cueriza de mi vida...

Empate global y poco tiempo en el reloj cuando, de repente, ¡penal a favor del Real!. Tocó al guapísimo de Cristiano Ronaldo tirar y, con esa elegancia que lo caracteriza, ¡GOOOOL!

En el fondo sí quería que pasara el equipo español, pero jamás se enterará mi esposo de eso... Me salvé de una tunda, y miren que era una buena pero, en el estado actual de mi colita, gracias a Dios que la Juve no dio para más...

YoSpankee

lunes, 9 de abril de 2018

Creando monstruos...

Hace unos días comencé a sentir un pequeño malestar: dolor de cabeza y de garganta, cuerpo cortado, flujo nasal, etc. Asumí que se trataba de un simple resfriado y lo dejé pasar. Días después todo empeoró, mi pecho roncaba con cada respiración, la garganta se negaba a dejar pasar cualquier alimento e, incluso la saliva, hacía que me retorciera de dolor. Si desde el principio hubiera hecho caso a mi esposo/spanker de acudir al médico, las cosas no habrían empeorado tanto, no solo en la cuestión de salud.

Al principio él insistió, me dijo varias veces que fuéramos con el médico y yo(spankee) me negué rotundamente, alegando que no era nada, que ni siquiera me sentía tan mal... Así, una tarde, después de este y varios motivos, si no me sentía tan mal, entonces podría resistir un ajuste de cuentas, ¿no?
Tirada boca abajo en la cama, pantalón y calzón en los tobillos, recibí una severa tunda con varios instrumentos pero, el principal, el protagonista del evento, fue una fina varita que, excelsa en su actuación, dejó muchas líneas marcadas de lado a lado en mis pobres nalgas.

Un par de días más adelante, el malestar era terrible, como les conté, hasta respirar era un reto. Decidí entonces ir al doctor pero, oh no, el tratamiento ideal para la terrible infección de garganta y oídos era, ni más ni menos que, unas inyecciones intramusculares de antibiótico y no sé qué más. Huí, ya sé que qué ridiculez pero, queridos amigos y lectores, ¿qué iba yo a decir si, el médico o enfermera, preguntaban acerca de las múltiples marcas en mi cola? Preferí quedar como una miedosa infantiloide ante las agujas, que enfrentar una situación incómoda. Mi esposo/spanker moría de risa.

Al día siguiente, ante la insistencia del médico, (y habiendo considerado mis opciones) volví al consultorio, recibí la receta, junto con un breve discurso/regaño por parte de mi doctor por haber reaccionado de esa forma. El acuerdo fue que mi esposo/spanker me aplicaría las inyecciones, y así fue.

Cabe aclarar que él no sabe inyectar, o no sabía porque tuvo que aprender... Aunque, tengo que confesarlo, la manera en que conseguí convencerlo para que lo hiciera, fue negociando un tratamiento médico completo, es decir, no habría tabletas o jarabes, todo sería a través de inyecciones y supositorios. Como lo leen, amigos... Fue la única forma en que conseguí tener un enfermero de cabecera.

No fue la primera vez que 'tomé' supositorios, pero sí la primera vez que alguien me los aplicó, la primera vez que tuve que adoptar una posición para recibirlos y, también, la primera vez que, con nalgadas de por medio, alguien me obligaba a seguir las instrucciones (reales) del médico.
No era un pudor normal, es decir, él conoce cada rincón de mi cuerpo... Pero eran un montón de emociones las que se me revolvían dentro, cada vez que me anunciaba que era hora de mi tratamiento.
Las primeras veces, yo me seguía sintiendo muy mal físicamente, después todo mejoró y eso permitió jugar un poco mientras, obediente y responsablemente, seguía las indicaciones de mi doctor, casi, al pie de la letra.

- Bájate el pantalón y ponte boca abajo. No te pongas dura porque, si no, no entra la aguja. Así, 'flojita', no duele, no seas llorona... Sigue y me vas a hacer que te dé verdaderos motivos para llorar, señorita. ¿Ya ves?, no dolió, no era para tanto. Ahora levanta ese culito porque todavía falta tu supositorio. No no, no hagas pucheros, el doctor dijo que debías hacer el tratamiento completo... Anda, separa un poco las piernas, así. No, corazón, no aprietes la colita porque me vas a hacer que te nalguee. Así, separa tus nalguitas con tus manos... Ahí está, ¿ves?, no era tan difícil. Ah no, ni te subas el pantalón, todavía faltan tus buenas nalgadas, que me las debes, no te hagas...

YoSpankee

jueves, 5 de abril de 2018

Reiteradamente...

Hoy tenía en mente el post a publicar, el primero del 2018 (vaya descaro el mío) en pleno abril. Sin embargo, después de dar un breve recorrido por algunos de mis posts, tuve que dejar mi relato en el tintero (no me regañen, lo retomaré muy pronto) pues, pude darme cuenta de cuántas veces me he ido y regresado a este espacio que, sin mentir, es uno de los que más disfruto y que me ha llenado de tantas y tantas satisfacciones, mucho más allá de las humedades correspondientes.

Una y otra vez me he disculpado con ustedes por la ausencia, por la falta de creatividad, por dejar en el olvido las letras que, tanto a ustedes como a mi, nos hacen tan felices... Una y otra vez he prometido escribir más, estar más presente... Y sí, una y otra vez he fallado, no hay justificación, simplemente llevo años tratando de retomar el ritmo y, juro que siempre ha sido con la intención real de hacerlo, simplemente las circunstancias no lo han permitido así. ¡Lo siento tanto!

Esta vez no haré promesas, ahora no vengo con el mismo cuento de siempre, tal vez ustedes ya ni siquiera me creerían, y yo no podría culparlos, jamás... Hoy solo vengo con letras a disposición, con placeres acumulados porque no había podido compartirlos con ustedes y, después de todo, muy feliz de volver sentirme YoSpankee...

*     *     *     *     *

Para quienes han preguntado (gracias, por cierto), mi salud se ha mantenido estable, hasta cierto punto... Después de varias cirugías, las cosas se han ido acomodando, no volverán a ser jamás como antes pero, si alguna habilidad tiene el ser humano, es la adaptación a nuevas situaciones... Y heme aquí.

Poco más de 9 años han pasado desde que comencé con este proyecto, mil cosas han pasado en todo este tiempo, la spankee ha evolucionado, lo mismo que la mujer que aquí escribe... Y, a pesar de ello, tengo un extraño cosquilleo en el estómago, como si fuera la primera vez, como si estuviera arrancando de cero.

Gracias a quienes permanecen cerca, gracias a los que siguen enviando mensajes y compartiendo conmigo sus fantasías, sueños, aventuras y deseos spankos.

Hay YoSpankee para rato.