domingo, 22 de noviembre de 2015

Hace un par de semanas ofrecí, vía Facebook, la oportunidad para que 2 personas me sugirieran un tema y así poder escribir un relato spanko para cada uno de ellos. Era mi intención real, ocupar mis vacaciones para volver a escribir en este espacio... desafortunadamente no estuvo en mis manos cumplir tal promesa porque tuvieron que hacerme una intervención de emergencia en los ojos y estoy en proceso de recuperación/preparación, pues tendré 2 cirugías más...

El principal motivo de este post es garantizar la realización de esos dos relatos y, al mismo tiempo, ofrecer una disculpa a todos los que me leen... por no mantener actualizado este espacio, y porque habrán de pasar unos meses más para que lo haga nuevamente.

Aprovecho también para decirles que YoSpankee sigue activa, que el spanking será siempre una constante en mi vida y que, bien o mal, trataré de dejar constancia de ello...

YoSpankee

martes, 9 de junio de 2015

Porcentaje II



  • Estoy esperando, señorita.


Salí de pronto de mis pensamientos, me levanté, no sé cómo pero lo hice y di un par de pasos lentos en  dirección a mi primo que sostenía el cinturón con una mano y con la otra veía el reloj...

... tardé en reaccionar, incluso lo hice hasta que Javier me tenía tomada del brazo... intenté suplicar, al menos lo hice en mis pensamientos porque habría sido muy bajo de mi parte arrepentirme de algo sobre lo que recién había dado mi palabra.

Acababa de ver al chico alejarse y el mundo ya me caía encima. Yo no sería tan fuerte como él para aceptar lo que, según Javier y con razón, nos habíamos ganado.

De algún lado alcancé a sacar un poco de valor, arrogancia, lo interpretó mi primo que, a simple vista, parecía seguir furioso.

  • ¿Verdad que las cosas cambian llegado el momento, jovencita?... es muy fácil romper las reglas, es muy sencillo meterse en problemas, pero la parte complicada viene cuando hay que hacer frente y asumir las consecuencias. Bien, estas son las consecuencias de tu descuido, de tu insensatez... arriesgaste tu seguridad y la de mi hijo por un capricho estúpido. Ahora recibirás tu merecido.


El miedo me recorrió de pies a cabeza, mi cuerpo comenzó a temblar de manera evidente... pero estaba dispuesta a cumplir, se lo debía a Emilio... y aunque él tuvo que recibir un porcentaje del castigo, la verdad es que la única y verdadera culpable de todo, era yo. Tragué saliva, de manera altanera y arriesgada safé mi brazo de la mano de mi primo y me dispuse a desabrochar mis pantalones para asumir la misma posición que momentos antes había asumido el chico.

  • No, así no... 


Javier me detuvo y de un movimiento rápido soltó el cinturón que cayó pesado en el piso, se sentó sobre el sofá y me tumbó sobre sus rodillas... todo sucedió en un instante y, de nueva cuenta, pude reaccionar pero, esta vez, cuando sentí la primera de muchas nalgadas que Javier, con la mano bien extendida y con bastante fuerza, aplicaba sobre mí.

No pude contar, estaba muy sorprendida, muy adolorida y aturdida por el sonido que conseguía cada palmada que se estrellaba contra mis nalgas, pero seguro eran muchas nalgadas las que ya habían cobrado por la falta tan grave que cometí. De pronto se detuvo, vaya... pensé que sería peor... pero no era el final del castigo, se trataba solo de una pausa y aprovechó que yo misma había desabrochado mis jeans para bajarlos y continuar con la azotaína.

A estas alturas el castigo ya me hacía sufrir, me retorcía sobre las piernas de Javier que no permitía que escapara pues me tenía fuertemente detenida por la cadera. El dolor era terrible, en realidad era más bien ardor... un calor insoportable se apoderaba mis nalgas, el mismo calor que iba acrecentándose mientras más azotes recibía... supongo que el castigo estaba siendo aplicado minuciosamente, pues sentía arder cada parte de mi trasero... creo que no había espacio que no hubiera sido tocado por la fuerte palma de mi primo. Entonces comencé a suplicar, después a reclamar y, como último recurso, a ofender de manera grosera que solo la complicada situación en que me encontraba podía justificar.

  • Eres un imbécil, maldito abusivo... no sé qué te crees, pero esto me lo vas a pagar... Suéltameeee


Lo único que recibía a cambio era silencio y más nalgadas... 

  • Por favor, Javier, te prometo que no volverá a suceder, ya aprendí la lección...


Mis argumentos iban de un polo a otro, suplicaba... me disculpaba y volvía a maldecir, entonces respondió:

  • A las escuinclas malcriadas como tú, que creen que todo se lo merecen, solo hay una forma de tratarlas... y es esta, así que cállate de una vez por todas y ten el valor de recibir dignamente lo que solita te ganaste.


Y dicho lo anterior bajó mis calzones hasta las rodillas, la única protección que acaso tenía aún mi pobre cola, desapareció de un solo movimiento. Me rendí.

Aunque seguía pataleando, lo único que me quedaba era rezar porque todo pasara, el llanto inconsolable hacía que me faltara el aire y, como último recurso, supliqué de nuevo... él hizo una pausa y me permitió hablar. 

  • Por favor, Javier, ya no puedo más... 


Lentamente me levantó, se puso de pie y tomó mi cara entre sus manos... me obligó a verlo a los ojos y con una mirada dulce me preguntó si sabía que había hecho mal... asentí. Me abrazó fuerte y tiernamente, consiguiendo con ello que mis lágrimas siguieran saliendo en un torrente que parecía no terminaría jamás... tomó mi barbilla, puso su rostro muy cerca del mío y despacio me dijo:

  • Aún te faltan 10 cinturonazos.


FIN.

jueves, 2 de abril de 2015

Su constraseña es incorrecta...

Si pudiera describir el sentimiento que me embarga al volver a mi querido blog y la 'pena' para con ustedes por abandonarlo, tendría que elegir alguna combinación que quizá no resultaría muy convincente. Me preocupa que cada vez que vuelvo por aquí, tengo que reestablecer la contraseña porque, seguro por el tiempo que pasa entre una entrada y otra, la he olvidado. Bah.

No crean que me olvido de las letras, tampoco ha desaparecido mi necesidad por expresar lo que corroe a esta cabecita spankee... lo que pasa es que, en algún momento, me ha alcanzado ese síndrome de la 'adultez' que consiste en establecer prioridades y adentrarse en la seriedad de la vida... ah, no me hagan caso, me hago bolas yo solita.

Por supuesto, la vida spanko continúa, aunque yo no pueda venir a ponerlo en letras por aquí... es cierto que no sucede con la frecuencia o la intensidad que a veces yo desearía, pero recuerden también que YoSpankee es a ratos tan exigente como insaciable, ja!

Las últimas semanas he venido arrastrando uno que otro malestar físico... la última vez pensé que moría... jajaja, no exagero ni dramatizo... y entonces hice algo que NUNCA antes había hecho: me negué a una sesión de spanking. Estaba yo hecha una piltrafa... mi cuerpo dolía, pero no de ese dolor que nosotros sabemos, sino de ese dolor que pesa y obliga a desear que el mundo haga una pausa, que la vida dé una tregua, que todo fuera distinto, carajo. 

Mi pobre esposo/spanker, al que agradezco infinitamente todo lo que siempre hace por mí, no encontraba la manera de animarme... ha tenido siempre tantas atenciones conmigo que, sin temor a equivocarme, creo que salgo debiéndole. Él solo quería verme sonreír... Un día, mientras me mimaba, ambos acostados en la cama, comenzó a acariciar mi cara, mi cuello... sus manos comenzaron a hacer travesuras que, seré my honesta, yo aceptaba porque solo no quería moverme, estaba muy cansada... las caricias comenzaron a introducirse en mi ropa interior, primero por delante... después el objetivo fueron mis nalgas... las acariciaba primero, las apretaba después... y cuando dio la primera nalgada, mi cuerpo se contrajo y rechazó de inmediato el juego. 

Yo tampoco lo entiendo. Simplemente no pude y comencé a llorar suplicándole que no lo hiciera... esta vez no era parte del juego, esta vez lo dije en serio y él lo entendió. Me abrazó muy fuerte y me prometió, como lo hace cada vez que las circunstancias se tornan difíciles, que todo iría bien... que las cosas mejorarían y que no debía preocuparme. Le creí, como le creo siempre.

Mi salud ha mejorado considerablemente, el ánimo también... y, por supuesto, la disposición spanko ha vuelto. Ahora solo tenemos que esperar un par de semanas, tenemos visitas por las vacaciones y la privacidad no existe por el momento... y yo con estas ganas, ¡caray!

Yo Spankee

sábado, 3 de enero de 2015

Porcentaje

A momentos me pregunto si sería capaz de sobrevivir sin spanking... y creo que sí lo haría, pero sería tal cual, sobreviviría... Prefiero no averiguarlo y mejor disfrutar de esta deliciosa pasión.

*   *   *

Llegué a vivir a la granja de mi primo Javier, estaba yo en uno de esos difíciles lapsus de crisis existencial, así que cuando recibí la sugerencia por parte de mi tía, madre de Javier, no dudé mucho en aceptar. No importó que varios integrantes de la familia me advirtieran del carácter frío y seco de mi primo... finalmente lo que yo necesitaba era alejarme de todo y si, a pesar de vivir en su casa, él no se metería conmigo, sería perfecto.

Hice mis maletas después  de haber hablado con Javier y, en cuanto autorizó mi estancia en su rancho, no necesité pensarlo mucho más. El tiempo en ese lugar me serviría para reflexionar acerca de las decisiones que había tomado últimamente, en las consecuencias que todas ellas habían traído y que, después de todo, me tenían en esta situación.
Cargué con todo mi kit de dibujo y pintura... mi tía me había hablado de la belleza del lugar así que, además, cargué con mi cámara fotográfica.

Mi primo me recibió con mucho gusto, al verlo no me pareció el ogro del que todos hablaban. Conocí también a Emilio, su hijo adoptivo de 16 años quien, a leguas se veía, era su adoración.

Los primeros días  fueron mágicos, los paisajes eran maravillosos... me pude dar gusto haciendo largas caminatas, dibujando a ratos y tomando fotografías a otros... Podía ir a donde me diera la gana. A Javier solo lo veía, prácticamente, a la hora del almuerzo y la cena..teníamos charlas divertidas de nuestros recuerdos de la infancia, de algunos miembros de la familia, etc

Una noche me preguntó acerca de mis dibujos y mis fotografías... le dije que los espacios, los paisajes, los colores, ¡todo!... eran magníficas opciones para plasmar, ya fuera en papel, lienzo o digital. Le dije que Emilio había sido un buen guía de turistas... en ese momento no me percaté de la reacción de mi sobrino... sus ojos se abrieron como platos, se quedó a media cucharada, justo cuando yo estaba diciendo que la sesión fotográfica en la cascada del río y el pequeño pantano que se formaba ahí cerca, había sido muy divertida.

  • Sabes que tienes  prohibido acercarte a ese lugar, Emilio.


Fue hasta ese momento que recordé el secreto que habíamos pactado Emilio y yo... Él me dijo que esa zona era peligrosa, que su papá le tenía estrictamente prohibido acercarse siquiera a ese sitio, sin embargo, y ante mi reiterada insistencia, aceptó llevarme... el trato era precisamente que yo jamás se lo diría a su papá. ¡Estúpida!

  • Papá, es que yo...
  • Nada, sabes muy bien que lo que hiciste va a tener consecuencias... ¿cuántos fueron la vez anterior?
  • Cua... cuarenta y cinc... cuarenta y cinco, papá.


Yo no podía creer lo que estaba sucediendo, de un momento a otro, la situación cambió... estaba tan entusiasmada contándole a mi primo de las fotos, los dibujos, las aventuras... que no me di cuenta y traicioné a mi sobrino que en ningún momento volteó a mirarme de nuevo. Me sentía fatal pero... ¿de qué estaban hablando?... ¿cuarenta y cinco, qué?... 

  • Perdón primo, no es culpa de Emi... yo le pedí que me llevara a ese lugar, él me dijo que no se podía pero yo insistí, de verdad... si alguien tiene la culpa aquí y con quien debes molestarte, es conmigo... 


Un cambio de expresión,  que no podría describir exactamente, se dibujó en el rostro de Javier... fue algo así como media sonrisa mezclada con ceño fruncido... Volteó a ver a Emilio que, ahora sí, me miraba fijamente con cara de sorpresa... la cucharada seguía en pausa... 

  • ¿Tú qué opinas el respecto, Emilio?, preguntó su padre.
  • Yo, bueno... yo...
  • Responde, ¿es cierto que te negaste a ir?
  • Sí papá... le dije que era peligroso y que a ti no te gustaba que fuera ahí...
  • Y, sin embargo, terminaste yendo... El chico inclinó la cabeza, por fin soltó la cuchara y me pareció que estaba a punto de romper en llanto.
  • - Pero primo, no nos pasó nada... fue una falta inocente, no te enojes con él... por favor.


La tensión en el comedor era terrible.

  • Muy bien, prima... si habláramos de porcentajes... considerando que Emilio terminó cediendo ante tu insistencia, ¿qué porcentaje de culpa te corresponde en todo esto?... Te recuerdo que él debe tener algo, eh...


Pensé por un momento, el chico estaba metido en problemas por mi culpa... además, lo peor que podía pasar era que Javier me echara de su casa... pero eso era preferible, me sentía tan mal con el pobre Emilio, era yo una traidora...

  • - Yo diría que me quedó con el 95% de la culpa... y eso, solo porque no puedo tomar el 100.
  • - Bien, te diré lo que haremos... Cada vez que Emilio incurre en alguna falta, tengo que corregirlo... sobre todo cuando se trata de faltas graves en las que, el método que nosotros acordamos utilizar, son cinturonazos en las nalgas...

  • ¿¿QUÉ??
  • ¡Silencio!, no he terminado...


Me quedé impactada, ahora estaba conociendo al ogro del que todos me habían hablado, ¿cómo se le ocurre gritarme de esa forma?... ¿cómo se le ocurre golpear a un pobre chico?... no lo podía permitir...

  • No voy a discutir contigo la forma en la que educo a mi hijo... además, te repito, el acuerdo es mutuo... 


Volteé a ver a Emiliano que solo se mantenía serio y con la mirada baja... pero asintió ante tal aseveración.
  • ... así que, cada vez que sucede algo así, aumentamos 5 cinturonazos a la cuenta... la última vez fueron 45... así que ahora serán 50. ¿Correcto?


Emilio asintió nuevamente con una actitud resignada...

  • ... pero, dado que el 95% de la culpa es suya, señorita... usted tendrá que recibir el 95% de ese castigo... y si lo redondeamos de una manera justa... tendrá que recibir 48 de esos 50 que corresponden... 


Creo que, ni Emilio ni yo, lo podíamos creer... 

  • ... y, si por alguna razón piensa negarse a recibir el castigo que corresponde a su actitud irresponsable, Emilio recibirá los 50 correazos... 


Pero, ¿qué le pasa?... ¡¡No es justo!!... 

Apreté los labios, tragué saliva... y al final no tuve más opción que aceptar...

  • Bien, entonces hagámoslo de una vez... Vamos a la sala.


La sala era un espacio grande pero acogedor... los sillones eran amplios y muy cómodos... sin embargo esta vez solo podía asemejarlos a un horrible patíbulo al que éramos dirigidos, Emilio y yo, atados y sentenciados a muerte. Lo sé, exagero... pero la sensación era esa en el momento.

  • - Usted señorita, siéntese... pero ponga atención porque esto es solo un poco de lo que usted habrá de recibir más adelante... y, de una vez le advierto, el castigo no podrá ser interrumpido, lo que usted se niegue a recibir, será para Emilio... ¿quedó claro?
  • - S... sí...
  • - Sí señor... otra vez... ¿quedó claro?
  • - Sí... se... señor.


Pude observar cómo, mientras Javier desabrochaba su grueso cinturón de piel y lentamente lo deslizaba a través de las presillas de su pantalón, Emiliano hacía lo propio... pero solo para bajar sus pantalones hasta la rodilla, posteriormente bajó la ropa interior también... y se inclinó sobre el brazo de uno de los sofás. Parecía todo un ritual aprendido, algo tan natural, el chico estaba sonrojado por competo, no levantó la mirada ni una vez... 

  • ¿Listo?
  • Sí papá... respondió el chico mientras apretaba fuerte los párpados.


El cinturón fue doblado en dos partes, posteriormente levantado y descargado en un fuerte estallido del cuero sobre la blanca piel de las nalgas de Emilio que, rápidamente quedaron marcadas por una franja roja... El chico contrajo el cuerpo y ahogó un grito... después de un par de segundos interminables, dijo: UNO, GRACIAS, PAPÁ...

Yo tenía el rostro bañado en lágrimas, no sabía qué decir o cómo reaccionar... sin darme cuenta, el cinturón volvió a cortar el aire y se estrelló de nuevo en la cola del chico, dejando una nueva marca de color rojo, casi paralela a la anterior... ¡DOS, GRACIAS, PAPÁ!

- Retírate a tu habitación, Emilio... y le besó la frente mientras el joven terminaba de vestirse...

Antes de retirarse me abrazó y me dio un  un beso y, aunque había un par de lágrimas en sus ojos, supongo que por el dolor que le provocaron los azotes, me regaló una mirada llena de compasión, sabía lo que me esperaba, yo aún no cobraba consciencia de ello hasta que...

  • Es su turno, jovencita...


... Continuará...

Yo Spankee