martes, 11 de marzo de 2014

¡Más!

Hoy reconocí, a través de facebook, que lo que yo necesito (no solo en estos momentos, siempre) son unas nalgadas bien dadas, una cueriza de esas que dejan marcas, no solo en las nalgas, también en la humedad de mis rincones y en la bitácora spanko que servirá más adelante para momentos de 'necesidad'.

He reconocido también que hay cosas que mi esposo/spanker aún no consigue, es decir, esas cosas que forman parte de los 'rituales' spanko pero que son solo del conocimiento de aquellos que deambulamos por este mundillo. No me mal entiendan, no es que él no satisfaga mis necesidades, que lo hace... es que yo soy muy exigente y, los spankers que han jugado conmigo lo sabrán, siempre quiero más.

Los que han estado sumergidos en una ansiedad de este tipo sabrán entender de lo que les hablo... lamento no poder explicarme de mejor forma.

Hace tiempo que estoy buscándolo, necesito encontrar la forma de llegar a algún punto cercano a lo que en realidad necesito... no es solo el ardor de la piel o las incomodidades al permanecer sentada... es el recuerdo al morder mis labios, la contracción muscular al entrecerrar los ojos, la ansiedad por regresar el tiempo y volver a experimentar el cúmulo de sensaciones... en fin.

Estos días he estado escribiendo mucho, yo misma me sorprendo... pero el botón de 'delete' también ha estado activo... estoy por terminar la primera parte de una historia que surgió en mis sueños... y qué delicia, caray. Espero venir a publicarla pronto porque, además... pareciera que los tiempos no ceden, las oportunidades para dar forma a las letras están muy limitadas... además de mis dramas de mujer inconsolable.

Sé que me han pedido mantener actualizado esto pero, lo confieso, es más complicado cada vez pero no por ello dejaré de intentarlo... gracias por seguir aquí.

Yo Spankee

martes, 4 de marzo de 2014

Malena.

En contraste con las altas temperaturas que se habían sentido los últimos días,  hoy amaneció nublado con una, casi burlona, amenaza de lluvia. Malena despertó perezosa y, asumiendo los pocos pendientes que tenía en la oficina, decidió no ir, quedarse en casa y dormir más tiempo del correspondiente. Pasaron un par de horas en las que, sin querer, había pensado en lo mal que le caería la noticia a su jefe y se divertía pensando en los mohines de ‘don cascarrabias’.  Poco a poco el sueño la venció nuevamente y olas de fantasía se desarrollaban en su cabeza.

Se levantó corriendo pues había obviado todo, menos la junta con ese cliente extranjero para el que había estado trabajando tanto las últimas semanas, se suponía que hoy cerrarían el trato y, ¡vaya torpeza, cómo lo pude olvidar!.
De alguna manera pudo estar lista en menos de 20 minutos, tiempo récord pues siempre dedica al menos un par de horas para su arreglo personal.

Llegó derrapando a la empresa y con desesperación presionó los botones del elevador, como si con ello pudiera acelerar la llegada de cualquiera de los 2 cubículos con que contaba el edificio. Después de golpear repetidamente el piso con el tacón de su zapato, por fin se abrió la puerta y, casi histérica, empujó a quienes bajaban para entrar ella y rápidamente presionó los números de su piso.  Antes de volver a cerrarse la puerta del elevador pudo escuchar que se abría la del otro y que de el salían alegres risas masculinas, ¡no puede ser!... es el cliente y su jefe que seguro van de salida a almorzar después de la junta.

Molesta se desplomó sobre las paredes del elevador, sabía que seguramente el negocio habría sido un éxito, dada la reacción que vio en ambos hombres… pero no había sido ella quien lo cerrara y eso le traería graves problemas, además de una gran frustración personal y profesional. Ya estaba preparando sus argumentos y la forma en que encararía al jefe en cuanto este volviera, quizá esa tarde, tal vez el día siguiente.

Encorvada y con los ojos un tanto vidriosos llegó a su piso y, aunque hubiera preferido no cruzar palabra con nadie, llamó a uno de sus colegas para que la pusiera al tanto de la situación.

-       Malena, ¿dónde estabas?... marqué mil veces a tu celular y jamás respondiste.
 -       Lo sé, Daniel… amanecí con un terrible dolor de cabeza y, entre las pastillas que me tomé y que pasé casi toda la noche despierta,  me quedé dormida. Cuéntame, ¿qué pasó?... los vi cuando salieron del edificio.
 -       Me debes una… salvé tu pellejo. Tuve que inventar que estabas en el hospital con un pariente tuyo… y como afortunadamente el material que dejaste para la junta estaba completo, todo salió a pedir de boca. Seguro recibes felicitaciones en cuanto llegue el jefe.
 -       Eres un sol, Dany.

A partir de ese momento el día de Malena se tornó más tranquilo… incluso más iluminado a pesar de que afuera ya llovía a cántaros… optó por volver a casa y seguir con el ‘invento’ de Daniel… Al pasar por el comedor se encontró a dos compañeras con las que solía ‘chismear’ y sin poder evitarlo les contó la forma en la que había transcurrido su mañana.

-       Qué bárbara, Malena… lo bueno es que no te ‘cacharon’.

Entre risas de complicidad se despidió de las chicas y volvió a su departamento, eligió un par de películas y pidió una pizza  pues había decidido consentirse el resto del día, después de todo se lo merecía… aunque no estuvo presente en la reunión, el trabajo y el éxito del negocio eran suyos.

Se vistió cómodamente, se calzó un par de pantuflas, puso música mientras tanto y esperó a que llegara la comida, no pensaba levantarse del sofá después de que eso pasara.

Sonó el timbre, buscó el dinero y abrió la puerta.

- Dany, ¿qué haces aquí?- Me quedé preocupado, te vi muy mal hace un rato en la oficina, pero veo que ya te sientes mucho mejor…- Eh… sí, muchas gracias… no tenías que molestarte, ya hiciste suficiente por mí…

Daniel comenzó a dar pasos cortos hacia Malena con una actitud por completo amenazante, sus palabras no coincidían con el tono duro y seco que utilizaba al hablar con Malena, parecía más bien  sarcástico.

Malena, por su parte, daba pasitos temerosos hacia atrás, la actitud de su colega y amigo no era normal… intentaba aparentar que aún sentía el malestar y que sin afán de ser grosera prefería que la dejara sola…

-       Escuché cuando hablabas con Silvia y Miriam… así que todo fue un invento, jovencita…

¿Jovencita?... Malena tragó saliva y, por alguna razón sintió miedo… un miedo infantil que le recorría la espalda y que la hacía sentir como, cuando niña, era sorprendida en alguna ‘inocente’ fechoría’.

-       ¿Te das cuenta que tuve que mentirle al jefe?... y a ti, señorita, te parece todo tan gracioso… espero que lo que viene también te cause tanta gracia…

Antes de poder responder cualquier cosa, Malena sintió cómo Daniel la tomaba del brazo y la arrastró al sofá… el mismo que estaba preparado con un par de cobertores y mullidos cojines para disfrutar de las películas… no sería ahora ese el objetivo.

Sin mediar palabras, Malena fue tumbada sobre las piernas de Daniel y , contrariada, comenzó a recibir manotazos que, aunque eran amortiguados por la gruesa tela de su pijama, impactaban de manera sonora e incómoda en sus nalgas.

-       No me hagas esto, por favor Daniel…
-       No, Malena… esto te lo haces tú misma… ahora cállate que no pienso parar hasta que estés arrepentida de todo esto y entiendas el peligro en el que pusiste tu carrera, el negocio y hasta mi trabajo.
-       Yo no te pedí que mintieras por mí…
-       ¡Que te calles, dije!

La actitud de Malena no ayudaba, pero sí el amor que secretamente sentía por ella este hombre quien, además, había estado buscando esta oportunidad durante mucho tiempo… pasara lo que pasara, la experiencia de tenerla sobre sus piernas, nalgueándola, sintiéndola… era algo que no olvidaría jamás.

Nuevamente sonó el timbre…

-       Pedí pizza, dijo Malena rápidamente pues sabía que atender la puerta la libraría de esta situación tan embarazosa.

Daniel la levantó de un movimiento rápido, aunque no brusco. Poniéndose de pie se dirigió a la puerta, recibió la comida, pagó y despidió al chico que se retiró sonriente pues la propina había sido generosa.

Malena estaba muy sorprendida por la actitud de su amigo que siempre se había mostrado tierno, complaciente… hasta sumiso en ocasiones. Ella era consciente de cuántas veces se había aprovechado de la ‘buena voluntad’ del chico, cuántas veces lo había utilizado para salir bien librada de muchas situaciones, tanto personales como profesionales.

Daniel volvió a sentarse en el sofá, acomodó nuevamente a Malena sobre sus piernas y siguió lo que había sido interrumpido por el pizzero. Ella forcejeó y trato de convencerlo de que no era necesario que hiciera eso, que le ofrecía una disculpa por todo lo sucedido pero que no debía arruinar una amistad de tanto tiempo con algo como esto…

-       Es por tu bien, Malena… y si sabes lo que te conviene es mejor que te calles de una vez.

La nalguiza continuó por un buen rato más… al final estaba ella con las nalgas desnudas, el pantalón y el calzón en los tobillos, la cara bañada en lágrimas, la respiración agitada, la cola roja y adolorida, la arrogancia doblegada y una sorpresiva humedad en sus rincones más íntimos . Daniel, por su parte, estaba feliz.

Suavemente la levantó, la acomodó de forma que pudiera abrazarla y mirarla a los ojos. Le secó las lágrimas con el dorso de la mano y depositó un tierno beso en sus labios.

-       Gra… gracias, dijo ella y correspondió con  otro beso.
-       Me encantas… y me preocupas… ¿estás consciente de que haré esto cada vez que sea necesario?
-       Lo sé…
-       ¿Tienes hambre?
-       Hay pizza… respondió Malena sonriente.