domingo, 29 de diciembre de 2019

2019


Ha llegado esa época del año en la que el 'recuento de los daños' es inevitable. Mi 2019 estuvo lleno de todo un poco, ha sido por completo una montaña rusa en donde, las subidas, estuvieron llenas de expectativas y muchos planes pero, las bajadas, fueron un cúmulo de miedos, dolor emocional y, a ratos, dolor físico (y no precisamente del que me gusta).

El año comenzó con planes (en lo spanko) que poco a poco se fueron diluyendo, aún así, en febrero tuve una de las mejores experiencias que, ni la mejor de mis fantasías, podría igualar. De ahí es que gané a la mejor amiga del mundo mundial, fabulosa spanker. Después, por ahí de abril, hizo su aparición quien hoy acompaña mis días spankos. 

El contacto fue casual, las charlas diarias, los deseos en común y (como cereza del pastel), vive en la misma ciudad que yo. Conocí a mi spanker vía Facebook, justo en un momento en el que yo no estaba buscando nada pero, sin saberlo, estaba necesitando respirar de manera distinta. Él le ha dado a mi vida un aire fresco, aventuras, sensaciones que jamás había experimentado, retos y deseos nuevos.

Mi familia spanko creció con la llegada de Ángel, mi hermanito. Detrás de ese niño berrinchudo, hay un hombre cariñoso y tierno que me ha adoptado y aceptado con todos mis defectos pero, eso sí, disfrutando también de mis virtudes... 

Grandes amigos se han adherido a mi vida, a cada uno les guardo un cariño especial y les agradezco profundamente que compartan sus fantasías conmigo, además de su cotidianidad. 

A unos días de dar carpetazo a este agonizante 2019, lo único que puedo hacer es desear que, el año que está por comenzar, sea benevolente para mí y aquellos a los que quiero. Que cada deseo y fantasía se haga realidad, no solo para mí sino para todos los que me leen.

Ahora hay muchos planes, muchas fantasías aún por cumplir, muchas nalgadas qué recibir y esas otras cosas que adetezan la vida de cualquier spanko... Vayamos jubilosos a descubrir los bemoles del siguiente año... Los leo en el 2020.

YoSpankee 

domingo, 15 de diciembre de 2019

Tú.

Por extraño que parezca, a casi 12 años de tu partida, aún sigues rondando mis sueños. Hace más de 20 años me hiciste sentir, a mis tiernos 16, la experiencia del cuero morder mi piel... Quizá nunca lo supiste, porque no tuve oportunidad de decírtelo, pero fuiste el preámbulo de todo lo que soy ahora.

Varias veces me rompiste el corazón, la última, cuando te fuiste sin avisar y jamás volví a verte, quizá terminaste huyendo de mí una vez más, o quizá sólo terminó tu tiempo y yo, para variar, me adueño del protagonismo de la historia, como suelo hacerlo. 

* * * *

Esta vez ya no tenía 16, era justo como soy ahora, y te presentaste ante mí, diciéndome lo orgulloso que estás de mí, de mis logros, de la fuerza que he adquirido con el paso del tiempo y con las experiencias que los han acompañado. Me hiciste sonreír, esa también fue siempre una habilidad tuya que, en su momento, amé muchísimo. Dijiste que me veías hermosa, que los años me habían sentado bien y que mis pecas brillaban más que nunca sobre mi blanca piel, esa piel que te gustaba morder o enrojecer a manazos.
Me miraste bien, observaste cada ángulo de mi rostro y me envolviste con tus brazos, esos brazos musculosos y bien formados que se sintieron justo como cuando éramos unos chiquillos y, como entonces, hiciste que todo fuera mejor, más claro, más feliz. 
Me susurraste al oído cuánto me has extrañado y, de nuevo, me pediste perdón por todo el daño que me hiciste... Yo respondí que no era necesario, que eso ya no importaba y que tu lugar en mi corazón seguía intacto. 
Volví a adorar esa mirada tuya llena de picardía, combinada con un poco de maldad, deslicé mis dedos por toda tu cara, poniendo especial énfasis en tus labios y, justo cuando estaba por decirte cuánta falta me has hecho, dijiste mirándome fijo: ¡qué ganas tengo de darte una buena cueriza!... Entonces desperté.

YoSpankee 

martes, 10 de diciembre de 2019

Resultados.

Este semestre fue mucho más sencillo de lo que había imaginado, es decir, fue pesado y requirió esfuerzo y compromiso, es cierto, pero también es cierto que yo creí que sería mucho peor que el anterior.

Hace 6 meses me encontraba de pie, en el estudio, frente a mi papá que, con esa mirada profunda que enmarca con sus abundantes cejas negras, me miraba fijo mientras esperaba una explicación a las terribles calificaciones que sostenía en sus manos. Además, había un sinfín de notas respecto a mi pésima conducta y mis reiteradas inasistencias.

El silencio reinaba en aquel espacio, la situación era por demás embarazosa y, por supuesto, la conclusión era sumamente predecible. 

No sé qué respuesta podría haber dado en aquel momento, la que fuera, sin duda conduciría exactamente al mismo fin al que llegamos después. Por supuesto, no dije nada, no contaba con ningún argumento válido, simplemente, me ganó la apatía, la flojera, la rebeldía. 

¿Qué podía decir?
Lo siento, papá, la escuela me da una flojera infinita, los profesores son unos imbéciles, no encuentro motivo alguno para esforzarme, preferiría vender chicles en la esquina. 
No, ¿verdad?

Mirar al piso, apretar una mano con la otra, sollozar en silencio y esperar, simplemente, esperar a que él terminara con su discurso. Era muy difícil concentrarse en lo importante que era cumplir con las expectativas, lo grave que resultaba tener que dar la cara por mí en el colegio, la decepción que sentían él y mi madre ante tan desastrosos resultados. Ah, pero para eso estaba él, ¿cómo podía ocurrírseme que todo esto quedaría impune?

No, señorita, en esta casa hay reglas. Aquí no puedes hacer lo que se te dé la gana. Si quieres derechos, tendrás que cumplir con tus obligaciones y, como sabes bien, una de ellas es estudiar y esforzarte para cumplir en la escuela. Ni siquiera te exijo calificaciones de excelencia, que debería porque es lo único de lo que debes preocuparte, pero no lo hago.
Caramba, es increíble que tenga que estar detrás de ti, eres toda una señorita y aquí tenemos que tratarte como si fueras una niña pequeña. Pues bien, a las niñas pequeñas se les corrige con unas buenas nalgadas, así que... 

Ojalá todo hubiera quedado en unas nalgadas. Las marcas que dejó el cinturón sobre mis nalgas, tardaron en desaparecer varios días. El dolor, vaya sensación, el roce de la ropa era una tortura, ya no hablemos del momento de sentarse y, peor aún, del tiempo que tenía que permanecer en dicha postura. 

Todas las vacaciones las dediqué a estudiar. Tuve que hacer todo lo que no hice durante el semestre. Papá, personalmente, se encargó de llevar el control de cada materia y, de manera semanal, hacer una revisión con el consecuente castigo: una buena cueriza que ayudará a que jamás vuelvas a olvidar tus obligaciones, señorita. 

*. *. *. *. 

Hoy estoy feliz (y mis nalgas también), estoy ansiosa por llegar a casa y entregarle a papá la boleta de este semestre, estoy segura que estará muy contento. 

¡Mira, papi, por fin entregaron calificaciones!

Se acomodó los lentes, comenzó a leer materia por materia y sonrió. Uffff, respiré aliviada y sonreí también. 

Estudiar y comprometerse da buenos resultados, te felicito por ello, mi niña. Sin embargo, ¿me puedes explicar por qué tienes 4 faltas en historia?

YoSpankee 

lunes, 9 de diciembre de 2019

11 años.

Antes de cerrar este maravilloso 2019, quiero agradecer a todos aquellos que han sido parte fundamental en el desarrollo y permanencia de este blog.
A los que han inspirado cada una de las entradas aquí publicadas, a todos los que las han leído y comentado, a quienes han usado este blog de referencia o guía para desenvolverse en este mundillo y, particularmente, a quienes me motivan para seguir escribiendo. 

Gracias infinitas a la vida, por permitirme desarrollar y vivir esta hermosa y excitante fantasía, por las ideas y las aventuras, por los placeres y las nalgas rojas, por las lágrimas y las travesuras; por todo y tanto. ¡GRACIAS!

11 años parecen nada pero, viendo a distancia, hay una diferencia abismal entre la spankee temerosa e inexperta que comenzó con todo esto, y la spankee segura, completa y feliz que escribe hoy.

A todos los que mr leen, les deseo que disfruten de todo esto, tanto como lo hago yo. 11 y contando.

YoSpankee 

domingo, 1 de diciembre de 2019

Riesgos (3a. Parte)


PARTE 3:
Escuchar la voz de mi mamá mientras me preguntaba acerca de lo que había quedado pendiente la noche anterior, hizo que el estómago comenzara a dar vueltas. Un nudo se atravesó en mi garganta y cualquier palabra se negó rotundamente a salir de ahí.

- Sigo esperando, señorita. 

Contra toda mi voluntad, gire sobre mis talones y la miré desde las escaleras. Tenía tantas ganas de salir corriendo pero, siendo realistas, mis opciones eran terriblemente limitadas. Tragué saliva. 

Lentamente comencé a descender, sabía (o al menos lo intuía) lo que estaba por venir. El miedo me consumía y, aunque sabía que merecía el castigo, mi cuerpo se negaba rotundamente a aceptarlo. Las lágrimas no tardaron en aparecer, los pucheros también. 

Cuando estuve a su alcance, aún en el segundo escalón, mamá me tomó del brazo y, a rastras, me llevó a la cocina. Por más que imploré misericordia, prometí lo imposible, pedí mil perdones y lloré como niña pequeña; nada la detuvo. Volvió a sentarse sobre la silla en la que, minutos atrás, nalgueaba a Angelito quien, con evidente terror, seguía sollozando en el rincón que le fue asignado para reflexionar acerca de su comportamiento.

Caí de bruces sobre la falda de mamá, mi rostro quedó muy cerca del piso, lo que provocó que mis nalgas quedaran totalmente expuestas y a disposición de la mano furiosa de mi madre que, sin mediar una sola palabra, comenzó a caer con fuerza y velocidad. 

El pantalón de la pijama no ofrecía gran protección, al contrario, era como si no estuviera ahí. De todas formas no importó mucho, pijama y ropa interior fueron retirados casi de inmediato y, entonces sí, las lágrimas caían a chorros por mi cara, los gritos eran insuficientes para expresar el dolor, la culpa, la humillación.

Yo sé que lo que hice estuvo mal, que el castigo era más que merecido pero no podía soportar la manera en que mi trasero ardía cada vez más y más. Pataleaba, me retorcía, suplicaba y, lo único que obtenía eran más nalgadas cada vez. 

- Por favor, má, ya no puedo más. 

No sé si la conmoví, se cansó o se dio cuenta de que había llegado a mi límite. Se detuvo y me dijo lo mismo que a mi hermanito, que ella lo hacía por mi bien y que, de ahora en adelante, las cosas en casa se solucionarían de esta manera. 

- Ve al rincón, Laura. Ángel, ¡ven aquí!

Mientras me dirigía al rincón, me crucé en el camino con Angelito. Estábamos intercambiando lugares, yo a reflexionar acerca de mi conducta y él a colocarse sobre las piernas de mamá para recibir otra tanda de nalgadas. Ambos llorábamos y solo pudimos regalarnos mutuamente una mirada de dolor y comprensión. 

De cara a la pared, escuché que Ángel retimaba las súplicas. Su llanto hacía que el mío se hiciera más fuerte y más escandaloso. Yo no lo vi pero adiviné que, ya en posición, mi hermano comenzó a recibir el impacto de la zapatilla de mamá. Los azotes se escuchaban secos, con un tipo de eco espeluznante que rebotaba en toda la habitación. Mi estómago se contrajo cada una de las diez veces que la suela de goma se estrelló contra las enrojecidas nalguitas del niño,produciendo gritos y ayes llenos de dolor. 

Pobre de mi hermanito, escuchar cómo lo castigó mamá, me hizo entrar en un carrusel de sensaciones y emociones que, al final, me hicieron entender que, ni Ángel ni yo, volveríamos a salirnos con la nuestra y, además, que esa misma zapatilla, volvería a impactarse pero, ahora, sobre mis nalgas. 

Varios pensamientos cruzaban por mi cabeza cuando. 

- Ve a tu habitación, Ángel, báñate y bajas a desayunar. Tú, señorita, ven para acá. 

FIN.