lunes, 17 de diciembre de 2018

Estratégicamente.

Eran ya 2 semanas de trabajo intenso, no para mí, para él que, además de las horas en la oficina, llegaba a casa, prendía la laptop y se sumergía en montones de correos electrónicos, llamadas, reportes, etc. Pero era sábado por la tarde, es decir, en general soy muy comprensiva y sé esperar el momento para (casi) todo, no esta vez, el trabajo tendría que esperar, aunque fuera por un momento.

Fragüé el plan, después de todo, tenía bastante tiempo libre. Me duché con calma, perfumé mi cuerpo (depilado previamente, por supuesto), me sequé el cabello y me maquillé muy sutilmente. Me vestí de manera casual... unos jeans ajustados, una blusa campesina de escote pronunciado y unas sandalias de tacón que, aunque no muy alto, a él le encantan. Abajo usé una diminuta tanga color negro que, en la parte de atrás, tiene pequeñas piedras brillantes (no es lo que acostumbro usar a diario, pero es su fetiche, mi intención es que no pudiera resistirse) y, arriba, nada... Solo la blusa, nada de sostén.

Desde la puerta del pequeño estudio lo estuve observando, estaba tan absorto en su trabajo, que ni siquiera notó mi presencia. Tomé aire, me armé de valor y entré con los hombros hacia atrás y el pecho erguido. Caminé hasta el escritorio y me paré a su lado. Ni se inmutó. Me incliné, apoyando los codos sobre la mesa y parando mucho la cola... Jajaja, era mi intento de seducción, no lo olviden, y empecé a hacerle mimos. Entonces volteó, me miró rápidamente (obvio, notó el escote, porque su mirada se clavó ahí por unos segundos, aunque quiso disimularlo) y regresó la vista a la pantalla de la laptop.

Por supuesto que no me iba a dar por vencida. Me levanté de  la mesa, "accidentalmente" se cayeron unos lápices y bolígrafos por lo que tuve que inclinarme para levantarlos. Pero nada... Todavía.

Volví a su lado, aún no sabía cómo es que podía ignorarme de esa forma, ¿por qué era tan cruel?
No iba a esperar demasiado, mi paciencia no da para eso, mis ganas tampoco. Me puse de pie a su lado, empujé el sillón que, con sus 'rueditas', hizo fácil la tarea... Me senté sobre sus piernas e, ignorando sus cuestionarmientos, le dije que necesitaba hablar con él, que no era justo que me abandonara de esa forma... Y lo besé en los labios lenta pero apasionadamente. Él respondió de la misma manera y festejé mi triunfo internamente.

El beso fue largo y húmedo, sus manos tuvieron la oportunidad de comprobar que no llevaba nada bajo la blusa, incluso, deslizó la parte delantera y dejó expuestos mis senos. Mientras los acariciaba, me dijo que tenía razón, que me había abandonado mucho tiempo y que era hora de darme lo que, evidentemente, estaba necesitando. Rápidamente mi imaginación voló, el estudio se convirtió en un sensual escenario caliente y sucio, yo ya sentía húmeda la entrepierna cuando, de pronto escupió - lo que tú necesitas son unas buenas nalgadas para que aprendas a respetar los tiempos, los espacios y las actividades ajenas-.
Dicho esto, cruzó mis piernas hacia atrás por encima de las suyas y me dejó en la posición más vulnerable que una esposa/spankee pueda estar: boca abajo.

Me quejé, reclamé, por supuesto que me enojé porque mi objetivo no era ese, no esta vez. Le pedí que no lo hiciera y hasta excusé que se trataba de una broma, que ya lo iba a dejar trabajar en paz. No me creyó.

Por encima de los jeans comenzó a azotar, fuerte, rápida y firmemente. Su palma se impactaba una y otra vez contra mis nalgas que, dada la fuerza y única protección de los pantalones, ya comenzaba a escocer. Cuando llevaba un rato azotando, deslizó los jeans hasta media nalga, solo como para asegurarse del color y, así, siguió azotando. Las nalgadas que alcanzaban a tocar la piel directamente, dolían muchísimo más. Con la mano izquierda presionaba mi espalda y, al mismo tiempo, tiraba del elástico de la tanguita que se metía más y más en mis rincones. Siguió azotando un buen rato y yo solo apretaba fuerte la mandíbula, los párpados y la dignidad.

- Ponte de pie, ordenó con voz grave. Ahora vas a ver lo que te va a costar haber interrumpido mi trabajo.

Bajó mis jeans hasta las rodillas, me inclinó sobre el escritorio (como lo había hecho yo misma al principio) y, después de varias nalgadas bien dadas, se quitó el cinturón. Yo comencé a llorar le dije que no había sido para tanto. Enfaticé mi drama en el hecho de que me sentía sola, triste y abandonada pero no sirvió de mucho. Dobló el cinturón a la mitad.

Antes de asestar el primer azote y jugando con mi pobre espíritu ya muy adolorido y llorón, dijo:

- Sé que he estado enfocado en el trabajo, que no te he dado la atención que te mereces, pero también sé que hay una razón para todo ello y, lo molesto del asunto es que, desde el principio te lo expliqué pero, como siempre, la señorita no presta atención. Vas a contar 30 en voz alta.

Comenzó. Con cada azote mi cuerpo rebotaba un poco sobre la mesa. Yo lloraba y sentía verdadero arrepentimiento... Es verdad que me había dicho que eran un par de semanas pesadas, que el trabajo sería absorbente pero que después me compensaría con unas pequeñas vacaciones. Fui tan ansiosa, tan desesperada y tan incomprensiva.

Probablemente merecía el castigo pero, en mi defensa, realmente me sentía un tanto abandonada. Ya sé, ya sé, hay formas para todo y, además, como bien lo dijo él, ya no soy una adolescente que no puede frenar sus impulsos. Qué estúpida me sentía.

Terminamos con los 30 cinturonazos, de hecho, fue en el último que, dada la fuerza del azote, mi cuerpo se empujó hacia atrás y, con mis nalgas (ya muy calientes y adoloridas), alcancé a rozar su pantalón del que sobresalía un bulto. Estaba muy excitado, esa erección hizo que cualquier rastro de arrepentimiento se borrara de inmediato, al contrario, fue mi victoria y él se dio cuenta.

Tiró el cinturón al piso, bajó su cierre y, antes de que me diera cuenta, con el hilo de la tanga hecho a un lado y totalmente mojado, estaba dentro de mí.

Imaginarán ustedes lo que siguió a continuación, no es que no quiera contárselos, es que estoy segura que su imaginación sabrá dar forma, mucho mejor que mis palabras.

Al final, él siguió trabajando hasta tarde, claro, tenía un pequeño atraso y yo, después de todo, logré el objetivo... Las nalgas rojas fueron el plus.

YoSpankee

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vamos Lau que al final lograste lo que deseabas que te fallase y aunque fuese tras una buena azotaina el caso es que le pusiste cachondo y se introdujo dentro de ti y te puso fina filipina. Como tú querías golfa!!!!!!.