martes, 19 de agosto de 2014

Error

Hacía tiempo que no escribía acerca de una experiencia propia, y no por falta de material, sino por cuestión de tiempo y porque, aunque disfruto cada sesión, las últimas habían sido meramente eróticas, con fines completa y claramente sexuales.

No me mal entiendan, las nalgadas que yo recibo son siempre con fines de pasión, pero a veces el proceso implica algo de disciplina doméstica... tal fue el caso de lo que me dieron esta tarde.

Apenas llegué a casa ya estaba él esperándome,  de inmediato noté la mirada distinta, esa que me indica que algo está pasando... solo tuve tiempo de dejar mi bolso en el sofá y preguntar si todo estaba bien, cuando comenzó el interrogatorio. Muchas veces he dejado de hacer cosas que me pide, mi pretexto es la pésima memoria, las actividades extra, el tráfico, etc... y él lo deja pasar, es comprensivo y muy paciente, finalmente  sabe que hago lo que puedo, a veces más.

Sé que lo de hoy fue un pretexto, él quería nalguearme y me encanta que lo haya hecho de esa forma. El  instrumento principal, además de su mano, fue un ancho paddle de madera que, dicho sea de paso, me produce escalofríos solo de verlo... a veces me amenaza con usarlo, pero no lo hace porque sabe el miedo que le tengo... por eso supe que hoy iba en serio. Tragué saliva.

Las primeras nalgadas fueron sobre la ropa, pero no en otk como me habría gustado... por eso siento que fue duro desde el principio. Recostada sobre la cama apretaba fuerte los párpados, no porque doliera (todavía) sino porque sabía bien lo que estaba por venir.

Es muy difícil responder preguntas de manera coherente o rápida mientras las nalgas se van calentando a la velocidad con que caen palmadas fuentes sobre ellas. Después, lógicamente, mis jeans terminaron en mis rodillas, un rato después mis calzones de la misma forma. Soy capaz de aguantar muy bien una nalguiza, por dura que sea... acaso patalearé, intentaré meter la mano y exageraré las quejas... pero a la hora del paddle me puedo arrepentir de todo, de lo que sea, incluso de lo que no he hecho.

Traté de convencerlo para que no lo usara, prometí cosas que  ambos sabíamos no podría cumplir, ofrecí cambiar y ser mejor de ahora en adelante. No me creyó.

La tabla golpeó una y otra vez, el ritmo y la fuerza iban variando sin previo aviso. Azotes rápidos pero suaves, luego lentos pero mucho más intensos... alternando una nalga y luego la otra  o abarcando ambas. A momentos él tomaba mi mano y la sostenía en mi espalda, es que a ratos era imposible no meterla... dolía muchísimo. Snifs.

Supongo que es muy tentador volver a utilizar la mano sobre unas nalgas rojas, calientes y muy sensibles... ya que en un par de ocasiones dejaba la tabla sobre la cama y me daba nalgadas muy fuertes. Entonces hice lo más estúpido que se me pudo ocurrir: tomé el paddle y lo lancé tan lejos como pude, craso error. La tabla tuvo mucho más trabajo conmigo, mis pobres nalgas están muy adoloridas, aún se sienten calientes y tienen esa texturita deliciosa de cuando se hinchan.

No voy a quejarme, aunque eso parezca, porque después tuvimos una maravillosa y húmeda sesión de sexo... pero creo que igual iba a recibirlo con la cola menos aporreada.

Yo Spankee

1 comentario:

Miros dijo...

Jajajajajatu relató fue muy divertido, me imagino la cara que puso cuando lo aventaste y claro tu cara de arrepentimiento despues de haberlo echo