viernes, 1 de abril de 2022

UN CASTIGO MERECIDO.

A lo largo de mi trayectoria como spankee he recibido infinidad de castigos, me atrevo a decir que la mayoría de ellos con todisima la razón de ser, incluso, podria afirmar que me he quedado sin recibir muchos (muchísimos) más que merecidos pero, haciendo memoria, hay algunos que han sido especialmente dolorosos, no solo por los azotes recibidos, sino por el dolor emocional que estos trajeron consigo. Verán, mis queridos lectores, es sumamente difícil explicar las razones por las que un castigo se considera como tal porque, como algunos de ustedes me lo han comentado o hasta cuestionado, los azotes y la disciplina en general es algo que los spankees disfrutamos, y sí, en parte lo es, pero cuando hay emociones de por medio (como la culpa, el arrepentimiento, la decepción, el corazón roto y cosas así) es cuando duele mucho más. Varias veces termino llorando luego de (o durante) una sesión, pero no siempre es por las mismas razones, además. nuevamente se los digo: el hecho de que disfrutemos cierto tipo de dolor no quiere decir que no sintamos, que no nos duela o que no tengamos un límite. Es sabido por todos los que practicamos el spankimg de manera responsable, que siempre hay que hacerlo de la forma más segura posible para todas las partes involucradas, así que es importante tomar en cuenta varios factores para la realización exitosa de una sesion, indepemdientemente de que sea por placer o con fines disciplinarios. Pero no pretendo en este post explicar los qués y porqués de una sesión de spanking, ni tampoco las reglas y protocolos de seguridad, eso podríamos dejarlo como tema para otra ocasión. Lo que quiero dejar claro es que, a pesar de ser alguien que disfruta al recibir azotes, lo hago siempre de la mano de personas cuyp nivel de madurez y responsabilidad son afines a los míos y que, aunque haya quien lo dude, el spanking disciplinario entre adultos existe. Dicho lo anterior quiero confesar que una de las cosas que hacen que mis murciélagos entren en franco alboroto es, sin dudarlo ni un segundo, cuando mi mamá spanko y mi spanker coinciden en algún motivo que los "obligue" a bajarme los calzones y aplicarme un buen correctivo.

 Aprovecho para explicar que tengo 2 spankers, mi spanker "oficial", el que se encarga de mí en la vida diaria y con quien comparto mucho más que un gusto o fetiche; la vida misma, podría decirse...Y mi mamá spanko, una mujer maravillosa que, además de mejor amiga, es mi guía, gurú y ejemplo en muchps sentidos y que, aunque desde otra ciudad, también está al pendiente de mí y mi educación. 

 El año pasado hice algo que, aunque no estoy autorizada para explicar detalladamente (y tampoco estoy lista para hacerlo) puso en riesgo mi estabilidad y seguridad personal, social, de pareja y muchísimos etecéteras que ni siquiera me atrevo a mencionar. Las cosas podrían haber permanecido en absoluto secreto, tanto para mi spanker como para mi mamá, sin embargo, mi consciencia fue más fuerte y en algún momento me obligó a confesar, acompñada de muchísimo arrepentimiento, tan grave falta. No fue suficiente con decírselo a ella a modo de confidencia (de la manera más vainilla posible), sino que tuve que tragarme mi orgullo, bajar la cabeza y confesarle a mi spanker todo lo que estaba pasando. Para ese momento estaba segura de que, además de la culpa que ya corroía todo mi ser, otra parte de mí tendría que pagar con creces la gran estupidez que fui capaz de hacer. 

 La orde de mi mamña fue clara: tienes que decírselo (a mi spanker) o lo haré yo. Y sabía que no tenía opción, al final él se iba a enterara pero, y ustedes coincidirán conmigo, era mejor que fuera yo quien se lo dijera porque, aunque seguramente eso no iba a reducir ni un ápice el castigo que iba a recibir, al menos recuperaría un poco de la dignidad que ya había perdido con semejamte atrevimiento. Así que hice acopio de valor, honestamente no sé de dónde lo saqué, y le dije a mi spanker que quería hablar con él, así que confesé con lujo de detalles todo lo que tenía que ver con el tema en cuestión. Obviamente enfureció, me dijo que era una irrespndable y que no creía que me hubiera atrevido a tanto, pero creo que lo que más me dolió, y ni siquiera recuerdo si fue él mismo quien lo reprochó, fue no haber tenido la suficiente confianza como para contárselo desde el principio. En mi defensa diré que tenía miedo y vergüenza, sabía que estaba haciendo algo muy malo, y sabía también que estuvo en mis manos frenar la situación para evitar que llegara a tanto, pero no lo hice... No sé todavía si no pude o no quise. La confesión fue hecha con voz entrecortada y al borde del llanto porque, además, mi mamá me había dicho que cuando él (mi spanker) decidiera castigarme por este motivo, ella quería estar ahí. Claro que no lo haría físicamente porque, como les dije, ella vive en otra ciudad, pero lo haría vía telefónica, como ya lo había hecho en otras ocasiones. Cabe mencionar que, en esas otras ocasiones,además de decidir y aplicar el castigo corespondiente, mi spanker se convertía en brazo ejecutor del castigo que ella decidiera para mí, así que está vez también se trataría de un castigo por partida doble, y así fue. Eses día él no dijo lo que me haría, dejó que ella tomara la batuta, así que en la llamada telefónica escuché la conversación que ellos tuvieron acerca de mi capacudad para meterme en problemas, el tamaño de irresponsabilidad en el que había incurrido y el nivel de peligro en el que había puesto, no solo mi integridad física, sino todo mi entorno. Se escuchaban ambos tan molestos y decepcionados, pero la mirada aplastante de mi spanker me hacía temblar. Varias veces me ha recriminado la terrible sensación que le provoca tener que poner la cara por algunas tonterías que yo hago, no por el hecho de hacerse responsable de mí, sino porque él espera que mi comportamiento sea mejor cada vez y pareciera que yo me empeño en todo lo contrario. Terminaron de hablar, al parecer, ella dijo solo me daría un castigo, uno solo... y fue ahí donde todo mi ser se contrajo al ritmo de sus palabras:

 Vincent, por favor dale una muy buena cueriza a esa mocosa, que nunca olvide que no debe poner en riesgo su seguridad ni tomar decisiones estúpidas de las que luego se va a arrepentir.

Tragué saliva, él ya tenía el cinturón en la mano. 

- Laura, ¿cuántos asños tienes?, preguntó ella con firmeza. 
- ¿En la fantasía o en la realidad?, pregunté confundida. (recuerden que mi rol de spankee corrrsponde a una chica de 17 años) 
- ¿Lo que hiciste fue en la fantasía o en la realudad? 

Así qie respondí, no era un juego, era un castigo de verdad, más real que nunca antes. Dije el número con voz resignada y en seguida se decidió que me darían, para empezar, la cantidad de azotes corresponediente a mi edad. 38 azotes con el cinturón, 38 cuerazos bien dados en las nalgas desnudas... 38 azotes que yo tendría que contar en voz alta uno a uno. 
 Algunos podrán pensar que no fueron tantos, yo misma lo creería porque he recibido (y soportado sin ningín problema) mucho más que eso... Pero, sin temor a mentir o exagerar, han sido los 38 azotes que más me han dolido en la vida. Mi spanker sabe lo que hace, me conoce como a la palma de su mano, sabe perfectamente mis puntos débiles, la forma de doblegarme y el momento en el que mi orgullo roto se someterá a sus órdenes sin ponerme en riesgo de ningún tipo. No me ahorró ni un poco de dolor, al contrario, se aseguró de que aprendiera muy bien la lección y aplicó el castigo de manera estricta y minuciosa. Ella aceptó de buen agrado, aunque a la mitad hubo que hacer una breve pausa pues yo me retorcía de dolor y atravesé las manos un par de ocasiones... Pero al final el castigo (de ella) fue aplicado al 100% Ellos finalizaron la llamada de esa forma tan respetuosa y cordial con la que siempre se dirigen uno al otro, mientras yo lloraba desconsolada tirada boca abajo en la cama, con las nalgas rojas, ardientes y terriblemente adoloridas. Despúes de ese castigo, él hizo esa hermosa parte que le corresponde al spanker, la del after care, y entre sus brazos lloré mucho más. Estaba muy arrepentida de lo que hice, prometí que nunca jamás volvería a suceder nada parecido y agradecí que me hayan disciplinado, aunque de forma estricta, con amor... 

Le pregunté a mi spanker entre sollozos si me había perdonado y su respuesta me dejó helada: todavía no, el castigo aún no termina, jovencita. 

 YoSpankee.

2 comentarios:

amigospanko dijo...

Extraordianrio post una verdadera radiografía del alma spankee. Sin embargo hasta que no lo confieses todo frente a tus lectores el castigo no veo que esté terminado ni mucho menos. El castigo debe ser proporcional a la grave falta en que has incurrido, por lo tanto debes ser ajusticiada con una humillación pública. Es mi modesta opinión de Spanker experimentado

Yo spankee dijo...

Por ahora es imposible, está de por medio mi seguridad física y emocional, quizá en algún momento sea posible pero, créame, el castigo recibido fue suficiente y siento que aprendí muy bien mi lección.

Saludos y un abrazo!!