domingo, 18 de noviembre de 2012

Fin de semana.


Hacía tiempo que no había oportunidad de un intercambio de placeres, últimamente el trabajo y los compromisos, tanto laborales como sociales, no nos habían permitido estar juntos en esos menesteres íntimos.

Muchos días pasaron en los que ambos llegábamos tan cansados que, a medias, nos contábamos acerca de nuestro día de manera respectiva, intercambiábamos un ‘te amo’ y el beso que no tiene excusa…

Este fin de semana quisimos descansar, utilizar el par de días libres de estrés para regalarnos tiempo y, de ser posible, no salir de la cama más que para lo estrictamente necesario…

Vimos tv, escuchamos música y platicamos de todo aquello que hacía días no nos dábamos la oportunidad. El sexo no fue pretexto, más bien fue parte de todo lo que teníamos pendiente y que, al mismo tiempo, nos hacía extrañarnos el uno al otro.

En algún momento yacíamos exhaustos, felices, sonrientes… tú sentado en la cama leyendo algún libro electrónico en el iPad, yo boca abajo leyendo de manera más clásica, sobre papel… tú sostenías con una mano la tableta y con la otra acariciabas cariñosamente mis piernas, muslos y nalgas… algún comentario travieso, pellizquitos provocadores y, de mi parte, labios mordidos y deseos de que, eso que tanto me gusta, se diera de forma natural y no premeditada… sin posiciones, regaños o situaciones clichés spanko… y así fue.

De a poco las caricias se fueron convirtiendo en nalgadas suaves que, por repetitivas, comenzaron a causar un leve escozor… en algún momento la velocidad y la fuerza comenzaron a incrementarse hasta que me quejé y quise moverme pues, aunque el placer también iba en incremento, la reacción es involuntaria y, quizá, la estrategia adecuada para provocar… un poco de psicología inversa, digamos.
Justo en el momento en que quise levantarme y sobarme recibí la instrucción/amenaza. Con un movimiento de tu mano sobre mi espalda fui obligada a adoptar nuevamente la posición que, cómodamente, había mantenido hasta ese momento.

Mi ropa interior, que era lo único que traía puesto en ese momento, fue removida de nueva cuenta… las nalgadas caían cada vez con más fuerza y velocidad… cualquier súplica de mi parte era rápidamente callada con un azote más fuerte que los anteriores. De alguna manera comenzaba a asumir esto como un castigo, sin razones, simplemente por el placer de compartirlo.

Confieso que, aunque mis nalgas dolían, los rincones de mi cuerpo experimentaban ese placer que tan bien conozco y que me encantaría sentir todo el tiempo. Mi cuerpo comenzaba a reaccionar, no solo al dolor, también a la necesidad… al deseo… a ti.

Es difícil describir la forma en la que nos complementamos, la forma en la que me conoces y sabes conducirme lenta y apasionadamente hasta llegar a donde me haces estallar, hasta donde las sonrisas se vuelven cómplices y el temblor de mi cuerpo es envuelto por tus brazos que me aprietan fuertemente y me susurras cosas al oído, solo para corroborar lo que acabas de conseguir.

Después me levanto y voy a bañarme… estoy exhausta pero feliz.

El fin de semana no termina aún.

YoSpankee

1 comentario:

rams de M dijo...

que lindo fin de semana, es de esos que uno espera no acaben jamas. Gracias por compartirlo, ayuda a hacer más bonito el tiempo de añoranza hacia un fin de semana que puede no vuelva a llegar en muchos meses mas