Hacía
tiempo que no había oportunidad de un intercambio de placeres, últimamente el
trabajo y los compromisos, tanto laborales como sociales, no nos habían
permitido estar juntos en esos menesteres íntimos.
Muchos
días pasaron en los que ambos llegábamos tan cansados que, a medias, nos
contábamos acerca de nuestro día de manera respectiva, intercambiábamos un ‘te
amo’ y el beso que no tiene excusa…
Este
fin de semana quisimos descansar, utilizar el par de días libres de estrés para
regalarnos tiempo y, de ser posible, no salir de la cama más que para lo
estrictamente necesario…
Vimos
tv, escuchamos música y platicamos de todo aquello que hacía días no nos
dábamos la oportunidad. El sexo no fue pretexto, más bien fue parte de todo lo
que teníamos pendiente y que, al mismo tiempo, nos hacía extrañarnos el uno al
otro.
En
algún momento yacíamos exhaustos, felices, sonrientes… tú sentado en la cama
leyendo algún libro electrónico en el iPad, yo boca abajo leyendo de manera más
clásica, sobre papel… tú sostenías con una mano la tableta y con la otra
acariciabas cariñosamente mis piernas, muslos y nalgas… algún comentario
travieso, pellizquitos provocadores y, de mi parte, labios mordidos y deseos de
que, eso que tanto me gusta, se diera de forma natural y no premeditada… sin
posiciones, regaños o situaciones clichés spanko… y así fue.
De a
poco las caricias se fueron convirtiendo en nalgadas suaves que, por
repetitivas, comenzaron a causar un leve escozor… en algún momento la velocidad
y la fuerza comenzaron a incrementarse hasta que me quejé y quise moverme pues,
aunque el placer también iba en incremento, la reacción es involuntaria y,
quizá, la estrategia adecuada para provocar… un poco de psicología inversa,
digamos.
Justo
en el momento en que quise levantarme y sobarme recibí la instrucción/amenaza.
Con un movimiento de tu mano sobre mi espalda fui obligada a adoptar nuevamente
la posición que, cómodamente, había mantenido hasta ese momento.
Mi
ropa interior, que era lo único que traía puesto en ese momento, fue removida
de nueva cuenta… las nalgadas caían cada vez con más fuerza y velocidad…
cualquier súplica de mi parte era rápidamente callada con un azote más fuerte
que los anteriores. De alguna manera comenzaba a asumir esto como un castigo,
sin razones, simplemente por el placer de compartirlo.
Confieso
que, aunque mis nalgas dolían, los rincones de mi cuerpo experimentaban ese
placer que tan bien conozco y que me encantaría sentir todo el tiempo. Mi
cuerpo comenzaba a reaccionar, no solo al dolor, también a la necesidad… al
deseo… a ti.
Es
difícil describir la forma en la que nos complementamos, la forma en la que me
conoces y sabes conducirme lenta y apasionadamente hasta llegar a donde me
haces estallar, hasta donde las sonrisas se vuelven cómplices y el temblor de
mi cuerpo es envuelto por tus brazos que me aprietan fuertemente y me susurras
cosas al oído, solo para corroborar lo que acabas de conseguir.
Después
me levanto y voy a bañarme… estoy exhausta pero feliz.
El
fin de semana no termina aún.
YoSpankee
1 comentario:
que lindo fin de semana, es de esos que uno espera no acaben jamas. Gracias por compartirlo, ayuda a hacer más bonito el tiempo de añoranza hacia un fin de semana que puede no vuelva a llegar en muchos meses mas
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