En
contraste con las altas temperaturas que se habían sentido los últimos
días, hoy amaneció nublado con una, casi
burlona, amenaza de lluvia. Malena despertó perezosa y, asumiendo los pocos
pendientes que tenía en la oficina, decidió no ir, quedarse en casa y dormir
más tiempo del correspondiente. Pasaron un par de horas en las que, sin querer,
había pensado en lo mal que le caería la noticia a su jefe y se divertía
pensando en los mohines de ‘don cascarrabias’.
Poco a poco el sueño la venció nuevamente y olas de fantasía se
desarrollaban en su cabeza.
Se
levantó corriendo pues había obviado todo, menos la junta con ese cliente
extranjero para el que había estado trabajando tanto las últimas semanas, se
suponía que hoy cerrarían el trato y, ¡vaya torpeza, cómo lo pude olvidar!.
De
alguna manera pudo estar lista en menos de 20 minutos, tiempo récord pues
siempre dedica al menos un par de horas para su arreglo personal.
Llegó
derrapando a la empresa y con desesperación presionó los botones del elevador,
como si con ello pudiera acelerar la llegada de cualquiera de los 2 cubículos
con que contaba el edificio. Después de golpear repetidamente el piso con el
tacón de su zapato, por fin se abrió la puerta y, casi histérica, empujó a
quienes bajaban para entrar ella y rápidamente presionó los números de su
piso. Antes de volver a cerrarse la
puerta del elevador pudo escuchar que se abría la del otro y que de el salían
alegres risas masculinas, ¡no puede ser!... es el cliente y su jefe que seguro
van de salida a almorzar después de la junta.
Molesta
se desplomó sobre las paredes del elevador, sabía que seguramente el negocio
habría sido un éxito, dada la reacción que vio en ambos hombres… pero no había
sido ella quien lo cerrara y eso le traería graves problemas, además de una
gran frustración personal y profesional. Ya estaba preparando sus argumentos y
la forma en que encararía al jefe en cuanto este volviera, quizá esa tarde,
tal vez el día siguiente.
Encorvada
y con los ojos un tanto vidriosos llegó a su piso y, aunque hubiera preferido
no cruzar palabra con nadie, llamó a uno de sus colegas para que la pusiera al
tanto de la situación.
-
Malena, ¿dónde estabas?... marqué mil veces a tu
celular y jamás respondiste.
-
Lo sé, Daniel… amanecí con un terrible dolor de
cabeza y, entre las pastillas que me tomé y que pasé casi toda la noche
despierta, me quedé dormida. Cuéntame,
¿qué pasó?... los vi cuando salieron del edificio.
-
Me debes una… salvé tu pellejo. Tuve que
inventar que estabas en el hospital con un pariente tuyo… y como
afortunadamente el material que dejaste para la junta estaba completo, todo
salió a pedir de boca. Seguro recibes felicitaciones en cuanto llegue el jefe.
-
Eres un sol, Dany.
A
partir de ese momento el día de Malena se tornó más tranquilo… incluso más
iluminado a pesar de que afuera ya llovía a cántaros… optó por volver a casa y
seguir con el ‘invento’ de Daniel… Al pasar por el comedor se encontró a dos
compañeras con las que solía ‘chismear’ y sin poder evitarlo les contó la forma
en la que había transcurrido su mañana.
-
Qué bárbara, Malena… lo bueno es que no te
‘cacharon’.
Entre
risas de complicidad se despidió de las chicas y volvió a su departamento,
eligió un par de películas y pidió una pizza
pues había decidido consentirse el resto del día, después de todo se lo
merecía… aunque no estuvo presente en la reunión, el trabajo y el éxito del
negocio eran suyos.
Se
vistió cómodamente, se calzó un par de pantuflas, puso música mientras tanto y
esperó a que llegara la comida, no pensaba levantarse del sofá después de que
eso pasara.
Sonó
el timbre, buscó el dinero y abrió la puerta.
-
Dany, ¿qué haces aquí?- Me
quedé preocupado, te vi muy mal hace un rato en la oficina, pero veo que ya te
sientes mucho mejor…-
Eh… sí, muchas gracias… no tenías que molestarte, ya hiciste suficiente por mí…
Daniel
comenzó a dar pasos cortos hacia Malena con una actitud por completo
amenazante, sus palabras no coincidían con el tono duro y seco que utilizaba al
hablar con Malena, parecía más bien sarcástico.
Malena,
por su parte, daba pasitos temerosos hacia atrás, la actitud de su colega y
amigo no era normal… intentaba aparentar que aún sentía el malestar y que sin
afán de ser grosera prefería que la dejara sola…
-
Escuché cuando hablabas con Silvia y Miriam… así
que todo fue un invento, jovencita…
¿Jovencita?...
Malena tragó saliva y, por alguna razón sintió miedo… un miedo infantil que le
recorría la espalda y que la hacía sentir como, cuando niña, era sorprendida en
alguna ‘inocente’ fechoría’.
-
¿Te das cuenta que tuve que mentirle al jefe?...
y a ti, señorita, te parece todo tan gracioso… espero que lo que viene también
te cause tanta gracia…
Antes
de poder responder cualquier cosa, Malena sintió cómo Daniel la tomaba del
brazo y la arrastró al sofá… el mismo que estaba preparado con un par de
cobertores y mullidos cojines para disfrutar de las películas… no sería ahora
ese el objetivo.
Sin
mediar palabras, Malena fue tumbada sobre las piernas de Daniel y ,
contrariada, comenzó a recibir manotazos que, aunque eran amortiguados por la
gruesa tela de su pijama, impactaban de manera sonora e incómoda en sus nalgas.
-
No me hagas esto, por favor Daniel…
-
No, Malena… esto te lo haces tú misma… ahora
cállate que no pienso parar hasta que estés arrepentida de todo esto y
entiendas el peligro en el que pusiste tu carrera, el negocio y hasta mi
trabajo.
-
Yo no te pedí que mintieras por mí…
-
¡Que te calles, dije!
La
actitud de Malena no ayudaba, pero sí el amor que secretamente sentía por ella
este hombre quien, además, había estado buscando esta oportunidad durante mucho
tiempo… pasara lo que pasara, la experiencia de tenerla sobre sus piernas,
nalgueándola, sintiéndola… era algo que no olvidaría jamás.
Nuevamente
sonó el timbre…
-
Pedí pizza, dijo Malena rápidamente pues sabía
que atender la puerta la libraría de esta situación tan embarazosa.
Daniel
la levantó de un movimiento rápido, aunque no brusco. Poniéndose de pie se
dirigió a la puerta, recibió la comida, pagó y despidió al chico que se retiró
sonriente pues la propina había sido generosa.
Malena
estaba muy sorprendida por la actitud de su amigo que siempre se había mostrado
tierno, complaciente… hasta sumiso en ocasiones. Ella era consciente de cuántas
veces se había aprovechado de la ‘buena voluntad’ del chico, cuántas veces lo
había utilizado para salir bien librada de muchas situaciones, tanto personales
como profesionales.
Daniel
volvió a sentarse en el sofá, acomodó nuevamente a Malena sobre sus piernas y
siguió lo que había sido interrumpido por el pizzero. Ella forcejeó y trato de
convencerlo de que no era necesario que hiciera eso, que le ofrecía una
disculpa por todo lo sucedido pero que no debía arruinar una amistad de tanto
tiempo con algo como esto…
-
Es por tu bien, Malena… y si sabes lo que te
conviene es mejor que te calles de una vez.
La
nalguiza continuó por un buen rato más… al final estaba ella con las nalgas
desnudas, el pantalón y el calzón en los tobillos, la cara bañada en lágrimas,
la respiración agitada, la cola roja y adolorida, la arrogancia doblegada y una sorpresiva
humedad en sus rincones más íntimos . Daniel, por su parte, estaba feliz.
Suavemente
la levantó, la acomodó de forma que pudiera abrazarla y mirarla a los ojos. Le
secó las lágrimas con el dorso de la mano y depositó un tierno beso en sus
labios.
-
Gra… gracias, dijo ella y correspondió con otro beso.
-
Me encantas… y me preocupas… ¿estás consciente
de que haré esto cada vez que sea necesario?
-
Lo sé…
-
¿Tienes hambre?
-
Hay pizza… respondió Malena sonriente.