Agradezco enormemente la colaboración de mi amigo Luis desde España con un relato acerca de medical y spank. Espero que les guste porque a mí me ha encantado. A él le mando un besazo y a ustedes les dejo la historia, que la disfruten...
* * *
Laura se encontraba mal, sin duda el mal tiempo empezaba a hacer mella en su pequeño cuerpo.
Le dolía todo, por lo que pensó que a lo mejor era el momento de llamar a su atractivo vecino que era médico y con el que tenía una cierta amistad. No obstante, había hablado con él de lo mala paciente que era y lo desobediente a la hora de medicarse.
Por él sentía una sensación de atracción, temor y vergüenza. Atracción porque tenía 41 años, vivía solo ya que estaba divorciado y sus manos y ojos le quemaban cada vez que lo veía.
Temor porque no le aterraban los médicos y procuraba huir de ellos; y vergüenza porque al ser su vecino le intimidaba el ser revisada por él. ¿Cómo iba a reaccionar cuando se lo encontrase en el ascensor?
Después de meditarlo durante cerca de dos horas, decidió llamarlo por teléfono.
Luis.- Si, dígame.
Laura.- Luis, buenas noches, soy Laura, tu vecina de la puerta 8.
Luis.- ¡Qué sorpresa Laura! ¿Cómo estás?
Laura.- Pues precisamente por eso te llamo, perdona que lo haga
Luis.- No importa por Dios, para eso estamos los vecinos. ¿qué te ocurre?
Laura.- Pues llevo toda la tarde con malestar general y creo que tengo algo de fiebre.......
Luis.- ¿Estás en casa?
Laura.- Si, pero no te preocupes, sólo quería que me dijeses q me puedo tomar para.
Luis.- No seas boba, ahora mismo subo, cojo el maletín y subo
Laura.- Pero no es necesario de verdad, sólo dime que ........
Laura notó que Luis había colgado el teléfono lo que empezó a producirle un cosquilleo en el estómago. Por un lado de excitación pues había fantaseado muchas veces con ese momento y por otro de arrepentimiento por las consecuencias que podría acarrearle.
¡¡¡¡¡Ding dongggggg!!!!
Dio un salto de la cama, cogió su bata, se arregló el pelo y fue a la puerta. Abrió la puerta
Laura.- Hola Luis, perdona que te haya molestado a estas horas
Luis.- No importa vecina, que menos que interesarme por mi vecina más guapa
Los colores subieron a las mejillas de Laura y le dejaron si habla.
Luis.- Vamos, intentando romper el momento de incertidumbre, ¿estabas en la cama?
Laura.- Si, estoy mareada, con malestar, supongo que será el virus estomacal que le afecta a todo el mundo últimamente.
Luis.- Bueno, túmbate en la cama
Laura se quitó la bata, quedándose en pijama. Se tumbó boca arriba mientras observaba lo que hacía su “vecino preferido”. Tras dejar el maletín a los pies de la cama, se sentó en ella. Acercó su mano a la frente
Luis.- mmmmmm. , tienes fiebre señorita, ¿te has tomado la temperatura?
Laura.- Noooo, pensaba que sólo tendría unas décimas sin importancia
Luis.- Me temo que tienes algo que unas décimas señorita.
Dicho esto, observó el color de los párpados, palpó su cuello y la zona de las amígdalas. Abrió el maletín del que sacó un palito y una linterna con la que poder observar su garganta.
Luis.- Vamos, incorpórate un poco y abre la boca
Comprobó el estado de su garganta, corroborando que la tenía completamente inflamada. A continuación sacó el fonendoscopio del maletín, ajustándoselo a los oídos.
Por favor, desabróchate la camisa del pijama para auscultarte, dijo Luis
Los temores de Laura crecieron rápidamente mientras se desabrochaba la camisa. No llevaba nada debajo por lo que sus pechos quedaron al descubierto nada más terminar con el último botón.
Tenía unos pecho duros, como corresponde a sus 26 años, redondos, de tamaño medio, con la aureola pequeña y bien formada.
Sin inmutarse Luis colocó la pastilla del fonendoscopio sobre su pecho izquierdo, moviéndolo y comprobando diferentes puntos mientras ordenaba a Laura que respirase profundamente. Repitió la operación por su espalda. Posteriormente, le indicó que se tumbase para poder palparle la zona abdominal, bajando por debajo del ombligo lo que hizo estremecer a Laura.
Luis.- ¿Te duele?
Laura.- No, sin poder mirar a los ojos de su vecino
Sus manos palparon su abdomen llegando incluso a colarse ligeramente por debajo del pantalón y la braguita que llevaba.
Luis.- Laura, estas pasando un proceso gripal típico, con malestar general, dolor muscular y de cabeza. No es nada importante pero si que te va a llevar unos días de estar en cama. Ahora te voy a tomar la temperatura.
Laura.- No puedo quedarme en cama, tengo mucho trabajo pues estamos en vísperas de Navidad y es la época más fuerte de la campaña.
Luis.- No hay campaña que sea más importante que tu. Ya eres mayorcita para saber lo que tienes que hacer. Si fueras más pequeña, te podría pegar unos azotes pero ya no creo que procede.
Con estas palabras le recorrió un escalofrío por su cuerpo, imaginando estar sobre sus rodillas, cumpliendo una de sus fantasías más repetidas a lo largo de su vida, y sin saber lo que aun le esperaba. Mientras Luis, sacó el termómetro del maletín, lo sacó de su funda protectora, lo agitó enérgicamente de arriba abajo hasta bajar completamente el mercurio.
Mientras hacía esto, Laura se fue a desbrochar de nuevo la camisa del pijama para colocarse el termómetro.
Luis.- Date la vuelta, por favor
Laura.- ¿Cómo?
Los ojos de Laura se abrieron como platos, no creía estar escuchando bien a su vecino
Luis.- Si, date la vuelta, te voy a tomar la temperatura rectal, que es la más exacta.
Laura.- Pero.... no es necesario, de verdad, si no tengo tanta fiebre, no me encuentro tan mal, me la puedes tomar en la axila, que ya no soy ninguna niña.
Luis.- Jajajajaja, venga, no seas niña, piensa que antes que ser vecino tuyo, soy doctor y es algo que hago habitualmente.
Laura.- Pero que de verdad que creo que no es necesario.....
Luis.- Ahora entiendo cuando me dijiste que no eras buena enferma. Venga, no lo pienses y date la vuelta
No lo podía creer, ahí estaba su vecino, con el termómetro en la mano, mirándola como se giraba y con una sensación de incredulidad y sorpresa que no había vivido nunca.
Luis.- Vale, descúbrete por favor.
Laura comenzó por el pantalón que bajo lentamente hasta la mitad de los muslos, dejando al descubierto las braguitas blancas de encaje que llevaba.
Luis.- Espera, te ayudo. Levanta el culete
No podía creerlo, su vecino, aquel con el que hablaba a menudo cuando coincidían en el ascensor iba a ver su zona más oculta e íntima.
Levantó las nalgas y sintió como Luis cogía de la goma de braguita y comenzaba a deslizarla para abajo muy lentamente, como queriendo que no transcurriese el tiempo. Sus nalgas blancas quedaron al descubierto
Luis.- Vamos, abre un poco las piernas, levanta el culete y relájate
Y dicho esto, acercó su mano izquierda a las nalgas con el objeto de hacer palanca con sus dedos y abrírselas. Laura estaba totalmente en tensión por lo que le sorprendió las dos nalgadas que Luis le dio sin previo aviso
Laura.- Ouchhhhhhh
Luis.- ¿quieres relajarte? Te voy a hacer daño si no lo haces
Laura.- Si, para ti es fácil que estás acostumbrado, pero a mi es la primera vez que me toman la temperatura así
Las nalgas de Laura se relajaron lo suficiente para que Luis pudiese abrirlas. Ahí estaba el pequeño ano a la vista de Luis, rodeado de una zona más rosada y pequeñas estrías.
Laura inclinó la cabeza para abajo en señal de sumisión. No podía creer lo que le estaba ocurriendo. Jamás podía haber imaginado cuando decidió llamarlo que estaría completamente expuesta ante su vecino
Acercó la punta del termómetro al pequeño agujerito, lo apoyó y con una leve presión fue introduciéndose . Laura emitió un pequeño gritito al notarse penetrada.
Luis.- Puedes bajar el culete, ahora debemos esperar tres minutos.
Fueron los tres minutos más extraños de su vida. Por un lado deseaba que transcurriesen lo más rápido posible mientras que por el otro se sentía tremendamente excitada por ser revisada y abierta por su querido vecino.
Luis.- Bueno Laura, vamos a ver que temperatura tienes. Levanta un poco la cola.
Sacó el termómetro de su ano y leyó la lectura que marcaba. 39’2°C
Se subió rápidamente el pantalón y la braguita y se metió dentro de la cama
Luis.- Ve olvidándote de ir a trabajar esta semana señorita. La fiebre te durará cuatro días y no debes forzar, pues lo único que conseguirás es alargar más la curación.
Laura.- No lo puedo creer, justo esta semana que es la que más trabajo tengo.
Luis.- Los virus no entienden de obligaciones. Te voy a dejar una caja de analgésicos para que te tomes una píldora cada ocho horas y te dejo también estos supositorios de Febrectal para que te baje la fiebre. Debes ponerte uno cada doce horas.
Laura.- No, por favor, supositorios no, no los soporto, con decirte que siempre me los han tenido que poner porque yo no soy capaz de hacerlo......
Luis.- Debes ponerte uno por la mañana y otro por la noche que te ayudará a dormir. Ahora si quieres te lo puedo poner yo.
Laura.- Me sabe mal, vas a pensar que soy una niñata...
Luis.- No te preocupes, no es algo inusual.
Mientras hablaban Luis abrió la caja de Febrectal, separó un supositorio de los seis que contenía el bloque, desgarró el envoltorio y empujó por la base para que terminase de salir. Se puso un guante de látex y se lubricó con vaselina el dedo índice de su mano derecha, sentándose en la cama a continuación. Por su parte Laura no había perdido detalle del proceso e imaginaba de nuevo siendo abierta por su, a partir de ahora, médico personal.
Luis.- Bueno señorita, ahora quiero que te pongas sobre mi rodillas
No podía creer lo que estaba oyendo, parecía que se adelantaba a todas las fantasías vividas en silencio durante tantos años. Pero a estas alturas, ya no quería disimular ni protestar por algo que estaba deseando que ocurriera.
Se levantó, se puso delante de él, bajó el pantalón del pijama dejándolo caer hasta los tobillos, bajó sus blancas braguitas hasta las rodillas, dejando ver a Luis su vello púbico depilado tipo brasileño y se inclinó sobre las rodillas, acomodándose y disfrutando del momento.
Luis acaricio las nalgas de Laura para darle confianza, abrió las nalgas, cogió el supositorio y lo dirigió hacia su hoyito que se estremeció al sentir la punta. Al empujar por la base, su ano cedió, soltando un pequeño gritito mitad quejido mitad gemido. Acompañando al supositorio el dedo entró completamente dentro de su recto hasta alcanzar la segunda falange.
Luis.- Aprieta las nalgas para que no se salga.
Laura con los ojos cerrados y viviendo el momento obedeció, permaneciendo en esa situación unos momentos por desgracia muy cortos. Tras un pequeño azote en la nalga derecha Luis le indicó que podía levantarse, cosa que hizo lentamente.
Luis.- Ya está Laura, ves como no ha sido para tanto.....
Ojalá hubiera durado más, pensó Laura, subiéndose la ropa de Luis que procedió a quitarse el guante de látex.
Luis.- Ahora te bajará la fiebre y podrás dormir. Mañana antes de irme a trabajar subiré y te pondré el de la mañana, si quieres.
Laura.- ¿De verdad que lo harás? ¿No te importa?
Luis.- Por supuesto que no. No me cuesta nada y así veo como estás.
Laura.- Muchas gracias vecino.