Sé que aún debo la continuación de 'Sin mentiras', estoy trabajando en eso... Por ahora quiero compartir un relato que, aunque breve, va cargado de muchas emociones. Este relato es un regalo, tanto para mí como para la persona que lo solicitó.
Aquí va entonces, con muchísimo cariño.
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El otro día me encontré a mi amiga Gabriela en el centro comercial, tenía ya tiempo sin verla y optamos por entrar a una cafetería para poder ponernos al día de nuestras vidas, aunque fuera de 'rapidito'. Había olvidado que Gabriela es una de esas personas que hablan, hablan y hablan. De pronto, sin darnos cuenta habían pasado ya un par de horas, ella seguía hablando. No me malinterpreten, Gabriela es súper simpática y la adoro, mentiría si dijera que estaba incomoda o aburrida, es solo que yo tengo una hora específica para llegar a casa, si no, ustedes se han de imaginar lo que me puede suceder.
No encontraba la forma de terminar con la charla, 5 minutos más, pensaba y sonreía ante la agradable, pero interminable, plática de mi amiga. En total pasaron otros 45 minutos y yo calculaba que aún podría llegar a tiempo, en mi situación actual, no podía darme el lujo de acumular una falta más. Ella seguía hablando. Pensé que no había problema, total, un mensaje inventando mucho tráfico o algo así y podría seguir disfrutando la charla. No puede ser, me quedé sin batería, me va a matar!!
No pude más, de inmediato comencé a sentir un pánico horrible, la advertencia de la última vez no dejaba de resonar en mi mente. Ella seguía hablando.
Completamente desesperada y sin dudarlo la interrumpí abruptamente.
- Gabriela, lo siento, me tengo que ir... Alfredo me va a nalguear!!
Apenas terminé de pronunciar esa última palabra y me di cuenta de lo que había hecho.
- Qué!!, qué fue lo que dijiste?
Gabriela sabía perfectamente lo que había escuchado pero parecía no creerlo. Comenzó a hacer preguntas, que si estaba bromeando, que si era solo un juego erótico, que si se trataba de una apuesta y no sé qué más. Yo no tenía, literalmente, tiempo para dar explicaciones pero, si no le aclaraba las cosas, ella pensaría que se trataba de un juego y no me dejaría ir tan fácil. Decidí confesarle que:
- Amiga, Alfredo suele castigarme cuando me lo gano o él considera que lo necesito. Por ejemplo, si llego tarde a casa, él me va a nalguear, por eso debo irme ya.
Gabriela no podía creerlo, la expresión en su rostro era de sorpresa, estupefacción...
- Es broma, verdad?... o es uno de esos jueguitos para encender el ánimo, no?
Habría querido explicarle de forma sutil pero no había tiempo.
- No Gaby, Alfredo me castiga de verdad, cuando él cree que no me comporto como debo hacerlo me quita la ropa, me baja los calzones, me pone sobre sus rodillas y me da unas buenas nalgadas, pero bien dadas.
Ella insistía con preguntas estúpidas, pero también mostraba ya mucho interés por el tema.
-¿Lo hacen por diversión?
- No Gaby, no tiene nada de divertido. Cuando Alfredo me nalguea, lo hace hasta que está convencido de mi arrepentimiento, hasta que termino llorando y pataleando mientras trato de convencerlo de que he aprendido la lección... Por favor, ya déjame ir, no sabes lo que va a pasar, mientras más tarde será peor... Supliqué mientras tomaba mi bolso y me levantaba lentamente.
- Anda, corre para que no sea tan duro...
Le di un beso en la mejilla y alcancé a escuchar que dijo en tono burlón: ¡disfruta el rincón, querida!
Subí a mi auto, traté de calmarme pues el camino aún era largo... Seguía sorprendida y hasta divertida por la forma en que se dio todo... Pero también me abrumaba lo que enfrentaría en cuanto llegara a casa.
De pronto me asaltó una duda: ¿cómo supo Gabriela lo del rincón?
FIN.
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YoSpankee