viernes, 25 de enero de 2019

Ajuste de cuentas.

Qué difícil es aceptar las culpas, lo es más cuando se hizo todo lo posible por ocultar alguna fechoría y el spanker, con la habilidad que le caracteriza, lo descubre y, con ello, cae una sentencia terrible e inevitable.

Esa tarde, por raro que parezca, me quedé sin palabras para explicar los qués y porqués de todo lo que se me estaba cuestionando, me quedé sin escapatoria alguna y él, con una evidente decepción mezclada con enojo, me tomó del brazo y me condujo a mi habitación con paso rápido y sin dejar la regañina.

- Por favor, no volverá a pasar, lo prometo.

Por fin pude hilar una frase, quizá era el miedo que me presionaba. Lo único era buscar un poco de piedad, quizá apelar al amor que sé que me tiene porque, definitiva y conscientemente, merecía el castigo.

Por más que supliqué, su expresión jamás dejó de ser dura, estaba decidido a castigarme, nada lo iba a detener.
Entramos a la habitación, parte de todo esto era por el terrible desorden que siempre tengo por todos lados. La cama estaba destendida y llena de ropa y libros; el escritorio, de igual manera. El único espacio más o menos libre, era el tocador de madera: un mueble con una superficie amplia y un gran espejo arriba. Sin pensarlo, tomó una de las almohadas (sin soltar mi brazo), la colocó sobre el tocador y me pidió asumir la posición. Volteé a verlo por última vez, ni la más suplicante mirada logró persuadirlo. Me resigné a mi destino. Regresé la mirada hacia el frente y me topé con mi propio reflejo. Encontré un rostro descompuesto y bañado en lágrimas, el cabello alborotado y, detrás, su reflejo quitándose, primero la playera y después el cinturón. ¿Qué está haciendo? Qué maravillosa vista, pensé por un momento. ¿Por qué me hace esto?, él sabe que odio hacerlo enojar, que soy capaz de lo que sea por hacerlo feliz y que mi vulnerabilidad se transforma en entrega cuando estoy en sus manos. ¿No podríamos, solo por esta vez, cambiar los planes y dejar el castigo para otro momento?. Me encanta el vello que cubre su pecho, se me antoja tan varonil, qué orgullo me da saber que es mi hombre, el mismo que se preocupa por mí, me cuida y me protege; el mismo que me corrige y me da mis buenas nalgadas, pero bien dadas, cuando lo merezco... Esas ideas pasaban por mi cabeza hasta que, abruptamente y de un solo movimiento, bajó mi pantalón junto con mis calzones...

- Cuenta en voz alta, señorita!!!

YoSpankee

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