Generalmente logro salir airosa de las situaciones difíciles, podría decir que tengo algún tipo de talento para convencer a la vida misma de que, pase lo que pase, yo no tengo la culpa de ello, aunque todas las pruebas indiquen lo contrario. Pero, esta vez, las cosas serían por completo distintas.
No era la primera vez que me quedaba a cargo de la casa y de mi hermano Ángel, de hecho, como mamá tenía múltiples compromisos últimamente, yo aprovechaba para ganarme su confianza y, quizá después, canjear el favor por algún permiso o cualquier tipo de beneficio.
La tarea era muy sencilla, acaso servir la cena, lavar los platos y cuidar que el pequeño Ángel se portara bien, cepillara sus dientes y durmiera temprano. Pan comido.
Pero las cosas se complicaron, todo se salió de control y mi mente se cerró cuando lo vi tirado en el piso, retorciéndose de dolor mientras lloraba y pedía a gritos la presencia de mamá.
- Por favor, Ángel, no llores, no es hora de hacer bromas.
El estrés comenzó a apoderarse de mí y, aunque mi hermano suele hacer bromas todo el tiempo, esta no parecía una de ellas. El pánico me invadió en cuanto lo oí decir: ¡te voy a acusar, todo es tu culpa, te odio!
Las lágrimas bañaban su pequeño rostro, el dolor se notaba en sus gestos, en sus ademanes... Yo no sabía qué hacer, me preocupaba mucho el bienestar de mi hermanito pero, por supuesto, me alteraba lo que diría mamá en cuanto volviera a casa. Quería pensar en alguna salida, evitar que Gina se enterara de esto pero, carajo, mi mente estaba en blanco y los gritos de Ángel no ayudaban.
- Angelito, por favor, si estás bromeando, ya fue demasiado. En serio, ya basta.
- ¡Me dueleee, quiero a mi mamá, llámalaaaaa!
Por supuesto que no iba a llamarla, ni que estuviera loca. Calculé el tiempo que aún faltaba para que ella volviera a casa, un par de horas, quizá un poco más... Suficiente como para llamar a una ambulancia que atendiera al niño ahí mismo, convencerlo de guardar el secreto y, al final, hacer como que no pasó nada. Plan perfecto, no lo podía creer, soy un genio.
Marqué al 911, llegaron casi de inmediato. Una ambulancia se estacionó frente a la puerta de la casa, entraron los paramédicos y, tras algunas preguntas, atendieron a Ángel quien, un tanto asustado pero aliviado a la vez, cooperó bastante bien. Mi plan marchaba correctamente, ahora solo bastaba esperar a que todo pasara lo más rápido posible.
- ¿Qué pasa?
El alma se me fue al inframundo en cuanto vi a Gina abrirse paso entre los paramédicos para acercarse a Ángel quien, al verla, comenzó a berrear como desesperado.
- Mamitaaaaa, qué bueno que llegaste, te extrañé, ¡buaaaaa!
Se abrazaron como si hiciera años que no se veían, yo solo quería que se abriera la tierra y me tragara en ese mismo instante. Afortunadamente, una de las chicas de la ambulancia intervino y le explicó que ya había pasado, que eran cosas de niños y que, únicamente, le recomendaba no volver a dejarnos solos. Mamá se deshizo en disculpas y agradecimientos, se comprometió a ser más cuidadosa con sus hijos y a no ser tan confiada, cuando dijo eso último, me lanzó una mirada furiosa que espero no hayan notado los demás.
Apenas cerró la puerta después de que salieron los paramédicos, ni siquiera me dio tiempo de pensar en algo rápido, ya no digamos de huir; se dirigió hacia donde estaba yo parada, me sorprendió dándome un abrazo fuerte y, secando mis lágrimas, me dijo que ya todo estaba bien pero que teníamos una charla pendiente ella y yo. Dijo que subiría a acostar a Ángel y a tratar de tranquilizarlo pero que, al terminar con él, quería hablar muy seriamente conmigo. Asentí.
Me pareció eterno el tiempo en que tardó en bajar de la habitación de Ángel pero, dada su reacción, yo estaba muy tranquila. Me senté a esperarla en la sala, hasta que escuché sus pasos. De inmediato me puse de pie y corrí a abrazarla, esperando encontrar el alivio entre sus brazos pero, sorpresiva e inesperadamente, recibí una fuerte bofetada. Mis ojos se llenaron de lágrimas al instante.
- Pe... Pero, mami...
- Nada de 'mami', en este instante me vas a explicar por qué caramba le hiciste eso a tu hermano.
- Yo no le hice nada. Intenté defenderme.
- Entonces, ¿todo lo que dijo Ángel es mentira?
- Seguramente, mamita, porque yo no le hice nada. Le dije que no podía comer tantos dulces pero no me hizo caso y...
- Ya, guarda silencio, los conozco muy bien a los dos y, aunque él tiene parte de culpa, se supone que tú eres la mayor... Y es mejor que me digas la verdad porque, si no, te irá mucho peor, y mira que ya tienes ganada una buena.
Que difícil situación, no sabía qué hacer porque, por un lado, el castigo ya lo tenía ganado pero, si no decía la verdad, las cosas podrían terminar muy mal. Por lo pronto, algo era seguro, de esta no me salvaba nadie.
Con un nudo en la garganta y armándome de valor, comencé a hablar.
- Ángel insistió es que le compartiera de mis dulces, yo sé que estuvo mal, mamita, de verdad estoy arrepentida; así que me pareció divertido hacer que se los ganara y, snifs, le dije que solo se los daría si se comía 10 sobres de polvo picante. Pero, mami, yo le advertí que era peligroso y aún así lo hizo. Entonces le di los dulces que él quería, se los comió todos y fue cuando empezó con el dolor. Por eso llamé a la ambulancia, pensé que no te enterarías y...
- A ver, Laura, confié en ti, en tu madurez. Se supone que, mi hija de 17 años, es perfectamente capaz de cuidar de sí misma y de su hermano pequeño, no de ponerlo en peligro. Imagínate lo que sentí cuando recibí la llamada de la vecina para decirme que había una ambulancia fuera de la casa, lo que pasaba por mi mente y mi corazón al saberte en riesgo, a ti y a tu hermano... La vergüenza que pasé con los paramédicos... Carajo, Laura, ¿en qué estabas pensando?
- Pe... Perdón, mamita, te juro que no quise que todo esto pasara, te juro que no te vuelvo a hacer, perdóname.
- Por supuesto que no lo vas a volver a hacer. De ahora en adelante, te trataré como la mocosa irresponsable que has demostrado ser, se terminaron las consideraciones. Además, te pareció muy divertido que a tu hermano le pícara el polvo, vas a probar tú el picante del jengibre, y no precisamente en la boca o la garganta.
- No, mamá, por favor, Ángel también tuvo la culpa...
- Mañana que se sienta mejor, él tendrá su parte pero, por lo pronto, ve a tu cuarto y me traes tu cepillo de madera, mientras, yo pongo a remojar el cinturón.
YoSpankee
1 comentario:
Cepillo y cinturon que combinacion tan dolorosa
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