Cuando se está dentro del mundo spanko aprendemos a separar, diferenciar y hasta describir los roles correspondientes a cada uno. Sabemos, por ejemplo, que el spanker será quien domine la situación, que la spankee debe ir siempre con cuidado pues corre el riesgo de ser castigada en cualquier momento. Sabemos también que cada palabra, cada gesto, cada reacción; independientemente de la situación, cuenta llegado el momento.
El spanker gusta de dar nalgadas, pero no es sólo aplicar los castigos porque sí, él/ella sabrá que hay lugares, momentos y situaciones para cada cosa. El spanker sabe manejar la psique de su spankee aunque, a momentos, subestime la capacidad de manipulación (del/la spankee)... o finja que lo hace... El spanker es quien decide cómo, cuándo y dónde... es él/ella quien conoce perfectamente aquello que da placer, así como aquello que representa disciplina y castigo real.
La/el spankee disfruta cada situación de riesgo, se porta mal porque sabe que con ello obtendrá lo que tando desea. Es ella/él quien enfrenta una, otra y otra vez situaciones que consiguen una terrible y, al mismo tiempo, placentera confusión de emociones... El miedo y el placer en una mezcla que representa una montaña rusa interna... deliciosa.
L@s spankees viven tentando a su suerte pretendiendo salirse con la suya... aunque el deseo interno de pagar por todas y cada una de sus fechorías es mucho más fuerte... Cuando un@ de ell@s se queja de que su spanker es muy estrict@... en realidad presume de ello y sabe, lo disfruta, que l@s spankees que lo leen o escuchan, le envidian y desearían estar en su lugar.
Hay palabras, frases y expresiones en general que detonan reacciones, por demás inevitables pero, al mismo tiempo, carecen de credibilidad. He aquí algunos ejemplos:
Spankees.
- Prometo que de ahora en adelante me portaré bien.
- No lo volveré a hacer jamás.
- Sí, aprendí la lección.
- No fue mi culpa
- No me castigues por favor.
- Basta, duele mucho.
- No, con el cepillo no, por favor.
- Odio el cinturón.
- No soporto este ardor... no puedo ni sentarme cómodamente.
- No lo merezco.
- No era mi intención.
Spankers.
- Esto me duele más a mí que a ti.
- No me obligues a hacer algo que no quiero.
- Tú te lo ganaste.
- Es mi deber... ¿acaso crees que disfruto hacer esto?
- Aún no ha sido suficiente.
- Espero que aprendas la lección.
- Espero no tener que volver a hacer esto...
En fin, podría pasarme días enteros escribiendo todo aquello que se dice, dentro de un código establecido y que, a su vez, carece de sentido absoluto... Si no fuera por la fantasía, por el placer y por la necesidad latente de echar a andar la maquinita spanka... no sé qué sería de nosotros...
Es divertido, lo sabemos. Hay cosas que nunca estarán, necesariamente, fuera del contexto que nos hace pertenecer a la misma comunidad... Sin embargo me suena a grosería cuando leo a un/a spankee quejarse y maldecir a su suerte porque le dieron unas buenas nalgadas... y tiendo siempre a pensar, quizá un poco envidiosamente: Bah!, seguro se lo merecía.
Yo Spankee.
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4 comentarios:
OBVIAMENTE SERÁS CASTIGADA
Mi querida y traviesa spankee, contrariamente a lo que puedas pensar, tus reflexiones no hacen sino acentuar mis arduos deseos de ubicarte en un próximo y no lejano futuro en una situación posición para tus nalgas ; como eres lo suficientemente inteligente para interpretar mis palabras, el resto lo dejo a tu habilidad imaginativa...
Referente a lo que dicen las Spankees, me sumo :) esas frases las habré repetido mil veces, pero... referente a las de los Spankers, discrepo: jamás he oido decir nada similar a Severo.
A él "no le duele darme" a él le gusta; "no le obligo a hacer algo que no quiere" porque lo desea más que nada; "¿disfrutar haciéndolo?" uf! ni te lo imaginas :)
Buen post, querida Yo spankee!!!
Un cariñoso saludo.
Hola!!
Te he dejado algo en mi blog de relatos. Pasa a buscarlo por favor y... sigue escribiendo.
Un saludo!!
anitaK[SW]
Ana Karen Blanco
UNA AZOTAINA
(QUÉ PLACER)
Cuántos de nosotros, spankers hemos soñado, no solo con propinar una azotaina, sino con presenciar como se la daban a una traviesa jovenzuela ante nuestros propios y exhorbitados ojos.
¡Oh maravilla de las maravillas!, entrar en una sala y contemplar como un caballero mantiene tumbada sobre sus rodillas a una señorita con su falda levantada y sus finas braguitas de encaje semibajadas, mientras le recrimina sus faltas y va descargando uno tras otro azotes sobre sus inmaculadas y desprotegidas nalgas: plas, plas, plas, plas, plas que van adquiriendo a medida que transcurre la zurra una intensa coloración rojiza.
¡Oh Eros! ¡Oh Cupido! permítenos algún día un placer tan majestuoso, propio de spankers como nosotros.
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