Qué fría esa mañana de invierno en la que frotaba mis manos para procurar un poco de calor. Tenía la cara helada y las mejillas sonrosadas y me preguntaba si era de verdad el frío del clima o la emoción que me embargaba al saber que dentro de unos minutos le vería atravesar la puerta de los ‘recién llegados’.
No sé exactamente cuántas horas duró el vuelo, ni siquiera sé con cuanto tiempo de anticipación estuvo listo en el aeropuerto para ordenar sus documentos, registrar su equipaje y ocultar, perfectamente, el equipo ‘discipliniario’ que prometió no olvidar.
Los minutos me parecen eternos, veo que llega mucha gente y de él… ni sus luces. Sé que es un mal hábito y sé también que a él no le gusta pero con el nerviosismo natural y la ansiedad por el retraso recién anunciado en las bocinas de esa sala del aeropuerto de la ciudad de México, opto por salir y fumar un cigarrillo. El frío cala en los huesos pero mi sonrisa permanece.
Esta mañana salí con tiempo suficiente y me instalé en un hotelito cerca del aeropuerto, supongo que vendrá cansado… podremos charlar, mirarnos y quizá, solo quizá, aprovechar el tema que nos hizo conocernos a través de la red social: Facebook. Si bien el spanking había sido el motivo principal que nos había hecho coincidir… tampoco era lo único que teníamos en común…
El tiempo seguía pasando y el cansancio acumulándose. Me senté en una banca sobre uno de los pasillos principales y saqué un libro que llevaba en el bolso: ‘Pancho Villa, el centauro del norte’. Comencé a leer sin darme cuenta de que la llegada de un vuelo proveniente de Madrid, España había sido anunciada. De pronto un chico se sienta a mi lado y yo, sin darle importancia, me recorrí para no estar tan cerca. Noté que él me miraba pero yo ni volteé a verlo, no me gusta socializar con extraños.
- - En este mismo instante te daría un abrazo pero veo que estás muy ocupada.
Lo anterior fue dicho con un particular acento y tono de voz que yo me sabía de memoria pues lo había escuchado antes aunque solo vía telefónica. Mio cuore.
- - Perdona, no había notado que eras tú… ¿a qué hora has llegado…?
El abrazo, el beso, la sonrisa y la mirada profunda sucedieron a continuación.
Yo no paraba de hablar mientras caminábamos ansiosos a tomar un taxi que nos llevara al hotel. Subimos de inmediato a la habitación y, lo que yo esperaba como una charla extensísima y abrazos al por mayor, se convirtió en una loca regañina. Por qué fumaste, por qué llegaste tarde, estabas distraída, debiste abrigarte más, es que no cuidas tu salud.
Sin darme cuenta estaba ya en una posición bastante complicada y aunque pareciera una situación confusa algo dentro de mí me animaba a provocar más. Además estaba tan excitada.
El silencio se hizo notorio cuando me tomó del brazo y, sin soltarme, trajo una silla y la puso a media habitación, me miró tan serio, me atrajo hacia él y me tumbó sobre sus rodillas… ambos sabíamos lo que estaba a punto de suceder y ninguno estaba dispuesto a hacer nada que pudiera evitarlo…
Permanecía con esa actitud autoritaria y me anunciaba, con voz firme, lo que sería el primero de muchos castigos que tenía merecidos desde hacía tiempo y que él, como mi spanker, se encargaría de aplicar con fines de educación y disciplina. Sus palabras eran duras pero la sensación de mi cuerpo en contacto con el suyo y la forma en que sus manos acariciaban suavemente la zona a castigar me daban una absoluta confianza y necesidad de que el protocolo fuera menor y pasar, como se dice vulgarmente en mi país: ‘a lo que te truje, Chencha’.
No sabía qué decir en mi defensa, los motivos eran reales y la tunda anunciada era por demás merecida. Cerré los ojos, apreté los labios, me aferré con fuerza a las patas de esa silla que era, ahora, portadora de una mezcla de sensaciones que daban vueltas dentro de mí. El primer azote calló fuerte y sonoro sobre mis jeans que me protegían aún… 10, 15, 20 más y recibí la orden de ponerme de pie, desabrochar mis pantalones y volver a la posición sobre sus rodillas.
No puedo describir todo lo que sentía, pensaba y deseaba en esos momentos… obedecí, no sin un par de respingos que fueron calmados con 3 palmadas en la parte lateral del muslo.
- - Tenemos toda la noche si gustas, señorita, pero más te vale no hacerme perder la paciencia porque entonces sí que te enteras.
A veces me cuesta trabajo evitar ese tipo de reacciones, puedo asegurar que las pataletas, los gestos y pucheros son absolutamente naturales.
Me incliné de nuevo y volví a estar a su merced. Con total firmeza deslizó mis pantalones hasta la pantorrilla, sobó nuevamente la zona a castigar y pude adivinar una sonrisa suya ante el tono rojizo que, seguramente, ya tenían mis nalgas. Sé que se cercioró del color pues hizo a un lado mis bragas del lado de cada glúteo y después la devolvió a su sitio tomándose su tiempo para todo ello.
Nuevamente hubo regaños y amenazas por lo mal que me había portado últimamente y pude sentir de nuevo el impacto de su mano contra mis pobres nalgas que ya sufrían de cierto escozor y alta temperatura… temperatura que se iba extendiendo también a otras partes, un poco más ocultas, de mi anatomía.
No supe cuántos azotes fueron pero a ratos mis manos también reaccionaban y luchaban para evitar el castigo… eso sólo conseguía acrecentar la fuerza y velocidad con que las palmadas estaban siendo aplicadas.En algún momento, sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo, porque además no iba a hacerlo, sus dedos se introdujeron en el elástico de mis bragas que fueron, rápidamente, a parar junto a mis jeans. Yo gimoteaba y pedía que se detuviera, que me dolía mucho y que ya había sido suficiente… mientras él hacía un monólogo acerca de la importancia de la disciplina, de la autoridad y de mi necesidad por recibir esos castigos.
Me avergoncé cuando vi, de reojo, que mis bragas estaban un poco manchadas y fue entonces cuando me di cuenta de la extrema humedad en mí, del placer que estaba experimentando y de un duro bulto que crecía cada vez más bajo mi vientre… proveniente de su entrepierna. Me sonrojé y sonreí traviesa.
No estoy todavía segura si él notó mi reacción pero en ese momento sus manos cambiaron de juego… aplicó unos cuantos azotes mas y de pronto se desplazó a otros rincones, pudo notar directamente la humedad de la que les hablo y entonces compartimos un suspiro, nuestros cuerpos se estremecieron casi a la par y supimos el rumbo que seguiríamos. Nos miramos con picardía y complicidad.Suavemente me levantó de sus rodillas y me indicó una mesa sobre la que debía inclinarme.
- - No, ya no me azotes más por favor.
- - No te preocupes, preciosa, el castigo ya terminó.
* * * * *
Con cariño para un corazón español.
* * * * *
Yo Spankee
5 comentarios:
Me gustó mucho ... felicitaciones :)
Me tomé la libertad de publicar un fragmento en el Foro Aldea Sado y redirigirlos aquí.
Espero no te moleste...
Besos,
Sir Williams
Para nada me molesta, Sir Willy, al contrario... lo agradezco mucho y es un halago para mí.
Saludos.
Muy buen relato..... me encantó!!!
Saludos justine-sms
yospankee... pasa a mi blog deje un regalito para ti n_n
Hola, sabes muy bien que te leí en su momento, pero comentar se me complica, sin embargo aquí ando!!
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