Llegué a casa temprano, la sola idea de tener que confesar mi falta hacía que me doliera el estómago. Mi madre me lo había advertido desde hacía tiempo y debido a los antecedentes acerca de los métodos correctivos durante mi infancia, debí haberle creído pero no.
Reconozco que no soy una niña, ni siquiera una jovencita pero a momentos me gana un poco el desenfado en cuanto a las obligaciones que requiero cumplir. En esta ocasión era algo sencillo, algo en lo que no debía fallar, pero la advertencia había sido hecha pues mis descuidos eran ya muchos y repetitivos al grado de parecer a propósito.
Mi madre salió a mi encuentro desde la cocina limpiándose las manos con el delantal azul que traía puesto ese día. Es una mujer hermosa, alta y de complexión robusta... Generalmente es un pan de Dios pero cuando se enoja es de armas tomar... Por eso el temor que me embargaba aunque también la duda y un poco de confianza sobrada me dieron el valor y...
Desde pequeña mamá nos enseñó, a mis hermanos y a mí, que la vida está compuesta de acciones y reacciones... que nada es gratis y que si te equivocas o aciertas en algo, las consecuencias, buenas o malas, serán sólo el resultado de tus decisiones y por tanto serás tú quien habrá de pagar por ello. Obviamente los métodos eran los menos ortodoxos.
La expresión en su rostro cambió de inmediato... su postura se erguían conforme yo le contaba lo que sucedía... Con la mirada gacha y frotándome las manos le describí paso a paso la situación, trataba de justificarme y lentamente explicaba que no lo había hecho a propósito, que trataría de arreglarlo pero que me diera unos días y...
Ojalá el tono de su voz fuera suave, ojalá esas hubieran sido sus palabras... ojalá no hubiera sucedido todo tan rápido.
Me tomó de la oreja con una fuerza que me sorprendió... De ser la chica disculpándose apenada con su madre por haber tenido un grave descuido pasé a ser la muchachita en aprietos... siendo conducida de la oreja en dirección a la cocina. En menos de lo que pude reaccionar estaba yo inclinada sobre a barra con la falda levantada y las bragas a medio muslo.. Los gritos de mi madre resonaban y me aturdían mientras trataba de esquivar los azotes que sin clemencia llovían sobre mi pobre trasero...
Hacía años que no veía a una cuchara de madera como un enemigo que arremete en mi contra o más bien en contra de mis nalgas por orden y manipulación de mi madre. Había olvidado que las consecuencias de mis actos podían convertirse en la cola roja y dolorida... Incluso había olvidado lo mal que se siente ser castigada y no por la forma... sino por la carga emocional que cae encima cuando una es obligada a reflexionar en el rincón... y peor aún cuando éste no es sino una pausa en la tunda ganada por méritos propios...
Entendí nuevamente y no de la mejor manera que las cosas deben hacer bien y a tiempo... la voz de mi madre resuena en mi cabeza y trato de no olvidarlo mientras sufro en el tercer día de no poder sentarme cómodamente , dormir boca abajo y pasar a la recámara de mamá a solicitar la tunda diaria a que me hice acreedora durante una semana... 'para ver si así aprendes'... en palabras de ella...
Reconozco que no soy una niña, ni siquiera una jovencita pero a momentos me gana un poco el desenfado en cuanto a las obligaciones que requiero cumplir. En esta ocasión era algo sencillo, algo en lo que no debía fallar, pero la advertencia había sido hecha pues mis descuidos eran ya muchos y repetitivos al grado de parecer a propósito.
-Mamá!!!... grité en cuanto cerré la puerta de entrada...
Mi madre salió a mi encuentro desde la cocina limpiándose las manos con el delantal azul que traía puesto ese día. Es una mujer hermosa, alta y de complexión robusta... Generalmente es un pan de Dios pero cuando se enoja es de armas tomar... Por eso el temor que me embargaba aunque también la duda y un poco de confianza sobrada me dieron el valor y...
- ¿Qué pasa?... ¿por qué los gritos?
Desde pequeña mamá nos enseñó, a mis hermanos y a mí, que la vida está compuesta de acciones y reacciones... que nada es gratis y que si te equivocas o aciertas en algo, las consecuencias, buenas o malas, serán sólo el resultado de tus decisiones y por tanto serás tú quien habrá de pagar por ello. Obviamente los métodos eran los menos ortodoxos.
- Má, tengo algo que decirte...
La expresión en su rostro cambió de inmediato... su postura se erguían conforme yo le contaba lo que sucedía... Con la mirada gacha y frotándome las manos le describí paso a paso la situación, trataba de justificarme y lentamente explicaba que no lo había hecho a propósito, que trataría de arreglarlo pero que me diera unos días y...
- Ay, Sofía... cómo es posible, te dije que era muy importante y... niña, no me dejas otra opción, te lo advertí. Sé que no es la forma pero no me dejas alternativa...
Ojalá el tono de su voz fuera suave, ojalá esas hubieran sido sus palabras... ojalá no hubiera sucedido todo tan rápido.
Me tomó de la oreja con una fuerza que me sorprendió... De ser la chica disculpándose apenada con su madre por haber tenido un grave descuido pasé a ser la muchachita en aprietos... siendo conducida de la oreja en dirección a la cocina. En menos de lo que pude reaccionar estaba yo inclinada sobre a barra con la falda levantada y las bragas a medio muslo.. Los gritos de mi madre resonaban y me aturdían mientras trataba de esquivar los azotes que sin clemencia llovían sobre mi pobre trasero...
Hacía años que no veía a una cuchara de madera como un enemigo que arremete en mi contra o más bien en contra de mis nalgas por orden y manipulación de mi madre. Había olvidado que las consecuencias de mis actos podían convertirse en la cola roja y dolorida... Incluso había olvidado lo mal que se siente ser castigada y no por la forma... sino por la carga emocional que cae encima cuando una es obligada a reflexionar en el rincón... y peor aún cuando éste no es sino una pausa en la tunda ganada por méritos propios...
Entendí nuevamente y no de la mejor manera que las cosas deben hacer bien y a tiempo... la voz de mi madre resuena en mi cabeza y trato de no olvidarlo mientras sufro en el tercer día de no poder sentarme cómodamente , dormir boca abajo y pasar a la recámara de mamá a solicitar la tunda diaria a que me hice acreedora durante una semana... 'para ver si así aprendes'... en palabras de ella...
* * *
Yo Spankee
.
.
2 comentarios:
Cuanta falta hacia leer algo así, gracias srita., es un placer disfrutar lecturas así.
Saludos
Interesante escena de disciplina doméstica.
Publicar un comentario