domingo, 27 de diciembre de 2020

La abuela.

Es curioso que, desde pequeños, muchos de nosotros comenzamos a tener contacto con el mundo spanko de una manera u otra. Más curioso es cuando, dentro de la propia familia, las personas cuentan historias que, sin darse cuenta, iluminan nuestra mente sucia y alimentan nuestras fantasías más perversas.


Se decía que la abuela tenía carácter fuerte, aunque en realidad era mi tatarabuela o algo así. Ella estaba a cargo de la administración de la casa, era la encargada también de la educación de los hijos mientras su marido, fiel a la tradición mexicana, trabajaba de sol a sol para proveer de lo necesario y un poco más a los suyos. 

La abuela Sara era una mujer 'de armas tomar', jamás se detenía ante nada ni nadie. Era una mujer fuerte, tanto física como mental y moralmente. Si había que tomar una escopeta para la cacería o para defender a los suyos, no lo dudaba ni un instante.

Se dice que la cultura en México es machista pero, la verdad, las mujeres mexicanas son las que dirigen el rumbo de la sociedad desde hace mucho tiempo porque es verdad, detrás de un gran hombre hay una gran mujer, la abuela Sara era un ejemplo de ello.

Parte importante del crecimiento y organización familiar era la mano férrea que doña Sara tenía a la hora de educar a sus hijos, especialmente a la hora de corregirlos. Particularmente con las chicas había una disciplina que iba del buen comportamiento a pasar tiempo de rodillas en la sala de estar, recibir unos buenos correazos en los muslos o, en el peor de los casos, recibir dos docenas de azotes en las nalgas con la vara gruesa que mamá Sara guardaba bajo llave en el estante de la cocina. 


Esos eran tres de los castigos favoritos de la abuela y, para cada uno de ellos había un ritual a seguir, tan estricto como cruel. No era para sorprenderse que todos trataran de tener un comportamiento ejemplar pero, bajo la exigencia de doña Sara, era imposible salir impune y no enfrentar la dura mirada que acompañaba la sentencia de tal o cual correctivo. 

El más ligero de ellos consistía en reconocer la culpa,  recoger la falda en la cintura, exhibiendo la ropa interior, arrodillarse a mitad de la sala o la biblioteca y, con los brazos extendidos en cruz, sostener un par de pesados libros con las palmas hacia arriba hasta que ella, mamá Sara, decidiera que había sido suficiente castigo. 
La mayoría de las veces, las chicas cumplían la penitencia con lágrimas en los ojos pues, evidentemente, exponían la intimidad de sus calzoncitos frente a toda la familia y, en el peor de los casos, hasta frente a alguna visita. 


El segundo castigo preferido por doña Sara, de menor a mayor gravedad en cuanto a faltas cometidas, era la correa. Bastaba con que diera la orden: falda arriba y de cara a la pared. Entonces ya no había 'peros', solo obedecer la orden tal cual: subir la falda hasta la cintura y pegar la cara lo más posible a la pared más cercana, esperar a que mamá Sara volviera con la correa en la mano y recibir una ráfaga de cuerazis en los muslos. Claramente, no podían quitarse o meter las manos siquiera, simplemente lloraban, suplicaba que se detuviera, pedían perdón y hacían mil promesas. Al terminar los azotes, debían permanecer de pie, exhibiendo los calzones y, la mayoría de las veces, las líneas rojas y moradas que cruzaban la piel de ambos muslos por detrás. 

El tercero y más fuerte de los castigos, y este era aplicado tanto a hombres como mujeres, era la vara de abedul, dicha vara estaba guardada bajo llave y representaba, para todos los chicos, el peor de sus miedos. Por supuesto, ese castigo, estaba reservado para las faltas más graves y, aunque pocas veces, todos llegaron a probar la furia y el silbido de la vara antes de sentir el latigazo en las nalgas desnudas. 
Todos se estremecía cada vez que la abuela dictaba sentencia y, junto con la 'víctima', se dirigía a la cocina, lugar donde era aplicado tan temido castigo. Llegando ahí, el sentenciado o sentenciada, se despojada de la ropa, de la cintura hacia abajo, y se tumbaba sobre la banca de madera, viendo hacia el piso. Normalmente se abrazaban con fuerza a la viga que servía como asiento pues, lo sabían perfectamente, tenían prohibido moverse o atravesar la mano, so pena de empeorar su situación que, ya de por sí, era terrible. En ocasiones, cuando la víctima se encontraba en posición, mamá Sara mojaba un trapo y lo pasaba por las nalgas de su hijo o hija, a fin de producir un poco más de dolor con los azotes, después, agitaba la vara en el aire, al mismo tiempo que recitaba una cruel regañina que hacía estremecer al más valiente. Acto seguido, decía el número de azotes que aplicaría (que iban de una a dos docenas) y comenzaba a azotar de manera inmisericorde las nalgas a su disposición. Las marcas en la piel eran inmediatas, cada varazo dejaba una visible línea oscura que atravesaba de lado a lado y que, junto con la dolorosa sensación, permanecería durante varios días. 
No había una sola persona que no terminara el castigo con gritos, súplicas y lágrimas, absolutamente nadie quería recibir una paliza así. Al finalizar los azotes se tenía que cumplir un tiempo en el rincón con las manos en la nuca, aún desnudos y a la vista de quien entrara a la cocina en ese momento que, para ser sinceros, si era alguno de los hermanos, no volteaban ni a ver porque sabían lo que era estar en esa postura. 


Los hijos de doña Sara, a pesar de todo, la amaban y respetaban casi con fervor porque, y así lo decían, los educaba con amor y solo cuando era estrictamente necesario. 

YoSpankee 

martes, 15 de diciembre de 2020

De amores...

Dicen que las relaciones spanko o bdsm no pueden incluir amor pero, ¿qué pasa cuando una relación de amor incluye spanking y bdsm?

Cristofer y Lidia se conocieron en el campus de la universidad, ella de origen mexicano y él, estudiante de intercambio, de una prestigiosa universidad española. Desde el primer instante en que sus miradas se cruzaron, una especie de descarga eléctrica recorrió el cuerpo de ambos. El pretexto fue que Cristofer estaba perdido en medio de una facultad de artes que, por supuesto, no era la suya. 

- Disculpe, señorita, ¿sabe usted cómo puedo llegar a la facultad de medicina?

Lidia era una chica 'normal', no atractiva especialmente, pero con un toque de coquetería y gracia natural que, a los ojos de aquel chico ibérico, le hacía parecer muy simpática. 
Ella llevaba el cabello teñido de azul y despeinado de manera desfachstada, aretes de colores, ropa un tanto descuidada, salpicada con pintura que dejaba adivinar su lado artístico. Cristofer, por el contrario, un chico bien vestido, serio, con gafas negras, sonrisa encantadora, cabello ondulado y un aire de madurez un tanto 'anormal' para un chico de veintidós años. .

Ante la pregunta de Cristofer y la disponibilidad de tiempo, Lidia volteó para ver que sus compañeras ya se habían adelantado dejándola atrás, así que decidió acompañar al chico hasta el lugar que estaba buscando, como buena mexicana, hospitalaria y amable.
En el trayecto que recorrieron caminando, ambos comenzaron a intercambiar información: de dónde eres, qué estudias, qué tal la carrera... Además de cosas triviales de las que la chica reía casi escandalosamente o se sonrojaba. Criatofer pensaba que había una mezcla de locura, madurez y un toque infantil que le hacían querer quedarse con ella todas las horas que le restaban al día, pero no era posible, en medio de aulas y laboratorios, ella se despidió con una sonrisa y él le dijo: bueno, ya viste dónde estudio, ahora te toca venir a buscarme, y dicho lo anterior, ella  lo sorprendió con un beso en la mejilla, sonrió, dio media vuelta y salió corriendo.

El movimiento de Cristofer fue arriesgado porque ahora, endría que esperar a que Lidia fuera a buscarlo a su facultad, en caso de que lo hiciera, claro. Aunque él estaba seguro de que así sería, lo que pasó entre ellos ese día había sido real, la atracción fue mutua, inexplicable.

Pasaron varios días y el contacto no se dio, Lidia pensaba que sería muy atrevido de su parte ir a buscarlo y, aunque pensaba en él día y noche, su timidez pesaba mucho más. Cristofer, por su parte, se mantenía ansioso y expectante, pensaba que en cualquier momento ella aparecería en los pasillos de su facultad y, excusándose entre risas, le diría que no había podido ir por cualquier razón sin importancia. Pero no fue así. 
Pasaron un par de semanas y, aunque ninguno olvidaba el encuentro que habían tenido, ambos seguían en su correspondiente rutina estudiantil. Ella sus trazos y pinceles; él sus libros, microscopios y batas blancas.

Una tarde, los compañeros de Cristofer, extranjeros la mayoría, organizaron una salida al cine. Él aceptó acompañarlos pero de mala gana pues, en general, su ambiente era más cómodo en solitario, sin embargo, tenía ganas de distraerse y se unió al plan. Dentro de la sala de cine, sus compañeros empezaron a comportarse como niños pequeños, reían a carcajadas y no paraban de hacer comentarios estúpidos e incómodos para el resto de los clientes que, aunque pocos, sólo querían disfrutar la película en paz. 
Cristofer trataba de callarlos, él se daba cuenta del escándalo y, además, le parecía muy vergonzoso soportar el ¡shhhhhh! que venía de otros rincones de la sala hasta que, de manera increíble, vio cómo sus amigos lanzaban palomitas a los asientos de adelante y, sorpresivamente, una chica se puso de pie, les lanzó una mirada de fuego, les aventó un vaso lleno de refresco con hielos y salió de la sala con pasos largos mientras gritaba un furibundo: ¡imbéciles!

Vaya sorpresa, la chica de cabello azul, sonrisa encantadora y mirada coqueta había estallado frente al grupito de amiguetes que, sin lugar a dudas, se habían ganado tanto el insulto como el refresco encima. Como rayo salió tras ella.

- ¡Lidia!
Ella se detuvo en seco, reconoció la voz de inmediato y, la furia con la que salió de la sala de cine, se transformó en una gran sonrisa y brillo en los ojos. 

- Ho hola. Tartamudeó. 

Entonces,  Cristofer hizo lo que consideraba que debía haber hecho desde la primera vez. La tomó de la cara con ambas manos, tiernamente se acercó a ella y, cuando sus labios se encontraban a muy pocos centímetros de distancia, le preguntó por qué no había ido a buscarlo, a lo que ella, temblando por la emoción, bajó la mirada avergonzada y balbuceó un tímido 'lo siento'. 

- No importa, dijo Cristofer, ya encontraré la manera de hacértelo pagar. Y le dio un beso suave y húmedo en la boca. 

A partir de ese día fueron inseparables, trataban de pasar el mayor tiempo posible juntos y compartían todo lo que les gustaba. Ella disfrutaba mucho mostrándole su ciudad natal, contándole datos curiosos de la historia de México y sus lugares maravilloss. Cuando podían, subían a algún autobús que los llevara a conocer lugares cercanos y así, con la convivencia y el contacto, otras cosas fueron pasando. 
La primera vez que se encontraron en la intimidad, estaban en el departamento que él alquilaba junto con otros compañeros pero, por suerte, ese día no estaba ninguno ahí. Encerrados en la habitación, en medio de besos apasionados y caricias intensas, Cristofer intentó desabotonar la blusa de Lidia, sin embargo, ella reaccionó a la defensiva pues, a pesar de ser una chica hermosa, tenía serios problemas de autoestima e inseguridad. 

. ¿Qué pasa?, preguntó Cristofer preocupado.

Ella solo bajó la mirada, notablemente sonrojada y él, de inmediato, entendió de lo que se trataba, así que intentó hacerla sentir más cómoda. La puso de pie, la besó con ternura y suavidad, lentamente le dio la vuelta para abrazarla por la espalda y, con pasos lentos, la llevó frente a un espejo de cuerpo entero y, ya ahí, comenzó a decirle lo hermosa que era, lo atractiva y sensual que le parecía, lo mucho que le excitaba mirarla y sentirla todo el tiempo. Ella parecía aceptarlo y, aún con la cara roja, sonreía mordiéndose los labios.

- ¿Puedo preguntarte algo, Cris?
- Por supuesto, nena, lo que quieras.
- ¿Por qué te has fijado en una chica tan fea y desagradable como yo?
- Lidia, te prohibo que vuelvas a decir algo así, me parece un absurdo total.
- Pero Cris, solo estoy jugando, no es para que te enojes.
- Pues no quiero que vuelvas a decirlo, ni jugando, o tendré que...
- Tendrás qué... termina la frase.
- Tendré que darte unos azotes en el culo, y ya, cambio de tema.

Ese día las cosas no pasaron a más, terminaron viendo una película acostados en la cama, muy abrazados pero aún con el enfado por los comentarios de Lidia, sin embargo, ambos se dieron cuenta de la revolución interna que había provocado la amenaza de Cris. Ella notó una humedad entre sus piernas y se preguntaba qué había sido eso y, de pronto, se vio reconociendo para sí misma que desde siempre había deseado algo así, alguien que le pusiera límites y se los marcara exactamente de la forma en que Cristofer se lo había anunciado. Él, por su parte, no dejaba de pensar en el brillo inmediato que notó en los ojos de su chica en cuanto le mencionó la posibilidad de azotarle el culo, Dios, lo deseaba tanto.

En la mente y la entrepierna de ambos chicos, algo se había despertado. Los dos estaban conscientes de sus deseos pero, al mismo tiempo, se sentían avergonzados de demostrárselo al otro. Cada noche, en sus respectivas camas, los dos jugueteaban con la idea y daban rienda suelta a la fantasía haciendo que el deseo creciera más y más cada vez, y gozando de las reacciones de su cuerpo con tan solo imaginarlo.

Era obvio que no pasaría mucho tiempo para que tuvieran que enfrentar la situación y, sorpresivamente, fue ella quien tomó la iniciativa.

Se había vuelto habitual pasar las tardes juntos, luego de las clases en la universidad, compraban algo para comer y cada uno hacer sus deberes escolares. Así, una de esas tardes, Lidia, con muchísima timidez, le preguntó a Cris si, la amenaza lanzada el otro día, había sido en serio y él, con una casi imperceptible sonrisa perversa respondió, ¡por supuesto que fue en serio!

- Es que, sabes, creo que quiero que lo hagas. Dijo la chica con el rostro rojo como un tomate y la mirada baja. 
Pasaron unos segundos que parecieron una eternidad, hasta que, Cris la tomó de la mano con suavidad y ternura, la atrajo hacia él, la abrazó con mucho cariño y le dio un beso agradecido en los labios. La fantasía de ambos chicos estaba a punto de hacerse realidad. 

Sin más preámbulo, Cristofer colocó a Lidia sobre sus rodillas, con gran parsimonia y nerviosismo la colocó boca abajo y, tomándola firmemente por la cintura, le dijo:

- Lidia, has sido una niña muy mala, ahora tendré que castigarte porque lo mereces, porque soy tu padre y tú mi niña malcriada que necesita mano firme y unos buenos azotes en el culo. 

Ella no daba crédito, aguardaba quieta y en silencio pero, internamente, tenía una revolución de emociones y sensaciones tan confusas como agradables. Reaccionó con un gran suspiro a la primera palmada que hizo que su cuerpo se contrajera en una mezcla de dolor y excitación, así fueron cayendo las nalgadas y los cuerpos de ambos chicos reaccionaban ya. 

Los ojos de Lidia comenzaron a llenarse de lágrimas, no tanto por dolor, sino por un inexplicable placer. Desde niña había deseado ocultamente una situación así, por fin estaba sucediendo. Y él, aún sin habérselo contado a ella, recordaba aquellos juegos infantiles en los que, de manera inocente, bajaba el calzoncito de su vecina y le daba unos cuantos azotes sobre la piel desnuda. 

- Lidia, pide perdón por tus faltas y agradece la disciplina. 

Pero Lidia no sabía cómo hacerlo y, mientras lo descubría, su falda fue levantada y su calzoncito rosa fue a dar hasta sus muslos. Cristofer percibió de inmediato el hipnotizante aroma íntimo de su chica, lo aspiró con ansiedad, dio algunas palmadas muy fuertes sobre el culo ya rojo de Lidia y, el contacto con la piel suave y caliente, lo volvió loco. De inmediato fue a buscar lo que tanto deseaba, introdujo sus dedos en ese pequeño rincón que, deliciosamente, ofrecía una cálida humedad que sólo demostró hacer juego con la evidente erección que Cris tenía dentro de sus pantalones. 

Al final, ambos se despojaron de la ropa con gran ansiedad y terminaron cogiendo de forma frenética sobre la cama individual de la habitación de Cris. 


Lo que pareció un inocente encuentro entre dos chicos universitarios, dio lugar a una maravillosa historia de amor, sexo, spanking y dominación que apenas comienza. 

YoSpankee 
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Si usted, querido lector, quiere saber más de la vida de Lidia y Cristofer, deje aquí sus comentarios, están por descubrir los juegos de medical y la sodomia.
😉 

lunes, 2 de noviembre de 2020

Calaverita para mi Amo,

Había llegado el momento 
Ella era culpable
No importaban sus argumentos 
Cuánto llore o cuánto hable. 

La sentencia está dictada
El Amo no se tienta el corazón 
Teniendo a su sumisa atada
Ahora va y le baja el calzón. 

Qué bonitas nalgas tienes 
Y mira que son traviesas 
Les hace falta eso que tanto temes
Unos azotes con las tablas gruesas. 

Lo que tú digas, mi Señor 
Sé que merezco el castigo 
Es cierto que siento temor 
Pero todo es mejor estando contigo 

Qué bueno que lo entiendes
Eres mía, me perteneces 
Tu sumisión me sorprende 
Y a veces también me enterneces. 

Mi dolor es tu placer 
Mi amadísimo Señor 
A ti me voy a someter 
Castígame, por favor.

Qué bonito se ve este par
Espiaba la muerte la escena
Lástima que me los voy a llevar
Antes de la hora de la cena.

YoSpankee

jueves, 20 de agosto de 2020

HOY

Hoy solo vengo aquí para decirles que estoy bien, estoy feliz y estoy más viva que nunca. YoSpankee es un proyecto que me genera, además de un gran compromiso, un gran cariño y agradecimiento pues, sin temor a equivocarme, de aquí he obtenido amistades invaluables, experiencias maravillosas y lecciones de vida indescriptibles.

Hoy agradezco a la vida por todo y tanto, agradezco a mi spanker por su cariño y apoyo incondicional, a mis amigos por ser soporte y energía para seguir adelante... Gracias, miles. 

El blog, la página de facebook, el grupo y todas y cada una de las muestras de afecto son lo que me hace sonreír y hacer frente a cada reto, así que, hay YoSpankee para rato. 

Por ahora sigo convaleciente, hace dos semanas y media estuve en quirófano y estoy en pleno proceso de recuperación. Afortunadamente me siento mejor y más fuerte cada día, amenazo con volver muy pronto con más letras, más fantasías y muchas más nalgadas. 

Les deseo lo mejor a todos ustedes que siempre están pendientes de mí, sin duda alguna son parte de mi vida y de mi crecimiento... 

YoSpankee 

miércoles, 3 de junio de 2020

COVID-19

Todos los que sobrevivan(mos) a esta situación, difícilmente olvidaremos ese término: Covid-19. A todos nosotros, en mayor o menor medida, la vida nos ha cambiado a partir del virus.

Más allá de la sana (aunque triste) distancia, los cubrebocas, el alcohol en gel, el cloro, el jabón aquí y allá; han sido cientos de miles de vidas perdidas y eso, sin importar nacionalidad, credo, raza o nivel socioeconómico, duele... Duele mucho.

Antes del covid, dábamos por sentadas tantas cosas. Quizás éramos felices y de verdad no lo sabíamos. 

Quien pretenda tomar esta situación con madurez y filosofía, perdón, pero también lo hacen sin un mínimo de sentimientos, humanidad y empatía. 

Cada vez que me pongo sensible y mojo (virtualmente) el hombro de mi spanker, le digo con todo mi corazón lo mucho que deseo que esto termine... Pero sé, estoy segura, que nada volverá a ser lo mismo después del Covid-19. 

A quienes lo han padecido, ya sea de manera cercana o en carne propia, les envío un abrazo con cariño y todas las vibras, las mejores y, por supuesto, mis oraciones. 

Veamos hasta dónde nos conduce esto. 

YoSpankee 

martes, 5 de mayo de 2020

CUANDO TODO ESTO PASE.


Nada es para siempre, eso es lo que dicen y debe ser cierto... Sin embargo, muchos de nosotros no estamos dispuestos a esperar para comprobarlo.

Personalmente, nunca imaginé vivir una experiencia así. Tener que permanecer encerrada, dejar de ver a la gente que amo, alejarme de los lugares y personas que me hacían sentir bien. Hoy se trata de supervivencia, pero no es fácil. Estamos tan acostumbrados a vivir en un mundo de inmediatez que, esperar, nos parece un infierno. No hay de otra. 

'Cuando todo esto pase', es la frase de moda. Todos tenemos planes y deseos para cuando eso suceda pero, para ello, hay que llegar con vida y salud de todos los tipos. 

Es un reto, hay un objetivo y yo, queridos amigos, quiero llegar ahí, a ese punto añorado, cuando todo esto haya pasado ya. 

YoSpankee 

domingo, 8 de marzo de 2020

8M

Hoy, simplemente, no se puede permanecer indiferente. El 8 de marzo ha sido asignado como el Día Internacional de la Mujer, en conmemoración de la lucha y el sacrificio de un grupo de mujeres que, con su vida de por medio, exigieron igualdad de derechos laborales, sociales, económicos, etc.

Personalmente, agradezco a todas y cada una de las que, desde su trinchera, hoy en día mantienen una lucha permanente por sobresalir, por ser respetadas, más que queridas, y admiradas por la increíble labor que desempeñan en todas y cada una de las facetas de la vida.

YoSpankee es un esfuerzo por aportar un granito de arena en pro de la libertad sexual. A mí no me somete un hombre, yo me someto a los deseos de mi cuerpo y los complemento con los de la persona que comparte conmigo esta maravillosa experiencia. 

Desde este espacio, animo a todas las mujeres a luchar por sus deseos y ser fieles a sus ideales, solo eso, con coherencia y esfuerzo, muchas cosas se pueden lograr. 

YoSpankee 


domingo, 1 de marzo de 2020

45. Crónica de un cumpleaños.


Todo depende del cristal con que se mire, la relatividad envuelve siempre, de acuerdo al lado de la situación que cada uno esté ocupando. 45 puede ser un número pequeño si se trata de pesos, pero puede ser grande si se trata de espinas clavadas, ¿cierto?

Llegó el día del cumpleaños de mi spanker e iríamos a festejarlo con su grupo de amigos 'bdsmeros', yo ya sabía, pues él mismo me había contado, que el año pasado también lo festejaron dentro de ese ambiente y que, según la tradición, él recibió la misma cantidad de azotes como años cumplidos, 44 en ese entonces.

No voy a mentir, yo tenía mucha curiosidad por saber cómo sería, además de la tradición de los azotes cumpleañeros, la dinámica de celebración en un ambiente que para mí es totalmente nuevo. 

En una ocasión ya había tenido yo la oportunidad de interactuar con algunas personas de ese círculo pero, honestamente, esa vez lo hice de manera tímida y sumamente reservada, además, ahora era distinto porque quería que todo fuera perfecto pues, era cumpleaños de mi hombre. 

No me atraía la idea de verlo siendo azotado, más allá de la mera diversión que aquello prometía, sin embargo, una noche antes del evento, a modo de burla le dije cuán ansiosa estaba porque llegara ese momento y, sorpresivamente, su respuesta no me permitió estar tranquila a partir de ese instante: para eso te llevo a ti, dijo muy seguro. 

De inmediato comencé a quejarme, no era justo que, siendo SU cumpleaños, quien recibiera los azotes  fuera yo. No, señor.

Así llegó el día siguiente y con ansiedad y mucha curiosidad, me alisté para la reunión, estaba dispuesta a disfrutar de toda la experiencia, a pesar de la injusta amenaza. 

Fuimos hasta el lugar de la reunión, la casa de uno de los amigos de mi spanker a quien, para fines prácticos, llamaremos 'el Guasón' y, además de él, ya estaba otro chico, también muy amigo de mi spanker, a quien llamaremos, el sobrino Shibarita. Cabe mencionar que a ambos los había conocido en la reunión anterior y, en consecuencia, me sentía dentro de un ambiente de confianza. Al final, la reunión la hicimos solo los 4 y, aunque habría sido genial que llegara más gente, la verdad es que nada hizo falta.

El Guasón nos consintió con una comida deliciosa y, desde ese momento, la charla comenzó a fluir y, aunque era obvio que la dinámica entre ellos ya es sabida, me hicieron sentir cómoda e integrada. El sobrino Shibarita es alguien con mucha curiosidad de todo y, al mismo tiempo, una persona dispuesta a compartir todo lo que sabe, en este caso, el arte del shibari (Googlee si no sabe de lo que le hsblo).

Mi spanker estaba en su elemento, me complacía muchísimo verlo contento y disfrutando la charla y la compañía. Él llevaba todo su arsenal de instrumentos y juguetes, así que, obviamente, en algún momento comenzó el intercambio de ideas y experiencias. 


Primero fueron las cuerdas, el sobrino hizo gala de su habilidad y su disposición para enseñar un poco a los ahí presentes. El Guasón también me sorprendió, tejió una hermosa telaraña sobre el pecho de mi spanker y, lo que jamás había sido de mi interés, comenzó a cobrar importancia dentro de mis gustos y mis fantasías. Carajo, mi YoSpankee comenzó a revolucionar de inmediato, más, en el momento en que mi spanker, después de ser desatado, me envolvió en un montón de nudos con cuerdas de yute.


Ustedes saben, queridos lectores que, si la spankee es risueña, no hay que hacerle cosquillas. En fin, comenzó la experiencia. 

Antes, durante la charla mientras comíamos, el Guasón mencionó que tenía un banco de trabajo que podía servir muy bien para una sesión de bdsm, así que lo llevó ante nuestros ojos y yo, novata como soy en todo esto, comencé a desarrollar mil y un fantasías sobre el mueble aquel pero, obviamente, todo sucedía solo en mi cabecita spankee.

No tuvo que pasar mucho tiempo para que, tanto mi spanker como sus amigos, insistieran en usar el banquito de madera, así que, ningún 'pero' fue suficiente para evitarlo.


Debo decir que una de las cosas que más vergüenza me producen es, justamente, ser castigada frente a más personas y, aunque mi spanker lo sabe, él está dispuesto a hacerme probsr mis límites,asi, con ayuda (presión) de mi querido y cumplesñero spanker, quedé montada sobre la barra superior del mueble, aún con puchero, terminé tumbada boca abajo con las manos pegadas al cuerpo pues, las cuerdas, me mantenían privada de cualquier movimiento.

Con las piernas separadas y el cuerpo descansando sobre el rústico soporte, mis nalgas quedaron cómodamente al alcance de mi spanker que, sin tardanza, comenzó a hacer uso de la variedad de instrumentos que tenía a disposición. Flogger, fusta, cuartas, palas de madera y varas de bambú azotaron nalgas, muslos y pantorrillas. Afortunadamente, mis jeans ofrecían gran protección pero, aún así, el dolor comenzó a hacerse presente en breve. 

Varias cosas pasaban por mi cabeza, entre ellas, muchísima vergüenza por la forma en que estaba siendo azotada, para placer de mi spanker, en presencia de dos chicos dominantes que, de ahí en adelante, propusieron castigos para esta inocente y bien portada spankee. También, confieso, otro de mis temores era que, en cualquier momento, mi spanker cediera la batuta a cualquiera de ellos, lo cual, no me habría molestado en lo absoluto pero habría incrementado la vergüenza y la humillación que, de por sí, ya sentía al estar siendo castigada y quejándome ante cada azote.

La posicion en la que estaba, aunque parecía cómoda, de pronto se volvió dolorosa y se los hice saber. Mi spanker me levantó de la viga y me ayudó a bajar de tan creativo invento (me quedé con muchas más ideas para darle uso pero, shhhh), me quitó las cuerdas y me premió con un beso y un gran abrazo que me devolvieron el alma de inmediato. Las nalgas punzaban ya pero, ni así, supe mantener un comportamiento de spankee decente, al contrario, el primer castigo sólo fue alimento para seguir provocando y buscando hasta dónde podía llegar mi YoSpankee frente a testigos.

La charla era tan divertida y se tocaban temas de manera tan natural que, sin exceptuar ningún momento, me sentía muy contenta, mucho más al ver la sonrisa de mi spanker que disfrutó todo el tiempo. 

Mis nalgas pagaron caro pero también, debo decir, me libré de muchas. No así cuando, después de algún comentario atrevido, fui llevada a las piernas de mi spanker y ahí, también en presencia del Guasón y el sobrino Shibarita, recibí una tanda muy fuerte de nalgadas que me hicieron saltar, gritar y casi arrepentirme de mi mal comportamiento. Dos veces pasó lo mismo y, seguramente, sí la reunión hubiera durado más, habrían sido otras tantas.


Obviamente, las habilidades del sobrino y las instalaciones tan adecuadas en casa del Guasón no podían desperdiciarse, así que, de manera improvisada, la spankee terminó de manos atadas en lo alto, de cara a la pared, primero con un tiempo de castigo en el rincón y, después, siendo fuertemente azotada mientras la circulación de sangre en las manos, era debidamente vigilada por el sobrino. Argh!


Después de muchos azotes, risas, acusaciones y nalgas adoloridas, llegó el momento más esperado, al menos por mí: los 45 azotes de cumpleaños. Yeah!!

Al principio mi spanker insistió en que lo correcto era que yo, su spankee, recibiera todos los azotes que correspondían por su cumpleaños pero, en complicidad con los otros dos dominantes ahí presentes, insistí en que la lógica indicaba que sólo él, recibiera los azotes pues, cada uno de ellos, representaba un buen deseo para la vuelta al sol que recién comenzaba. 

Al final, con negociación de por medio, él recibiría 90 azotes (45 de cada uno de los presentes) y, los que me habría correspondido aplicarle, por respeto y a modo de regalo, los recibiría yo.

Todos y cada uno de los azotes que le asestaron, algunos con una maravillosa técnica, valieron la pena. No me encantó verlo retorcerse de dolor, es decir, no de manera particular pero, la verdad, fue sumamente divertido. Escucharlo contar en voz alta y quejarse con la vara de bambú, me hizo la noche aunque, después, yo pagaría con creces.

De nuevo me ataron las manos y, esta vez me taparon los ojos, de nuevo probé varios instrumentos y, a pesar de contar puntual y claramente todos y cada uno de los 45 azotes correspondientes (que además dolían mucho pues mi pobre cola había sido ya bastante aporreada), la cosa no quedó ahí. Amablemente, el sobrino Shibarita hizo mención de que, como él era el spanker y además el chico del cumpleaños, podía decidir seguir castigándome más allá de los 45 establecidos.


Entonces vino el hielo que, lentamente, recorrió mi cara, cuello, pecho y espalda. Las pinzas de bambú prensaron mis brazos, lengua y pezones. Mi cuerpo y mi mente estaban, para ese momento, dispuestos a eso y más. Recibí tantos azotes que, después de todo, contabilizarlos era imposible y, aún así, habría podido recibir muchísimos más. Después de cada castigo, obtener como premio los labios húmedos de mi spanker, sus brazos cálidos y, lo mejor de todo, su satisfacción y placer, fueron lo mejor, lo que hizo tan mágico un cumpleaños anunciado.

Feliz cumpleaños, Vincent, mi querido spanker.

YoSpankee 

martes, 25 de febrero de 2020

Spankee / spanker


Siempre he dicho que la vida se trata de aprendizaje constante. Es imposible saberlo todo, incluso si hablamos de spanking. Hay personas que creen que, por llevar varios años en esto, soy una experta en el tema, lamento decepcionarlos. 

Se puede (debe) aprender de todo y de todos. Cada experiencia, así como cada persona que se cruza en nuestro camino, bien o mal, nos conduce a un tipo de aprendizaje que, depende de cómo lo enfoquemos, puede convertirse en una gran lección.

Yo he aprendido muchas cosas de mi spanker, a continuación la lista de 10 de ellas:

1. Las cosas no suceden por casualidad, sino por causalidad. Yo soy responsable de mis acciones y las consecuencias de ellas. 
2. Mi bienestar y mi estabilidad solo dependen de mí pero, después de todo, una buena charla y, si es necesario, una buena catarsis siempre ayudan. 
3. Los castigos, tarde o temprano, siempre llegan, muchas veces, en el momento o de la manera menos pensada.
4. Vida solo hay una y se trata de disfrutarla al máximo. 
5. No importa el sabor del helado, compartido, es muchísimo más delicioso.
6. Las formas importan, es decir, el respeto y la educación son muy importantes en este y todos los mundillos pero, si se omiten frente a él, algo no tan bueno para mis nalgas pasará después.
7. No puedes decir que algo no te gusta si no lo has probado. Este punto no aplica para todo, es cuestión de lógica y criterio, les aseguro que yo sé que no quiero probar el veneno, por ejemplo. 
8. Vive el momento, lo demás lo resolvemos luego. 
9. Sé tú misma, eres muy valiosa.
10. El mayor aprendizaje que he obtenido de mi spanker es la confianza. He aprendido que vale mucho la pena quitarse velos, atreverse, ponerse en las manos de alguien más. He aprendido a querer y ser querida, a confiar y ser confiable, a dar y recibir de una manera maravillosa y deliciosa.

Gracias por todo esto y lo que aún falta por aprender y disfrutar. 

YoSpankee 

lunes, 10 de febrero de 2020

Castigo de película. Parte 1


Habíamos quedado para ir al cine, yo iría después de convivir con mis amigas y él, al salir del trabajo. Tuve tiempo de adelantarme pues estaba muy cerca del lugar y como, seguramente, él llegaría corriendo, compré las entradas, palomitas y refrescos. Me senté a esperarlo y, mientras, estuve revisando mis redes sociales. Estaba tan entretenida que no me di cuenta que llegó, hasta que sentí sus brazos rodear mis hombros. Me giré para verlo y me puse de pie para darle un gran abrazo. Él, por su parte, me llenó de besos el rostro y, finalmente, me regaló un largo y húmedo beso en los labios.

Parecía una escena sacada de una de esas películas rosas, hasta que él, separándose de mí, con una mirada furiosa y ese tono de voz que no deja lugar a dudas, preguntó:

- ¿Estuviste fumando?

Confieso que sí, estuve fumando un poco pero, según yo, tuve la precaucion de lavar mi boca, tomar pastillas de menta y ponerme perfume, ¿cómo percibió el aroma o el sabor del tabaco?

- Nnno, yo no... 

Desafortunadamente, soy pésima mintiendo... 

- Por tu bien, es mejor que no me mientas, jovencita... 

Ja, si lo único que quería era mentir, mentir de la manera más descarada posible. Sé muy bien que él odia el cigarro, más allá del olor, odia que las personas consuman cosas, de manera voluntaria, sabiendo que le están haciendo un daño terrible a su cuerpo. En cuestión de disciplina, que es como funciona nuestra relación, fumar es una de esas cosas que están estrictamente prohibidas, una de las que se encuentran en el límite de lo inimaginable pero, si les soy sincera, no era la primera vez que lo hacía a sus espaldas pero, sí la primera que era sorprendida.

- No te enojes, por favor, solo fue un cigarrillo, no es para tanto, ¿sí?

Intenté usar la mejor de mis sonrisas, además, la película estaba por comenzar y se lo hice saber pero, lo único que obtuve como respuesta fue que me arrebatara los boletos y los rompiera en mi cara. 

- Esto te va a costar muy caro, señorita. 

Acto seguido, tiró refrescos y palomitas a la basura, algunas personas ya nos miraban, me moría de vergüenza, solo me limité a bajar la cabeza y esperar su siguiente movimiento. Era obvio que se acababa de cancelar la noche de cine, así que, había qué ver cuál sería su decisión aunque, seamos sinceros, todos sabemos hacia dónde conducirá esto. 


Visiblemente molesto, me tomó del brazo y me sacó del complejo de cines, yo solo me dejé llevar pues, la verdad, no estaba en condiciones de negarme a nada. 
No estoy segura si hay un sentimiento de mayor humillación y vergüenza, que ser atrapada es una mentira y, peor, en público. ¡Argh!

Cuando íbamos cruzando a paso rápido el oscuro estacionamiento, intenté dar una explicación, pero fue totalmente en vano, mis argumentos fueron silenciados con una fuerte nalgada que me hizo saltar y entender la gravedad del asunto. No sé si alguien vio o escuchó pero, en ese momento, esa era la última de mis preocupaciones. 
Fue, hasta llegar al auto, que me dirigió la palabra pero, solo para volver a decirme, esta vez en un susurro amenazante:

- Esto lo vas a pagar muy caro, jovencita. 

Tragué saliva y subí rápidamente al auto, me hundí en mi asiento y, mientras abrochsba el cinturón de seguridad, unas ganas terribles de llorar me invadieron. Sabía que había hecho mal y me dolía mucho que, por mi culpa, nuestra noche de cine se haya estropeado así. Él también se veía muy incómodo, vi cómo sus manos apretaban con fuerza el volante y su mandíbula se crispaba sin poder o querer decir nada, las lágrimas ya bañaban mi rostro.

Casi todo el camino transcurrió en silencio, yo no me animaba a decir nada, sabía que no estaba en condiciones y lo único que hacía era seguir llorando pues sabía, perfectamente, que al llegar a casa iba a tener que enfrentar el terrible castigo.

Poco antes de llegar, comenzó a hablar, su tono era suave pero claro:

- ¿Por qué lo hiciste?

No respondí, sólo gimoteaba y pensaba en la muy remota posibilidad de librarme de esta. 

- Te juro que no lo entiendo, sabes muy bien que lo tienes estrictamente prohibido, sabes muy bien las consecuencias que esto tendrá. En serio, pareciera que te burlas de mí, de mi autoridad y, peor aún, que no te importa tu salud.. Pero te lo digo bien claro, señorita, te vas a arrepentir de cada bocanada, de cada mentira, de cada decisión estúpida... 


Llegamos a casa, metió el auto a la cochera y, sin esperar a nada, se bajó rápidamente para llevarme a rastras, no sólo hasta la casa, sino hasta la habitación. Cabe mencionar que, todo el trayecto, desde el auto hasta la recámara, lo pasé llorando y suplicando. Estaba aterrada, no sabía lo que iba a pasar y, a estas alturas, sospechaba que el castigo sería muy duro.

Ya en la habitación, me condujo hasta el rincón con unas cuantas nalgadas bien puestas, las cuales, recibí sin meter la mano pero gritando como si me estuviera dando la paliza de mi vida.

- Esto no es nada, niña, no seas exagerada. 

Pero es que estaba tan aterrada, no controlaba mis reacciones. Después escuché que buscaba algo en el closet, sonaba un tintineo distinto cada vez, pero no tenía permitido voltear, aunque la curiosidad y la ansiedad me estaban matando.

Mientras pensaba en todas las posibilidades, poco a poco, mi respiración fue volviendo a su ritmo, hasta que fui llamada por mi nombre completo (con todo y apellidos), lo cual me hizo estremecer. 

Él estaba sentado en el borde de la cama, ya listo para comenzar a castigarme pues, en cuanto me giré, con pequeños golpecitos sobre su muslo derecho me indicó adoptar la posición para ser nalgurada y yo, sin pensarlo, obedecí de inmediato. .

Apenas terminé de acomodarme sobre sus piernas, una lluvia interminable de azotes comenzó a caer, no hubo regaños o preguntas, sólo nalgadas que caían con fuerza en una nalga y en la otra de manera alternada, cubriendo desde arriba hasta los muslos y poniendo particular énfasis en el área donde se une la pierna con los glúteos. Yo solo me retorcía y lloraba, mientras me deshacía en disculpas y promesas.

No pasó mucho tiempo, aunque a mí me pareció una eternidad, bajó los jeans junto con los calzones, lo hizo con gran enojo y los llevó hasta mis tobillos. Eso, inequívocamente, es señal de que el castigo no se limitará a las nalgas, como en otras ocasiones, muslos y pantorrillas también serían azotados.

Por más que lloré y pedí mil perdones, nada lo detuvo, azotó cada espacio desde la parte alta de las nalgas, casi hasta los tobillos. Para entonces ya me había dicho lo decepcionado que estaba de mí, lo malo que es el tabaco para el cuerpo y, peor aún, cada uno de los químicos que componen un cigarrillo... Entendí que hice mal pero no, aún no era suficiente castigo para considerar lección aprendida. 

Se detuvo abruptamente y, levantándome en vilo, me llevó hasta el rincón de nuevo, las manos sobre la cabeza, las nalgas y piernas bien rojas, y el llanto interminable. 

Volví a escuchar el tintineo pero, otra vez, tuve que vencer las ganas de voltear. Después de unos minutos y algo de ruido en la habitación, fui llamada de nuevo hacia él. 

Sobre la cama, una montaña de almohadas y, sobre el respaldo del sofá, 7 cinturones de grosor y textura distintas. De nuevo tragué saliva. 

- Bien, señorita, al parecer hace falta dejarte bien claras las reglas. Durante una semana, vas a probar un cinturón distinto cada día, las veces que se me dé la gana porque, por lo que demuestras, aquí se hace lo que a cada uno le da la gana, ¿cierto?

Quise responder, defenderme un poco pero, caray, no tenía argumento alguno. Solo me limité a llorar y sobar mis nalgas al mismo tiempo. 

- 7 cinturones, 7 días... Al terminar esa semana, te infornaré cuál será tu castigo. 

- Ppppero, ¿este no es el castigo?

Qué pregunta tan inocente y tan ilusa la mía. Creo que lo vi sonreír un poco. 

- No, esta es apenas la primera parte. 

YoSpankee 

domingo, 2 de febrero de 2020

Bambú



Uno de mis cantantes favoritos de toda la vida, además de amor platónico y objeto de mis deseo es, el español, Miguel Bosé. Desde muy joven (yo), el susodicho, formaba parte de mis fantasías erótico spanko pero, hoy, más que nunca, una de sus canciones me suena más spanko que nada: bambú.

La letra de esa canción llega a ser bastante sugerente, todavía no termino de decidir si tiene que ver con mi nacionalidad (mexicana) y el uso del doble sentido que manejamos en mi país, o mi muy marcado gusto (casi obsesión) por el spanking y el (recién adquirido) placer de mi spanker por usar varas de bambú para azotar mis nalgas.

Y mientras que ella plancha el corazón
Yo le doy Bambú
Turap tuhe, oh yeah
Y mientras ella con pasión
Da la llave yo le doy Bambú
Turap tuhe, oh yeah

La última vez, mi spanker llevaba 4 varas nuevas, mucho más delgadas que las que había estado usando antes. Confieso que tenía cierta 'necesidad' por probarlas y conocer la sensación que provocarían, no sólo en mí piel, sino en mi YoSpankee que, de por sí, ya estaba con el corazón al mil pues, poco antes de ver de frente a las dichosas varitas, mi spanker, con esa voz dulce que logra engañar a la más ilusa, preguntó: ¿qué pendientes tenemos, señorita?

No sé ustedes pero, yo, al escuchar ese tipo de preguntas o expresiones, me transformó por completo, no importa cuán parlanchina o sonriente haya estado, en ese momento, me 'contraigo', me hago pequeñita y me entrego a la situación

¿Que qué pendientes tenemos? Vaya, creo que no terminaría y, por supuesto, mis nalgas no sobrevivirían si es que yo me animara a responder con total honestidad, así que, apelando a la mala memoria de mi spanker y con carita de puchero, me hice la loca. ¡Qué ilusa!

Es cierto que mi spanker está siempre al pendiente de mis faltas y, aunque a ratos parece que las olvida, mágicamente, al tener mis nalgas a su disposición, se acuerda de todo. Parecería una injusticia, una trampa de la vida pero, si nos ponemos exigentes, es lo correcto. Creo.

Como dije, las varas eran más delgadas que las que ya habían impactado mi cola otras veces y, en consecuencia, eran mucho más ligeras. Supongo que esa es la treta, una se confía y subestima el poder de un varazo bien dado. Pues bien, estando boca abajo en la cama, con los calzones fuera de su sitio y las nalgas bien paradas, pude entender que, una vara delgada, duele muchísimo más.

Mis pobres nalgas sufrieron, mucho, por cierto... Pero, a mi querido y justiciero spanker, no le pareció suficiente y azotó también los muslos y las pantorrillas. Jamás respondí a la pregunta de qué cosas teníamos pendientes, sin embargo, estoy segura que, con ese castigo, pagué todo lo que debía.

Pero la cosa no terminó ahí, como si no fuera suficiente, recibí la orden de ponerme de rodillas sobre la cama y pegar los codos al colchón, de tal manera que, mis nalguitas, quedaron bien expuestas y ahí inclinada, sentí la furia del bambú contra mi cola sin que, ni siquiera la voz de Miguel Bosé, pudiera rescatarme. 

Ali Babá, qué estoy haciendo oh
Trágame Tierra, ábrete sésamo
Que en esta historia acabo
Siendo el malo yo
Ya me la coma o no
Y venga dai amore dai dimmi chi sei?
Tu que de repente prendi tutti I sogni miei

Y mientras que ella plancha el corazón
Yo le doy Bambú
Turap tuhe, oh yeah
Y mientras que ella con pasión
Da la llave yo le doy Bambú
Turap tuhe, oh yeah

YoSpankee 

domingo, 26 de enero de 2020

Fail.



Generalmente logro salir airosa de las situaciones difíciles, podría decir que tengo algún tipo de talento para convencer a la vida misma de que, pase lo que pase, yo no tengo la culpa de ello, aunque todas las pruebas indiquen lo contrario. Pero, esta vez, las cosas serían por completo distintas.

No era la primera vez que me quedaba a cargo de la casa y de mi hermano Ángel, de hecho, como mamá tenía múltiples compromisos últimamente, yo aprovechaba para ganarme su confianza y, quizá después, canjear el favor por algún permiso o cualquier tipo de beneficio. 
La tarea era muy sencilla, acaso servir la cena, lavar los platos y cuidar que el pequeño Ángel se portara bien, cepillara sus dientes y durmiera temprano. Pan comido. 

Pero las cosas se complicaron, todo se salió de control y mi mente se cerró cuando lo vi tirado en el piso, retorciéndose de dolor mientras lloraba y pedía a gritos la presencia de mamá. 

- Por favor, Ángel, no llores, no es hora de hacer bromas. 

El estrés comenzó a apoderarse de mí y, aunque mi hermano suele hacer bromas todo el tiempo, esta no parecía una de ellas. El pánico me invadió en cuanto lo oí decir: ¡te voy a acusar, todo es tu culpa, te odio!

Las lágrimas bañaban su pequeño rostro, el dolor se notaba en sus gestos, en sus ademanes... Yo no sabía qué hacer, me preocupaba mucho el bienestar de mi hermanito pero, por supuesto, me alteraba lo que diría mamá en cuanto volviera a casa. Quería pensar en alguna salida, evitar que Gina se enterara de esto pero, carajo, mi mente estaba en blanco y los gritos de Ángel no ayudaban.

- Angelito, por favor, si estás bromeando, ya fue demasiado. En serio, ya basta. 

- ¡Me dueleee, quiero a mi mamá, llámalaaaaa!


Por supuesto que no iba a llamarla, ni que estuviera loca. Calculé el tiempo que aún faltaba para que ella volviera a casa, un par de horas, quizá un poco más... Suficiente como para llamar a una ambulancia que atendiera al niño ahí mismo, convencerlo de guardar el secreto y, al final, hacer como que no pasó nada. Plan perfecto, no lo podía creer, soy un genio. 

Marqué al 911, llegaron casi de inmediato. Una ambulancia se estacionó frente a la puerta de la casa, entraron los paramédicos y, tras algunas preguntas, atendieron a Ángel quien, un tanto asustado pero aliviado a la vez, cooperó bastante bien. Mi plan marchaba correctamente, ahora solo bastaba esperar a que todo pasara lo más rápido posible.

- ¿Qué pasa?

El alma se me fue al inframundo en cuanto vi a Gina abrirse paso entre los paramédicos para acercarse a Ángel quien, al verla, comenzó a berrear como desesperado. 

- Mamitaaaaa, qué bueno que llegaste, te extrañé, ¡buaaaaa!

Se abrazaron como si hiciera años que no se veían, yo solo quería que se abriera la tierra y me tragara en ese mismo instante. Afortunadamente, una de las chicas de la ambulancia intervino y le explicó que ya había pasado, que eran cosas de niños y que, únicamente, le recomendaba no volver a dejarnos solos. Mamá se deshizo en disculpas y agradecimientos, se comprometió a ser más cuidadosa con sus hijos y a no ser tan confiada, cuando dijo eso último, me lanzó una mirada furiosa que espero no hayan notado los demás.

Apenas cerró la puerta después de que salieron los paramédicos, ni siquiera me dio tiempo de pensar en algo rápido, ya no digamos de huir; se dirigió hacia donde estaba yo parada, me sorprendió dándome un abrazo fuerte y, secando mis lágrimas, me dijo que ya todo estaba bien pero que teníamos una charla pendiente ella y yo. Dijo que subiría a acostar a Ángel y a tratar de tranquilizarlo pero que, al terminar con él, quería hablar muy seriamente conmigo. Asentí.

Me pareció eterno el tiempo en que tardó en bajar de la habitación de Ángel pero, dada su reacción, yo estaba muy tranquila. Me senté a esperarla en la sala, hasta que escuché sus pasos. De inmediato me puse de pie y corrí a abrazarla, esperando encontrar el alivio entre sus brazos pero, sorpresiva e inesperadamente, recibí una fuerte bofetada. Mis ojos se llenaron de lágrimas al instante.



- Pe... Pero, mami... 

- Nada de 'mami', en este instante me vas a explicar por qué caramba le hiciste eso a tu hermano. 

- Yo no le hice nada. Intenté defenderme. 

- Entonces, ¿todo lo que dijo Ángel es mentira?

- Seguramente, mamita, porque yo no le hice nada. Le dije que no podía comer tantos dulces pero no me hizo caso y... 

- Ya, guarda silencio, los conozco muy bien a los dos y, aunque él tiene parte de culpa, se supone que tú eres la mayor... Y es mejor que me digas la verdad porque, si no, te irá mucho peor, y mira que ya tienes ganada una buena. 

Que difícil situación, no sabía qué hacer porque, por un lado, el castigo ya lo tenía ganado pero, si no decía la verdad, las cosas podrían terminar muy mal. Por lo pronto, algo era seguro, de esta no me salvaba nadie. 
Con un nudo en la garganta y armándome de valor, comencé a hablar. 

- Ángel insistió es que le compartiera de mis dulces, yo sé que estuvo mal, mamita, de verdad estoy arrepentida; así que me pareció divertido hacer que se los ganara y, snifs, le dije que solo se los daría si se comía 10 sobres de polvo picante. Pero, mami, yo le advertí que era peligroso y aún así lo hizo. Entonces le di los dulces que él quería, se los comió todos y fue cuando empezó con el dolor. Por eso llamé a la ambulancia, pensé que no te enterarías y...

- A ver, Laura, confié en ti, en tu madurez. Se supone que, mi hija de 17 años, es perfectamente capaz de cuidar de sí misma y de su hermano pequeño, no de ponerlo en peligro. Imagínate lo que sentí cuando recibí la llamada de la vecina para decirme que había una ambulancia fuera de la casa, lo que pasaba por mi mente y mi corazón al saberte en riesgo, a ti y a tu hermano... La vergüenza que pasé con los paramédicos... Carajo, Laura, ¿en qué estabas pensando?

- Pe... Perdón, mamita, te juro que no quise que todo esto pasara, te juro que no te vuelvo a hacer, perdóname. 

- Por supuesto que no lo vas a volver a hacer. De ahora en adelante, te trataré como la mocosa irresponsable que has demostrado ser, se terminaron las consideraciones. Además, te pareció muy divertido que a tu hermano le pícara el polvo, vas a probar tú el picante del jengibre, y no precisamente en la boca o la garganta. 

- No, mamá, por favor, Ángel también tuvo la culpa... 

- Mañana que se sienta mejor, él tendrá su parte pero, por lo pronto, ve a tu cuarto y me traes tu cepillo de madera, mientras, yo pongo a remojar el cinturón. 



YoSpankee 

miércoles, 15 de enero de 2020

Oleadas de placer.


Por favor, tienen que ir a leer esto [CLICK AQUÍ] , no sólo porque incluyeron este blog (lo cual agradezco con todo mi corazoncilo spankee), sino porque se van a dar un calentón delicioso con este relato.

Mi agradecimiento y palmas para este tipo de letras tan llenas de creatividad, cachonderia y, definitivamente, 'Oleadas de placer'.

Abrazos desde México para Verbena y Raphael.

YoSpankee 

domingo, 5 de enero de 2020

Fin de año. .


Siempre es un placer despertar a su lado. Abrir los ojos y observarlo fijamente, se ha vuelto uno de mis hobbies favoritos.

Este fin de año decidimos hacerlo distinto, prescindir de las fiestas y evadir los compromisos. Optamos por ser sólo él y yo, sin escándalos ni parafernalia. El plan fue hecho desde hace semanas y, aunque hubo que cruzar los dedos para que él pudiera cumplir a tiempo con todos sus compromiso laborales, yo me puse a prepararlo todo con gran dedicación.

Busqué varias opciones: hoteles, departamentos fuera de la ciudad, cabañas, etc. Opté por una cabaña en el bosque, encontré la ideal a 45 minutos de la ciudad. Tenía chimenea, un salón muy amplio, pisos de madera, estilo rústico mexicano. Debo confesar que, aunque tenía varias opciones, el voto ganador lo dieron las cuartas de cuero que hay colgadas en los gruesos muros de ladrillo. Es fantástico cómo, de manera casual e inofensiva, estos instrumentos decoran comúnmente las casas mexicanas, especialmente en el campo

Salimos muy temprano de casa el día 31, el día anterior yo había ido al súper para comprar todo lo necesario para pasar un par de días. Llevaba comida, vino, agua, velas, cobijas, etc. Él, por su lado, también preparó 'la maleta' en donde guarda todo tipo de instrumentos y juguetes, ustedes saben.

Hacía mucho frío y aún estaba muy oscuro. Me encanta ser su copiloto, podemos hablar de todo y nada a la vez, escuchamos música, cantamos, bromeamos y reímos. El camino se hizo tan corto, fue riquísimo sentir su mano acariciar cariñosamente mis muslos durante todo el trayecto.

Antes de llegar a la cabaña, pasamos al pueblo y desayunamos algo caliente, compramos algunas otras cosas y, por fin, nos dirigimos a ese 'encerrón' que tanto prometía. Yo estaba muy ansiosa pues, a pesar de desear tanto compartir con él estos días, también sabía que tenía varios pendientes por saldar. 


Desde el principio, nuestra relación se ha caracterizado por funcionar a partir de la disciplina doméstica, en la que él se dedica a guiar mi conducta, establecer reglas, poner límites y, en caso necesario, sancionar las faltas por medio de castigos corporales tales como nalgadas, azotes en nalgas, muslos y pantorrillas, tiempo en el rincón (ya sea de pie, de rodillas o sentada después de una azotaina), juegos de temperatura con cera caliente y hielo; incluso, en algunas ocasiones también utiliza algún otro tipo de sanción como jabón en la boca, vaporub o jengibre en el ano y distintos plugs, todo de acuerdo a la o las faltas que haya que corregir.

Mi plan, además de romántico, también incluía saldar las cuentas que teníamos pendientes pero, claro, esperaba que fuera más sexo y placer que otra cosa. 
Todo iba muy bien, la cabaña se sentía cálida por el fuego de la chimenea, lo cual aprovechamos para prescindir de la ropa. Debo confesar que soy adicta a sus labios, sus besos pueden hacerme perder la razón. También amo enredarme en sus brazos, oler su piel, sentir su calor invadir mi cuerpo. Disfruto mucho de sus manos grandes recorriéndome de arriba a abajo, la fuerza de sus brazos para manipelarne de un lado a otro... En pocas palabras, me encanta ese hombre.

Comenzó tierno, sus besos y sus abrazos me envolvieron en una atmósfera rosa y me dejé llevar, pude sentirlo dentro de mí de distintas formas hasta que llenó mi cuerpo con sus fluidos. Fue delicioso. 

Es fantástico ese momento de desahogo, esos instantes en que la fuerza abandona el cuerpo y el placer llega a su punto máximo. Esa mirada suya de ojos entrecerrados y brillo inexplicable, es mi máximo. 

Unos minutos bastaron para que, decidido, se levantara de la cama, tomará una 'cuarta' de cuero que pendía de un clavo en la habitación y, con esa sonrisa hipnótica y perversa al mismo tiempo, dijera: prepárate, es hora de despedir el año.

YoSpankee