sábado, 1 de septiembre de 2018

Una visita a la Ciudad de México.

Brendy iba muy ansiosa, se movía de un lado a otro en su asiento. El avión procedente de Buenos Aires estaba a muy poco de aterrizar en la Ciudad de México. El viaje había sido planeado con muchos meses de anticipación, el día por fin había llegado.

Años atrás, Brendy había contactado, por casualidad, a una chica mexicana, ambas coincidieron en un grupo de Facebook y, desde entonces, se hicieron grandes amigas cuyo sueño, por supuesto, era el de viajar al país de origen de la otra y, así, poder llevar a cabo los montones de planes que se les ocurrían todo el tiempo.

Malena era originaria de la Ciudad de México, también estaba ansiosa por recibir a su amiga, así que estuvo desde temprano en el aeropuerto, salió con bastante tiempo para prevenir cualquier situación. Tenía organizado todo para la visita de Brendy, quería que la argentina se llevara el mejor sabor de boca posible.

Estaba ahí, sentada, esperando que pasara el tiempo cuando, de pronto, volteó y miró a un hombre muy atractivo que, sin prestar atención a lo que sucedía a su alrededor, leía muy concentrado un grueso libro. Era un hombre, no mayor, pero sí maduro que vestía un elegante traje gris, su aire era serio e indiferente. Malena pensó en la posibilidad de llamar su atención pero, así en solitario, no se atrevía a nada de lo que ya inundaba su mente.
Pasó casi una hora hasta que, por fin, los altavoces anunciaron la llegada del vuelo de Brendy. De un salto, Malena se puso de pie y corrió para recibirla, sin querer tropezó con la maleta de 'el guapo de los lentes', como en su pensamiento lo había apodado.

- Disculpe, señor no fue mi intención.
- No se preocupe, señorita, solo tenga más cuidado para la próxima.

Entonces, en un momento de valentía, se presentó extendiendo la mano.

- Mi nombre es Malena Jiménez, mucho gusto, dijo con una sonrisa tímida y las mejillas un tanto rosadas.
- Mucho gusto, Malena, yo soy Alfonso Castillo, para servirte. Contestó el hombre un poco confundido por el encuentro con una desconocida que llevaba mucho tiempo observándolo, claro, se había dado cuenta de ello.

- Bueno, me tengo que ir, viene una amiga desde Argentina y, bueno, no importa, adiós.
- Adiós, contestó Alfonso con una sonrisa. Finalmente, la chica le pareció divertida.

- Hey, pelotuda, acá estoy, Malena. Gritó Brendy desde el otro lado de la sala.

Y ambas se abrazaron con el cariño que se había ido dando con el paso del tiempo, las confidencias compartidas y los malos momentos que, aunque a la distancia, ambas habían tenido, siendo soporte la una de la otra.

Después de hablar sobre el vuelo, la ansiedad por llegar, los planes a cumplir en las semanas que Brendy estaría en México, Malena le contó a su amiga acerca del hombre que vio en la sala de espera y Brendy, chica de armas tomar, le dijo que lo invitaran a salir, que no perdían nada, después de todo, había venido de tan lejos a divertirse, ¿no?
Y así, con ese arrojo, fue a hablar con Alfonso mientras Malena, nerviosa, se quedó un poco atrás de ella.

Alfonso no daba crédito a las palabras de Brendy, de inmediato declinó la invitación pero la chica seguía insistiendo.

- Mirá, Alfonso, que dos chicas guapas están a tu disposición, capaz y jamás volvés a tener la oportunidad, vos querés, cierto?

Alfonso acababa de llegar de un viaje largo, vivía en esa ciudad pero había pasado casi un mes en Brasil y, aunque de momento le incomodó el ofrecimiento de las chicas, terminó por aceptar.

- Está bien, iré con ustedes pero pasaremos primero por mi casa. Tengo que dejar mi equipaje, cambiarme de ropa, en fin, ¿qué dicen?

Brendy sonrió triunfante, volteó a ver a Malena y, con el pulgar arriba, le enseñó la lengua a modo de festejo.

Recogieron las maletas de Brendy y de Alfonso, subieron a un taxi y salieron del aeropuerto. Durante el trayecto, Alfonso iba haciendo preguntas: de dónde son, qué les gusta hacer, a qué se dedican, etc. Malena se veía tímida al principio pero, después, reía alegre ante las ocurrencias de Brendy que no paraba de hablar contándoles anécdotas e historias de su natal Argentina. Alfonso también reía pero, pero por dentro, ya le daba vueltas a un plan que se le ocurrió en el momento que decidió aceptar la invitación de las chicas.

Por fin llegaron a su casa, entraron y él les invitó a ponerse cómodas. Les ofreció una bebida mientras se quitaba el saco. Ellas se instalaron divertidas en el sofá de la sala, Brendy subió los pies a la mesita de centro y cruzó los brazos detrás de la cabeza... Alfonso, en un esfuerzo por controlarse, solo le dijo: Hey, niña, ¿qué modales son esos?

- Relajate, Alfonso, que ya los bajo...

Bebían ya una copa de vino, Malena prefirió una cerveza, y charlaban animadamente. Ellas no se habían dado cuenta de que sus bolsos y maletas habían desaparecido, pues, sin que ellas lo notaran, Alfonso las había ocultad en otra habitación.

Pasado un tiempo considerable y, cuando ellas ya se sentían en total libertad y confianza, Alfonso se puso de pie, quitó la música, les quitó la bebida que cada una traía en la mano y les ordenó guardar silencio. Ambas soltaron una fuerte carcajada, creían que era una broma e incluso, Brendy, con ese desparpajo que la caracteriza comenzó a cantar y bailar para sustituir la música que les acababan de quitar.

Alfonso aprovechó el momento, tomó a Brendy por el brazo y, de un movimiento, la tumbó boca abajo sobre sus rodillas, cayendo los dos, sobre el sofá. Las dos chicas estaban sorprendidas, no supieron qué decir pero, inequívocamente, se sentían en peligro. Malena, instintivamente, buscó su bolsa dándose cuenta que no estaba. Entonces, Alfonso comenzó a hablar.

- Ustedes dos, par de mocosas impertinentes e irresponsables, se dan cuenta del tamaño de estupidez que hicieron?... Se dan cuenta del tamaño de riesgo en que se han puesto?... No se preocupen, estarán bien pero, qué pasaría si yo fuera un secuestrador, un violador, un asesino o todo eso junto?...
Hoy, ustedes dos, van a aprender a ser más cuidadosas y más responsables. No las conozco, ni ustedes a mí pero hoy, de mi cuenta corre, van a aprender una gran lección. Yo no sé si sus padres les enseñaron que, unas buenas nalgadas bien dadas a tiempo, pueden lograr muchas cosas... Y tú (señalando a Malena) eres la siguiente, así que ni se te ocurra pararte de ahí.

CONTINUARÁ...

YoSpankee