domingo, 29 de diciembre de 2019

2019


Ha llegado esa época del año en la que el 'recuento de los daños' es inevitable. Mi 2019 estuvo lleno de todo un poco, ha sido por completo una montaña rusa en donde, las subidas, estuvieron llenas de expectativas y muchos planes pero, las bajadas, fueron un cúmulo de miedos, dolor emocional y, a ratos, dolor físico (y no precisamente del que me gusta).

El año comenzó con planes (en lo spanko) que poco a poco se fueron diluyendo, aún así, en febrero tuve una de las mejores experiencias que, ni la mejor de mis fantasías, podría igualar. De ahí es que gané a la mejor amiga del mundo mundial, fabulosa spanker. Después, por ahí de abril, hizo su aparición quien hoy acompaña mis días spankos. 

El contacto fue casual, las charlas diarias, los deseos en común y (como cereza del pastel), vive en la misma ciudad que yo. Conocí a mi spanker vía Facebook, justo en un momento en el que yo no estaba buscando nada pero, sin saberlo, estaba necesitando respirar de manera distinta. Él le ha dado a mi vida un aire fresco, aventuras, sensaciones que jamás había experimentado, retos y deseos nuevos.

Mi familia spanko creció con la llegada de Ángel, mi hermanito. Detrás de ese niño berrinchudo, hay un hombre cariñoso y tierno que me ha adoptado y aceptado con todos mis defectos pero, eso sí, disfrutando también de mis virtudes... 

Grandes amigos se han adherido a mi vida, a cada uno les guardo un cariño especial y les agradezco profundamente que compartan sus fantasías conmigo, además de su cotidianidad. 

A unos días de dar carpetazo a este agonizante 2019, lo único que puedo hacer es desear que, el año que está por comenzar, sea benevolente para mí y aquellos a los que quiero. Que cada deseo y fantasía se haga realidad, no solo para mí sino para todos los que me leen.

Ahora hay muchos planes, muchas fantasías aún por cumplir, muchas nalgadas qué recibir y esas otras cosas que adetezan la vida de cualquier spanko... Vayamos jubilosos a descubrir los bemoles del siguiente año... Los leo en el 2020.

YoSpankee 

domingo, 15 de diciembre de 2019

Tú.

Por extraño que parezca, a casi 12 años de tu partida, aún sigues rondando mis sueños. Hace más de 20 años me hiciste sentir, a mis tiernos 16, la experiencia del cuero morder mi piel... Quizá nunca lo supiste, porque no tuve oportunidad de decírtelo, pero fuiste el preámbulo de todo lo que soy ahora.

Varias veces me rompiste el corazón, la última, cuando te fuiste sin avisar y jamás volví a verte, quizá terminaste huyendo de mí una vez más, o quizá sólo terminó tu tiempo y yo, para variar, me adueño del protagonismo de la historia, como suelo hacerlo. 

* * * *

Esta vez ya no tenía 16, era justo como soy ahora, y te presentaste ante mí, diciéndome lo orgulloso que estás de mí, de mis logros, de la fuerza que he adquirido con el paso del tiempo y con las experiencias que los han acompañado. Me hiciste sonreír, esa también fue siempre una habilidad tuya que, en su momento, amé muchísimo. Dijiste que me veías hermosa, que los años me habían sentado bien y que mis pecas brillaban más que nunca sobre mi blanca piel, esa piel que te gustaba morder o enrojecer a manazos.
Me miraste bien, observaste cada ángulo de mi rostro y me envolviste con tus brazos, esos brazos musculosos y bien formados que se sintieron justo como cuando éramos unos chiquillos y, como entonces, hiciste que todo fuera mejor, más claro, más feliz. 
Me susurraste al oído cuánto me has extrañado y, de nuevo, me pediste perdón por todo el daño que me hiciste... Yo respondí que no era necesario, que eso ya no importaba y que tu lugar en mi corazón seguía intacto. 
Volví a adorar esa mirada tuya llena de picardía, combinada con un poco de maldad, deslicé mis dedos por toda tu cara, poniendo especial énfasis en tus labios y, justo cuando estaba por decirte cuánta falta me has hecho, dijiste mirándome fijo: ¡qué ganas tengo de darte una buena cueriza!... Entonces desperté.

YoSpankee 

martes, 10 de diciembre de 2019

Resultados.

Este semestre fue mucho más sencillo de lo que había imaginado, es decir, fue pesado y requirió esfuerzo y compromiso, es cierto, pero también es cierto que yo creí que sería mucho peor que el anterior.

Hace 6 meses me encontraba de pie, en el estudio, frente a mi papá que, con esa mirada profunda que enmarca con sus abundantes cejas negras, me miraba fijo mientras esperaba una explicación a las terribles calificaciones que sostenía en sus manos. Además, había un sinfín de notas respecto a mi pésima conducta y mis reiteradas inasistencias.

El silencio reinaba en aquel espacio, la situación era por demás embarazosa y, por supuesto, la conclusión era sumamente predecible. 

No sé qué respuesta podría haber dado en aquel momento, la que fuera, sin duda conduciría exactamente al mismo fin al que llegamos después. Por supuesto, no dije nada, no contaba con ningún argumento válido, simplemente, me ganó la apatía, la flojera, la rebeldía. 

¿Qué podía decir?
Lo siento, papá, la escuela me da una flojera infinita, los profesores son unos imbéciles, no encuentro motivo alguno para esforzarme, preferiría vender chicles en la esquina. 
No, ¿verdad?

Mirar al piso, apretar una mano con la otra, sollozar en silencio y esperar, simplemente, esperar a que él terminara con su discurso. Era muy difícil concentrarse en lo importante que era cumplir con las expectativas, lo grave que resultaba tener que dar la cara por mí en el colegio, la decepción que sentían él y mi madre ante tan desastrosos resultados. Ah, pero para eso estaba él, ¿cómo podía ocurrírseme que todo esto quedaría impune?

No, señorita, en esta casa hay reglas. Aquí no puedes hacer lo que se te dé la gana. Si quieres derechos, tendrás que cumplir con tus obligaciones y, como sabes bien, una de ellas es estudiar y esforzarte para cumplir en la escuela. Ni siquiera te exijo calificaciones de excelencia, que debería porque es lo único de lo que debes preocuparte, pero no lo hago.
Caramba, es increíble que tenga que estar detrás de ti, eres toda una señorita y aquí tenemos que tratarte como si fueras una niña pequeña. Pues bien, a las niñas pequeñas se les corrige con unas buenas nalgadas, así que... 

Ojalá todo hubiera quedado en unas nalgadas. Las marcas que dejó el cinturón sobre mis nalgas, tardaron en desaparecer varios días. El dolor, vaya sensación, el roce de la ropa era una tortura, ya no hablemos del momento de sentarse y, peor aún, del tiempo que tenía que permanecer en dicha postura. 

Todas las vacaciones las dediqué a estudiar. Tuve que hacer todo lo que no hice durante el semestre. Papá, personalmente, se encargó de llevar el control de cada materia y, de manera semanal, hacer una revisión con el consecuente castigo: una buena cueriza que ayudará a que jamás vuelvas a olvidar tus obligaciones, señorita. 

*. *. *. *. 

Hoy estoy feliz (y mis nalgas también), estoy ansiosa por llegar a casa y entregarle a papá la boleta de este semestre, estoy segura que estará muy contento. 

¡Mira, papi, por fin entregaron calificaciones!

Se acomodó los lentes, comenzó a leer materia por materia y sonrió. Uffff, respiré aliviada y sonreí también. 

Estudiar y comprometerse da buenos resultados, te felicito por ello, mi niña. Sin embargo, ¿me puedes explicar por qué tienes 4 faltas en historia?

YoSpankee 

lunes, 9 de diciembre de 2019

11 años.

Antes de cerrar este maravilloso 2019, quiero agradecer a todos aquellos que han sido parte fundamental en el desarrollo y permanencia de este blog.
A los que han inspirado cada una de las entradas aquí publicadas, a todos los que las han leído y comentado, a quienes han usado este blog de referencia o guía para desenvolverse en este mundillo y, particularmente, a quienes me motivan para seguir escribiendo. 

Gracias infinitas a la vida, por permitirme desarrollar y vivir esta hermosa y excitante fantasía, por las ideas y las aventuras, por los placeres y las nalgas rojas, por las lágrimas y las travesuras; por todo y tanto. ¡GRACIAS!

11 años parecen nada pero, viendo a distancia, hay una diferencia abismal entre la spankee temerosa e inexperta que comenzó con todo esto, y la spankee segura, completa y feliz que escribe hoy.

A todos los que mr leen, les deseo que disfruten de todo esto, tanto como lo hago yo. 11 y contando.

YoSpankee 

domingo, 1 de diciembre de 2019

Riesgos (3a. Parte)


PARTE 3:
Escuchar la voz de mi mamá mientras me preguntaba acerca de lo que había quedado pendiente la noche anterior, hizo que el estómago comenzara a dar vueltas. Un nudo se atravesó en mi garganta y cualquier palabra se negó rotundamente a salir de ahí.

- Sigo esperando, señorita. 

Contra toda mi voluntad, gire sobre mis talones y la miré desde las escaleras. Tenía tantas ganas de salir corriendo pero, siendo realistas, mis opciones eran terriblemente limitadas. Tragué saliva. 

Lentamente comencé a descender, sabía (o al menos lo intuía) lo que estaba por venir. El miedo me consumía y, aunque sabía que merecía el castigo, mi cuerpo se negaba rotundamente a aceptarlo. Las lágrimas no tardaron en aparecer, los pucheros también. 

Cuando estuve a su alcance, aún en el segundo escalón, mamá me tomó del brazo y, a rastras, me llevó a la cocina. Por más que imploré misericordia, prometí lo imposible, pedí mil perdones y lloré como niña pequeña; nada la detuvo. Volvió a sentarse sobre la silla en la que, minutos atrás, nalgueaba a Angelito quien, con evidente terror, seguía sollozando en el rincón que le fue asignado para reflexionar acerca de su comportamiento.

Caí de bruces sobre la falda de mamá, mi rostro quedó muy cerca del piso, lo que provocó que mis nalgas quedaran totalmente expuestas y a disposición de la mano furiosa de mi madre que, sin mediar una sola palabra, comenzó a caer con fuerza y velocidad. 

El pantalón de la pijama no ofrecía gran protección, al contrario, era como si no estuviera ahí. De todas formas no importó mucho, pijama y ropa interior fueron retirados casi de inmediato y, entonces sí, las lágrimas caían a chorros por mi cara, los gritos eran insuficientes para expresar el dolor, la culpa, la humillación.

Yo sé que lo que hice estuvo mal, que el castigo era más que merecido pero no podía soportar la manera en que mi trasero ardía cada vez más y más. Pataleaba, me retorcía, suplicaba y, lo único que obtenía eran más nalgadas cada vez. 

- Por favor, má, ya no puedo más. 

No sé si la conmoví, se cansó o se dio cuenta de que había llegado a mi límite. Se detuvo y me dijo lo mismo que a mi hermanito, que ella lo hacía por mi bien y que, de ahora en adelante, las cosas en casa se solucionarían de esta manera. 

- Ve al rincón, Laura. Ángel, ¡ven aquí!

Mientras me dirigía al rincón, me crucé en el camino con Angelito. Estábamos intercambiando lugares, yo a reflexionar acerca de mi conducta y él a colocarse sobre las piernas de mamá para recibir otra tanda de nalgadas. Ambos llorábamos y solo pudimos regalarnos mutuamente una mirada de dolor y comprensión. 

De cara a la pared, escuché que Ángel retimaba las súplicas. Su llanto hacía que el mío se hiciera más fuerte y más escandaloso. Yo no lo vi pero adiviné que, ya en posición, mi hermano comenzó a recibir el impacto de la zapatilla de mamá. Los azotes se escuchaban secos, con un tipo de eco espeluznante que rebotaba en toda la habitación. Mi estómago se contrajo cada una de las diez veces que la suela de goma se estrelló contra las enrojecidas nalguitas del niño,produciendo gritos y ayes llenos de dolor. 

Pobre de mi hermanito, escuchar cómo lo castigó mamá, me hizo entrar en un carrusel de sensaciones y emociones que, al final, me hicieron entender que, ni Ángel ni yo, volveríamos a salirnos con la nuestra y, además, que esa misma zapatilla, volvería a impactarse pero, ahora, sobre mis nalgas. 

Varios pensamientos cruzaban por mi cabeza cuando. 

- Ve a tu habitación, Ángel, báñate y bajas a desayunar. Tú, señorita, ven para acá. 

FIN. 

domingo, 24 de noviembre de 2019

Correctivo.

Muchos eran los sentimientos que me embargaban al estar sentada en la pequeña sala afuera de su oficina. Desde ahí podía verlo enfocado en su computadora, con esa mirada profunda que puede hacerme sentir mil y un cosas, además, dado el nivel de concentración que siempre pone en su trabajo, el ceño fruncido enfatiza muchísimo más la profundidad de esos ojos cafés que logran hipnotizar.

Sabía perfectamente de mi presencia, fue él mismo quien me ordenó no moverme de ahí hasta recibir la instrucción correspondiente, - y piensa en lo que hiciste, señorita-, dijo antes de cerrar de un golpe la puerta de cristal de su oficina.

La culpa es grande, sé que mi falta fue terrible y sé también que deberé pagar muy caro por ello. 

Él es mi spanker, pero también es mi esposo y, más allá de eso, es mi cómplice de vida, mi guía y mi motor. Desde el principio llevamos una relación de disciplina en la que él es quien administra las lecciones y castigos, y yo soy la parte rebelde, receptora de dichos asuntos. Confío total y plenamente en él. Sé que cualquier decisión que tome o cualquier castigo que disponga para mí, será siempre con el único objetivo de ayudarme a mejorar y procurar mi bienestar.

Las personas de la empresa están habituadas a verme ahí, cuando no quiero o no puedo trabajar en casa, voy y me adueño de uno de los cubículos, al parecer ya me consideran uno más de ellos. Pero hoy no estoy trabajando, solo estoy ahí, sentadita en espera de lo que él decida. Ya pasó más de una hora y él no ha volteado ni a verme, creo que esta vez sí rebasé el límite, siento roto el corazón y, más allá del castigo que sé que me espera, lamento muchísimo haberlo decepcionado de esa manera.

Estaba un tanto absorta en mis pensamientos, que sólo reaccioné cuando sentí que me tocaron el hombro.

- Hola, Lau, ¿estás bien?
- Ah, ho hola, Cris, sí, estoy muy bien, ¿tú qué tal?

Era Cristian, sobrino y mano derecha de mi esposo en la empresa. Un chico muy inteligente y divertido. Cristian, además de apoyar en todo lo que tenga que ver con el negocio, es también cómplice de juegos, conoce muy bien el tipo de relación que llevo con mi marido porque, además, él también forma parte del mundillo, así que, de inmediato, supo que mi presencia ahí tenía un porqué.

- Te noto triste o angustiada, ¿pasó algo?
- Ay, Cris, otra vez metí la pata. Tu tío está muy enojado conmigo y creo que con justa razón.
- Oh, lo siento mucho, Lau. ¿Quieres venir a mi oficina, platicamos y tomamos un café?
- Me encantaría pero no debo moverme de aquí hasta que él indique lo contrario, lo siento.
- Vaya, ahora entiendo todo. 

Su rostro se tornó pensativo y, acuclillándose frente a mí, me miró fijamente y con un tono tierno continuó diciendo... 

- Hace rato, supongo que cuando fue por ti, mi tío me llamó por teléfono y me pidió que pasara a su casa a recoger un par de cosas y que las trajera a la oficina. 
- ¿Qué cosas?, pregunté entre curiosa y muy ansiosa. 
- El paddle de madera, la cuarta de cuero crudo y las esposas de piel. 

Solo tragué saliva y, sin querer, mis ojos se llenaron de lágrimas. 
Particularmente, la cuarta, solo la utiliza cuando la falta es muy grave y su objetivo es hacerme llorar hasta lograr un arrepentimiento real. 

- Lo lamento, dijo Cristian mientras apretaba la mandíbula sin saber qué más decir, él sabía perfectamente lo que pasaría al final del día y, por supuesto, yo también. 
- No te preocupes, Cris, imaginé que sería algo así. Luego te cuento bien lo que pasó. 
- Ok, Lau, lo que necesites, por favor, solo dímelo, ¿sí? 

Asentí mientras él se despedía, aún tenía que atender un par de clientes. Es gracioso cómo cambia mi postura, mis expresiones y mi mente cuando me encuentro en ese tipo de situación vulnerable. 
Cristian alborotó mi cabello, como quien lo hace con una niña pequeña, y salió de la oficina. Yo me quedé ahí, con el corazón mucho más aplastado de lo que lo tenía al inicio de todo esto. 

Aún no sé en qué momento decidí desobedecerlo. Había sido muy claro cuando me prohibió el uso de la camioneta porque, aunque sé conducir y lo hago habitualmente, hace dos meses había chocado el auto por conducir en estado de ebriedad. Me prohibió el uso de la camioneta (o cualquier vehículo automotor) a modo de castigo, me retiró temporalmente la licencia de manejo  porque los vehículos grandes y yo no nos llevamos bien. 
Pero nada de eso evitó que, viendo las llaves sobre la mesa, decidiera hacer caso omiso y, olvidando también la gran tunda que me llevé en aquella ocasión, subiera mis cosas al auto y condujera rumbo al centro comercial. Pensé que no se daría cuenta, después de todo, trataría de ser sumamente cuidadosa, solo iría a hacer un par de compras, comería algo rápido por ahí y volvería sin ningún tipo de percance a esperarlo en casa para ir al cine o a cenar algo rico. Nada salió como lo tenía planeado. 

Al sacar la camioneta de la cochera, sin querer, le di un pequeño golpe en un costado, es que es muy difícil maniobrar un vehículo tan grande, carajo. Bajé a revisar y se trataba de un raspón, uno pequeñito, ni siquiera lo iba a notar. 

Seguí con mi travesía y, justo un par de semáforos antes de llegar al centro comercial, quise ganarle al rojo y, ante el nerviosismo de no conseguirlo, giré el volante al mismo tiempo que pisé el acelerador. En un par de segundos estrellé la camioneta en un muro, tiré un árbol y quedé atorada con las llantas delanteras arriba de la banqueta. Pero qué carajos, cómo es que había pasado esto... 

Afortunadamente yo salí ilesa, no me pasó nada más allá del susto. No sabía qué hacer, ni siquiera podía llamar al seguro o a la policía porque, lo primero que cualquiera haría sería pedirme la licencia de conducir y esa la tenía mi esposo bajo llave así que, sí, la lógica indicaba que tenía que llamarlo a él primero.

La llamada fue difícil, por supuesto, pero su primera preocupación era que yo estuviera bien, el auto era lo de menos, dijo, y esa reacción me enterneció y conmovió profundamente. De inmediato se trasladó a donde yo estaba y, casi al mismo tiempo, llegaron un par de patrullas de policía y una ambulancia. Como dije, afortunadamente, nadie salió lastimado y no hubo nada qué lamentar, más allá del mal estado en que quedaron la camioneta, el muro y el pobre árbol. Más tarde llegó el agente de seguros y, después del interrogatorio y las pruebas correspondientes, pude salir de ahí.

La camioneta fue remolcada por una grúa, tuve un pequeño deja vu y recordé cuando fue el accidente en el auto, esta vez sin vista borrosa ni aliento alcohólico. Durante el trayecto, intenté dar explicaciones y pedir mil perdones pero nada de eso me fue permitido. 

- Ya tendremos tiempo para hablar de esto, Laura, por ahora guarda silencio. Tengo mucho trabajo y cosas qué resolver en la oficina, irás conmigo y te quedarás ahí porque, por lo visto, no es seguro dejarte sola. 

Tomó aire mientras yo me encogía y me sentía cada vez más pequeña en el asiento de su auto. 

- Me parece increíble el grado de irresponsabilidad con que haces las cosas pero, te lo advirtió, esta vez me voy a encargar de que no olvides cómo debes comportarte, señorita. Ya deja de llorar, esas lágrimas te van a hacer falta más tarde. Es muy vergonzoso tener que ir por la vida resolviendo tus estupideces. No sé qué carajos piensas al exponer tu vida y la de los demás así, tu inmadurez no tiene límites...

El regaño siguió, durante todo el camino no paró de recordarme que lo que hice estuvo muy mal, que las consecuencias serían inolvidables y que, si me hubiera pasado algo a mí o a alguien más, él mismo no se lo perdonaría jamás. 

Mi corazón sufría terriblemente ante cada una de sus palabras, no tenía forma de rebatir nada, y aunque la tuviera. Noté el miedo en su voz cuando preguntó si yo estaba bien. La vez anterior me dijo que uno de sus más grandes miedos es perderme y que, al mismo tiempo, es su obligación velar por mí seguridad. Por eso es que me siento tan mal de haberlo puesto en esta situación, de haberlo hecho sentir esas cosas horribles y de, a pesar de mi pobre esfuerzo, no conseguir ser la mujer obediente, madura e inteligente que él necesita. Las lágrimas no dejaban de fluir.

Ahora estoy aquí, esperando a que todo termine, en realidad, que comience. Poco a poco las oficinas se han ido vaciando, hasta Cristian se despidió deseándome que todo pasara pronto, sabe muy bien de lo que se trata todo esto. Ahora solo estamos él y yo, puedo escuchar mi respiración y, acabo de ver que cerró la laptop, se talló los ojos y volteó a verme. Me cuesta mucho trabajo sostener la mirada así que, llena de miedo y vergüenza, prefiero ver mis manos apretujándose entre sí. 

- Ven acá, Laura, es momento de que arreglemos cuentas tú y yo. 

Tragué saliva. Mi cuerpo comenzó a reaccionar con una revolución de sensaciones que me recorrían de arriba a abajo. Me puse de pie y, con paso lento, me dirigí a donde él me esperaba. Estaba ahí, de pie, recargado en el borde de su escritorio. 

- Y bien, te escucho, Laura. Según tú tenías muchas explicaciones qué dar, ¿no? Muy bien, es tu oportunidad, quiero que me las digas todas. 

En ese momento olvidé todo lo que tenía que decir. Era cierto que quería explicarle todo, aún sabiendo que nada justificaría lo que hice pero, por alguna razón, mi garganta se cerró por completo, ni una sola palabra salió y mi mirada seguía clavada en el piso. 

- Ah, ¿ahora le comieron la lengua los ratones o qué pasa, señorita? ¡Estoy esperando! 

Comencé a llorar, era lo único que podía hacer con fluidez. 

- Última oportunidad, Laura...

...
...

- Muy bien, no piensas hablar, ven acá. 

Entonces me tomó del brazo y, así de pie como estaba, solo me inclinó sobre el escritorio y comenzó a azotar con la mano extendida. Había mucha fuerza desde el principio, el dolor y el movimiento por el impacto de cada nalgada, empujaban mi cuerpo hacia adelante. 

En ocasiones me resisto al castigo, la rebeldía me sale bien, pero no esta vez. Mi intención era aceptar el castigo tal y como él decidiera que debía ser. Lo menos que podría hacer era asumir las consecuencias de mis terribles actos. Mis labios estaban apretados al igual que mis párpados y puños. 

Yo sabía que aún no era ni la décima parte del castigo, sin embargo, se detuvo en seco. No dijo nada, su respiración era agitada. No supe qué hacer, pasaron un par de minutos y yo seguía ahí, inclinada esperando a que él dijera algo pero lo único que había era silencio absoluto. 

Confundida me puse de pie y lo miré a los ojos, encontré en ellos una gran tristeza y decepción. De repente, todo se me vino abajo, habría querido pedirle que me castigara, que azotara mis nalgas hasta cansarse, que desquitara todo su enojo y frustración con mi cuerpo... Pero entendí que no era eso lo que necesitaba ahora. 

Con un impulso desconocido, lo abracé lo más fuerte que pude, él correspondió de igual manera y, con la voz grave, me dijo que no me iba a permitir volver a poner en riesgo mi vida pero que ya no sabía qué hacer para ponerme límites. 

- Laura, ¿no entiendes que hay cosas que ya no puedo solucionar con nalgadas?, necesito que pongas de tu parte, que te comprometas a hacer las cosas bien que crezcas y madures, ¡por favor! 

Me sorprendió que, de pronto, el regaño se hubiera convertido en un tipo de súplica, esto era muchísimo peor que la más grande tunda que me haya dado antes, el dolor que ahora embargaba mi corazón era terrible. 

Seguí llorando, le pedí perdón una y otra vez, hice muchas promesas que estoy dispuesta a cumplir. Entonces, dentro del cúmulo de emociones lo miré nuevamente y, en silencio, me puse de rodillas a sus pies. 

- Por favor, castígame y ayúdame a recordar mi lugar. Perdón por mi comportamiento y mi inmadurez, por mi falta de consideración y por mi irresponsabilidad. Prometo, en adelante, tratar de ser mejor persona y mejor esposa pero, por favor, castígame con toda la fuerza que consideres que necesito. 

Conmovido, se inclinó, me miró fijamente a los ojos y, por primera vez, pude sostener la vista. Una bofetada me sorprendió y entendí que hay veces en que los ojos deben bajar y, entonces, complacer al hombre que se tiene enfrente. 

- Por supuesto que te voy a castigar, te voy a azotar tan fuerte que vas a querer regresar el tiempo para dejar de hacer tantas tonterías, señorita. 

Tomó mi barbilla y me obligó a levantar la vista de nuevo. Sus ojos se clavaron nuevamente en los míos y, con su rostro muy cerca del mío lanzó el aviso. 

- Esta noche vas a aprender 3 cosas, Laura, vas a aprender a ser mi niña, a ser mi mujer y a ser mi puta. Espero que estés lista para eso. Toma tus cosas, nos vamos a casa. 

YoSpankee 


domingo, 17 de noviembre de 2019

Berrinche.

Fue una semana difícil, las faltas se habían acumulado de manera estrepitosa, hasta llegar al punto en el que, dejando de mi lado una gran responsabilidad, mi spanker me ordenó decidir el castigo correspondiente pues, además, había reincidencia, sobretodo, en la falta más grave.

Fue muy enfático al decir que, dada la gravedad del asunto, el castigo debería ser verdaderamente ejemplar. Tendría que ser un castigo lo suficientemente fuerte como para que no me quedaran ganas de volver a hacerlo.

Traté de decirle que no podía con semejante compromiso, le pedí que lo hiciera él y, a cambio, me comprometí a recibir dicho castigo sin chistar, pero no funcionó.

- Más te vale que el castigo vaya acorde con la falta, señorita, si no, tendré que tomar cartas en el asunto.

Pero, ¿por qué me hace esto?, apenas soy capaz de reconocer que merezco un castigo, ¿qué le hace creer que podré decidir uno...? 

Me dio una noche para pensarlo, ni siquiera pude dormir dándole vueltas a varias ideas, arrepintiéndome de ellas inmediatamente al pensar en mi reacción al momento de pedirle que me diera tal o cual castigo. Sería como ponerme sola la soga al cuello. Impensable, cruel, humillante.

No terminé de decidir, aposté un poco a mi suerte y esperé a que me preguntara acerca del tema. La intención era jugar un poco a la spankee arrepentida, utilizar mis recursos y apelar un poco a la compasión. Él había dicho que el castigo se llevaría a cabo el día sábado, apenas era jueves.

No sé qué santo me hizo el milagro, pasó el jueves y el viernes pero la pregunta jamás llegó.

El sábado, a sabiendas de que él venía cansado del trabajo pues sus horarios se han vuelto un poco complicados, jugué un poco al 'apapacho',al flirteo. Pensé en la remota posibilidad de, si yo no tocaba el tema, él tampoco lo haría.

Al principio todo iba viento en popa, la conversación fluía entre cosas divertidas, el trabajo, el clima, los compromisos pero, como era de esperarse, la suerte no duró para siempre.

Comenzó a decir que soy experta en pretextos, a reírse de lo aniñada que me comporto a veces, de mi falta de compromiso, etc. Fue ahí donde vi la oportunidad. 

Al no saber qué responder o de qué manera defenderme, opté por utilizar la carta bajo la manga: ¡basta ya, no quiero seguir hablando!
Entonces me crucé de brazos e hice la mueca que él conoce bien y que sólo significa que, por un rato, me quedaré muda.

Él seguía hablando y a ratos intentando un interrogatorio que no obtenía respuestas. Creo que llevé la situación un poco lejos porque, dada mi renuncia a responder, él reaccionó como suele hacerlo.
Cansado de mi berrinche y, aunque no soy una chica petite, me levantó dándome la vuelta para lanzarme boca abajo sobre la cama y, como era de esperarse, comenzar a azotar con fuerza.

No había forma de librar el castigo, me tenía totalmente sometida apoyando su mano izquierda sobre mi espalda y, con la derecha, azotando inmisericorde. Rápidamente la ropa salió de su sitio. Jeans y calzones fueron removidos de su lugar y, en consecuencia, las palmadas sobre la piel desnuda dolían muchísimo más. El calor iba creciendo al ritmo de las nalgadas, su mano se impactaba firme contra mis nalgas, alternaba una y otra, de arriba hacia abajo y de un lado al otro; parecía no querer dejar sitio sin azotar. 

Ante semejante tunda, mis piernas se movían y, a momentos, se atravesaban entre su palma y mi cola, asi que, cansado de ordenarme que me quedara quieta, optó por sentarse sobre mis pantorrillas y, así, quedó de frente a mis nalgas ya enrojecidas por el castigo.

Lo he dicho en otras ocasiones, soy ese tipo de spankee rebelde que no sabe asumir el castigo con resignación, y no porque sea desobediente (que lo soy), sino porque mi cuerpo no me responde cuando se siente rebasado por el dolor, por la vergüenza. 

En el buró junto a la cama hay un aparato telefónico, así que a mi spanker le pareció una excelente idea arrancar el cable y, aún sentado sobre mis piernas, azotar con el improvisado instrumento doblado en varias partes. 

Al principio pensé que no sería tan grave, incluso me dio un poco de risa porque parecía completamente inofensivo. Terrible error. 

Mi cola quedó atravesada en un santiamén por finas líneas rojas, sobretodo, los dobleces del cable en la punta, al impactar sobre los costados de las nalgas, dejaron una sensación dolorosísima que, al día de hoy, aún me complica permanecer sentada. 

Por más que supliqué, el castigo no se detuvo, al menos no cuando yo lo pedí. Después, levantándome de la cama, me condujo hasta un rincón de la habitación, obligándome a permanecer de rodillas. 

- No te vas a levantar de ahí hasta que estés arrepentida de tu berrinchito. 

Estar ahí, en esa postura y con el culo ardiente, me hacía sentir muy avergonzada, humillada y, sí, arrepentida. Aproveché el respiro para sobar mis nalgas, la piel estaba hinchada y muy caliente. Dolía mucho.

Fue realmente poco el tiempo que pasé ahí hincada, al parecer, era prioritario terminar de aprender la lección. Me levantó y, como me iba tropezando con el pantalón enredado en los tobillos, le pedí ayuda para quitarlo (otras veces lo hace) y solo obtuve como respuesta una lluvia de nalgadas muy fuertes.

- ¿Así está bien o necesita más ayuda, señorita?

Obviamente terminé de hacerlo sola y, aprovechando, fui obligada a despojarme del resto de la ropa. Lo único que pude mantener en su sitio, fueron las calcetas largas que llevaba puestas. 

De nuevo fui lanzada boca abajo sobre la cama y pude escuchar ese sonido inconfundible del cinturón saliendo de su lugar. 

- No, por favor. Supliqué pero, por supuesto, mi súplica fue ignorada y mis nalgas recibieron incontables azotes con el cinturón de piel. 

A esas alturas, mis nalgas dolían mucho y me hacían pensar que el castigo había sido muy fuerte. Por un momento me sentí aliviada por no haber tenido que decidir de qué manera se llevaría a cabo todo esto, sin embargo, las palabras que dijo después de la cueriza me hicieron estremecer:

- Esto solo fue por tu berrinche de hace rato, no olvides que tenemos un pendiente. 

YoSpankee 

viernes, 15 de noviembre de 2019

Fin de semana.

Los planes no siempre salen de acuerdo a lo previsto, en ocasiones es necesario improvisar para aprovechar las situaciones y, así, convertir algo negativo en positivo.

Últimamente estoy aprendiendo y realizando cosas que jamás creí que haría, como tomar riesgos y atreverme a disfrutar del momento al lado de quien, quizá sin darse cuenta, me hace crecer y desear ser mejor persona y mejor spankee. 

Fuimos a ese lugar nuevo, uno donde tendríamos horas y horas a disposición para hacer y deshacer a nuestro antojo. Es difícil definir esto como una relación únicamente spanko o únicamente bdsm. Pero nosotros somos enemigos de poner etiquetas, simplemente hacemos lo que deseamos, lo que disfrutamos y, en ese disfrutar, está la disposición a probar cosas que antes no habíamos soñado siquiera. 

Es increíble la manera en que, sin importar el espacio, los cuerpos y las sensaciones se adueñan del momento. Cada vez es más difícil sostener la mirada ante un interrogatorio, por breve o inofensivo que este parezca. Definitivamente, me transformo en seda cada vez que mi spanker me pregunta los motivos por los que he hecho o dejado de hacer algo.

En cuanto él pone sus manos encima de mí, mi cuerpo solo se deja llevar, aunque sepa que pagará con dolor por cada fechoría, cada distracción, cada olvido o cada provocación hecha a propósito o no.

Antes siquiera de comenzar con el castigo, mis rincones han comenzado a reaccionar, la humedad ya se ha adueñado de ellos, es inevitable. Escuchar el tono de voz con el que me indica adoptar tal o cual posición, la fuerza de sus manos al sostener las mías o mis piernas cuando, involuntariamente, intento evitar el castigo. Pero es que él no toma en cuenta que el miedo me hace reaccionar, la culpa también es factor para empujarme a retarlo de esa manera.

Temo al castigo, es verdad, me aterra saber que recibiré el impacto del cinturón o de esa cosa infernal llamada 'cuarta'. Las tiras de cuero crudo son capaces de hacerme suplicar, prometer y hasta intentar huir. 

En algún momento me pareció buena idea salir corriendo y, estúpidamente, me refugié en un rincón de la habitación para, tristemente, terminar siendo azotada ahí mismo, de pie y con más motivos para ser castigada. 

Ciertamente deseo el castigo pero, cierto es también que me aterra cuando llega el momento de recibirlo. Mi spanker sabe que haré uso de cualquier posible argumento para justificar mis faltas, pero él sabe que no puede ceder, que su objetivo es disciplinarme, conseguir que me arrepienta y, en el mejor de los casos, lograr un cambio de actitud en mí. 

Es difícil expresar el cúmulo de emociones y sensaciones que me envuelven cuando decide ponerme sobre sus piernas, cuando sostiene mi cuerpo de manera firme y segura para, con tan solo su mano, hacerme sentir su niña con cada palmada. Y es también todo un fenómeno cuando me obliga a hacer la transición y pasar de ser su niña desobediente a su puta caliente (verso sin esfuerzo). 

El sometimiento es parte clave en este juego. Claramente se necesita una contraparte fuerte, estricta y responsable para lograr que la spankee ofrezca, además de sus nalgas, todo su cuerpo para disfrute y placer de su spanker. 

Sentir los azotes sobre mi piel es la forma de redimir cada motivo. Mis párpados apretándose en un intento vano por controlar el grito, mi cuerpo retorciéndose inútilmente porque, qué ilusa, él es mucho más fuerte que yo, él me controla mucho más allá de lo físico. 

El castigo, aunque no ha terminado se ha convertido en disfrute. Los cuerpos comienzan a entenderse más allá de azotes. El cariño se demuestra una y otra vez por medio de una amplia gama de juegos, posturas y reacciones. 

Sudor, jadeos, roces... Sé que estoy en las manos correctas, que puedo confiar y entregar lo que tengo y soy. 

Ya quiero que sea fin de semana. 

YoSpankee 


jueves, 14 de noviembre de 2019

Libertad.

Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio está nuestro poder de elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta yace nuestro crecimiento y nuestra libertad

Viktor E. Frankl


Me cuesta mucho trabajo hablar de temas que desconozco y, por el contrario, cuando manejo la información, soy capaz de escupir durante horas y horas lo que me corroe por dentro. 

Estoy en un proceso de evolución que no me había atrevido a reconocer públicamente. Yospankee está enfrentando retos y situaciones que, hace un par de años e instalada en una muy segura zona de confort, parecía innecesario tomar en cuenta. Pues bien, el momento ha llegado.

Como muchos saben, yo jamás he creído en trayectorias o niveles de calidad de spanking con respecto a factores que tengan que ver con la popularidad o la fama. Para mí, las personas valen por lo que son y por lo que comparten, jamás etiquetaré o descalificaré a nadie ni , mucho menos, me dejaré guiar por chismes de lavadero.

Las personas que han estado en mi vida, definitivamente, han dejado huellas y aprendizajes valiosísimos, por ello es que estaré agradecida para siempre pero, también, confío en mi propia capacidad de avanzar, crecer y aprender, aún con el riesgo a equivocarme, tropezar y llevarme algún raspón en el proceso.
Estoy dispuesta a dar pasos firmes con la intención de llegar segura al siguiente punto, por ello es que aumentaré la intensidad y la pasión en todos los factores de mi vida, tanto la vainilla como la spanko. A partir de ahora, no pienso quedarme con nada. 

Cada movimiento, cada decisión serán pensados y estudiados pero, después de eso, me seguiré conduciendo como lo he hecho hasta ahora: con libertad, confianza y responsabilidad.

Dejaré de lado la opinión de los demás. No me malinterpreten, por favor, lo único que quiero es seguir siendo yo la dueña de mis decisiones. Valoro el cariño, los consejos y la preocupación pero valoraría también la confianza, el beneficio de la duda. 

Siempre he dicho que, tanto en este como en cualquier otro mundillo, las amistades son invaluables y altamente preciadas, lo sigo creyendo pero también creo que hay que ir desprendiéndose de aquellos que, aunque en algún momento fueron nuestro centro, hoy ya no coinciden con nosotros en ideas, planes o deseos. Aplaudo la pluralidad, la divergencia y la complementación pero, la verdad, no soporto que intenten obligarme a ser o ceder ante algo que no me gusta, no me define o no deseo, peor aún, cuando lo hacen a ciegas y sin considerar lo que realmente quiero o necesito.

Seguiré siendo YoSpankee pero en una versión renovada, una YoSpankee más libre y más honesta, una YoSpankee que se atreve a ir más allá, aunque a las personas que le rodean les parezca demasiado atrevido o demasiado peligroso. Seré una YoSpankee que se preocupe por el hoy y el ahora, lo demás será considerado según se presenten las cosas. 

También debo decir que los afectos no desaparecen de la noche a la mañana al comienzo, y por eso es que las ausencias duelen pero, como dicen, en donde no somos bien recibidos (por mucho cariño que haya de por medio) es mejor alejarse. 

Tampoco es que deban tomarme muy en serio. En lo spanko y lo vainilla, siempre he sido una persona con grandes dificultades para tomar decisiones, alguien que difícilmente se desprende (aunque haya riesgo de daño) y, sobretodo, no sé decir que no. Pero estoy aprendiendo.

Hoy sé que el único camino a seguir es hacia el frente, no hay opción para retrocesos... Y también se que este post no tiene pies ni cabeza pero, perdonen ustedes, así es justamente como está el corazón de esta spankee que solo quiere que la sonrisa se mantenga en su lugar. 

YoSpankee 

domingo, 3 de noviembre de 2019

Riesgos (2a. parte)


SEGUNDA PARTE:

Desperté muy cansada y con los ojos hinchados. No era casualidad que, toda la noche, haya dormido boca abajo y con los calzones en las rodillas. Cuando intenté girar mi cuerpo para sentarme en la cama y terminar de despertar, un ardor intenso me recordó todo lo que había sucedido la noche anterior. Recordé cada escena, desde mi triunfal conquista amorosa hasta la estrepitosa caída cuando mamá fue por mí a la fiesta para, al final, terminar sobre sus piernas siendo castigada como una niña pequeña. Las palabras de mi madre y la amenaza de continuar con el castigo, resonaban en mi cabeza.

Lo primero que hice al salir de la cama fue observar el estado de mis nalgas en el espejo, no era tan grave como pensé, ya no estaban tan rojas como anoche, apenas algunas manchas que intentaban ser moretones pero muy tenues aunque la sensación, decía todo lo contrario. Estaba ahí, de pie frente al espejo mientras sobaba la zona castigada, cuando comencé a escuchar ruido. Acomodé mi ropa, salí al pasillo y escuché la voz de mi hermanito Ángel que, a gritos, le pedía a mamá que se detuviera, que a partir de ahora sería un niño bueno y que no volvería a tener ese tipo de comportamiento. 

Entre conmovida e intrigada, bajé las escaleras para ver qué era lo que sucedía. De nuevo la escena se llevaba a cabo en la cocina. Alcancé a ver a mamá sentada en la misma silla de anoche, Angelito sobre sus piernas con el pantalón de la pijama colgando de una pierna y los calzones en los tobillos. Sus nalgas estaban recibiendo el mismo tratamiento que las mías la noche anterior aunque, las de él, apenas se veían un poco rosadas.

- Por favor, mamita, te prometo que no lo vuelvo a hacer, perdóname. 

El llanto de mi hermanito me rompía el corazón pero, al parecer, nada conmovía a mamá que, aunque no tan fuerte, arremetía contra el trasero del pobre niño. 

- Tu hermana y tú van a aprender a seguir las reglas, jovencito. Ya basta de ser tan permisiva con ustedes, a partir de hoy, no más groserías, no más desobediencias, no más flojeras... ¿Entendido?

- ¡¡Ay, ay!!, sí mamita, te prometo que me portaré muy bien, por favor, ya no me pegues.

Entonces se detuvo, lo puso de pie mientras él, con la carita bañada en llanto, con una mano secaba sus lágrimas y con la otra sobaba su nalgueada retaguardia. 

Mamá lo sostuvo de los hombros y, acercando su rostro al del pequeño, le dijo con voz dulce: sabes que esto lo hago por tu bien, ¿verdad, mi amor?

- Sí, mamita, lo sé. Respondió Ángel entre sollozos.

- Ahora, quiero que te pares en ese rincón, de cara a la pared, y pienses en la forma en que me hablaste hace rato y que fue la razón por la que te castigué. Cuando yo te diga, te llamaré de nuevo a mis rodillas y te daré 10 más con esta...

Acto seguido, y ante la mirada aterrada del chiquillo y el consecuente llanto, se inclinó y se quitó la zapatilla. Él salió corriendo al rincón y, con la respiración agitada, continuó llorando desconsolado.

Al ver que mamá tenía la intención de salir de la cocina, intenté huir hacia mí habitación sin hacer ruido pero, cuando iba a media escalera, la escuché decir mi nombre y me detuve en seco. 

- Creo que tú y yo tenemos una conversación pendiente, señorita. 

Tragué saliva. 

Continuará... 

YoSpankee 

sábado, 2 de noviembre de 2019

Calaverita

Con cariño para Vincent...

En una noche oscura y fría
De principios del mes de noviembre 
Una spankee gritaba, sufría
Pataleaba y lloraba como siempre.

En plena sesión se encontraba 
Recibiendo su castigo
Que Vincent con fuerza aplicaba,
Su adorado spanker y gran amigo.

Pero la amistad se trabaja aparte
Lo que importa es la disciplina
Y Vincent la maneja como un arte
Cada que debe castigar a su niña.

¿Por qué no hiciste la tarea?
Te has portado muy mal
Y con tantas excusas no hay quien te crea
Te voy a tener que azotar.

En eso se escucha una voz fuerte 
Que parecía salir de la nada
Era la mismísima muerte:
Vincent, pégale otra nalgada.

Atestiguando la sesión 
La huesuda babeaba ansiosa
Hasta a Vincent le pasó el cinturón 
Para que azotara a esa mocosa.

Dale fuerte hasta que llore
No te tientes el corazón
No importa que ella implore
Es más, bájale el calzón.

Pero algo a Vincent incomodó
No acostumbra que nadie le ordene 
A la calaca mandó al rincón
Aunque esta luego lo condene.

Pero él no le teme a la muerte
Su misión es causar dolor
Así que con un poco de suerte
Este año se salva de ir al panteón.

A callar, flaca llorona, 
No me conmueve tu llanto
Te enviaré con una corona
De regreso al camposanto.

YoSpankee 

jueves, 24 de octubre de 2019

Consejos para spankees.

Yo no soy una experta, ni me considero algún tipo de autoridad en este mundillo spankeril, sin embargo, a través de los años y las experiencias vividas hay algunos consejos que me gustaría darles, sobretodo, a los spankees novatos o a los que, a pesar del tiempo, no logran hacer perdurar una relación spanko.

Repito, yo no soy ninguna experta pero algo he de aportar al respecto.

Nota: El término 'spankee' aplica tanto para hombres como para mujeres, lo utilizo en masculino porque es la forma correcta para generalizar pero, por supuesto, ustedes saben que me refiero a los y las spankees. 

1. A menos que sea un acuerdo previo, los spankees que le juegan al estúpido, son sumamente desagradables. Una cosa es asumir el rol, tratar de hacer la mejor representación del papel correspondiente pero, hacerse el tonto, insultar, hacer bromas tontas, hablar como niños pequeños o comportarse como retrasados mentales, es de flojera.
Insisto, si hay acuerdo previo de ello, adelante. Pero si su spanker les pide que no lo hagan, y ustedes insisten, por eso no los vuelven a sesionar. No es culpa de nadie, solo no hay compatibilidad en el estilo de juego.

Debo aclarar que entiendo perfectamente el rol de los little spankees pero, entiendan ustedes, debe ser de común acuerdo. 

2. El spanking, a pesar de ser un juego consensuado, implica disciplina y obediencia, si el spankee no está dispuesto a seguir reglas o a respetar acuerdos, es sumamente difícil desarrollar un tipo de juego sano porque, más allá del dolor, el spanking también se trata de emociones y, hay que recordar, el spanker no es sólo una máquina de dar nalgadas.

3. El respeto es el elemento MÁS importante para el desarrollo de una relación spanko, aunque sea de una sola sesión. Hay que respetar a la contraparte, a sí mismos y al tipo de juego que se está llevando a cabo. Cada uno de los que forman parte del juego tiene una realidad, misma que hay que saber mantener fuera de los roles. Hay spankos que desean tener el control absoluto de los horarios, actividades y atención del otro, sin embargo, en ocasiones eso no es posible y, seamos realistas, tampoco es sano.

4. Comunicación. Es de suma importancia hablar, ser específicos con nuestros gustos, nuestros deseos y nuestros límites. Es parte de la responsabilidad que representa este juego, ser claros y precisos, dejar de lado la vergüenza, el pudor (verbal) y las ambigüedades. De eso depende, en gran medida, el buen resultado de una (o más) sesión de spanking.

5. ES UN JUEGO. Obviamente se trata de un juego que implica mucho más que diversión y/o entretenimiento sin embargo, se debe tener mucho cuidado porque se corre el riesgo de ser absorbido, de manera negativa, por el rol, por las necesidades, por las ansiedades o por la misma contraparte. Seamos adultos responsables, si tememos por nuestra estabilidad emocional, hay que acudir con un profesional pero, ojo, no porque seamos enfermos (nada tiene que ver el spanking), sino porque no somos capaces de mantener una relación interpersonal sana.

6. Estar ALERTA. Tener cuidado es también muy importante en este y todos los mundillos. Muchas veces no sabemos quién está detrás de la pantalla y, mucho menos, las intenciones que tiene para acercarse a nosotros. Crear vínculos llega a ser algo fácil, romper medidas de seguridad, también. Amigos spankees, no le den a cualquiera la posibilidad de castigarlos, así sea virtualmente, porque no sabemos hasta dónde puedan llegar las personas. Se los digo de verdad, hay cada loco y loca que mejor hay que cuidarnos.

7. Palabra de seguridad. No, es no. Todos tenemos límites y hay que estar protegidos al respecto. La palabra de seguridad es parte de un código de ética que ambos, tanto spanker como spankee hay que respetar. De común acuerdo se establece la palabra que fungirá como un alto DEFINITIVO del castigo. Algunos utilizan el sistema 'semáforo' en donde, verde es 'sigamos adelante', amarillo es una alerta de que estamos cerca del límite y, rojo, es dicho límite. Atención, la palabra de seguridad jamás debe ser tomada a la ligera, una vez dicha, la sesión debe detenerse de manera automática. Decir la palabra de seguridad debe ser una decisión consciente, al hacerlo, el spanker sabrá que NO puede ir más allá y, contrario a lo que se cree, no es ofensivo para ninguna de las partes, al contrario, es un acto de responsabilidad y respeto.
Si el spanker o el spankee no toman este punto en serio, algo malo está pasando ahí.

Por el momento esos son los aspectos más importantes que se me ocurre que puedan ayudar a desarrollar una mejor experiencia dentro del spanking, sobretodo, si vamos comenzando en esto. 

Agradezco sus comentarios y me encantaría saber si ustedes desean agregar algo más a esta lista. Nuevamente lo digo, esta es una opinión personal y pueden estar ustedes de acuerdo, o no. Espero que algo de esto les sirva y, si es así, me lo hagan saber. 

Con cariño y respeto. 
YoSpankee 

viernes, 11 de octubre de 2019

Riesgos

Sabía el riesgo que estaba corriendo, mamá me dio permiso para llegar a casa a las 11 de la noche pero, seamos realistas, a esa hora apenas comienza la fiesta. Cuando faltaba media hora para que se cumpliera el plazo, la llamé por teléfono para conseguir un poco más de tiempo.

- Anda, má, es que es súper temprano. Te prometo que no te pido otro permiso en todo el mes... Y, y, y además, lavo los trastos de la cena todo el mes también, anda, ¿sí? Por fa!!!

Con mucha renuencia, al final, mamá aceptó extender el permiso.

- 12.30 am y ni un minuto más, entendido, jovencita?

- Gracias, má, eres la mejor, ¡te amo!

Regresé a la fiesta con la intención de disfrutar al máximo las dos horas que aún tenía por delante. Bailé mucho cante más y bebí un par de cervezas, aunque tengo estrictamente prohibido ingerir cualquier tipo de bebida alcohólica pero, la verdad, mamá a veces exagera, casi soy mayor de edad.

No sé en qué momento pasó, estuve súper pendiente del reloj y, cuando ya estaba a punto de irme, se acercó el chico que me gusta. ¡No!, ¿por qué ahora? Por Dios, es tan guapo, tan masculino, tan imposible decirle que no a algo.

Pasó media hora y mi celular no dejaba de vibrar con mensajes y llamadas de mi mamá y, entonces, se me ocurrió hacer una de esas cosas estúpidas que, por supuesto, uno jamás piensa, mucho menos, en las consecuencias que tendrá.

Contesté la llamada:

- Estoy ocupada, Gina, te marco más tarde o hablamos cuando llegue a casa. Y colgué.

En ese momento me pareció divertido, hasta me sentí importante frente a mi galán.

- ¿Le hablas por su nombre a tu mamá?
- Jajaja, sí, así nos llevamos.

Más tarde, mientras nos besábamos, un pensamiento repentino me distrajo: mi mamá ya no había escrito ni vuelto a llamar, ¡qué raro! Igual no le di importancia y seguí disfrutando de esos labios suaves y carnosos que, aunque inexpertos como los míos, me hacían sentir mariposas en el estómago.

El susto vino después cuando, atrapada entre el chico y el muro de la casa donde era la fiesta, sentí cómo me jalaron del brazo. No puede ser, mi mamá fue hasta la fiesta por mí, ¡qué vergüenza!

No dijo nada, solo me sacó de ahí a rastras. Me obligó a subir al auto y condujo en total silencio hasta la casa. Yo solo podía pensar en la terrible humillación que representó ser sacada por la fuerza de una fiesta, ¿y qué le iba a decir al chico?
Estaba muy enojada con ella, no quería ni voltear a verla. ¿Acaso nunca fue joven?, ¿por qué es incapaz de pensar en lo que yo quiero y siento?

El camino a casa fue muy rápido, mi respiración era agitada y la adrenalina recorría mi cuerpo. Bajé del auto y me di el lujo de azotar la puerta. Con pasos largos me dirigí a la casa y ansiosa esperé a que ella abriera porque yo no tenía la llave; mientras esperaba, golpeaba el piso con el pie, como para acentuar mi enojo.

El plan era entrar haciendo aspavientos y, de la manera más dramática, subir a mi habitación entre reclamos para, finalmente, cerrar la puerta con un gran azotón. Por supuesto, no contaba con la reacción de mamá quien, apenas entrar, me tomó del brazo y, tal como me sacó de la fiesta, a rastras me llevó hasta la cocina, tomó una cuchara de madera que estaba sobre la barra, aparentemente puesta a propósito y, sin mediar palabras, se sentó en una silla, me tumbó sobre su regazo y comenzó a azotar con mucha fuerza.

Yo no podía creelo, en ninguna de mis dramáticas fantasías me vi siendo castigada de esta manera. Los gritos salían de mi garganta, mis piernas se movían como si pretendieran salir corriendo pero, por increíble que parezca, mamá tenía el control. Mi cuerpo estaba siendo sometido pero, en el fondo, mi mente seguía creyendo que la ofendida era yo.

Mis nalgas comenzaban a arder, en ese momento era más grande la humillación que el dolor, sin embargo, las cosas cambiaron cuando ella bajó mis jeans, ni siquiera tuvo que desabrocharlos, solo los llevo hasta mis muslos de un solo momento y mis gritos y reclamos se incrementaron. Pero no quedó ahí, poco después, los calzones fueron a acompañar a los jeans, entonces sí, el dolor era el protagonista.

Por más que supliqué que se detuviera, por más que pedí perdón de mil y un formas, por más promesas hechas; nada la detuvo. Ella azotó tantas veces que terminé con el rostro bañado en lágrimas y asumiendo todas mis culpas.

Abruptamente se detuvo.

- Ve a dormir, mañana seguiremos con esta charla, jovencita. Y ni se te ocurra subir tu ropa, así como estás, irás hasta tu habitación.

Hecha un mar de llanto, me fui a mi recámara, llevaba la ropa en las rodillas y las nalgas al aire. Iba sobándome y tocando la piel hinchada y pensando en que, esta vez, había ido demasiado lejos y lo peor, esto aún no terminaba.

Supongo que el ruido hecho durante el castigo fue muy fuerte pues, antes de entrar a mi habitación, alcancé a ver a mi hermanito que, con lágrimas en los ojos y mirada compasiva, me decía: descansa, hermanita.

CONTINUARÁ...

YoSpankee

domingo, 6 de octubre de 2019

Sin paracaídas

Algunos de ustedes ya saben que, desde hace un par de meses, tengo la 'obligación' de publicar, al menos, una vez a la semana en este blog. El tiempo límite es el domingo a la media noche porque, si no, mi spanker se verá en la 'penosa' necesidad de aplicar el correctivo que el considere adecuado. Pues bien, una vez más hemos llegado al fatídico día. Hoy es domingo y no escribí ningún relato, creí que sería suficiente con las publicaciones que (aunque breves) estuve haciendo durante la semana, al parece no fue así.

Aquí debo hacer una aclaración. No escribo por obligación, lo hago por puro placer. Sé que no soy la mejor en cuanto a redacción, que mi estilo necesita pulirse y que, como dijo alguna vez mi mexiñol, mi uso del punto y la coma es deplorable pero, en mi (intento de) defensa, diré que, a pesar de todo, mi intención es escribir desde el corazón, en este caso, el corazón de YoSpankee.

Muy probablemente está publicación no tendrá validez para mi spanker, y quizá con razón, sin embargo, esto que escribo también sale de ahí, de donde se forman los sueños, los deseos y los afectos de esta spankee pecosa que ama llenar de letras este pequeño espacio.

Ya sé, algunos pensarán que me lanzo al abismo sin paracaídas, que le juego al valiente y que, si ya conozco las consecuencias que tendrá el hecho de no cumplir; debería ser más ordenada en cuanto a mis textos... ¡Tienen razón!, y prometo intentarlo con más ahínco pero, por ahora, lo lamento mucho, procedo a preparar la caída.

YoSpankee

viernes, 4 de octubre de 2019

Insaciable.

Es normal que las amenazas y el juego previo generen en mí un estado de ansiedad en donde, el miedo y el deseo, se convierten en una deliciosa mezcla. Soy ese tipo de spankee que no se detiene hasta que, enfrentar las consecuencias, se vuelve inevitable.

Me gusta tentar a la suerte, me gusta arriesgar hasta el límite pero, cuando estoy al borde del abismo, comienzo a dar pasos hacia atrás. Mágicamente, el arrepentimiento se apodera de mí pero, ahí es donde pesa la presencia de mi spanker que, no permitirá que me salga con la mía.

El regaño inicial es siempre una tortura, mucho más si tengo que responder preguntas que generalmente, terminan en autoboicot. Aquí podría afirmar que soy cinta negra en el uso de argumentos que, al final, siempre conducen hacia el mismo lugar: el irremediable castigo.

Luego está ese momento que, aunque todavía no se traduce en dolor, está lleno de humillación: sobre las rodillas de mi spanker.
Para entonces aún tengo cierta protección, la ropa sigue en su sitio pero mi cabeza, mi rebeldía y mi dignidad están casi por el suelo.

Después todo irá en picada. Aunado a la humillación, viene el dolor. Las palmadas sobre las nalgas comienzan a escocer y, en un movimiento, todo empeora. Las prendas van abandonando su sitio una a una. Al final, la piel recibirá el impacto de distintos materiales (piel madera, mimbre...) con diferente frecuencia, velocidad y fuerza. Probablemente la resistencia irá menguando, las súplicas serán más reales y más urgentes cada vez.

El spanker, obviamente, se estará alimentando del dolor y arrepentimiento, además de la vergüenza y sometimiento de su spankee. A momentos, por la mente de ella, atraviesa la idea de rendirse y abandonar el juego pero, entonces, la entrepierna está llena de humedad, las contracciones son más frecuentes y placenteras. Oh, sí.

¡No pares!, es el pensamiento ahora. El dolor es real, sí, pero lo es también la satisfacción, el orgasmo, la necesidad de más y más, aunque eso represente días sin poder sentarse.

YoSpankee

miércoles, 2 de octubre de 2019

En opinión de YoSpankee.

Cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, de pronto, cambiaron todas las preguntas.
                 Mario Benedetti

Nadie dijo que la vida era fácil, tampoco nos advirtieron lo contrario. Sucede que creemos saberlo todo pero, al final, no tenemos una puta idea de nada.

Es así, ni los años y mucho menos la cantidad de experiencias nos dan la solución. Abusamos de la arrogancia, exigimos a los demás lo que creemos merecer y nos autoproclamamos expertos en un tema u otro.

Aquí se habla de spanking, lo sé, y no es esta la excepción. Si yo he conocido un mundo lleno de luchas feroces de egos y presunciones, justamente, es este. No es la primera vez que lo digo. En este mundillo de perversiones la gente se jacta de tener la mente abierta, de ser eruditos y, en algunos casos, moral e intelectualmente superiores a los mortales vainilla. Se alzan el cuello cuando dicen saber lo que quieren, se vanaglorian al asumirse dueños de la verdad y el proceder adecuado, no sólo aquí, sino en todos lados. Nadie me ha preguntado mi opinión, lo sé, pero este es mi blog y es el espacio perfecto para venir a decir lo que creo, siento y deseo.

Hoy quiero hablar del montón de inseguridades disfrazadas que deambulan por estos lares spanko. Todas las personas venimos buscando respuestas, aceptación, placer. Muchos, al principio, no están muy seguros de pertenecer aquí, sin embargo, su búsqueda es tan o más válida que la presencia de aquellos que llevan años portando el estandarte de expertos.

Todos, sin excepción, hemos enfrentado la duda, el miedo, la curiosidad. Algunos dirán que no, que ellos siempre lo supieron y que el cielo se abrió para verlos sesionar desde el inicio, ridículos. La mayoría de nosotros, simples mortales spanko, tuvimos que sortear la búsqueda, los murciélagos de la primera vez y, como lo dije en alguna ocasión, son muchas las primeras veces que tenemos que vivir y que, además, son deliciosas.

Me gusta charlar con quienes tienen dudas, con los que nunca han vivido una sesión real de spanking. No sé, quizá es mi forma de ayudar, tratando de resolver sus dudas y siendo soporte de sus miedos. Es cierto que yo tampoco soy una experta, aún debo soportar mis propios temores pero, de alguna manera, pongo mi experiencia (poca o mucha) a disposición de quien lo solicite pero, tampoco confundamos las cosas... Es cierto, soy spankee, pero eso no me obliga a ponerme sobre las piernas de nadie, por muchas dudas y miedos que esa persona tenga. Así que, si de compartir se trata, aquí estoy, dispuesta a responder a las dudas que ustedes tengan respecto a spanking.

Si tú, querido lector (a), deseas vivir la experiencia, nuevamente te digo, ¡no te rindas! y, lo más importante, no te creas de charlatanes sobrados que se sienten gurús. Buena suerte, buen spanking.

YoSpankee

martes, 1 de octubre de 2019

Montaña rusa.

Hay momentos de todo tipo en la vida de YoSpankee, los hay muy felices pero, como en todo, también los hay molestos, desagradables y hasta dolorosos. Tal como se los he dicho antes, el spanking es un tipo de relación que no dista mucho de una del tipo vainilla. Acá también hay celos, envidia, drama... De igual manera hay cariño, complicidad, confianza.

Quisiera decir que prefiero quedarme con lo bueno, pero no siempre es posible. Muchas veces, aunque queramos, la parte negativa también nos alcanza y, en ese momento, nos corresponde tomar decisiones que nos ayuden a sobrellevar o sortear los obstáculos.

La spankee tiene situaciones personales que sólo le corresponde a ella evaluar, entiende la preocupación de quienes la quieren y agradece, profundamente, que permanezcan ahí, sin juzgarla y sin señalarla como si se tratara de la bruja del pueblo. El cariño es (debería ser) incondicional, los afectos van (deberían ir) más allá de lo moral y lo políticamente correcto; sin embargo, el corazón (que también llega a involucrarse en lo spanko) toma sus propias decisiones y olvida, sin considerar los riesgos, lo que el orgullo y la razón deberían establecer como prioridad.

Hoy la montaña rusa va en subida, la bajada puede parecer la peor parte pero, al mismo tiempo, la más divertida... ¡Allá voy!

YoSpankee

lunes, 30 de septiembre de 2019

Dra. Spankee corazón.

Después de todo, esta es una fantasía que ha ido modificándose, creciendo y mejorando con el paso de los años. No soy la misma spankee que comenzó temerosa a interactuar con la gente 'de verdad', ahora tengo una personalidad propia que me hace única y, de voz de algunos spankers, incomparable e inolvidable en este mundillo de sorpresas. Ustedes saben que no me gusta clasificar en buena, mala o mejor spankee, ni a mí ni a nadie; simplemente disfruto de lo que soy y lo que siento. Qué bien que haya quien también lo haga a mi lado.

En algún momento llegué a pensar que la vida sin spanking no sería vida, y lo sigo creyendo pero, (in) justamente, la vida y su cruel realidad me han demostrado que a veces hay que establecer prioridades.

Lo lindo del spanking, además de las sensaciones que nos brinda todo el tiempo, es que se vuelve algo 'magico' cuando encuentras a la persona adecuada con quién compartirlo. 
Conozco a mucha gente que vive triste o frustrada porque no ha podido encontrar a alguien con quién compartir la fantasía y, a ellos, solo puedo decirles/pedirles que no se rindan. Sé que es difícil, también sé que el tipo de ansiedad que genera la ausencia de spanking es difícil de sobrellevar, sin embargo, también sé que nada es imposible. 

Pero también sucede, seamos realistas, que la gente (tanto hombres como mujeres) se sube en un ladrillo y se marea. Hay que entender que, las personas que participamos de esto, finalmente, somos personas comunes y corrientes. Todos tenemos una realidad con la que lidiar, un trabajo, una familia, una vida alterna y, por tiernos y románticos que parezcan los cuentos de hadas, son eso, sólo cuentos.

Hay una frase que me gusta aplicar en mi vida en general: nadie puede pedir lo que no es capaz de dar. De tal modo que, lo que nosotros buscamos y lo que ofrecemos, debe ir a la par. Sé de muchos muuuuuchos casos en los que el ego, de una u otra parte, rebasa los roles y, amigos, es ahí donde las cosas se complican. Hay que entender que, el spanking, es como cualquier otra relación interpersonal, uno espera recibir algo pero, como es de esperarse, también tiene que darlo.

Yo siempre he dicho que hay ingredientes necesarios e insustituibles:


  • Consenso 
  • Respeto 
  • Confianza 
  • Comunicación 
  • Honestidad 

Teniendo todo lo anterior desde ambas partes, es muy probable que una relación (de spanking, bdsm o lo que sea) funcione mejor pero, cierto es también que, esto no funciona como receta de cocina. Desafortunadamente, la vida no tiene manuales de uso, no hay pasos infalibles a seguir, todo es un azar. 

Dentro del spanking, así como la vida en general hay algo inexplicable pero existente: la química. Sí, ese click que pueden, o no, tener las personas... Ese 'no sé qué, que qué sé yo' que hace que los seres humanos armonicemos, o no. 

Supongo (jaja, SUPOngo) que a todos nos ha pasado: conoces a alguien y, desde el principio, te cae mal. Es inexplicable, ni siquiera le conoces bien, simplemente, no hay química o, por el contrario, te presentan a alguien o haces contacto vía internet y, aunque no le conozcas, te cae perfecto. ¿Cierto? 

Pero, ojo, amigos... NADA, en absoluto, garantiza el éxito de una relación spanko. Ya sé, ya sé, es todo tan confuso porque, aunque la fórmula parezca sencilla, no hay nada más personal e íntimo que poner tus nalgas, de manera literal, en las manos de otra persona. Y aquí no vamos a explicar los distintos tipos de spanking, eso será material para otra entrada, simplemente se trata de un voto de confianza, una entrega temporal de algo que es muy nuestro y que no se limita a lo físico. 

Hace tiempo platicaba con una (queridísima) amiga y spanker, acerca del tamaño de vínculos que se pueden desarrollar a través del spanking. Ella y yo estamos totalmente de acuerdo en que el spanking puede ser tan delicioso y satisfactorio como adictivo y peligroso. Este, como muchas otras cosas, es un juego que requiere madurez y disposición, estabilidad emocional y desapego, seriedad y responsabilidad. No se trata sólo de aventarse a dar o recibir nalgadas, es mucho más complejo de lo que parece. 

Aún así, sopesando los pros y los contras, me atrevo a recomendar el spanking como una de esas experiencias que no pueden quedarse en el tintero de las fantasías. Si usted, querido lector (a), ya tiene la inquietud o el deseo de probar, ¡hágalo!, no se quede con las ganas porque, como dicen en mi pueblo: "lo bailado, nadie nos lo quita"

YoSpankee 

domingo, 22 de septiembre de 2019

¿Cómo sería tu sesión ideal de spanking?

Hace poco estaba pensando en la respuesta a una pregunta que suelen hacerme las personas que me contactan con respecto a mis fantasías y/o experiencias de spankee, sin embargo y siendo honesta, jamás he respondido más que cualquier cosa llena de diplomacia y desinterés... No crean que soy grosera o mal educada, o sí un poco, pero me refiero a que en muchas ocasiones no sé bien qué responder y me limito a esquivar lo más sutilmente posible.

Así que, aún sin contar con una respuesta específica, porque es imposible tener una, me di a la tarea de fantasear, recolectar o tomar prestados algunos detalles para dar forma a una sesión de spanking que, personalmente y sin limitarme a ella, sería muestra de una sesión ideal... excitante, explosiva...

He aquí el resultado:

Con un sutil toque de 'age play' pero sin caer en las representaciones teatrales baratas e infantiloides. Me encantaría que el spanker fuera un hombre maduro, de esos que controlan tus acciones con la sola mirada, de manos grandes y vestido de manera formal, si se puede guapo, mejor.

Tendría que ser una situación casual, nada premeditado (guiño) y en un ambiente cero preparado, os instrumentos también deberán ser casuales, de uso cotidiano. Los roles indican que no puede haber nada sexual de por medio (guiño), sin embargo, nadie puede conocer lo que sucede en el interior (o la entrepierna) de los involucrados.

***

Las tareas de la maestría me están volviendo loca, las  materias que elegí para este semestre son las más difíciles  y, de hecho, lo hice a propósito. Quiero terminar con la parte pesada lo más pronto posible, sin embargo, está costándome más de lo que había pensado, además, combinado con el trabajo en la oficina y los múltiples compromisos que adquirí poco antes de inscribirme, argh, es una pesadilla.

El fin de semana pasado no fue la excepción, montones y montones de tarea me esperaban en casa después de una semana particularmente complicada de clientes con proyectos urgentes, correcciones de última hora y el mal humor de mi jefe que ha empeorado desde que recibió, a media junta, una demanda de divorcio que no se esperaba, ¡ja!, pobre.

Decidí salir de la oficina un par de horas antes de lo acostumbrado, tenía ganas de distraerme y así tomar un respiro para, en la noche, aplicarme con la tarea. Mi departamento está lejos de la zona de bares y restaurantes de la ciudad en la que vivo, así que pasé a casa de mi amiga Karla a cambiarme de ropa, pedirle que me acompañara a tomar algo y, con el pretexto de volver ahí por la noche para estudiar juntas, dejé todas mis cosas; libros, cuadernos y lap top que quedaron en un rincón de su habitación. 

Karla estudía la maestría conmigo, es recién egresada de la carrera y aún vive con sus padres. Estábamos un tanto obligadas a volver temprano porque, según me había platicado, su mamá es muy 'preocupona' y su papá, 'chapado a la antigua', es muy estricto con los horarios y los deberes. Tampoco pudimos vestir demasiado provocativas pues, además de no contar con el tiempo necesario, el plan consistía solamente en beber un par de tragos y regresar a casa, después supe que ella jamás utiliza faldas cortas o escotes pronunciados pues, sus padres, se lo tienen prohibido. Desde mi punto de vista ya hemos superado la prehistoria, ¡bah!.

Estábamos ambas sentadas en la barra del bar, ella un poco nerviosa porque, obviamente era algo a lo que no está acostumbrada. Yo, no es que sea una borracha empedernida,, me gusta tomar un trago de vez en cuando y, por qué no, aprovechar para coquetear un poco con los hombres que, dicho sea de paso, siempre están dispuestos a charlar o invitar una copa. De pronto, se acercó el mesero y nos dijo, señalando el otro extremo de la barra, que dos caballeros nos enviaban una copa. A mí me pareció sumamente divertido y, dado que ambos hombres estaban guapísimos, no vi nada de malo en aceptar la invitación pero mi amiga no pensaba de la misma forma y, con evidente molestia, respondió: ¡no, gracias! 

Pero, ¿por qué?, le pregunté sorprendida. Porque no es correcto, respondió. Pagó nuestra cuenta, tomó su bolso y salió muy molesta del lugar. No me quedó más remedio que seguirla y, con un gesto y el rostro rojísimo, salí detrás de ella. 
Subimos al auto y no pude evitar preguntarle por qué había actuado así, que no tenía nada de malo. 

- A ver, Lau, yo no sé si tú estás acostumbrada a comportarte como una mujerzuela, yo no, así que no me pidas que lo haga. Discúlpame, no es mi estilo. 

¡Jajajajajaja!, estallé en una sonora carcajada y, quizá ella se sorprendió por mi reacción pero fue lo único que pude hacer ante su exageración. Es decir, coquetear un poco con desconocidos, aceptar una copa sin absolutamente nada a cambio, para ella eran actos vergonzosos, caray, en qué monasterio la han tenido recluida. 

No pasa nada, Karlita, le dije entre divertida y muy sorprendida, será mejor que nos vayamos a estudiar y terminar el trabajo porque, si no, no aprobaremos la materia. Ambas sonreímos y nos dispusimos a comenzar el camino a su casa. Unos 40 minutos nos separaban de nuestro destino, y entonces recibió una llamada de su madre. No supe exactamente qué le dijo, sólo sé que la apuró para volver a casa porque su padre había llegado ya y estaba muy molesto por su ausencia. No sé qué tipo de presión ejerció la llamada en ella pero pude adivinarlo porque, a modo de súplica, me pidió acelerar para llegar lo más pronto posible. Así lo hice. 

Traté de elegir la vía más rápida y, contagiada de su ansiedad, aceleré lo más que pude pero, 'sin querer', me pasé un semáforo en rojo sin percatarme de la presencia de una patrulla de policías. 

Escuché la sirena sonar, mi expresión lo dijo todo y la sensación empeoró cuando volteé a ver a mi amiga que, con una cara de terror absoluto comenzó a llorar. Detuve el auto en cuanto pude y le pedí a Karla que se calmara, que yo me haría cargo. Bajé la ventanilla y traté de usar todos mis encantos, especialmente la carita compungida y llena de arrepentimiento. El policía saludó muy amablemente, me preguntó si sabía por qué me había detenido y no me quedó más remedio que responder que sí, que no me había dado cuenta del alto y, cuando lo hice, ya era demasiado tarde. Argumenté (e inventé) todo lo que pude pero, al parecer, nada convencía al uniformado que, muy serio, me explicaba todos los riesgos a los que expuse, tanto a mí, mi acompañante, como a otros vehículos o transeúntes. 

Al ver que no me libraría, solo le dije, en tono áspero y quizás arrogante: por favor, sólo expida la multa y ya. Y supongo que no le gustó porque, inmediatamente, me pidió mis papeles, bajar del auto y soplar en su rostro para verificar mi aliento, lo cual, me puso sumamente nerviosa pues había bebido un par de tragos, nada grave. 

Obviamente el policía percibió el alcohol y, con una sonrisa maliciosa, me dijo que estaba metida en graves problemas. Yo no sabía qué hacer o qué decir y la actitud llorona de Karla tampoco ayudaba mucho. 

- Por favor, poli, no sea malo... Déjenos ir, le prometo que no volverá a pasar, en serio, solo bebí un par de copas, le juro que vengo en mis 5 sentidos. 

Se notaba lo divertido que estaba el policía, deduje que si me esforzaba un poco más, terminaría convenciéndolo, así que no me di por vencida. Hice uso de todo el drama que me fue posible, la pobre de Karla estaba tan preocupada que, verla así, me dio una idea fantástica. 

- Mire, oficial, si usted nos hace esto no sabe en el lío que nos mete. ¿Ve a mi amiga?... Pues su papá es un señor muy estricto, terriblemente enojón y, aquí entre nos, a él le gusta utilizar los castigos físicos para corregir las faltas de su hija. Imagine lo que pasará con ella si se entera que nos detuvo la policía. Y no me parece justo que, si yo fui la que bebió y sin querer se brincó un alto, la que termine pagando sea ella, ¿no cree? 

Sentí que ya lo tenía en la bolsa, que lo había conmovido y que se había creído todo el cuento.  El policía movía la cabeza como pensando, como tomando una decisión y preguntó:

- Exactamente, ¿qué le pasaría a su amiga si su padre se entera de esto? 

- Sería terrible, su papá utiliza el cinturón para azotarla en las nalgas. Lo hace con mucha fuerza, oficial, a veces tarda varios días en poder sentarse sin dolor. 

- Y, ¿lo hace encima de la ropa o sobre la piel desnuda? 

Vaya que parece interesado en el tema, espero que no vaya a querer acusar al pobre señor de violencia intrafamiliar o algo así. 

- No estoy muy segura, supongo que dependerá de la gravedad de la falta pero, ¿no le parecería una injusticia que, mi pobre amiga, pague por algo que no ha hecho? 

- Sí, tiene usted toda la razón, señorita, no podemos permitir que eso suceda. Muy bien, le perdonaré la multa... 

Sonreí triunfante,sorptendida y muy triunfante. 

... Pero con una condición... 

¡Carajo! 

... Usted tendrá que recibir ese castigo aquí y ahora porque, es cierto, la que bebió y se voló el semáforo en rojo, fue usted... Y por su bien, espero que acepte porque, de lo contrario, me veré obligado a levantar la multa y, además, llevaré el auto al corralón pero, no sólo eso, además las remitiré, ¡a ambas!, a la delegación. Usted decide. 

- Pe... Pe.. Pero, oficial!! 

- Como lo escucha, señorita, no hay pero que valga. Vamos, decida ahora porque todavía hay que llamar a la grúa, remolcar el auto, a ustedes, subirlas esposadas a la patrulla, en fin... 

Volteé a ver a Karla quien, aunque había escuchado toda la conversación, jamás intervino. Supongo que, al igual que yo, creyó que estaba funcionando pero, al ver que no era así, se bajó del auto y me suplicó que aceptara el trato, que lo hiciera por ella, que todo lo que le dije al policía acerca de su padre, era totalmente cierto. Me dejó con la boca abierta. 

Verla llorar tan llena de miedo, provocó que mis ojos también se llenaran de lágrimas y, con un gran sentimiento de solidaridad, le dije al oficial que lo hiciera, que aceptaba el trato pero que nos dejara ir. 

Tardé más en responder que el policía en ponerme en posición: las palmas de las manos sobre el cofre del auto, el cuerpo inclinado y las nalgas expuestas. Pude ver y escuchar, claramente, cómo sacaba el grueso cinturón de piel de las presillas del pantalón, posteriormente, lo dobló a la mitad y, dando un par de pasos hacia atrás, lo posó sobre mis glúteos. 

Yo no sabía a lo que me enfrentaba, jamás me habían azotado y menos con un cinturón. Miré a Karlita que, aunque asustada, no perdía detalle de lo que sucedía, me miraba con compasión. 

El primer azote me hizo estremecer, mi cuerpo se contrajo y el dolor en mis nalgas no me permitía pensar en nada más. Escuché cuando el oficial me preguntaba si estaba arrepentida, si sabía que me lo merecía y si estaba dispuesta a modificar mi comportamiento. Cada pregunta iba acompañada de un cinturonazo y yo ni siquiera podía responder, solo me limitaba a soportar el castigo, quería que todo terminara rápido para poder salir de ahí. Me sentía tan estúpida, tan humillada y, al final, tan consciente de que, lo que había hecho, estuvo muy mal. 

No supe exactamente cuántos cinturonazos fueron, mis nalgas se sentían calientes y muy adoloridas. Mi rostro estaba bañado en lágrimas, no me había dado cuenta del efecto que tuvo ese castigo hasta que me descubrí suplicando y ofreciendo mil disculpas. 

Por fin terminó, lo supe porque él así lo anunció. Se acercó a mí mientras volvía a colocar el cinturón en su sitio. Instintivamente comencé a sobar la zona castigada pero, de inmediato, recibí un manazo fuerte en una nalga. 

- ¿Quién le dio permiso de sobarse, señorita? 

- Per... Perdón, dije entre sollozos. ¿Nos podemos retirar, oficial? 

- Sí, pueden irse. Aquí están sus papeles y, por favor, tengan más cuidado de aquí en adelante. ¿Me promete que se portará bien? 

- Sí, señor, lo prometo. Respondí sin poder levantar la mirada. 

Ante la satisfacción del policía y mi cola muy adolorida, nos retiramos del lugar. Karla me iba diciendo cuánto lo sentía y la culpa que le embargaba por lo que yo había tenido que pasar. Le dije que no se preocupsra, después de todo, me lo merecía. 

- Sí, es cierto, respondió. Sólo espero que también puedas soportar la cueriza que nos dará mi padre a ambas al llegar a casa... 

FIN. 


lunes, 9 de septiembre de 2019

Zarpazo.

Me había dicho que iríamos a una reunión con sus amigos, yo estaba contenta con la sola idea de pasar tiempo juntos, el lugar y las personas eran lo de menos. Además, me parecía una excelente oportunidad para conocer a las personas de las que se rodeaba ya que, por compromisos o por no coincidir en horarios, jamás había tenido contacto con ellos.
Acordamos que pasaría a recogerme a medio día y aproveché para hacer sacar algunos pendientes aunque, a decir verdad, estaba ansiosa por verlo.

Llegó puntual, muy puntual diría yo, y la sorpresa era que no iba solo. No me molestó la presencia de su amigo, al contrario, pero me inquietó un poco la idea de ir con alguien más, sobretodo porque yo estaba consciente de que iríamos a una reunión vainilla y quería aprovechar el trayecto para hablar de lo nuestro, además de ir en la parte trasera del auto y ellos dos al frente, charlando, muy felices. Grande fue mi sorpresa cuando los escuché mencionar '24/7' y, no es que estuviera de metiche ni nada y sé que el término puede aplicar para muchas cosas pero, no pude evitar preguntar: y, ustedes, ¿de dónde se conocen?

Resulta que ambos pertenecen al mundo bdsm (del cual, el spanking forma parte) y, a donde íbamos, era una reunión de bedesemeros. Woow!!
Desde ese momento me sentí muchísimo más cómoda, un poquito más en mi elemento. Entonces supe que la reunión sería fuera de la ciudad, a unos 40 minutos, y que conocería a varios personajes de ese mundillo. Lo que sucedió en dicha reunión no podría describirlo más que como una charla entre amigos (ellos) en la que me hicieron sentir aceptada. La charla estuvo llena de anécdotas y 'chistes locales' que yo poco entendía, sin embargo, me divertí muchísimo y pude evitar, exitosamente, la constante insistencia en amarrar a la spankee.

Cuando salimos de la fiesta ya era tarde, la una de la mañana, tal vez y, debido a un percance, tuvimos que permanecer un par de horas estacionados en el auto. Además del amigo que iba con nosotros desde el principio, se sumó otro chico que se dedica al arte del 'shibari' (si usted no sabe lo que es, googlee, es gratis) y ambos se bajaron del auto para intentar solucionar dicho percance, así que nos quedamos solos mi spanker y yo.

No soy claustrofóbica pero, el silencio de la noche, la energía acumulada y un espacio reducido no son buena combinación para una spankee. Lógicamente comencé a molestar, quizá estaba un poco confiada ante el hecho de estar frente a más personas y supuse que, a pesar de mi atrevimiento, lo más que sucedería sería que mi lista crecería y los motivos serían guardados para cuando hubiera oportunidad de cobrar. Terrible error.

Después de algunas malas contestaciones, reproches sin sentido y sugerencias, no supe cómo, terminé sobre las piernas de mi spanker en el asiento trasero del auto. Todas las nalgadas que recibí esa noche, lo confieso, fueron más que merecidas. Me moría de vergüenza al pensar que los otros chicos notaran lo que estaba sucediendo porque, además, afuera estaba fresco pero, al interior del auto, lo temperatura iba en aumento y los vidrios empañados eran la prueba de ello.

Fueron varias las veces que terminé boca abajo pero, de alguna manera la situación era terriblemente excitante. Hasta ese momento, mi ropa había permanecido en su lugar pero no se quedó ahí por mucho tiempo. Tumbada boca abajo sobre las piernas de mi spanker, dentro de un automóvil estacionado en la vía pública sobre una avenida bastante transitada y con los calzones en los muslos; estuve pstaleando mientras trataba de safarme del castigo. Vaya spankee tan ilusa.

Jadeante, sudorosa y muy excitada me acomodé la ropa e intenté mostrar un fingido enojo, algo más parecido a un berrinche y, aunque la cantaleta regañona de mi spanker estaba a punto de comenzar, me salvó que, por fin, sus amigos volvieron al auto.
Comenzamos el trayecto de camino a casa casi en silencio. Un poco de música sonaba de fondo y el sueño me mataba pero, amigos, ustedes saben que las spankees siempre tenemos una reserva de batería así que, cobijada con la presencia de los otros dos chicos, seguí con el berrinche y traté de hacerlo muy evidente para mi spanker no así para los pasajeros del frente. Oh, sorpresa, queridos míos... Es un riesgo terrible ir en un auto con gente a la que las nalgadas no le parecen nada fuera de lugar, al contrario.

Nuevamente terminé sobre las piernas de mi spanker que, decidido, aplicó unas buenas nalgadas en ese auto en movimiento. No una, sino, dos veces probé su palma severa impavtándose contra mis nalgas pero, la segunda fue la peor, el orgullo de la spankee fue doblegado porque, dentro del reducido espacio del asiento trasero, él se las arregló para que yo quedara atrapada en un nudo humano entre ambos. Mi cabeza casi tocaba el piso y quedó bajo su rodilla izquierda, mi cuerpo descansaba sobre su pierna derecha, con la mano izquierda caían los azotes sobre la piel desnuda y, finalmente, con la mano derecha sostenía tanto mis piernas como mi ropa interior que fue removida de su sitio en un rápido movimiento.

Fueron segundos, a lo mucho un minuto, pero a mí me pareció una eternidad. Los de adelante ni se inmutaron y yo, como podrán adivinar, además de las nalgas, tenía la cara súper roja, tanto por el esfuerzo hecho al intentar librarme (fallidamente) del castigo, como por la vergüenza enorme de saberme exhibida, nalgueada y aplacada.
Él iba orgulloso de su actuación orgulloso y muy excitado pues, al estar sobre él, el bulto entre sus piernas era evidente.

Cuando llegamos a la ciudad, nos despedimos de sus amigos y decidimos ir a terminar lo que habíamos comenzado.

Pd. Jalarle tanto los bigotes al tigre, es sumamente peligroso. Puede que no pase de un rugido pero también puede terminar en zarpazo.

YoSpankee