domingo, 15 de diciembre de 2019

Tú.

Por extraño que parezca, a casi 12 años de tu partida, aún sigues rondando mis sueños. Hace más de 20 años me hiciste sentir, a mis tiernos 16, la experiencia del cuero morder mi piel... Quizá nunca lo supiste, porque no tuve oportunidad de decírtelo, pero fuiste el preámbulo de todo lo que soy ahora.

Varias veces me rompiste el corazón, la última, cuando te fuiste sin avisar y jamás volví a verte, quizá terminaste huyendo de mí una vez más, o quizá sólo terminó tu tiempo y yo, para variar, me adueño del protagonismo de la historia, como suelo hacerlo. 

* * * *

Esta vez ya no tenía 16, era justo como soy ahora, y te presentaste ante mí, diciéndome lo orgulloso que estás de mí, de mis logros, de la fuerza que he adquirido con el paso del tiempo y con las experiencias que los han acompañado. Me hiciste sonreír, esa también fue siempre una habilidad tuya que, en su momento, amé muchísimo. Dijiste que me veías hermosa, que los años me habían sentado bien y que mis pecas brillaban más que nunca sobre mi blanca piel, esa piel que te gustaba morder o enrojecer a manazos.
Me miraste bien, observaste cada ángulo de mi rostro y me envolviste con tus brazos, esos brazos musculosos y bien formados que se sintieron justo como cuando éramos unos chiquillos y, como entonces, hiciste que todo fuera mejor, más claro, más feliz. 
Me susurraste al oído cuánto me has extrañado y, de nuevo, me pediste perdón por todo el daño que me hiciste... Yo respondí que no era necesario, que eso ya no importaba y que tu lugar en mi corazón seguía intacto. 
Volví a adorar esa mirada tuya llena de picardía, combinada con un poco de maldad, deslicé mis dedos por toda tu cara, poniendo especial énfasis en tus labios y, justo cuando estaba por decirte cuánta falta me has hecho, dijiste mirándome fijo: ¡qué ganas tengo de darte una buena cueriza!... Entonces desperté.

YoSpankee 

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