domingo, 25 de agosto de 2019

Recuento.

Es sabido por todos ustedes que este no solo es un blog de relatos spanko aunque, por supuesto, son mi herramienta preferida para dar salida a las experiencias, fantasías y deseos de mi YoSpankee. Sin embargo, la mujer detrás de la spankee es mucho más que un bulto dispuesto a recibir nalgadas; la spankee tiene miedos y frustraciones que, aunque a ratos hagan presa de ella, también le permiten reconocer su vulnerabilidad y apelar a su fuerza, voluntad y coraje para salir adelante de cualquier situación, por difícil que parezca.

Pero no lo hago sola, al contrario, en ese tipo de situaciones voy corriendo a lloriquear con mis amigos en Facebook y sé, estoy segura de ello, que ahí obtendré todos los mimos y la energía que necesito para retomar el camino.

No me gusta hacerme la víctima, no es mi estilo, pero a veces caigo en el juego y me permito sentirme débil, llorar y patalear en circunstancias que, estoy consciente, no se resolverán de esa manera. Pero tampoco puedo negar mi lado spankee, ese en el que la catarsis llega con lágrimas de por medio y esta vez no fue la excepción.

Una mañana me desperté con el corazón lleno de ansiedad, de la nada, las lágrimas rodaban por mi cara. El día anterior había ido al médico y, aunque yo sospechaba el diagnóstico, el doctor me lo confirmó: esguince en el hombro derecho. El dolor, a pesar del medicamento, era insoportable. Después de año y medio de constancia en el gimnasio, tendría que ir a cancelar mi suscripción porque, la recuperación del hombro, me llevará meses. Ese detalle me derrumbó pues, para mí, el gimnasio representaba un reto que poco a poco había ido venciendo pero, ahora, la prioridad es mi salud y, aunque lo entiendo, para nada es consuelo.

Soy sumamente afortunada, las personas cercanas a mí, en lo vainilla y lo spanko, lograron ayudarme a entender y aceptar las cosas. Cada uno a su manera, me apoyaron para salir del bache y aunque ahora estoy con el brazo inmovilizado y en espera del resultado de la resonancia magnética, me siento muchísimo mejor.

Quiero aprovechar para agradecer a todos aquellos que me brindaron su apoyo, que me sostuvieron en momentos de crisis y que, además, no juzgaron mi debilidad. De verdad, gracias mil.

No se han terminado los relatos, al contrario, es solo que tenía necesidad de hablar un poco de lo otro que también es parte de esta spankee llorona. Hay varios textos en lista de espera, ojalá el tiempo y el ánimo den para un poco más.

Por cierto, hay un castigo pendiente por la negligencia y el descuido que mostré al tardar tanto en atender mi hombro pero, amigos, eso es algo que les contaré en otra ocasión.

YoSpankee

sábado, 17 de agosto de 2019

Acción - reacción.

A veces me gusta tentar a la suerte, tocar los límites de mi spanker y poner a prueba su paciencia. Muchas de esas veces termino arrepintiéndome por haberlo hecho, esta última no fue la excepción.

Llevaba varias advertencias acerca de mi vocabulario y como, personalmente, no me parece algo tan grave, no le di ninguna importancia. En mi defensa, diré que es una forma de hablar coloquial y divertida pero que, al final, no le hace daño a nadie... Procuro no ser ofensiva, simplemente, hay veces en que ese tipo de palabras le dan más sabor a las expresiones.

Estando sentados a la mesa en el comedor de casa, tratando algunas cuestiones profesionales mientras comíamos alguna botana, me pareció muy divertida la idea de aplastar y desmoronar el bocado que él estaba a punto de comer. Terrible idea. Traté de hacerlo ver como lo que fue, una broma inocente y divertida pero, bueno, él no lo vio así. Se puso de pie y enérgicamente me ordenó limpiar lo que se había caído al piso pero, amigos (especialmente spankees), ustedes saben que es difícil deterner la bola de nieve, una vez que esta ha sido lanzada cuesta abajo. Me negué a hacerlo así que sin más, me inclinó sobre la mesa y me dio una docena de nalgadas muy fuertes encima de la ropa e insistió para que limpiara el desorden, me negué de nuevo. Esta vez, sus manos fueron directo al borde de mi pantalón y lo bajaron de un movimiento, no sin un poco de resistencia de mi parte y, así, con las nalgas al aire recibí UNA sola nalgada, pero fue una de esas que te hacen tomar mejores decisiones en la vida, sin embargo, ya era muy tarde, la bola de nieve iba creciendo cada vez más.

La ironía, el sarcasmo y retar a mi spanker, son cosas que me salen de manera natural, no puedo evitarlo y, por supuesto, son el tipo de cosas que me meten en problemas más seguido de lo que mis nalgas pueden soportar. Pero mi spanker suele reaccionar como lo que es, un hombre que gusta de tener el dominio de la situación, la persona que impondrá el orden y, sobretodo, quien tiene en su poder el freno de mano para emergencias. Es su placer controlar mis desvaríos, aplacar mis neurosis y, con nalgadas de por medio, poner fin a mis rabietas y atrevimientos.

Después del evento con el bocadillo y mi resistencia a obedecer, continuamos trabajando, yo sé ser seria y profesional pero, por favor, no me pueden exigir que lo haga si lo tengo a él al lado. Cómo puedo concentrarme ante esa mirada fuerte, esa sonrisa entre tierna y demoníaca, esa casi descarada invitación a provocarlo, absorta en esos pensamientos, le pedí que me regalara un beso y, aunque yo esperaba una respuesta inmediata, al señor se le ocurrió bromear: no te lo regalo, te lo vendo, ¿cuánto traes?

En ese instante sentí que mi sangre spankee comenzó a hervir. ¡Ya no quiero nada!, dije mientras me cruzaba de brazos y fruncía el ceño.
Aquí cabe hacer una aclaración, amigos, a YoSpankee le gusta recibir las cosas que quiere, cuando quiere y justo como las quiere; si no, se emberrincha, hace pataleta y ya no quiere nada. Entonces, montada en un drama, me limité a permanecer callada y desviar la mirada hacia otro lado, él, por su parte, solo reía e intentaba sacarme de mi lapsus spankus (vulgarmente llamado berrinche) pero sin éxito alguno. Supongo que estábamos por llegar al borde de su paciencia pues, en un último arranque, comencé a decir tonterías, a reclamar cosas estúpidas y, cuando caí en cuenta de lo que había hecho, era porque ya me había tomado del brazo y, poniéndose de pie, me hizo arrodillarme frente a él. Bajó el cierre de su pantalón y sacó su pene erecto. Me tomó del cabello y, con apenas un poco de fuerza, me hizo abrir la boca.

Es spanker, obviamente esas pataletas mías son su alimento. Estaba un tanto impresionada por el nivel de excitación al que, sin intención alguna, lo había llevado. Desde mi posición podía ver cuánto estaba disfrutando el momento. Tenía los ojos cerrados y la cabeza un poco echada hacia atrás y, siendo sincera, me encanta poder regalarle esos instantes de placer pero, de nuevo, YoSpankee estaba despierta, así que simplemente me detuve, me puse de pie y me hice la enojada. Su respuesta: me tomó del brazo y a rastras me llevó hasta el sofá, bajó mis pantalones junto con la ropa interior, con la mano izquierda me obligó a inclinarme con un movimiento brusco y, con la otra mano comenzó a azotar muy fuerte, una nalga primero, luego la otra y después justo a la mitad abarcando ambas. Dolía muchísimo y, aunque intentaba esquivar o defenderme de alguna manera, me tenía por completo sometida. Obviamente, su fuerza es mucho mayor que la mía y supongo que lastimé un poco su ego de macho al, deliberadamente, detener el sexo oral sin explicación alguna.

Después de no sé cuántas nalgadas bien dadas, se detuvo. Intenté ponerme de pie pero, de inmediato, recibí la orden de no moverme, ese tono de voz no daba lugar a ningún tipo de duda y obedecí sumisa.

Pude escuchar sus pasos al salir de la habitación, fue a la cocina y, tras buscar algunas cosas, volvió a la sala, dejó algo sobre la mesa y se dirigió hacia donde yo estaba. Me quitó la blusa, desabrochó el sostén y se deshizo de ambas prendas. Quedé solo con los jeans y los calzones en los tobillos, de nuevo me tumbó sobre el brazo del sofá.

No sabía qué esperar. Comenzó con la regañina por mi vocabulario, por la forma en que lo reto a través de WhatsApp o vía telefónica. Se burló de cómo cambian las cosas cuando ya estoy frente a él, de espaldas, en realidad y acercándose a mi rostro me mostró una barra de jabón, muy grande para mi gusto, me obligó a abrir la boca y la metió con evidente molestia.

- Pobre de ti si la dejas caer, señorita.

El sabor a jabón es horrible, nauseabundo. Me habría gustado escupir la barra sobre el sillón pero el dolor en mis nalgas indicaba que sería muy mala idea. Cerré los ojos y traté de esperar lo más pacientemente posible. No tuve que hacerlo durante mucho tiempo pues comencé a sentir un ardor particular que recorría toda mi espalda. Un gran trozo de hielo era arrastrado desde mi cadera hasta mis hombros y cuello, luego por mis costados y finalmente por ambas nalgas que, en tales circunstancias, lo recibían agradecidas. El choque térmico me hizo aflojar la mandíbula y, en un descuido, la barra de jabón rebotó en el asiento del sillón. Las nalgadas no se hicieron esperar y la regañina tampoco.

- Vuelve a poner ese jabón en tu boca, no es posible que seas incapaz de seguir una instrucción.

Mi pobre cola era aporreada con singular dureza y, aunado a eso, la piel mojada hacía que el castigo fuera mucho peor. En adelante traté de apretar lo más posible la barra con los dientes pero, en serio, el sabor era insoportable así que, sin que él lo notara, la saqué de mi boca y la sostuve con la mano mientras él alternaba nalgadas y hielo... Pero luego se dio cuenta y, con un grito, me ordenó ponerla de nuevo en su sitio mientras arremetía de nuevo a mano limpia.

- ¡¡Chamaca mañosa!!

Al final, todo terminó con mi cuerpo tembloroso, no solo por la tunda y por el hielo, el proyecto tuvo que esperar un poco más para ser terminado.

YoSpankee

lunes, 12 de agosto de 2019

Proyecto.

Yospankee ha detectado un problema de actitud y un hábito terrible. Se ha reconocido procrastinadora y, aún con el riesgo que ello implica, le ha pedido ayuda a su spanker. Si en alguien puede confiar porque es quien la cuida y la guía, es justamente en él. El spanker aceptó ayudarla, no sin antes advertirle que sería muy estricto con los tiempos y las consecuencias que tendría en caso de incumplimiento. Pues bien, la spankee aceptó y, con ambas partes de acuerdo, comenzó la cuenta regresiva.

Pasó la primera semana y la spankee no logró cumplir con la tarea correspondiente, el castigo fue anunciado y ella, a sabiendas de su fallo, aceptó resignada la sentencia, por supuesto, no sin antes luchar un poco contra la lógica, el honor de haber dado su palabra y la culpa que produce no ser capaz de controlar sus tiempos y actividades.

Desafortunadamente, el castigo no ha podido ser aplicado pero, aún así, la segunda semana transcurrió y, otra vez, YoSpankee no cumplió el objetivo pero, esta vez, consciente de las dificultades para lograrlo, solicitó una prórroga de, solamente, unas cuantas horas y, aún a disgusto del spanker, le fue concedida: tienes de aquí hasta que te vea pasado mañana para cumplir y, recuerda, es el segundo atraso.

YoSpankee tragó saliva, es la primera vez que se pone en manos de su spanker de esta manera, es decir, nunca antes había tenido que pedir ayuda para, con castigos de por medio, conseguir cumplir con sus propias metas. En definitiva, es un grito desesperado, un recurso extremo para cambiar o mejorar esta y varias cositas que ya no marchan bien.

Agradezco a mi spanker por su ayuda y, a un día de 'cobrar' por los atrasos, sigo convencida de querer hacer esto por mi bien. Ya les contaré más adelante de lo que se trata este asunto y si me quedaron ganas de volver a fallar.

YoSpankee

Sorprendida.

Esa tarde recibí un mensaje suyo: te tengo una sorpresa, estoy muy ansioso por llegar a casa, espérame como ya sabes.

Mil mariposas comenzaron a darme vueltas en el estómago, justo el día anterior, habíamos estado platicando de que sería muy excitante esperarlo en casa totalmente desnuda en la cama para que, apenas entrar él, me cogiera de todas las formas posibles. Ni siquiera pude concentrarme el resto del día, estaba muy excitada porque, además, los días pasados había estado algo enferma y él con mucho trabajo, así que, después de todo, nos lo merecíamos.

Traté de salir temprano de la oficina, conduje hacia la casa un poco más rápido de lo normal, quería ducharme, encender algunas velas, tener listo algo por si nos daba hambre, en fin. Calculé el tiempo que regularmente tarda en llegar y cuando aún faltaban unos 15 minutos, me quité la bata de baño y, usando solo un calzoncito de encaje negro, me tumbé boca abajo en la cama a esperar... Escuché el motor del auto al llegar y el 'bip bip' de la alarma, mi cuerpo reaccionó de inmediato. Traté de ofrecer la mejor vista, mis nalgas estaban bien paradas, la espalda curvada, los ojos cerrados... Pude imaginar sus movimientos, adiviné cómo dejó el maletín y su saco en la sala, subió despacio la escalera y se detuvo en la puerta de la habitación. Seguramente, su cuerpo también había reaccionado ya, sé que esos calzoncitos negros le encantan, además, por la ansiedad que mostró en su mensaje, algo traía en mente.

Sabía de su presencia pero no quise voltear a verlo, quería sentirlo como un depredador acechando a su presa. Estaba atenta a sus movimientos solo por el poco ruido que hacía... Empezó a quitarse la ropa, deshizo con ansiedad el nudo de la corbata y la tiró al piso, después la camisa; desabrochó su cinturón y lo sacó despacio para, al final colocarlo sobre la cama, a un lado mío. El pantalón también quedó tirado, junto a lo demás y, con sólo el bóxer encima, comenzó a acercarse, a merodear alrededor hasta que, por fin, empezó a tocarme. Lo primero que hizo fue palpar mi entrepierna, parecía que quería asegurarse de que estuviera húmeda y dispuesta para él, así era. Lentamente comenzó a bajar el calzón, lo llevó con calma desde su lugar hasta medio muslo, yo estaba súper excitada. Luego tomó el cinturón y, doblándolo a la mitad, lo llevó en un recorrido suave por todo mi cuerpo, desde los pies, las pantorrillas, lo pasó por mis muslos y se detuvo un momento entre mis piernas y, con la humedad que ahí había, lo manchó un poco y continuó recorriendo las nalgas, la espalda y de regreso. Cuando llegó de nuevo a mi espalda baja, se acercó aún sigiloso y, con un susurro de su voz grave, me dijo: estaba ansioso por tenerte así, mi amor.

Mi piel se erizó, pequeñas contracciones comenzaban a sentirse en mi interior, estaba muy excitada con la idea del cinturón en mi piel, me encanta esa forma juguetona que tiene para explotar mis sensaciones cuando, de repente y sin previo aviso, estalló el cinturón contra mis nalgas. Fue un golpe seco, muy fuerte y que me sacó por completo del modo erótico.

- No, así no!! Me quejé con un puchero mientras me sobaba.

- Qué, ¿no te gustó?
- No, me dolió mucho!! Grité todavía con una evidente molestia.
- Pues, déjame decirte, señorita, que a mí tampoco me gustó haber recibido la llamada de tu doctor esta tarde.

¿Qué? Mis ojos se abrieron llenos de sorpresa. Esta tarde estuve en el consultorio del doctor, tuve que ir porque el malestar aún continuaba y, como no terminé el tratamiento anterior, quería que me diera otra cosa pues ya llevaba días sintiéndome muy mal. Cuando el médico me dijo que la mejor opción eran unas inyecciones, le dije que no, que mejor me quedaría así y, en un acto infantil e irresponsable, salí de su consultorio. Jamás me imaginé que se atrevería a llamarle para acusarme, qué se creía ese doctor.

- ¿Qué pensaste, que una vez más te saldrías con la tuya? No, señorita, así no funcionan las cosas... Y párame más esas nalgas, yo te voy a enseñar varias cosas hoy.

Y comenzó a dar fuertes cinturonazos sin parar, haciendo preguntas que ni siquiera me daba oportunidad de responder. Dolía muchísimo, mis nalgas se sentían muy calientes y, aunque intenté soportar el castigo, no pude evitar meter la mano y claro, eso solo empeoró todo.

- Qué vergüenza, Laura, haber tenido que ir al consultorio del doctor a recoger el tratamiento porque la niña hizo un gran berrinche y salió huyendo de ahí. Te advierto que voy a tolerar ese tipo de actitudes y si usted, señorita, quiere comportarse como una mocosa malcriada, así la voy a tratar... ¡¡Quita esa mano!!

El cuero del cinturón seguía estallando contra mis nalgas mientras yo me deshacía en promesas ininteligibles,mis puños se aferraban con fuerza a las sábanas y mi respiración entrecortada se agitaba cada vez más.

- Además, qué creías, que me ibas a distraer con esa actitud de putita caliente? No, señorita, hay prioridades y la de hoy es hacerte entender que: 1. No te mandas sola, tú no decides cuál medicamento tomas y cuál no... 2. No me volverás a mentir, estuviste varios días haciéndome creer que tomabas el tratamiento... 3. Yo soy quien decide cuándo y cómo te cojo... ¿Entendiste?

Todo lo anterior fue dicho mientras, jalando de mi cabello, caía una interminable cueriza sobre mis nalgas. Por supuesto, asentí a todo, no estaba en posición de ponerme digna. Lloré, pedí perdón, prometí ser más disciplinada y obediente con todo lo que tenga que ver con mi salud, sin embargo, él parecía no estar satisfecho.

Por un momento pensé que todo había terminado, qué ilusa fui, la pausa solo tuvo como objetivo poner un par de almohadas bajo mi vientre y empuñó de nuevo el cinturón.

- Quiero ver bien paradas esas nalgas, señorita, y separa bien las piernas.

Evidentemente, obedecí sin chistar y, cuando separé las piernas, un hilo de humedad se deslizó por mis muslos, estaba excesivamente excitada, él lo notó. Me ordenó contar 30 cinturonazos en voz alta y, después de cada uno, comprometerme a cumplir con el tratamiento a cabalidad.
Me pareció eterno el tiempo que transcurrió entre el primero y el último, traté de contar fuerte y sin equivocaciines, no quería que comenzara de nuevo, no quería empeorar todo, además, mi pobre cola no podría con más. Al finalizar, escuché que dejó caer el cinturón al piso, el golpe seco de la hebilla de metal me asustó, volteé en un acto reflejo y me encontré con una gran y deliciosa erección que rápidamente fue a internarse en mi vagina. De alguna manera, mi cuerpo necesitaba desahogarse pero, en ese momento entendí, que esto también era parte del castigo. Las embestidas era fuertes, rápidas, con un gran nivel de rudeza. Sus manos apretujaban mi cuerpo, dolía y el disfrute era un tanto confuso, al menos para mí. Cerré los ojos y traté de esperar a que terminara el asunto, sin embargo, las nalgadas comenzaron a caer nuevamente, con fuerza y acompañadas del correspondiente regaño que, a ratos, se entrecortaba junto con su aliento.

Montado sobre mi cadera, se hizo un poco para atrás y, con un poco de saliva, comenzó a meter un dedo en mi culo, no fue muy agresivo en ese momento pero, en un parpadeo, me mostró un supositorio blanco que, de un movimiento introdujo entre mis nalgas y lo acompañó empujándolo hasta el fondo con su dedo medio.

- El doctor dijo que era posible que tuvieras fiebre, sugirió unas cápsulas pero yo pedí este que es mucho más efectivo.

Y diciendo eso último hundió un dedo más y comenzó a bombear, tanto en un orificio como en el otro. Lo disfrutó, el sudor nos bañaba a ambos y, en una contracción, eyaculó dentro de mí y, acto seguido, se recostó sobre mi espalda llenándola de besos.

Con voz suave y respiración agitada, me dijo que no estuvo bien lo que hice, que él se preocupa por mí y que hará lo que sea necesario para que yo esté bien, así sea darme una muy buena cueriza y cogerme a la fuerza.

Se levantó perezoso y me ordenó no moverme. Obedecí.
Al poco rato volvió, me sobó ambas nalgas con la mano y, después, solo una con algo húmedo que ardió. De inmediato sentí la aguja atravesar mi piel, ya ya tuve fuerza para pelear, ni siquiera para quejarme.

- ¿Ves cómo no era para tanto, mi vida? Tú sabrás si las otras 5 inyecciones te las pongo igual que está. Anda, descansa, que te hace falta.

Me dio un beso dulce y húmedo. Lo último que vi, antes de caer en un sueño profundo, fueron sus nalgas morenas dirigirse al baño y, antes de entrar, voltear para lanzarme un beso mientras me decía: ¿Qué voy a hacer contigo, señorita?

YoSpankee