lunes, 12 de agosto de 2019

Proyecto.

Yospankee ha detectado un problema de actitud y un hábito terrible. Se ha reconocido procrastinadora y, aún con el riesgo que ello implica, le ha pedido ayuda a su spanker. Si en alguien puede confiar porque es quien la cuida y la guía, es justamente en él. El spanker aceptó ayudarla, no sin antes advertirle que sería muy estricto con los tiempos y las consecuencias que tendría en caso de incumplimiento. Pues bien, la spankee aceptó y, con ambas partes de acuerdo, comenzó la cuenta regresiva.

Pasó la primera semana y la spankee no logró cumplir con la tarea correspondiente, el castigo fue anunciado y ella, a sabiendas de su fallo, aceptó resignada la sentencia, por supuesto, no sin antes luchar un poco contra la lógica, el honor de haber dado su palabra y la culpa que produce no ser capaz de controlar sus tiempos y actividades.

Desafortunadamente, el castigo no ha podido ser aplicado pero, aún así, la segunda semana transcurrió y, otra vez, YoSpankee no cumplió el objetivo pero, esta vez, consciente de las dificultades para lograrlo, solicitó una prórroga de, solamente, unas cuantas horas y, aún a disgusto del spanker, le fue concedida: tienes de aquí hasta que te vea pasado mañana para cumplir y, recuerda, es el segundo atraso.

YoSpankee tragó saliva, es la primera vez que se pone en manos de su spanker de esta manera, es decir, nunca antes había tenido que pedir ayuda para, con castigos de por medio, conseguir cumplir con sus propias metas. En definitiva, es un grito desesperado, un recurso extremo para cambiar o mejorar esta y varias cositas que ya no marchan bien.

Agradezco a mi spanker por su ayuda y, a un día de 'cobrar' por los atrasos, sigo convencida de querer hacer esto por mi bien. Ya les contaré más adelante de lo que se trata este asunto y si me quedaron ganas de volver a fallar.

YoSpankee

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