Tenía tantas ganas de llegar a casa, de verlo y abrazarlo muy fuerte. Sabía que hoy llegaría temprano del trabajo y, dado que las últimas semanas este lo había absorbido muchísimo, quería aprovechar para recuperar un poco del contacto que tanta falta me había estado haciendo. Bajé del auto con euforia, la emoción se veía en el brillo de mis ojos. Quizá podríamos ver alguna película acostados en el sillón, cenar algo rico y, no sé, tal vez orillar todo a un delicioso y sucio final feliz.
Apenas entré, dejé mis cosas y corrí a buscarlo. Sabía que ya estaba ahí pues vi su auto parado afuera. Lo encontré en el despacho, sentado en el escritorio revisando unos papeles.
- Ay, no...Ya no es hora de trabajar, me prometiste que esta tarde sería para nosotros, exclamé con un exagerado mohín de drama.
- Claro que esta tarde será para ti, cariño. ¿Me quieres explicar qué es esto?
Extendió unos papeles frente a mí y sentí de inmediato que el estómago se me hizo nudos. Se trataba de los estados de cuenta de la tarjeta de crédito, los cuales, yo sabía que estaban por llegar y, a sabiendas de que él nunca revisa la correspondencia y mucho menos los e-mails del banco, pretendía interceptar la información y así evitar que se enterara. Resulta que, desde que dio inicio la pandemia por el covid, me hice un poco (muy) adicta a las compras por internet, tanto que eso nos trajo serios problemas y largas discusiones que, en su mayoría, se realizaban conmigo boca abajo sobre sus piernas.Yo siempre terminaba llorando, suplicando y ofreciendo todísima mi disposición para corregir tan terrible conducta.
Durante unos meses lo evité, no compré nada, ni por internet ni en persona pues, cuando por fin re abrieron los centros comerciales, sabía que no podría contenerme y, justo en esos momentos, tenía las nalgas rojísimas y muy calientes por alguna tunda , seguramente, bien ganada. Pero soy tan débil, no pude evitarlo, y menos cuando frente a mí se desplegaban todas las ofertas por cambio de temporada.
Recuerdo que esa noche no podía dormir, él ya sostenía una profunda charla con Morfeo en nuestra habitación, así que me fui al despacho, abrí la laptop y comencé a navegar. La intención era solo perder el tiempo, de verdad era solo eso... Debí ir directamente a Netflix, pero no, me puse a ver ropa, zapatos, accesorios y hasta materiales de trabajo en línea. Yo sé, yo sé, no debí caer, pero lo hice y ahora estaba ahí, a punto de decir alguna de las excusas más estúpidas e increíbles , de esas que solo se me ocurren a mí y en los peores momentos. ¡Carajo!
- Cielo... yo... es que...
La lengua se estaba negando a colaborar y, un traspié tras otro, solo estaba consiguiendo enfurecerlo más, si es que eso era posible.
- Ahora no sabes qué decir, señorita, como cada vez que te metes en problemas y no encuentras la manera de justificar tus acciones... pero no te preocupes, aquí estoy yo para ayudarte.
Entonces tragué saliva y adopté esa postura que, aunque no me iba a sacar del lío, al menos me ayudaría a prepararme psicológicamente para lo que estaba por venir. Incliné la cabeza, clavé la mirada en mis zapatos y comencé a gimotear. Ya sabía lo que seguiría a continuación y, siendo honesta, no tenía ninguna escapatoria posible a la mano, así que me entregué al drama.
- ¿Por qué lloras?
- Porque me vas a pegar...
- Por supuesto que te voy a pegar, y voy a hacerlo porque te lo mereces...
- Pero es que no hice nada malo. (Dios, que valiente que soy)
- Ah, ahora resulta que estos estados de cuenta son falsos o tienen algún error... Porque si es así, dímelo y en este instante llamamos al banco para solicitar una aclaración. Dijo mientras tomaba el aparato telefónico de la mesa.
- Nooo no no, no hay ningún error, la información es correcta... pero, es que...
- Es que, qué...
- Es que yo voy a pagar ese dinero, cielo, no tienes que hacerlo tú... Hice un último intento.
- Oye, qué buena idea, lo vas a pagar tú, me parece perfecto...
Suspiré aliviada.
- Pero no va a ser con dinero, jovencita, lo vas a pagar con azotes en tus nalgas, así que ve quitándote TODA la ropa... Tenemos el resto del día para ajustar cuentas tú, el cinturón, el paddle, la vara y yo.
YoSpankee