miércoles, 29 de diciembre de 2010

Yo Spankee 2010

Es difícil describir los acontecimientos sucedidos durante TODO un año... sobre todo si se trata de asuntos spankos en los que participan otras emociones, otras sensaciones... otros placeres.

No puedo negar el crecimiento que ha representado para mí el haber vivido 365 días más como spankee, las aventuras que he tenido, las satisfacciones que he recibido... también están las decepciones pero de esas preferiría no hablar... y, claro, las personas que se han integrado de a poco en mi vida o que, mejor aún, han permanecido en ella...

Muchas son las razones que tengo para agradecer... a Dios, a la vida y a esos corazoncillos que laten al mismo ritmo que el mío cuando de spanking se trata.

¡¡GRACIAS!!

Es la única palabra que alcanza a representar lo que revolotea en mi interior cuando miro hacia atrás, sonrío y pretendo dar carpetazo a un 2010 maravilloso... deseando, además, iniciar un 2011 con muchos planes, retos, metas y deseos...

Debo confesar que uno de mis propósitos, para el año que está por comenzar, es mantener actualizado este blog... sé que no será tarea fácil... pero también sé que estoy dispuesta a disfrutarlo al máximo... así como los recordatorios a los que me haga merecedora de fallar en el intento...

A dos días de cerrar un ciclo más, y con la sonrisa bien puesta, les deseo puras cosas buenas en cada uno de los aspectos de su vida, particularmente en el spanko... Simplemente, quiero para ustedes lo mismo que deseo para mí... ¡lo mejor!.


Yo Spankee.

jueves, 23 de diciembre de 2010

¡¡FELICES FIESTAS!!

Sueños, fantasías, sonrisas, placeres, deseos, sudor compartido y, por supuesto, nalgadas para todos ustedes en esta navidad...


¡FELICIDADES!

Besos y abrazos de YoSpankee.

martes, 21 de diciembre de 2010

Recuerdos inolvidables.

Qué escena la que Mayra acababa de presenciar entre su marido y Lisa, su sobrina, con quien recién habían llegado de visita a la casa de campo que solían ocupar en vacaciones.

* * *

Desde hacía semanas ambos habían notado una actitud rebelde, quizá hasta grosera y arrogante, de parte de Lisa, su sobrina, sobre todo en medios electrónicos y redes sociales pues, eran estas, las que los mantenían en contacto, dada la distancia física que los separaba pues vivían en distintas ciudades. Generalmente se reunían a final del año para compartir unos cuantos días, convivir y, por lo general, acumular recuerdos familiares inolvidables… Esta vez no sería distinto.

Mayra y Alessandro mantenían una relación que cualquiera podría denominar ‘perfecta’, sin embargo, el mundo no sabía que esa ‘perfección’ tenía detrás, de común acuerdo, lo que se denomina disciplina doméstica, ella spankee y él spanker. Cada falta, travesura, olvido o desacuerdo se solucionaba con Mayra en las rodillas de Alessandro. Para ellos era la forma perfecta de mantener la perfección de su matrimonio.

Fue Mayra, precisamente, la primera en darse cuenta de algunos mensajes que Lisa intercambiaba con sus contactos de Facebook: groserías, malos tratos, palabras despectivas y provocaciones eran lo que llenaba el muro de la chica. No sabía exactamente con qué objetivo le diría a su marido acerca de la actitud de su sobrina, en parte le provocaba una gran preocupación pues Lisa era especialista en meterse en problemas y, al mismo tiempo, unas ganas locas de que sus desplantes fueran corregidos de la forma en la que ella sabía posible.

Alessandro no tardó en tomar cartas en el asunto, varias veces advirtió a Lisa acerca de lo peligroso que es actuar de esa manera, sobre todo, en espacios en los que ‘cualquiera’ tiene acceso y, por lo tanto, las respuestas pueden ser en el mismo tono o peor desatando conflictos, discusiones y/o enfrentamientos innecesarios.

A Lisa parecía divertirle la preocupación de sus tíos y se la pasaba llenando, cuanto espacio tenía disponible, de críticas y quejas con la misma actitud. No se trataba de una niña, tampoco de una jovencita cuya inmadurez fuera, hasta cierto punto, justificable por la edad; al contrario, se trataba de una mujer hecha. Una profesionista capaz de solucionar cualquier reto laboral que se le pusiera enfrente. Se sabía autosuficiente, estaba tan orgullosa del nivel intelectual, profesional y social que tenía y por ello lo último que le preocupaba era pisotear a quien así se lo permitiera, como lo hacía desde pequeña. Lisa no sabía que todo eso estaba a punto de cambiar.

Alessandro estaba cansado y no ocultaba las ganas de corregir a su sobrina con los métodos que a él le parecían adecuados y que, además, sabía efectivos. Se lo había advertido una, otra y otra vez pero, al notar que no había efectividad en sus palabras, decidió esperar a tener a la chica, literalmente, en sus manos.

Mayra y Alessandro habían decidido llegar a la casa de campo un par de días antes que el resto de la familia, Lisa había adelantado sus vacaciones así que podría llegar al mismo tiempo que sus tíos y compartir un poco más del tiempo que tenían previsto. Aprovecharon y pasaron a desayunar a la ciudad, los tres eran personas divertidas y siempre habían disfrutado de las charlas que eran de esto, aquello y lo otro. El tema de los escritos en Facebook no se tocó en ese momento, Alessandro sabía que no era el lugar ni el momento.

Durante el desayuno hubo risas y confidencias acerca de lo que había pasado en sus respectivas vidas el tiempo que llevaban sin verse. Lisa se sentía segura con ellos. A él lo veía como la figura paterna que estaba siempre presente para guiarla, aconsejarla y apoyarla cuando lo necesitaba; a ella le contaba todas sus travesuras, las aventuras con los colegas y hasta las extravagancias con las que enfrentaba el mundo artístico que la rodeaba, al final los tres eran, además de familia: amigos.

El trayecto hasta la casa de campo fue entre bromas y comentarios agridulces que, en general, salían de la boca de Lisa sin que esta se diera cuenta de las miradas de complicidad involuntaria que intercambiaban a ratos sus tíos. Para ella todo era simple, la gente era estúpida y pocos merecían su respeto. Alessandro y Mayra reían y, cuando era pertinente, hacían notar su desacuerdo para con algunos comentarios de la caprichosa chica.

Sin percances llegaron a la casa, se instalaron rápidamente para seguir conversando mientras bebían una copa de vino. Más tarde Mayra subió a la habitación principal y estando ahí alcanzó a escuchar la discusión que se daba entre su marido y Lisa.

  • - Pero tío, ¿cómo puedo pasar por alto actitudes tan estúpidas?...
  • - Sí, niña, pero no es la forma adecuada… ¿qué pasa si alguien responde de manera agresiva a tus provocaciones?...
  • - Nada… para eso son esos espacios… ¡libertad de expresión, tío!

No alcanzó a escuchar más hasta que notó las pisadas fuertes de su marido en dirección a la habitación y las ‘casi’ súplicas de su sobrina. Mayra sintió un vuelco en el estómago, sabía perfectamente lo que sucedería pero también sabía que ella no debía estar ahí… había anunciado que saldría a caminar un rato por el campo que rodeaba la casa y, seguramente, Alessandro pensó en ‘corregir’ a Lisa mientras tanto. Rápidamente Mayra pensó en sus opciones y de inmediato encontró un escondite perfecto dentro del clóset, sin pensarlo se metió y cerró cuidadosamente la puerta procurando dejar un ‘huequito’ porque, por alguna extraña razón, sentía necesidad de ver, escuchar y disfrutar lo que pasaría. ¿Excitación acaso?

La puerta de la habitación se abrió abruptamente y entraron. Lisa iba casi a rastras y su tío la llevaba del brazo mientras le decía que la educación es lo primero, que el respeto, que los riesgos son grandes, eres una irresponsable… pero eso se va a terminar, de eso me encargo yo, jovencita. A partir de ahora vas a aprender a andar derechita.

Alessandro conocía perfectamente el método a utilizar para corregir la terrible actitud de su sobrina. Sin pensarlo tomó la silla junto a la mesita, se sentó, jaló a Lisa con tal fuerza que la hizo caer boca abajo sobre sus piernas y comenzó a darle nalgadas alternando de un lado y otro, en la parte baja y media de las nalgas. Lisa forcejeaba, trataba de evitar el castigo. No dolía mucho, traía puestos unos pantalones de gruesa tela color café que, hasta ese momento, le ofrecieron cierta protección.

Lisa no lo podía creer, ¿qué estaba pasando? No era posible que ella, la mujer fuerte, inteligente, capaz y autosuficiente estuviera, ahora, tumbada sobre las piernas de su tío recibiendo una tunda… como si fuera una chiquilla…

  • - Por favor, tío. Ya basta… no hagas esto. ¡Qué vergüenza!-. Lloriqueaba.

Alessandro pensaba, y así se lo hacía saber, que ya era justo que alguien le pusiera un alto.

  • - Tienes razón en sentir vergüenza, Lisa, ¿cómo es posible que te comportes de esa manera?... No eres una niña, caray.

Dentro del clóset también había reacciones. Mayra experimentaba continuamente, de primera mano, lo que ahora pasaba con Lisa pues era el mismo ‘tratamiento’ a que su marido la sometía cada vez que era necesario. Jamás se imaginó a ‘su spanker’ corrigiendo a alguien más. Todo dentro de ella era actividad. Realmente estaba disfrutando lo que veía, lo que escuchaba y se sentía confundida acerca de lo que ello le producía mental, anímica y físicamente.

Después de algunas nalgadas, no demasiado fuertes, sobre el pantalón, Lisa recibió la orden de pararse de cara a la pared en un rincón de la habitación que parecía haber sido preparado para ese fin específico. Las regañinas de su tío no paraban, ella no sabía qué decir, cómo reaccionar y aún se negaba a reconocer que lo que había hecho, lo que había motivado la reacción de su tío, fuera efectivamente para ‘tanto’.

  • - Creo que todavía no está claro, Lisa… ven acá-. Mientras la tomaba del brazo y, antes de tumbarla nuevamente sobre sus piernas, le ordenó bajarse el pantalón.

Era inconcebible, ¿cómo su tío iba a verla en ropa interior?... pero algo dentro de sí la empujaba a obedecer y oponer la menor resistencia posible. Mientras desabrochaba su cinturón y, entre gimoteos y miradas temerosas, bajaba lentamente el pantalón él la jaló de nuevo lo cual, accidentalmente, provocó que no solo el pantalón saliera de su sitio sino también los calzones.

Expuesta totalmente, avergonzada y sollozante seguía recibiendo el castigo que, ahora sabía, había estado buscándose desde hacía tiempo. Lisa no alcanzaba a entender los porqués de la situación y menos cuando la mano de su tío se impactaba repetida y fuertemente sobre sus desprotegidas nalgas. A momentos, y como mero reflejo, Lisa intentaba cubrirse con las manos pero Alessandro, experto en esos menesteres, le tomó firmemente la mano intrusa y le aplicó un par de manazos fuertes con el objetivo de que, a la siguiente vez, pensara más si le convenía meterla.

Con los ojos cerrados, boca abajo sobre las piernas de su tío, Lisa trataba de resistir el castigo. Las nalgadas dolían y podían sentirse una a una. Cada palmada iba acompañada de un regaño, una amenaza y, a momentos, de alguna pregunta que, si bien ella conocía la respuesta, se negaba o no podía responder y, en consecuencia, recibía una tanda de nalgadas rápidas sobre la misma zona. ¡Cómo dolía aquello! Sus movimientos eran involuntarios, así como sus expresiones. Pataleaba como una niña pequeña pues, a pesar de su edad y su tamaño, Alessandro era, por mucho, más fuerte que ella, además su mirada, las palabras y el tono de voz que utilizaba no dejaban lugar a discusión. La habitación estaba inundada de grititos y ayes de dolor, de vergüenza, de humillación.

Mayra estaba encantada con la escena que, ocultamente, presenciaba desde la obscuridad del clóset, hacía tiempo que deseaba que su sobrina fuera corregida de esa forma pero no sabía que presenciarlo le provocaría tanta satisfacción.El orgullo de Lisa parecía irse doblegando, Alessandro sabía que no faltaba mucho para que ella asumiera sus culpas, se disculpara y hasta se arrepintiera de todo lo que había hecho. El castigo había conseguido ya un intenso color rojo, sobre todo en la parte baja en donde las nalgas se unen con las piernas… pero no era suficiente todavía.

La mirada de Alessandro se concentraba en la cola de la chica, su atención estaba puesta en hacerle entender que hay cosas que NO se hacen, aunque no podía dejar de mirar la forma en la que su sobrina pataleaba, se retorcía tratando de evitar las nalgadas, suplicaba que se detuviera y se aferraba fuertemente a su pierna derecha donde descansaba (inquieto) su cuerpo tembloroso. La excitación era una reacción inevitable y él, como spanker de hueso colorado que es, disfrutaba enormemente a la spankee que tenía sobre las rodillas.

Dentro del clóset había una revolución. Mil ideas y deseos daban vueltas en la mente de Mayra que no perdía detalle alguno de la nalguiza que le aplicaban a su sobrina. Veía, una y otra vez, caer la mano de su marido, conocía las sensaciones, sabía muy bien lo que un castigo como ese le provocaba y se preguntaba si Lisa sentiría o entendería lo que, a ella misma, le daba siempre tantas vueltas en su cabecita spankee.

Entre nalgadas, regaños y súplicas transcurrían los minutos. Las nalgas de Lisa mostraban ya las consecuencias de su actitud grosera, altanera, hiriente y despectiva. Tres o hasta cuatro veces la chica estuvo parada en el rincón sobándose las nalgas, prometiendo no volver a hacerlo, lloriqueando como si de una niña se tratara. Alessandro no perdía detalle mientras preparaba la siguiente parte del castigo.

Mayra casi ni parpadeaba mientras reconocía la situación y sabía perfectamente lo que seguiría para las nalgas de su sobrina, para el orgullo a punto de quedar doblegado por completo y acaso para un placer interno, característico de una spankee. ¿Lo sería Lisa?

  • - Date vuelta y recuéstate sobre esas almohadas.

La indicación de su tío la hizo estremecer, el escenario la puso a temblar. Un par de almohadas dispuestas a mitad de la cama y un cinturón de cuero al lado le sugirieron rápidamente lo que habría de pasar a continuación. Suplicó nuevamente y, una vez más, se comprometió a cambiar su actitud pero, por favor tío, ya no más.

  • - Estoy seguro que no vas a volver a hacerlo, Lisa pero el castigo te lo ganaste. Te dije que ibas a aprender a andar bien derechita conmigo. Anda, sobre la cama, ¡YA!

Sin oportunidad de negarse y con el espíritu sumiso de quien se sabe culpable, Lisa se tumbó sobre la cama, cerró los ojos y un par de lágrimas rodaron por su cara. Las nalgas le ardían, sentía como si una palpitación constante viniera de la zona castigada pero, por alguna razón, no se detenía ahí y se iba metiendo hacia otros rincones.

El primer cinturonazo cayó cruzándole ambas nalgas y dejando un escozor diferente al que había sentido antes con la mano de su tío, no pudo cavilarlo en ese momento pues otra vez su cuerpo se contrajo al estallar el cuero del cinturón contra su maltratada cola.

Pensar cualquier cosa en ese momento era imposible, sin embargo la mente de Lisa se llenaba cada vez de más dudas, confusiones, ideas. Sentía un tipo de dolor indescriptible, algo que jamás antes había experimentado… ¿Que estaba arrepentida?, Sí, lo estaba y mucho. Para ese momento estaba consciente de que merecía ese castigo pero un poco más por otras razones que el daño que provocaba a los demás con sus letras y el riesgo que, según su tío, corría al publicar cualquier cosa que se le ocurría.

Ya no había súplicas, la resignación al castigo, la sumisión y el compromiso a que ‘no volverá a pasar’ habían sido conseguidos por fin. El cuerpo de la chica reaccionaba aún a cada impacto. Alessandro sabía muy bien que el castigo se debe cumplir con la misma decisión y fuerza de principio a fin así que no dudó en aplicar cada cinturonazo que tenía pensado para castigar, disciplinar y conscientizar a su sobrina.

Mayra seguía atenta e intrigada al mismo tiempo… se preguntaba las razones que hacían, a una chica como su sobrina, aceptar un trato como el que le daba su marido ahora. Ella se sabía spankee y se sabía dentro de un relación de disciplina doméstica, es decir, conocía muy bien los efectos de una buena tunda… y lo disfrutaba. La sola idea de que su sobrina fuera también una spankee comenzaba a dar vueltas en su cabeza y le gustaba que así fuera… muchas más ideas le rondaban después.

Lisa gimoteaba, deseaba que el castigo terminara ya, se prometía a sí misma no volver a incurrir en la falta por la que estaba siendo castigada. A momentos volteaba a mirar a su tío con ojos suplicantes y lo únicio que conseguía era ver el movimiento del cinturón en caída inevitable y, era entonces cuando cerraba de nuevo los ojos a sabiendas del dolor que aquello representaba.Alessandro estaba disfrutando tanto la escena. Cada gesto, cada expresión, cada azote en las nalgas de su sobrina le hacían olvidar a momentos que se trataba de ella.

Finalmente terminó el castigo, al menos era lo que ambos pensaban. La orden fue volver de nuevo al rincón, ahí, Alessandro haría las últimas preguntas para comprobar la efectividad de la ‘cueriza’ aplicada. La actitud de Lisa era totalmente distinta al igual que el color de sus nalgas. Estaba ahí, de pie, la cara hacia pared con la cabeza agachada respondiendo con voz debil y la respiración agitada; las manos sobando la zona castigada enfatizando en algunos puntos en los que la piel se sentía ligeramente inflamada…

Las respuestas eran las adecuadas pero un último arranque de rebeldía la hizo intentar justificar de nuevo sus faltas. Alessandro no daba crédito y a punta de nalgadas la obligó a retractarse. Así como estaba, en el rincón, Lisa recibió la última parte del correctivo dando pequeños saltitos, lloriqueando y prometiendo acatar las reglas con la advertencia de volver a estar en las piernas de su tío si no cumplía.

Un par de minutos después sollozaba abrazando a su tío y pidiéndole que la perdonara por lo mal que se había portado. Él la consoló y le dijo que no estaba enojado con ella, que la seguía queriendo pero le preocupaba que pudiera meterse en problemas y ponerse en riesgo.

  • - No dudes tampoco, mi niña, que las veces que sea necesario voy a ponerte de nuevo en mis piernas y a darte unas buenas nalgadas si te las mereces.

Ella asintió con un movimiento de cabeza, le dio un beso en la mejilla y sonrió. Él le revolvió cariñosamente los cabellos y le devolvió la sonrisa. Mayra, dentro del clóset, también sonreía tratando de digerir la maravillosa y excitante escena de que había sido testigo.

Más tarde, Lisa se había retirado a su habitación dándole vueltas a todo lo que había pasado y meditando, a solas, de la experiencia recién vivida y reconociendo‘cierta humedad’ que le hacía preguntarse tantas cosas…

* * *

En la terraza, Alessandro abrazaba a su esposa mientras conversaban acerca de lo bien que les sentaban esas vacaciones, la reunión con la familia y respirar aire fresco.

  • - Por cierto, mi amor, ¿qué tal tu paseo por el campo?
  • - Eh… mu… muy bien… - Tartamudeó pensando en la mentira dicha esa tarde y en todo lo que había visto desde su escondite…
  • - Tú y yo vamos a arreglar cuentas ahora mismo, mentirosa.
  • - Pero… pero, ¿por qué?...

Alessandro no dejó de abrazarla, la besó cariñosamente y le susurró al oído: - Te vi.- 

*   *   *

Yo Spankee

martes, 14 de diciembre de 2010

Coincidencias...

La spankee no es siempre la misma, se sabe única, irrepetible y auténtica, sin embargo trata también de crecer en todos los aspectos que la componen. Su vida no será jamás la misma desde que se atrevió a ser partícipe, de manera práctica, de todo lo que ofrece el maravilloso mundo spanko.

Hay muchas personas dentro de este juego, cada uno de ellos tiene maneras y gustos distintos para disfrutar de lo que todos tenemos en común: las nalgadas. Habrá quienes prefieren mantener los roles como base, claro, acompañados de disfraces y escenarios apropiados... hay a quienes les encanta convertirse en personajes sacados de fantasías... estamos también a quienes la disciplina doméstica puede llegar a convertirse en parte de nuestro día a día y claro, para quienes el juego es más una realidad sin ganas de que deje de serlo.

En lo personal me gustan los castigos reales, es decir, que los motivos por los que llegue a recibir algún castigo sean siempre verdaderos... Seamos honestos, la spankee siempre dará motivos, sin importar la edad, la ocupación o el rol social que represente... y si el spanker es lo suficientemente perceptivo sabrá los momentos, situaciones o lugares en los que corresponde echar a andar la maquinita.

Mi vida está llena de posibilidades, soy una spankee joven y al mismo tiempo una mujer consciente de sus deseos y necesidades. Trato de mantenerme activa, tanto en mi mundo vainilla como en el spanko, y afortunadamente estoy en el camino adecuado para conseguir, más adelante, hacer coincidir ambos. Novio/spanker, ahí vamos.

COINCIDENCIAS

El camino es el adecuado, sí, pero estoy en el trayecto y eso quiere decir que aún queda mucho por recorrer. Mis fantasías se renuevan solas cada día, mis deseos presionan para que yo haga algo al respecto y consiga realidades. La paciencia de pronto me juega chueco y tiendo a pensar que hay cositas complicadas de conseguir... mi YoSpankee sabe que no hay imposibles.

No es fácil evadir las necesidades, sobre todo cuando las oportunidades está ahí, esperando a que la cobardía no se asome y eche a perder todo lo que ha estado dando vueltas en la cabecita loca de la spankee... más aún cuando algo similar ha estado dando vueltas también en la cabecita de 'otra' spankee... 

COINCIDENCIAS

Como decía, el mundo está lleno de personas y personajes, encontrarse con los(as) adecuados es lo difícil... No podemos negar que hay mucho en común, sin embargo, en lo que sí es difícil hacer 'click' es la psique, el nivel intelectual y las formas en que habrá de darse un encuentro, ya sea entre 2 o más personas. 

Me cuesta un poco hablar de mí misma en tercera persona pero, ¿cómo decirles lo que siento, lo que deseo, lo satisfecha que está ahora mi YoSpankee?... Estoy sumergida en sueños, fantasías y placeres a los que, ni loca, renunciaría jamás. Soy afortunada al contar con alguien en mi vida con quien sé que puedo llegar a niveles de comunión inimaginables... soy afortunada también por haber coincidido en un universo infinito con personas de indudable calidad humana y spanka... 

'Tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio... y coincidir.'


Yo Spankee

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martes, 7 de diciembre de 2010

Bienvenido

Qué fría esa mañana de invierno en la que frotaba mis manos para procurar un poco de calor. Tenía la cara helada y las mejillas sonrosadas y me preguntaba si era de verdad el frío del clima o la emoción que me embargaba al saber que dentro de unos minutos le vería atravesar la puerta de los ‘recién llegados’.

No sé exactamente cuántas horas duró el vuelo, ni siquiera sé con cuanto tiempo de anticipación estuvo listo en el aeropuerto para ordenar sus documentos, registrar su equipaje y ocultar, perfectamente, el equipo ‘discipliniario’ que prometió no olvidar.

Los minutos me parecen eternos, veo que llega mucha gente y de él… ni sus luces. Sé que es un mal hábito y sé también que a él no le gusta pero con el nerviosismo natural y la ansiedad por el retraso recién anunciado en las bocinas de esa sala del aeropuerto de la ciudad de México, opto por salir y fumar un cigarrillo. El frío cala en los huesos pero mi sonrisa permanece. 

Esta mañana salí con tiempo suficiente y me instalé en un hotelito cerca del aeropuerto, supongo que vendrá cansado… podremos charlar, mirarnos y quizá, solo quizá, aprovechar el tema que nos hizo conocernos a través de la red social: Facebook. Si bien el spanking había sido el motivo principal que nos había hecho coincidir… tampoco era lo único que teníamos en común… 

El tiempo seguía pasando y el cansancio acumulándose. Me senté en una banca sobre uno de los pasillos principales y saqué un libro que llevaba en el bolso: ‘Pancho Villa, el centauro del norte’. Comencé a leer sin darme cuenta de que la llegada de un vuelo proveniente de Madrid, España había sido anunciada. De pronto un chico se sienta a mi lado y yo, sin darle importancia, me recorrí para no estar tan cerca. Noté que él me miraba pero yo ni volteé a verlo, no me gusta socializar con extraños.

  • - En este mismo instante te daría un abrazo pero veo que estás muy ocupada.

Lo anterior fue dicho con un particular acento y tono de voz que yo me sabía de memoria pues lo había escuchado antes aunque solo vía telefónica. Mio cuore. 

  • - Perdona, no había notado que eras tú… ¿a qué hora has llegado…?

El abrazo, el beso, la sonrisa y la mirada profunda sucedieron a continuación.

Yo no paraba de hablar mientras caminábamos ansiosos a tomar un taxi que nos llevara al hotel. Subimos de inmediato a la habitación y, lo que yo esperaba como una charla extensísima y abrazos al por mayor, se convirtió en una loca regañina. Por qué fumaste, por qué llegaste tarde, estabas distraída, debiste abrigarte más, es que no cuidas tu salud.

Sin darme cuenta estaba ya en una posición bastante complicada y aunque pareciera una situación confusa algo dentro de mí me animaba a provocar más. Además estaba tan excitada.

El silencio se hizo notorio cuando me tomó del brazo y, sin soltarme, trajo una silla y la puso a media habitación, me miró tan serio, me atrajo hacia él y me tumbó sobre sus rodillas… ambos sabíamos lo que estaba a punto de suceder y ninguno estaba dispuesto a hacer nada que pudiera evitarlo…

Permanecía con esa actitud autoritaria y me anunciaba, con voz firme, lo que sería el primero de muchos castigos que tenía merecidos desde hacía tiempo y que él, como mi spanker, se encargaría de aplicar con fines de educación y disciplina. Sus palabras eran duras pero la sensación de mi cuerpo en contacto con el suyo y la forma en que sus manos acariciaban suavemente la zona a castigar me daban una absoluta confianza y necesidad de que el protocolo fuera menor y pasar, como se dice vulgarmente en mi país: ‘a lo que te truje, Chencha’. 

No sabía qué decir en mi defensa, los motivos eran reales y la tunda anunciada era por demás merecida. Cerré los ojos, apreté los labios, me aferré con fuerza a las patas de esa silla que era, ahora, portadora de una mezcla de sensaciones que daban vueltas dentro de mí. El primer azote calló fuerte y sonoro sobre mis jeans que me protegían aún… 10, 15, 20 más y recibí la orden de ponerme de pie, desabrochar mis pantalones y volver a la posición sobre sus rodillas.

No puedo describir todo lo que sentía, pensaba y deseaba en esos momentos… obedecí, no sin un par de respingos que fueron calmados con 3 palmadas en la parte lateral del muslo.

  • - Tenemos toda la noche si gustas, señorita, pero más te vale no hacerme perder la paciencia porque entonces sí que te enteras.

A veces me cuesta trabajo evitar ese tipo de reacciones, puedo asegurar que las pataletas, los gestos y pucheros son absolutamente naturales.

Me incliné de nuevo y volví a estar a su merced. Con total firmeza deslizó mis pantalones hasta la pantorrilla, sobó nuevamente la zona a castigar y pude adivinar una sonrisa suya ante el tono rojizo que, seguramente, ya tenían mis nalgas. Sé que se cercioró del color pues hizo a un lado mis bragas del lado de cada glúteo y después la devolvió a su sitio tomándose su tiempo para todo ello.

Nuevamente hubo regaños y amenazas por lo mal que me había portado últimamente y pude sentir de nuevo el impacto de su mano contra mis pobres nalgas que ya sufrían de cierto escozor y alta temperatura… temperatura que se iba extendiendo también a otras partes, un poco más ocultas, de mi anatomía.

No supe cuántos azotes fueron pero a ratos mis manos también reaccionaban y luchaban para evitar el castigo… eso sólo conseguía acrecentar la fuerza y velocidad con que las palmadas estaban siendo aplicadas.En algún momento, sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo, porque además no iba a hacerlo, sus dedos se introdujeron en el elástico de mis bragas que fueron, rápidamente, a parar junto a mis jeans. Yo gimoteaba y pedía que se detuviera, que me dolía mucho y que ya había sido suficiente… mientras él hacía un monólogo acerca de la importancia de la disciplina, de la autoridad y de mi necesidad por recibir esos castigos. 

Me avergoncé cuando vi, de reojo, que mis bragas estaban un poco manchadas y fue entonces cuando me di cuenta de la extrema humedad en mí, del placer que estaba experimentando y de un duro bulto que crecía cada vez más bajo mi vientre… proveniente de su entrepierna. Me sonrojé y sonreí traviesa.

No estoy todavía segura si él notó mi reacción pero en ese momento sus manos cambiaron de juego… aplicó unos cuantos azotes mas y de pronto se desplazó a otros rincones, pudo notar directamente la humedad de la que les hablo y entonces compartimos un suspiro, nuestros cuerpos se estremecieron casi a la par y supimos el rumbo que seguiríamos. Nos miramos con picardía y complicidad.Suavemente me levantó de sus rodillas y me indicó una mesa sobre la que debía inclinarme.

  • - No, ya no me azotes más por favor.
  • - No te preocupes, preciosa, el castigo ya terminó. 
*   *   *   *   *

Con cariño para un corazón español.

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Yo Spankee

martes, 30 de noviembre de 2010

Ideas

Desde que comencé a deambular en este mundillo spanko supe que era, justamente, lo que andaba buscando. Al principio leí, vi y escuché todo lo que pude al respecto pero, después, fueron mis propias ideas las que me ayudaron a crecer, madurar y disfrutar cada vez más de esto que tanto placer me produce.

Cuando inicié me limité a ser la spankee traviesa que se gana un buen castigo, eso nunca dejé de hacerlo, pero más adelante descubrí que el juego puede ser tan rico como quienes participan desean que sea. No niego que el spank tradicional, lo más parecido a la disciplina doméstica, es el que me vuelve loquita... pero también debo confesar que mis límites nunca han sido puestos a prueba y, no lo sé, me siento en un momento 'curioso' de mi YoSpankee.

¿Cómo sabes, si no lo has probado, que algo no te gusta? 

Sé que la vida está hecha de oportunidades, que las necesidades tiene que ser cubiertas y que, al final, la decisión es solo mía. Mi imaginación se va de largo, mi cuerpo siente los impactos de placer que harán PLAS y las sensaciones se multiplican a niveles antes desconocidos.

Me gusta ser así: impulsiva a ratos, cuidadosa al grado de paranóica y compartir experiencias divertidas con quien se deje... Debo confesar, también, que a veces no mido las consecuencias de mis actos o palabras... pero mi novio/spanker se encarga de recordarme que hay que tener cuidado aquí. Allá alguien más lo hará.


Yo Spankee.

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martes, 23 de noviembre de 2010

INCIDENTE EN EL FERROCARRIL (Anónimo)

Viene ahora a mi memoria un hecho que ocurrido hace años, no sé exactamente cuantos (siete u ocho tal vez), durante un viaje que realicé en tren por el bajío mexicano, por el estado queretano; intentaré evocarlo con detalles y narrarlo para deleite de la dama en cuestión. Me encontraba sentado cómodamente en mi asiento, disfrutando de la lectura de un buen libro, cuando de repente una joven irrumpió en el vagón de muy malos modos, y exigiéndome que me levantase de mi asiento para sentarse ella.


Yo, educadamente le dije que si tenía la bondad de mostrarme el billete donde pusiese el numero de asiento y efectivamente el número coincidiese con el número de asiento en el que yo estaba sentado, gustosamente me levantaría, pero en caso contrario no lo haría.


La muchacha (muy atractiva por cierto) se abalanzó sobre mí e intentó levantarme en vano tirando de un brazo. En ese momento el revisor del tren apareció y ella palideció, se acercó y preguntó a la joven si tenía billete, yo que me habia ya percatado de la situación actué rápidamente.


Señor revisor esta joven viaja conmigo, el revisor al que yo había tratado de forma muy respetuosa y educada desde que tomé el tren, me miró y asintió con la cabeza. Pasada este momento, la muchacha avergonzada, se acercó a disculparse y yo la invité a sentarse sobre mi al tiempo que le decía que al llegar al final del viaje tendríamos que hablar de esto muy seriamente.


La joven bajó la cabeza, como intuyendo de a qué tipo de charla me estaba refiriendo y permaneció acurrucada sobre mi el resto del viaje. Efectivamente, cuando el tren llegó a su destino, bajamos ambos del ferrocarril y la invité a acompañarme a mi casa, a la cual me siguió sin protestar ni decir nada en contra.


Llegamos, entramos y le expliqué que había sido maleducada, desconsiderada, había infringido la ley y yo la habia ayudado a evitar una multa como mínimo, y que ahora había llegado la hora de pagar por todo eso. Ella en principio renegó, pero luego acabó aceptando y dijo que de acuerdo, pero que qué tipo de pago debía hacer, sobre todo teniendo en cuenta que a penas contaba con unos pesos.


Le dije que no se trataba de ningún pago, sino de un castigo, que debería ser castigada de la misma forma en que se castiga a una chiquilla maleducada y malcriada. Recibiendo una sonora azotaina en sus nalgas.


Al principio quedó extrañada, pero le pareció divertido y curioso, recibir unos azotes con 28 años, jeje y aceptó.


Así que coloqué una silla en el comedor de mi casa, me senté comodamente, le dije que se colocase sobre mis rodillas bocabajo con las nalgas hacia arriba, y que se bajase los pantalones y los calzones.


Una vez ubicada, comenzó el castigo que se prolongó por espacio de más de 2 horas... al acabar noté como me miraba de una forma extraña, sus nalgas ardían, pero no era lo único que estaba caliente, se la notaba excitada, muy excitada, sus labios y su vulva estaban humedecidos y su cara parecía decir HAZME TUYA.


Y desde luego he de decir que, desde entonces nunca más estuve solo. ¡Ah! al revisor del tren todos los años le envío una cesta por navidad. 

*   *   *

Querido anónimo, muchas gracias... te mando muchos besos y abrazos.


Yo Spankee

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martes, 2 de noviembre de 2010

Aniversario.

El mes pasado se cumplieron dos años de mi integración al mundo de la blogósfera spanka. No sé en qué momento decidí comenzar a plasmar en letras lo que sentía, lo que soñaba, lo que vivía y deseaba... pero sé muy bien cuándo decidí ser YoSpankee y compartir lo feliz que me hace haberme topado con las respuestas a mis dudas. Saberme una persona con deseos y necesidades iguales a las de los demás, aunque fuera en base a nalgadas, es lo mejor que me ha pasado en la vida.


Estoy segura de que este blog no sería lo mismo si no contara con su presencia, con sus comentarios, con sus críticas... y, definitivamente, YoSpankee no sería la misma sin el aprendizaje,  las experiencias y la amistad que me han brindado a lo largo de estos 2 años. 


¡¡MUCHAS GRACIAS!!


Es lo único que puedo decir. Gracias a cada spanker, spankee, amo o sumisa que han sido parte de mi deambular por este hermoso mundillo. Gracias, mi Mexiñol, por tu amistad, por tu cariño y por las maravillosas experiencias que hemos compartido desde tu arribo a tierra azteca. Gracias a todos aquellos que compartieron conmigo sueños, deseos, fantasías y placeres. Gracias a todas las niñas con las que planeé travesuras y compartí letras. Gracias a los bloggers que fueron parte de mi inspiración y motivo para dar vida a la spankee/escritora que llevo dentro... y fuera.


Gracias, novio/spanker, por haber aparecido y permanecer en mi día a día que cada vez es más rico, más placentero y más feliz.

Dos años de permanencia en este mundillo de letras parece sencillo... y lo es si amas lo que haces, si disfrutas de cada coma, acento y signo de admiración que proyecta las emociones y los placeres. Este blog es mío... pero lo es también de todos los que me leen, me comentan y me honran con su amistad... por eso: ¡¡Feliz Aniversario!!


Yo Spankee


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miércoles, 27 de octubre de 2010

De esas otras cosas.

Aquellos que saben que mi relación de pareja incluye el spanking consideran que soy especialmente afortunada por poder llevar a cabo la fantasía de tiempo completo... y no lo niego, es bastante 'feliz' vivir dentro de lo que más me gusta como parte del día a día, de lo que me hace sonreír a cada paso que doy... aunque de pronto alguna parte de mi cuerpo duela y esté un poco más 'colorida' de lo normal.

No cabe duda que soy afortunada pero, es mi deber compartirlo con ustedes, mi relación spanka queda en segundo, tercer o cuarto plano cuando mi novio/spanker me demuestra que está ahí para mí. Que no importa cuántas veces me equivoque... cuántas veces caiga... cuántas veces tema a los cambios dentro de mi vida porque él, siempre... SIEMPRE, va a estar ahí... a mi lado... apoyándome justo cuando más lo necesito.

Definitivamente, tener un novio/spanker es de lo mejor que me pudo haber pasado... pero contar con un ser humano de la calidad que es él... realmente es imposible pagarlo de cualquier forma. 

Estos días he estado de pésimo humor, la sensibilidad femenina ha hecho presa de mí y quien ha tenido que tragarse mis berrinches y lloriqueos ha sido él. Por una parte están esas cosas que se alborotan con las hormonas como pretexto perfecto... pero por otra están esas situaciones que son más reales de lo que a veces quiséramos. El aspecto profesional se está moviendo, tambaleándose sería más adecuado decir... y sin pedirlo, sin tirarme al piso para que él me levante... está ahí.... y yo lo valoro infinitamente.

No ha habido spank estos días, al menos no con el ritmo que de pronto tomamos... quizá se da cuenta de que no es el momento... que la fantasía está ahí pero que no siempre se puede recurrir a ella como tabla de salvación... Anoche recibí un par de nalgadas pero, tanto mi cuerpo como mi espíritu, no estaban en disposición de recibir más... él lo entendió y me regaló toda la noche de besos, mimos y abrazos que eran lo que yo necesitaba.

Sé que no podría concebir la vida sin spank... pero también sé que existen esas 'otras cosas' que también me hacen sonreír y suspirar a cada momento...

Yo Spankee

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jueves, 14 de octubre de 2010

¡YO NO FUI!

Anoche caí rendida, quedé así después de la reunión en mi casa a la que asistieron mis hermanas, mi hermano pequeño, mi sobrina y los respectivos novios de mis hermanas.  Admito que no soy buena anfitriona... no tengo paciencia y además soy un poco floja cuando de cocinar se trata... 


La noche transcurrió entre risas, anécdotas y travesurillas de mi sobrina. Después de cenar los llevé a casa y al volver sólo me acosté y me perdí en el sueño... Mi novio/spanker todavía vio un poco de tv y se dio un baño... 


Esta mañana, cuando despertamos él se levantó primero, o al menos fue lo que intentó porque había un montón de monedas dentro de sus pantuflas... se dio cuenta al meter los pies medio adormilado y de inmediato me culpó a mí... claro, era lo más fácil... y yo, como era de esperarse... porque además esta vez era cierto, lo negué todo.


  • Aquí vale la pena hacer un paréntesis y decir que mi sobrina, de apenas 2 años, es una bala... traviesa como ella sola y, recordemos, anoche estuvo de visita... 


Él no creyó que yo no había sido y en ese momento me dio la vuelta, bajó el pantalón del pijama y me dio algunos azotes muy fuertes... me dijo que en ese momento me salvaba porque se le hacía tarde para el trabajo... pero que volvería para desayunar conmigo más tarde...


Pensé que al rato sólo vendría a desayunar y, sin preocupación alguna, me volví a dormir... ¡Vaya error!... desperté con el movimiento de mi cuerpo al ser desplazado de mi rincón acurrucado de la cama a sus piernas... nuevamente bajó mi pantalón y yo ni siquiera había despertado siquiera... lo hice al sentir el fuerte impacto de su mano sobre mis nalgas... ¡Ay, cómo dolía!


Los azotes caían de manera alternada sobre una y otra nalga sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo... entre el sueño, la confusión y la presión de su otra mano sobre mi espalda... De pronto me soltó encima de la cama... pensé que ya había terminado pero de nuevo me equivoqué... fue al otro lado de la habitación y tomó la vara... yo no podía creerlo... Insití de nueva cuenta en que yo no había sido, que la niña estuvo en la habitación, que aunque era buena la idea de las monedas en las pantuflas, desafortunadamente, no había sido mía... ¡ERROR!


  • - Si te mueves te va peor, serán 30.


Con su mano en mi espalda... mi trasero a su disposición y la vara amenazante lo único que pude hacer fue cerrar bien fuerte los ojos, apretar los labios y esperar el primer azote. 


  • No sé cuál es la manía de agitar la vara y producir ese terrible silbido que estremece y obliga a contraer cada músculo del cuerpo. 


Finalmente cayó el primero... ¡¡Yo no fui!!, gritaba y me quejaba del castigo... desafortunadamente en esa casa vivimos sólo 2 personas... y mis constantes travesuras, en donde él es la víctima, no daban márgen de error... aunque en realidad era tal.


Entre pataletas, gritos y 'yonofui' cayeron los 30 varazos sentenciados... me envió a darme un baño mientras él preparaba el desayuno... al salir tuve que sentarme sobre una dura silla de madera, volvió a regañarme por la travesura y yo, con la cola dolorida, no tuve ánimo para volver a negarlo... 


Supongo que sigue sin creerme, supongo que el castigo de hoy fue tan injusto... lo sé porque estoy sentada frente a la computadora con un dolorcillo que no me permite hacerlo cómodamente... Sé que siempre lo estoy buscando, sé que es lo que pido a gritos... Vaya, soy spankee y es algo que me sale muy bien pero, repito, ¡¡Yo no fui!! =(


¡Bah!


YoSpankee

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jueves, 7 de octubre de 2010

A mi novio/spanker.

No podría describir la sensación que recorre mi cuerpo cada vez que me anuncias un castigo. Nuestra relación es así, a ratos no tiene ni pies ni cabeza... a otros es rígida, estricta y exigente... aunque también es abierta, libre, generosa y llena de amor.

La forma en la que apareciste en mi vida fue mágica, llegaste en el momento en el que yo más necesitaba de un amigo, un cómplice... un amante. Sin más me hiciste sentir que la vida era distinta, que la forma de avanzar en el camino no tenía por qué ser tan complicada. Además, me aceptaste tal como soy... no me señalaste ni emitiste juicios previos... te enamoraste loca y perdidamente de mis gestos, de mis ocurrencias y de todo lo que soy y me rodea... por disparatado, distinto o irreal que pudiera parecer.

Te adaptaste a mí, a mis tiempos, a mi espacio, a mis necesidades... Me hiciste tuya sin que yo perdiera mi propia esencia... Somos nosotros... tú y yo, nuestra vida es divertida, apasionada, cariñosa, familiar, fantástica, contrastante... simplemente, genial.

Hoy Dios, la vida, el destino... 'alguien' nos está poniendo a prueba... tú siempre has dicho que predomina la injusticia y a ratos no podemos ni meter las manos para evitar la caída... pero creo que estando juntos podemos hacerle frente a todo lo que viene... y creo, además, que lo que hay delante será mucho mejor... 

Al principio quizá te parecían rarezas muchas de las cosas que hacía o decía... sin embargo, para ti, todo era/es parte de mi encanto... No eras spanker, no conoces todo lo que envuelve a este mundillo de placer y fantasía... pero igual lo disfrutas... lo buscas... lo provocas...

No me gusta verte triste... no me gusta sentirme triste yo tampoco... me aterra buscar luz en tu mirada y no encontrarla... me vuelve loca la idea de permitir que la situación se ponga en contra nuestra y no podamos darle batalla... Por eso... y porque sé que las cosas no están en su mejor posición... agradezco el beso, la sonrisa, el 'teamo' por la mañana... y la promesa de estar juntos 'para siempre'... Simplemente, 'GRACIAS'... novio/spanker.


YoSpankee... Tuya... TUspankee...



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miércoles, 29 de septiembre de 2010

Hoy hay castigo...

Tengo que planear la forma de salir (casi) ilesa de esto... ¿ideas?...


¡Diablos!

jueves, 23 de septiembre de 2010

Suerte.

Durante las últimas semanas mi prioridad ha sido el trabajo... a ratos me convierto en una 'workaholic' histérica, perfeccionista, exigente y obsesiva... a eso podríamos sumarle que el estrés que los compromisos laborales me producen ha traido consigo una serie de malestares físicos que me han puesto en condiciones de 'no spank'... Mi novio/spanker sabe respetar muy bien mis espacios, mis necesidades y prioridades... pero también sabe cuándo es el momento de poner límites para que yo no me vaya de largo y al rato las cosas resulten peor...

La intención ayer era tentar a la suerte, portarme un poquito mal y ver lo que deparara el destino...

Ambos nos dimos la oportunidad de salir temprano de nuestro trabajo, respectivamente...  fuimos de compras, cenamos fuera y alcanzamos a llegar a una hora razonable al departamento... Hasta ahí las cosas iban de maravilla, podría decirse que todo era miel sobre hojuelas hasta que se le ocurrió la brillante idea de poner un poco de orden en casa... 

Resulta que con tanto trabajo, de ambos, la limpieza la hemos dejado un poco en segundo plano dentro de nuestra escala de prioridades... una gran (no tanto) montaña de trastos sucios en el fregadero, algunas prendas por el suelo de la habitación, una que otra envoltura y envases vacíos sobre la mesa y, lo peor, la cama destendida.

Yo, debo confesarlo, soy un caos... eso del orden nomás no se me da... es decir, me baño a diario... uso ropa limpia, mis cosas guardan un desorden ordenado... pero los 'quehaceres' domésticos no son lo mío... Enfrentarme a las tazas, platos, cucharas y demás trastos sucios que permanecían ahí de un par de días atrás me parecía tan de flojera... además de que entre mis planes, para una noche tan linda y feliz, no estaba el ordenar y hacer limpieza... y así lo hice saber para, sorpresivamente, encontrarme de pronto boca abajo sobre la cama con los jeans y bragas abajo... y mi sandalia cayendo, inmisericorde, sobre mis pobres nalgas... blancas en ese momento... rojas el resto de la noche...

Un par de rezongos fueron solucionados a punta de cinturonazos... yo de pie, los jeans y bragas nuevamente fuera de sus sitio, los brazos estirados hacia la pared y la amenaza de 'algo peor' si perdía la posición o metía las manos... 

La cocina quedó limpísima... él se encargó de las cosas fuera de lugar pero aún quedaba un problema por resolver... 'la cama debe tenderse en cuanto te levantas, niña'... Generalmente él despierta y está en pie antes que yo... me gusta apapachar un rato las almohadas y después me levanto corriendo pues es tarde y, claro, de lo último que me acuerdo es de tender la cama... Argh!

Según él la falta era grave por cuestión de 'continua reincidencia'... de pronto me pareció exagerado pero , con ayuda del cepillo de madera, terminé aceptando que así era... la falta era muy grave y yo, al borde de las lágrimas, prometí poner especial atención en 'ese asunto' bajo amenaza de vara en caso de no cumplir... Hoy de nuevo salí corriendo... olvidé hacer la cama y me siento nerviosas pues no podré escaparme a medio día a tenderla para que no se dé cuenta... Estoy a tope de trabajo y la decisión es difícil... creo que esta noche tendré que ir, viendo al piso y arrastrando lo pies, a llevarle la vara a mi novio /spanker, asumir la posición, cerrar los ojos y... no volver a tentar tanto a mi suerte.

Yo Spankee

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viernes, 17 de septiembre de 2010

Trabajo.

Las últimas semanas he estado más ausente que nunca, la razón principal es el trabajo... no he tenido mucho tiempo para actualizar el blog y mis momentos de spankee se han visto en pausa pues el cansancio hace mella en mí y, a ratos, lo único que quiero es dormir, ver un poco de tv y sentir los besos y abrazos de mi novio/spanker... Pero como no soy yo quien decide en qué momento habré de recibir un castigo... tampoco me he quedado en blanco al respecto.

La verdad es que mi novio/spanker ha sabido mediar muy bien la situación y, en vez de largas sesiones de azotes se ha limitado a pequeños castigos de menos de 10 nalgadas cada vez... aunque muy fuertes... y con algún nuevo instrumento que le ha venido a la mente... 

Por ahora sólo pasé por aquí aprovechando un respiro que me tomé entre edición de imágenes, textos con faltas de ortografía y logotipos pixeleados... BAH!... Prometo volver en cuanto esto termine... dentro de una semana y media, tal vez.

Por lo pronto se solicitan porras, ánimo y buena vibra para llegar con vida al final del proyecto.


YoSpankee


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martes, 7 de septiembre de 2010

Tiempo

La próxima semana será mi cumpleaños...  nunca antes había sentido algo especial al respecto, es decir, sí me emociona la idea de acumular tiempo a mi favor, siempre ha sido así... Sí, estoy feliz de ser quien soy... pero al mismo tiempo me incomoda la idea de comenzar una cuenta regresiva que, más pronto de lo que creo, me tendrá instalada en los 30.

Me gusta disfrutar la vida, explotar al máximo cada momento, cada oportunidad de aprender y crecer... pero la última semana ha sido de avisos, de alertas y de advertencias acerca del 'gran' evento...

No sé si recibiré las nalgadas correspondientes... 28 serían, si a alguien le interesa. El punto que me ocupa en este momento es que quiero guardar mi esencia... tanto de mujer, como de spankee y acaso de 'escuincla' traviesa que, sin esforzarse mucho, se gana una que otra tunda.

Por cierto, dejen de quejarse por mi ausencia, ya les he explicado que, como niña buena, estoy cumpliendo con mi trabajo... ¿Acaso no es eso lo que corresponde?... Prometo que volveré a actualizar el blog... en cuanto me sea posible... y ya les contaré también lo que suceda en mis 28... 


YoSpankee


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martes, 24 de agosto de 2010

Un paso a la vez...

Uno de mis peores defectos es la impaciencia... pocas veces tengo la capacidad de esperar a que las cosas sucedan y, la mayoría de ellas, tiendo a adelantarme para ganarle tiempo al tiempo. Desde que mi novio/spanker llegó a mi vida me ha ayudado a crecer, a ser mejor cada día y a fomentar las virtudes que no tengo pero que desearía conseguir en algún momento.

La paciencia es una de sus mayores virtudes... y cada que algo se me atraviesa provocándome ansiedad, estrés y ganas irrefrenables de volverme loca... él siempre dice: un paso a la vez. -No puedes correr sin haber aprendido a caminar antes-

De acuerdo a la situación de cuerda floja en el aspecto spanko que expuse ayer aquí mismo, creo que comenzaré a aplicar su consejo... Sucede que no quiero decirle, así de golpe, que soy una spankee, que tengo un blog al respecto y que mis necesidades van mucho más allá de lo que se imagina; simplemente quiero que nuestras vidas se vayan integrando de manera suave pero cierta... es decir, que de a poco podamos ir sientiéndonos a gusto en una relación que comprende más que el 'teamo'... lo cual no quiere decir que el dicho 'teamo' no sea importante, al contrario.

No temo a la reacción que pudiera tener él... al contrario, estoy convencida que es el hombre de mi vida y que, como lo ha demostrado, él siente lo mismo por mí. Creo que la ansiedad me hace nuevamente su presa... sin embargo pretendo mantenerme en la insistencia para lograr que las cosas sean como deseo... y que ojalá resulten en algo que deseemos ambos.

Por lo pronto hay anuncio de castigo esta tarde... y la amenaza de que será duro resuena con ecos en mi loca, caótica y spankee cabecita.

Yo Spankee

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lunes, 23 de agosto de 2010

Ser o no ser...

Generalmente no tengo que esforzarme mucho para ganarme un castigo, será acaso que mi comportamiento es agresivo, transgresor y travieso por naturaleza... así que a cada paso que doy me estoy buscando problemas. A ratos es pensado... premeditación, alevosía y ventaja, diría mi novio/spanker... y él me da lo que quiero... lo que merezco y pido a gritos.

Pero sucede que la vida corre y no se detiene ante nada ni nadie... Los compromisos se mantienen latentes y nuestra cotidianeidad de pronto se contrapone a nuestros deseos o necesidades. Mi mal comportamiento o mi picardía ante tal o cual situación deberán pasar desapercibidos hasta que el tiempo, el trabajo y la realidad nos permitan... o más bien a mi novio/spanker... tomar cartas en el asunto.

La mañana del viernes me fue anunciado un castigo al que me había hecho acreedora desde unos días antes. La sola idea de lo que habría de pasar esa noche me mantuvo expectante y ansiosa durante todo el día... Los viernes, por lo general, salgo temprano de la oficina pero mi novio/spanker, al contrario, es el día que más tarde vuelve del trabajo... Sin embargo yo esperaba que hiciéramos un hueco... es decir, él así lo había anunciado él.

Por alguna razón las horas se nos fueron de largo, entre la cena con mis hermanas y las entregas a domicilio llegamos bastante tarde a casa. Mi novio/spanker trabaja también los sábados así que desvelarse no era la opción, aunque por mí no había ningún problema. No sé cómo explicar la mezcla de temor y deseo que había en mí... por un lado me sentí aliviada porque el castigo se aplazaría al menos 2 días más pues el sábado él saldría de la ciudad, pero también me sentí molesta pues la ansiedad del día se había esfumado en un 2 por 3...

No me preocupé ni un sólo momento en ocultar mi enojo... al contrario, lo hice tan evidente como me fue posible y... creo que la 'no spankez' de mi novio/spanker se hace presente en momentos en los que no debería. A ratos estoy un tanto confundida pues quisiera que él, sin tener que explicárselo con manzanitas, entendiera la importancia que para mí tiene el spanking... y lo que consigue, o no, cuando dicta una sentencia que no será cumplida... sin importar las circunstancias... Claro, siempre y cuando no se trate de algo de vida o muerte.

La mañana del sábado discutimos el punto... pero da la casualidad que cuando tengo que decir algo... mi lengua simplemente no reacciona, me quedo muda y las emociones sólo revolotean dentro de mí... en consecuencia él cree que las cosas están bien... que todo se soluciona con un 'lo siento' y ya... Pero no.

El tiempo con él lejos me sirve para pensar y tomar decisiones. No puedo forzarlo a hacer o cumplir con un rol del que no esté convencido... pero al mismo tiempo estoy consciente de que no es así... le encanta participar del juego, le excita tanto como a mí cuando nos enfrentamos y reaccionamos ante una situación spanka, ya sea planeada o espontánea... La diferencia es que para él no es 'tan' importante... Si pasa: bien... y si no: también...

Estoy ante la difícil decisión de descubrirle mi mundo y hacerle ver lo importante que es esto para mi vida... Quizá mantenerlo como está y gozar de ello de manera esporádica o, definitivamente, claudicar en mi necesidad de todo esto...

La última no es la mejor opción... ni siquiera creo que sea necesario pero estoy en este 'mood' de spankee decepcionada y con ganas de un miércoles como los de hace unas semanas... No quiero dejar de ser yo... ni siquiera me imagino la vida con el spanking como parte poco recurrente de mi vida sexual y cotidiana... No voy a guardar en el clóset lo que tanto me costó sacar... O será que sólo estoy tristona...

De cualquier forma no soy alguien que se rinda a las primeras de cambio... suelo luchar por lo que quiero y lo que quiero es un novio/spanker... además de continuar siendo yo...

YoSpankee.

jueves, 19 de agosto de 2010

Buscando opciones...

Hacía varios días que, mi novio/spanker y yo, no practicábamos el spanking... Primero por las visitas que ya había comentado y después por la mudanza que, hasta la fecha, nos mantiene bastante ocupados. Anoche llegamos tarde a casa después de haber estado buscando el regalo de cumpleaños para una de sus hijas... las luces de los vecinos ya estaban todas apagadas, excepto por los del piso de arriba... aún podía escucharse a los niños correteando por el departamento y a la mamá insistiendo para que fueran ya a dormir... como están de vacaciones.

Mi novio/spanker llevaba ya unos días insistiendo y yo haciéndome la loca... que si me duele esto, que recuerda que me caí y mi esguince... ouch!, que si esas cosas propias del género femenino y blah, blah, blah... pero anoche no me salvé. A mí me daba muchísima vergüenza que los vecinos fueran a escuchar algo... a cada azote le suplicaba que no lo hiciera, que nos iban a oir, que encendiera la televisión... y él nada que cedía. Por fin, después de unos 15 azotes me dijo que fuera rápido y eligiera algún instrumento que hiciera poco ruido porque de todos modos no me iba a librar de esta.

Corriendo fui a la otra habitación y, entre cajas y cajas, encontré una varita delgada que serviría para lo que queríamos... De antemano yo sabía que dolería pero estaba demasiado preocupada por el ruido... No me equivoqué, dolió muchísimo y las marquitas rojas no me dejarán mentir... la parte difícil fue también contener los grititos, los gemidos y la pasión irrefrenable que vino después pero, como diría un amigo, esa es otra historia y deberá ser contada en otra ocasión...

Yo Spankee

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martes, 10 de agosto de 2010

Ronroneos en mi cabeza spankee...

A ratos siento un poco agresiva la forma en la que suelo defender mi individualidad, mi espacio y mi ser libre... Hay algunas personas a las que no les gusta e incluso han llegado a decir que me excedo en confianza y seguridad en mí misma... pero es ahí donde aplico una frase, que no recuerdo dónde escuché, que dice: 'pues si les pica... que se razquen'. Y heme aquí, defendiendo una vez más lo que quiero, lo que siento y lo que soy...


Yo Spankee


Como bien saben todos (o la mayoría de) los que merodean por estos rincones spankos, el pasado domingo, 8/8, celebramos el Día Mundial del Spanking Consensuado...  por esa razón envío mis más grandes felicitaciones a todos los que pertenecen a esta comunidad... y confieso la mayor de las envidias a los que sí pudieron llevar a cabo algún festejo al respecto. 

En mi caso no fue posible, aunque yo moría de ganas, pues tuvimos visitas de fin de semana y apenas esta mañana (mi novio y yo) volvimos a la cotidianeidad que tanta privacidad y placeres nos brinda... Pero no crean que las cosas habrán de quedarse así... como si nada hubiera pasado y como si mis nalgas no estuvieran ahora más blancas que el papel... así que mi novio/spanker, previo compromiso, pondrá cartas en el asunto y promete que el festejo será en grande... ¡FELIZ DIA DEL SPANK!


Ah... y miren, estoy estrenando banner, espero les guste porque para mí es una cosa maravillosa... hecha por mí misma... literalmente. Me sonrojo pero sonrío al mismo. Hoy me siento más spankee que nunca... y lo disfruto enormemente.


YoSpankee.


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miércoles, 4 de agosto de 2010

Haga click para cancelar.

  • CLICK

Desde que estoy dentro de todo esto me ha gustado establecer contacto con otros spankos pero creo que hasta ahora ha permanecido la confusión en uno que otro personajito perteneciente a esta fantasía compartida. Me refiero a aquellos que creen que un 'add' en facebook o un intercambio de cuentas de msn o correo electrónico se convierte en una obligación a jugar...

Entiendo que lo que la mayoría de nosotros buscamos es hacer realidad el sueño, entablar una relación spanka y dar o recibir nalgadas... y lo sé porque en algún momento era esa mi prioridad. Pero las cosas cambian... algunas veces para mejorar, aunque no siempre. El caso es que YoSpankee he pasado por varias situaciones que han ayudado a mi crecimiento... y hoy no busco más. 

Hace tiempo que encontré en alguien al que me complementa como ser humano, como pareja, como cómplice de locuras y fantasías... como spanker. Pero eso no implica que por ello tenga que alejarme de esto... al contrario, quiero compartir mi felicidad y lo que me satisface ser quien soy en este mundo spanko, en el vainilla y hasta en el chocolate...

No sé qué pasa... me preocupa la falta de respeto que puede haber de parte de algunas personas, especialmente (en mi experiencia) de algunos hombres/spankers que creen que tienen derecho a exigir que, como somos spankees, nos pongamos a su disposición para que satisfagan su necesidad de 'educar', 'corregir' y dar una buena tunda.

En mi caso permanezco en este mundillo feliz porque me gusta, porque sí hay gente que vale la pena y porque las amistades que aquí he hecho permanecerán para siempre en mí... quedando como irrelevante que sean spankos o no.

El 'click' cancela la búsqueda de spankers, mi disposición a ser spankee de alguien que no sea MÍ spanker actual y la posibilidad de discutir un cambio de opinión... Lo único que pido en este post es respeto... Si no acepto un encuentro, una sesión o un intercambio... no te hace mal spanko... ni a mí. 


YoSpankee

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viernes, 30 de julio de 2010

Estúpido facebook!!!

Estoy enojada, sí... no puedo evitarlo y al mismo tiempo sé que no debería... ¿por qué?... si la vida está llena de injusticias, si los prejuicios están a la orden del día... si le cerradez en la gente no es nada nuevo. 

Hoy amanecí con la noticia de que, por tercera ocasión, mi cuenta de facebook de YoSpankee ha sido eliminada... las dos anteriores por 'dizque' suplantación de identidad... ¡no mamar!... y ésta porque a 'alguien' no le gustaba que yo tuviera mi cuentita por ahí y simple, vil y descaradamente denunció mi perfil como agresivo e inmoral... blah, blah, blah... 

Digo, no es por agredir a alguien o por señalar pero he visto perfiles que tienen cosas más fuertes de lo que yo en el mío... pero bueno, así es esto y... como ya estoy cansada, por no decir 'hasta la madre'... prefiero mantenerme solamente con mi viejo perfil sin poner si soy o no soy... en cuanto ese desaparezca diré adiós al facebook...

Los que me tienen como contacto allá... es donde seguiré activa... 

Y no, hoy no puedo respirar, contar hasta 10 y hacer de cuenta que no pasa nada... Fuck off!!!


Yo Spankee.


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martes, 27 de julio de 2010

El paseo a caballo.

En abril de este año Aldea Sado lanzó una convocatoria de concurso de relatos por su 6º Aniversario... Uno de los participantes, gran amigo mío y además, ganador del Primer lugar elegido por los lectores, es Bilbo... por ello me tomé el atrevimiento y, con su autorización, publico aquí el excelente texto que lo hizo acreedor a dicho premio y a mucha más admiración de la que ya le tengo.

¡Disfruten!


El paseo a caballo.

Por Bilbo Bolsón


Refrenó al caballo con elegancia al alcanzar la cima del pequeño cerro y, antes de seguir su camino, miró hacia atrás. Yo venía algo rezagado, con mi montura al trote, disfrutando de la fresca brisa que soplaba por aquel lado. Sabía que, apenas coronara la cima, caería sobre mí un sol casi ardiente y no deseaba someter a mi hermoso caballo a aquello después de tan alocado galope.


Carlota, sin embargo, con el ímpetu propio de la juventud y con la soberbia que, por otro lado, la caracterizaba y la hacía tan atractiva a mis ojos a pesar de ser mi sobrina, (sobrina de mi mujer, en realidad), no reparaba en esto aunque su yegua estaba visiblemente fatigada. Me observó desde la cima y después, con calculado desdén, se volvió haciendo ondear su lacio cabello, negro como el carbón. Espoleó a la yegua, una costumbre contra la que la había amonestado muchas veces, y desapareció colina abajo.


Carlota tenía diecinueve años recién cumplidos y era insoportablemente bella. A su brillante cabello negro unía un hermoso rostro, de tez oscura y cutis perfecto, unos ojos a juego con el color de su pelo, grandes y traviesos cuando quería y escrutadores hasta taladrarte cuando le convenía. Poseía una figura esbelta, realzada por su 1,75 de estatura, y sin duda había heredado el porte señorial y el halo de misterioso encanto de mi cuñada, una mujer que todavía volvía miradas en el centro de la capital, a pesar de haber sobrepasado generosamente la cuarentena.


Ella era, precisamente, quién había insistido, año tras año, en que Carlota pasara los veranos en mi granja. Al principio, la niña, una incipiente y prometedora figura de la hípica porteña, se había mostrado muy reacia a abandonar a sus compañeras del Club de Campo durante los veranos. Allí entrenaba tres días a la semana y allí estaba su caballo preferido, un alazán de poco más de dos años, negro como sus ojos, como su pelo, que parecía en todo una extensión de ella misma. Sin embargo, el tiempo había pasado; Carlota competía ahora en la categoría absoluta; había cambiado, por necesidad y por edad, de caballo y se tomaba los saltos de obstáculos con una seriedad rayana en el profesionalismo, algo muy inusual para una muchachita de su edad, que, adicionalmente, no había dejado de aprobar, y con buenas notas, todas y cada una de las materias a lo largo de su vida escolar. Esta condición era indispensable; de no haberse cumplido, los días de Carlota en mis instalaciones habrían sido automáticamente cancelados.


Pero no. La chica era tan inteligente como altiva y descortés, a veces, con los que no eran de su clase. No sé cómo me consideraba a mí, especialmente al principio de su carrera hípica. Una persona como yo, amante de la naturaleza, devoto de los caballos y que podía pasarse tranquilamente una tarde de diciembre sentado bajo un castaño disfrutando de un buen libro no encajaba muy bien con su muy distinguido club bonaerense ni con la alta clase social de las señoritas que lo frecuentaban. Sin embargo, cuando Carlota comprendió que la mayor parte de los jinetes que con éxito Argentina había venido presentando a todas las competiciones internacionales, (y especialmente a las olímpicas, a las que ella aspiraba), habían pasado largas temporadas preparándose, si no habían sido directamente “creados”, en mi humilde granja de caballos, cambiaron sus actitudes hacia mí y empezó a mirarme con cierto respeto, hasta con admiración, porque sabía que podía hacer de ella precisamente lo que llevaba dentro, una campeona de talla mundial.


Supongo que también fue por esa época cuando en la concepción que Carlota tenía de mí se despertó otro capítulo, nuevo hasta entonces. Estoy convencido de que fue entonces cuando comenzó a verme como hombre; como hombre, me refiero, con todo lo que el término implica; y sus miradas se tornaron coquetas, insinuantes. Como si hasta aquel momento me hubiera tenido encasillado en un papel secundario, de campesino rudo, y hubiera descubierto que era educado, atento, severo, a veces dictatorial con mis entrenamientos, y dominador de técnicas y trucos que la ayudarían en su camino hacia el éxito.


Más o menos en aquel tiempo empecé a notar en Carlota algunas obvias transformaciones que la convertían, poco a poco, en una bella mujer. Y cada vez me fue siendo más difícil observarla cabalgar de frente, con su pecho bamboleándose arriba y abajo, amenazando salir de la chaquetilla roja que vestía, y mucho menos cuando sólo llevaba puesta la blusa blanca de competición. Y tampoco era más sencillo observarla por detrás cuando, puesta su yegua al trote, bajo los faldones de la chaquetilla observaba un pedazo de la tela elástica de los pantalones de montar encerrando su delicioso trasero de adolescente que está dejando de serlo.


No había vuelto a sentir nada por ninguna mujer desde que mi esposa nos había dejado prematuramente. Después, yo había corrido a refugiarme en mi instalación hípica campestre para tratar de acallar su recuerdo, aún muy vivo dentro de mí. Por ello, aunque las intenciones de Carlota me resultaban obvias, no estaba tan loco como para mezclarme en un lío de faldas con una menor y para colmo dentro de la familia. Todo eso, claro, hasta aquel año en que, con sus diecinueve y su carrera universitaria a punto de comenzar en la UBA, me figuraba que dispondría de la última oportunidad de hacerla mía. Pero antes la convertiría en la nueva sensación hípica de la Argentina o me llamaba Manuel Pellicotti, el mejor entrenador hípico de toda Latinoamérica, (¡en mi modesta opinión, claro!).


Alcancé la cima del cerro y vi que Lucero galopaba por el sendero que descendía aquella vertiente, animada y jaleada por mi sobrina. Extrañado, miré hacia abajo y vi un riachuelo con apenas algo de agua, que resonaba sobre las piedras de un estrecho vado. (¡No se atrevería!) La yegua se dirigía directa hacia el vado. (¡Cuando la agarre la voy a matar!) Apenas un metro antes de que los cascos delanteros de su soberbia yegua chocaran dolorosamente con las piedras del río, Carlota la impulsó con maestría a saltar, por medio de una leve presión de sus piernas y un suave jalón, apenas perceptible, de las riendas. Salvó limpiamente el curso de agua apoyando las manos en el sendero y recogiendo con elegancia las patas traseras. Carlota palmeó el cuello del noble animal y, casi sin darle tiempo a disfrutar de la felicitación, la incitó de nuevo al galope. (¿Dónde demonios va a ahora?) Lo que vi casi hace que me caiga de mi propio caballo. Carlota se dirigía al portillo del campo vecino ¡y sin duda pretendía saltarlo! ¿Podía haber mayor locura que se le metiera en la cabeza a esta jovencita demente? Grité lo más alto que pude pero ya no había remedio. Debo decir, por otro lado, que su técnica de salto estaba acercándose a lo que yo esperaba de ella: midió perfectamente los trancos, colocando a la yegua en el punto exacto con suaves jalones, y la dejó ir justo en el momento oportuno. Ésta, con una tremenda nobleza, sin ahorrar esfuerzo alguno, frenó sobre sus patas posteriores y alzó su grácil figura por encima de la portilla recogiéndolas a continuación y salvando el improvisado obstáculo con suficiencia. Observé a Carlota caer sobre el cuello del animal y recuperar el equilibrio sujetándola y haciendo que virara para acercarse a la barda del predio. Palmeaba de nuevo su cuello y estaba radiante de felicidad. Exactamente tanto como yo estaba hirviendo de ira.


Puse mi caballo al paso y en un corto lapso de tiempo, pero sin copiar sus locuras, me encontré frente a frente con mi sobrina, tan solo con la barda de por medio. La bajada había contribuido a que contuviera mis instintos, mas no a disminuir el enojo. Yo no era partidario de dejarme llevar por la ira; no era buena táctica cuando se trata de animales. Tampoco lo haría en aquel caso. No. Carlota iba a pagar por lo que acababa de hacer pero sería más tarde y a mi manera.


—¿Has visto tío? ¡La ría y un oxer! Lucero está preparada. Bravo, pequeña —dijo, y palmeó su cuello de nuevo, en señal de felicitación. La yegua jadeaba y tenía el cuello cubierto de pequeñas gotitas de sudor. Carlota le había exigido demasiado ya aquella mañana. Era momento de terminar el paseo. —¿Es que te has vuelto completamente loca? ¿Quieres acabar con el pobre animal? ¿Cuántas veces te he dicho que un caballo de salto no es para hacer campo a través? Esa locura que has hecho podía haberte costado tu clasificación para los nacionales, podría haber sido fatal para Lucero, podías haberte roto el cuello, ¡maldita sea! —exploté. Pretendía asustar a Carlota lo más posible. Después vendría otro tipo de tratamiento, pero por el momento nada más deseaba hacerle sentir un cargo de conciencia acorde a la barbaridad que había hecho con la pobre Lucero. —Ah, vamos, tío, ¿no lo has visto? No había ningún riesgo. Lucero está más que preparada para esto.


Su atrevimiento me exasperó. Hacía tiempo que se había pasado ya ampliamente de la raya. Pero eso se iba a acabar.


—¿Preparada? La que más vale que se prepare eres tú. El paseo se ha terminado. Te espero en el cobertizo principal. Tómate el tiempo que quieras para reflexionar sobre lo que has hecho. Cuando te dije que te convertiría en una campeona te advertí que sería con mis reglas y que esperaba obediencia ciega. Aunque Lucero sea tuya, no pienso tolerar que la maltrates de ese modo en mi presencia. Lo que acabas de hacer es una insensatez y, si sabes lo que te conviene y quieres seguir formando parte de la nómina de amazonas de esta granja mañana por la mañana, mejor será que cuando llegues a los establos me busques en el cobertizo. Si no es así, no te molestes en despedirte. Empaca tus cosas y pídele a Jonás que te lleve al pueblo en la mañana. La yegua te será enviada. No quiero verte a menos que estés dispuesta a pedirme disculpas y aceptar tu castigo. —Pero, tío, ¿qué quieres decir con...


Después de terminar de hablar dí media vuelta y, sin darle opción a contestar, volví sobre mis pasos hacia los establos. Mi caballo necesitaba refrescarse, algo de comida y una cama mullida de heno fresco. Lo limpiaría y cepillaría antes de decidir como castigar a Carlota.


—No te preocupes Lucero. Se está haciendo viejo... ¡Pero ya se le pasará! —alcancé a oír mientras me alejaba. Si eso creía pronto la sacaría de su error.


Era casi la una del mediodía cuando llegué a casa. Comería algo con los muchachos y luego me dedicaría a algunas de mis otras alumnas. Alguna de ellas en particular tenía aún que aprender mucho en cuanto a compenetración con su animal. Trabajaría con ellas toda la tarde. Si conocía un poco a Carlota, vagaría por el campo con la yegua y al caer el sol habría conseguido juntar cordura suficiente para saber que su mejor opción en el mundo hípico era seguir conmigo y, por tanto, aceptar el castigo. Yo me ocuparía de que éste le quitara absolutamente las ganas de volver a mostrarse tan indisciplinada e insensata como lo había sido aquella mañana.


Alredor de las siete de la tarde la actividad había disminuido mucho en los establos y demás instalaciones. Casi todos los alumnos se habían duchado y cambiado de ropa ya cuando apareció Carlota. No parecía que la reflexión hubiera tenido mucho efecto. Llegó con un alegre galope y bajó del caballo casi antes de que éste se hubiera detenido, saltando con desparpajo y soltura. Saludó a Miguel, uno de los mozos, y le entregó, casi sin detenerse, las riendas de su montura.


—Buenas tardes, señorita. El señor Manuel está bien enojado, ¿sabe usted? —avisó Miguel. El mozo le tenía un cariño especial a Carlota. —Ah, gracias Miguel. No te preocupes. Sé como manejarlo —contestó mientras tomaba el camino del gran cobertizo donde entrenábamos cuando el tiempo estaba lluvioso. —Me temo que esta vez no, señorita —murmuró Miguel haciendo un alto en su tarea y secándose el sudor de la frente. Tenía razón. Aquella vez no.


Casi había olvidado que tenía una cuenta pendiente con ella. Estaba enfrascado en leer un par de documentos a los que no había prestado la debida atención por unos días y ahora se habían vuelto urgentes. Sin embargo, detestaba esta labor y cualquier excusa me hubiera apartado de ella, máxime si se trataba de ocuparse del comportamiento de Carlota. Así que, no bien hube escuchado el ruido de cascos en el patio, me levanté, cerré a toda prisa los archivadores, apagué la luz y salí con paso firme a encontrarme con la muchacha. La encontré a medio camino del cobertizo, como le había dicho. Ella me miró con temor, sin detenerse. Tarde o temprano le impediría el paso.


—¿A dónde crees que vas? —espeté. —Al cobertizo, como me dijiste. Creí que te encontraría allí. —¡Pues aquí estoy! —le contesté. Al tiempo le arrancaba la fusta de la mano y le agarraba el antebrazo para conducirla hacia allí. —¿Qué haces? ¡Bruto! ¡Animal! Me estás haciendo daño. ¿Acaso no he hecho lo que decías? —Tú te debes creer que tengo toda la tarde —decía mientras tiraba de ella. Al mismo tiempo usaba la fusta para azotar levemente su trasero. No podía hacer buena puntería, pues los faldones de la chaquetilla me lo impedían. —¿Qué hiciste todo el día por ahí? ¿Dónde diste de beber a Lucero? —le reprendía mientras continuaba azotándola. Estaba seguro de no estar haciéndole demasiado daño y no lo pretendía. Quería nada más que Carlota supiera que iba a ser castigada así, a fustazos, y que cayera en la cuenta de que, apenas cruzadas las puertas del cobertizo, estaría completamente indefensa y yo buscaría una posición adecuada y cómoda para castigarla de verdad. —Pero ¿qué te has creído? No soy una cría pequeña. ¿Cómo te atreves a pegarme? Te denunciaré. Se lo diré a mi madre. Tendrás serios problemas.


Yo estaba enojado, además de cansado por el largo día, y escuchar todas aquellas amenazas sin sentido no hizo sino enfadarme todavía más. Alcé la fusta en alto y la dejé caer sobre el muslo de la chica, procurando que, esta vez sí, escociera el golpe. Carlota gritó.


—¡Au, salvaje! Verás como... —comenzó a decir, cuando otro fustazo, esta vez en el muslo contrario, le impidió proseguir y gritó de nuevo. Yo, entre tanto, continuaba tirando de ella. —Te he hecho una pregunta. ¿Dónde ha bebido agua Lucero? ¡Contesta! Carlota sabía que su respuesta me volvería loco pero la otra opción, guardar silencio, se le antojaba, sin duda, todavía peor. —En un arroyo junto al prado —murmuró. —¿Qué dices? Pero, ¿es que te has vuelto completamente loca? —le grité, deteniéndome para encararla.


Casi al punto levanté la fusta con ira y crucé sus muslos con la caña. Sabía que con ello le dejaría una marca morada en ambas piernas. Por suerte el pantalón de montar la ocultaría. Entregada a otros menesteres, sin embargo, ésta resultaría muy obvia. No me importaba mucho si Carlota debía ducharse después de todos los demás o, alternativamente, sufrir la vergüenza de mostrarles sus marcas. Era algo que me traía por completo absoluto sin cuidado.


—Este caballo es un caballo de competición. ¡De competición! ¿Cuántas veces debo repetirlo?


Había retomado el camino hacia el cobertizo y ella trataba inútilmente de sobarse sus doloridos muslos. Tal como la tenía agarrada por el brazo y como la arrastraba era prácticamente imposible que lo alcanzara.


—No le va a pasar nada. Lucero estará bien. ¡Eres un paranoico! ¿Yo? ¿Un paranoico?


Ahora iba a comprender esta muchachita insolente que no era buena idea jugar con el temperamento y la paciencia de su entrenador en un lugar donde había tantas fustas a mano. Golpeé de nuevo sus muslos, algo más fuerte y un poco más arriba del azote anterior, usando, igualmente, la caña de la fusta. Las marcas durarían una semana al menos. Ella chilló y trató de desasirse para frotarse la zona pero no se lo permití.


—Ni lo sueñes, querida —dije, arrastrándola un poco más deprisa.


Apenas entramos me volví, sin soltarla, para cerrar la puerta y pude ver que Miguel nos observaba mientras barría hasta la última mota de polvo del patio. Y divertido, también, pues no pudo disimular una leve sonrisa en sus labios. Estaba convencido de que aprobaba mis métodos.


Conduje a Carlota al centro del picadero. Ella no dejaba de forcejear. Confiada o no en que podía meterme en problemas, comenzaba a darse cuenta de que al menos aquella tunda la iba a recibir sí o sí. Y prometía ser severa. Yo reflexionaba cómo hacer para conseguir que ella no dijera nada. Creía tener la clave pero debía jugar mis cartas hábilmente. Así que proseguí hasta alcanzar el muro que cerraba la zona de entrenamiento, coronado por una valla metálica de tres barrotes horizontales, pintados de rojo. Allí la solté, empujándola hacia la pared. Al verse libre se volvió hacia mí, frotándose ahora sí las piernas, mientras me dedicaba su mezcla de insultos y amenazas.


—¡Cállate! —rugí. —Me callaré si me da la gana. Se lo voy a contar a mi madre. Esto es intolerable. ¡Quién te has creído que eres! —¡Silencio, he dicho! —le interrumpí, alzando la voz—. Si prefieres seré yo el que se lo diga a tu madre ahora mismo—. Saqué el teléfono del bolsillo y se lo mostré. Naturalmente, ella no contaba con aquello. —Estoy seguro de que cuando tu madre sepa lo que le haces a Lucero estará perfectamente de acuerdo en que recibas el trato que vas a recibir. ¿Quieres que se lo preguntemos?


Carlota me miraba con desesperación y también con cierto desprecio. Despojada de su principal arma comprendía que sería castigada y que además no podría vengarse de mí contándolo todo.


—Quizá lo que voy a hacer ahora me traiga problemas. Estoy de acuerdo en eso. Pero asumiré el riesgo. Sé que no dirás nada. Por dos motivos. El primero es que soy el único que puede convertirte en la campeona que mereces ser. El segundo es que hay muchas posibilidades de que, si lo pones en conocimiento de tu madre, su veredicto no te sea tan favorable como esperas. Por eso te callarás. Nos conviene a los dos. Si has de llegar donde espero será siguiendo mis reglas, ya te lo he dicho. Y no toleraré que en mis instalaciones se maltrate a un caballo de ningún modo. Desde luego son más nobles y humildes que ustedes, insolentes señoritas malcriadas.


Carlota me miraba enfurecida pero sabía que no tenía salida. Su mirada trasmitía también expectación y miedo por lo que pasaría a continuación.


—Ahora quítate la chaquetilla y déjala ahí, a un lado. Después date la vuelta y agarra con las dos manos la barra.


Lentamente obedeció. Yo la observaba despojarse de la prenda y, cuando se volvió, no pude evitar centrar la mirada en su hermoso trasero. Es increíble el efecto que consiguen unas buenas botas, de cuero negro, y unos pantalones de montar elásticos. Mi sobrina me atraía... ¡y mucho!


Me acerqué por detrás, con la fusta en la mano derecha, y comencé a acariciar con ella suavemente su trasero, por encima de los pantalones. Al tiempo, acerqué mi cabeza a la suya para que oyera claramente el regaño que se le venía encima.


—¿Sabes por qué vas a ser castigada, muchachita traviesa? —Sí, tío—. Su voz temblaba. —Después de esto sabrás que nunca —azoté una de sus nalgas con la lengüeta de la fusta—, nunca se debe —repetí la operación en la otra—, tratar mal —dije, regresando a azotar la primera, muy abajo, cerca de sus piernas—, a un caballo—, finalicé, azotando una vez más su otro globo, tratando de golpearla cerca de la zona central, donde sabía que los violentos lametones de la fusta empezarían a escocerle muy pronto. Carlota contenía los gemidos como podía, pero pronto le resultaría imposible. —Muy bien, Ahora que sabes el motivo de tu castigo, éste puede comenzar. Bájate los pantalones. —No, tío. Por favor, eso no —dijo volviéndose. Yo estaba preparado y lancé la fusta hacia su muslo izquierdo, golpeándolo con la caña. Otra marca que duraría un buen rato. Carlota no pudo evitar dejar escapar un chillido y comenzó a frotarse la zona vigorosamente—. Eres un salvaje —dijo entre sollozos.


Su cabello negro le cubría la cara. Con la lengüeta de la fusta me abrí camino hasta encontrar su barbilla e, impulsándola con la punta del instrumento, le obligué a levantar la cabeza.


—Mírame. ¿Qué te he dicho? Vas a ser castigada por no saber tratar a tu yegua y va a ser, como todo lo demás a partir de ahora, según mis reglas. ¿Comprendido?


La mueca de desprecio reflejaba el profundo odio que mi sobrina sentía por mí en ese momento.  


—Sí —contestó alzando la voz. —Perfecto. Entonces, date le vuelta, bájate los pantalones hasta las rodillas y agarra la barra. Y no quiero ver que te mueves hasta que hayas recibido los veinte azotes que mereces.


Carlota hizo un ademán de retirar la fusta de su barbilla de un manotazo pero a medio camino lo pensó mejor y se detuvo. En su lugar, sin perder su adusto gesto, se llevó ambas manos a la cinturilla de sus pantalones de montar y comenzó a desabrocharlos. Lo hizo de frente hacia mí y supuse que, incluso cuando estaba a punto de ser severamente azotada, calculó el movimiento para privarme de ver su hermoso trasero salir de la prenda donde estaba enfundado. Tuve que imaginarlo, mas no por mucho tiempo. Cuando hubo deslizado la tela hasta las rodillas debió volverse y alzar ambos brazos hasta la barra del vallado. Con ello el borde de su blusa blanca de montar subió descubriendo una esbelta cintura y algo que yo, inconscientemente, llevaba mucho tiempo deseando ver. Su colita de adolescente apenas cubierta por un tanga de color rosado. La visión, debo confesar, era magnífica y me recreé unos segundos en contemplarla. Después de todo, no había nada de malo, ahora que ya sabía como sería su castigo, en hacerla esperar un poco para que tuviera tiempo de reflexionar y aterrorizarse por ello.


—Pudiste haber lesionado a Lucero saltando el arroyo —dije y azoté, con un brusco movimiento de muñeca, uno de sus cachetes. Éste, que apenas estaba rosado por los azotes anteriores tomó, en seguida, un patente color rojizo en el lugar del contacto. —Pudiste haberte quedado sin yegua —comencé de nuevo, azotándola en medio de la frase—, al saltar esa estúpida portilla. —Pudiste haber causado una infección a la yegua —le recriminé golpeándola otra vez—, al permitirle beber en cualquier lado.


Hice una pausa en el regaño y descargué dos azotes algo más fuertes que los anteriores. En todo momento procuraba imprimir a mi muñeca un giro brusco en el momento del impacto, de modo que el golpe pareciera estallar en medio del trasero, escociendo enormemente.


—No sé si es que estás loca, eres una estúpida o te importa todo una mierda —le grité casi en el oído, acompañando cada uno de los adjetivos con azotes localizados en la parte baja de sus nalgas. Mientras lo hacía la observaba, hipnotizado. Miraba como se coloreaba su piel y observaba, deleitándome, las magníficas, golosas curvas de aquella parte de su anatomía. Eran de una perfección celestial. —¿A qué vino hacer cabalgar a Lucero toda la tarde? ¿Acaso me tenías miedo? —gruñí con enojo, propinándole un nuevo latigazo— ¿Te parece justificado tu miedo ahora? —pregunté, golpeando la parte baja, hacia el centro— Dime, ¿está el castigo a la altura de tu miedo, cobarde muchachita? —grité, acompañando mis palabras con todavía otro azote más.


Imaginaba que, si seguía azotándola cerca de la zona de su sexo, le produciría al mismo tiempo excitación y dolor. No quería que recordara la experiencia tan solo como un castigo más. Estaba procurando que odiara y amara a la vez los fustazos que le regalaba. Solo el tiempo me diría si estaba consiguiéndolo o no.  


—Si se te ocurre por un momento... —la azoté con más fuerza, dejando que la lengüeta besara ahora, fugazmente, el punto central de uno de sus maravillosos, deliciosamente curvados cachetes—, volver a comportarte así con tu caballo. Si se te pasa siquiera por la cabeza... —un nuevo silbido y un nuevo latigazo resonaron, esta vez sobre el cachete contrario, acompañados de un grito desesperado— comportarte de manera similar a como lo hiciste esta mañana—, le regañaba casi fuera de mí—, entonces busca directamente tu fusta y ven a este lugar porque te aseguro que, esté quien esté presente, te daré una azotaina como no te imaginas. ¿Me has comprendido bien?


Sin dejarle tiempo a contestar la sola visión de su juvenil trasero me excitó y la azoté dos veces más, una en cada lado, procurando hacerlo con fuerza, asegurándome de que el escozor penetrara y estallara, llenando de una insoportable sensación de dolor toda su parte posterior. Se hacía difícil encontrar un punto en su trasero que no hubiera recibido ya la visita de la lengüeta de mi fusta, a pesar que yo estaba concentrado, mirando fijamente, casi en éxtasis, aquel pedazo del cuerpo de Carlota ¿Me estaba dejando llevar por su increíble atractivo físico? Y si así era... ¡qué importaba!


—¿Me oíste? —pregunté, y golpeé una vez más, con saña, la parte inferior de su nalga derecha—. Contesta, ¿me oiste? —y golpeé, seguido, al lado contrario—. ¿Me oíste? —pregunté finalmente alzando la voz y golpeando la zona entre ambas nalgas.


Confiaba en haber descargado este último latigazo suficientemente cerca de su sexo como para producirle algo más que insoportable dolor. Era perfectamente consciente de que, entre los espasmos que le producían los azotes, los gritos y lamentos que lanzaba después de cada uno y lo súbito de las preguntas, le resultaría prácticamente imposible contestar. Hice, pues, una pausa y de su boca salió un gruñido forzado y gutural, una afirmación apenas perceptible.


—¿Seguro? —Hice rebotar violentamente la fusta apenas un poco más debajo de su cintura, casi la única zona que todavía no mostraba un color cereza intenso. —Sí.


Creí oír un sollozo pero, aun así, pregunté de nuevo:


—¿Seguro? —y volví a azotar la zona, con una fuerza que no había aplicado hasta entonces.


Carlota gimió y rompió a llorar mientras aseguraba que no lo haría nunca más.


—Sí, tío, sí. Seguro. Ya no lo haré más. Sí. Seguro, pero ya basta, por favor... por favor.... por favor... —y sus palabras se diluyeron en un llanto profundo y espasmódico mientras apoyaba la cabeza en su brazo y ocultaba de este modo su cara cubierta de lágrimas. —Es suficiente —concedí, al cabo de unos segundos. Carlota seguía llorando desconsolada—. Permanecerás aquí quince minutos, que te servirán para reflexionar sobre lo que has hecho y aprender a tratar mejor a tu yegua. Después sube a tu habitación, dúchate y cámbiate de ropa. No quiero verte llegar tarde a cenar.


Asintió con la cabeza, sin dejar de llorar. Yo me volví y caminé despacio hasta la puerta. Allí, mientras la abría aproveché para robar una mirada al trasero de mi sobrina, salvajemente colorado y marcado por mis fustazos y, sin embargo, manteniendo intacta toda su irresistible hermosura.


* * *


Alrededor de las doce y media de la noche sentí unos leves golpes en la puerta de mi habitación. Disponía de una mesa de despacho, de un par de librerías pequeñas, llenas de libros dedicados a la hípica, y de una computadora con acceso a Internet allí. Era mi lugar de descanso además de mi lugar de trabajo y solía quedarme despierto hasta la una o las dos de la mañana trabajando en la administración del picadero. Al escuchar los golpes contesté casi sin pensar.


—Sí, adelante —dije, sin separar la vista de la pantalla. La puerta se abrió y alguien entró pero ni siquiera imaginé quién podría ser. —Tío... —Sí, ¿qué quieres? —Hoy me porté muy mal —dijo, mientras me rodeaba el cuello y apoyaba su cabeza sobre la mía. Traté de volverme. —Quería disculparme por ello. No tiene perdón lo que hice. —Está bien, querida. No pasa nada. Simplemente no vuelvas a hacerlo. —No, tío. Creo que mi comportamiento fue incalificable. No fuiste suficientemente severo conmigo. He venido a disculparme... y a que termines tu castigo de la tarde —y, diciendo esto, se desasió de mí y caminó hacia la cama. Llevaba puesto un escueto pijamita, de camisa corta y escotada y short ajustado, que le hacía verse irresistible. No lo podía creer. Venía a que la azotara de nuevo.


Llevaba en la mano la misma fusta de la tarde. Se colocó de rodillas en la cama, de espaldas a mí, mostrándome ostentosamente el trasero. Dejo la fusta sobre el cobertor y volvió la cabeza sonriendo.


—Vamos, tío, ¿a qué esperas? Madrugar al día siguiente sería, sin duda, un arduo trabajo. Y en mi instalación todo el mundo estaba arriba a las siete de la mañana. Pero la noche prometía...  


* * *


—Y ahí tenemos a la campeona, Carlota Cervantes... ¡medalla de oro olímpica para la Argentina! —El comentarista televisivo jaleaba el éxito de su compatriota.


Estaba a punto de saltárseme una lágrima. No había podido acompañarla, desgraciadamente, pero el trabajo de todos aquellos años acababa de dar sus frutos. La cámara ofreció un plano completo de Carlota sobre Lucero sonriendo y mostrando su presea. De pronto, sin dejar de ofrecer al mundo entero esa sonrisa deliciosa que solo me pertenecía a mí, soltó la medalla, que quedó apoyada sobre su pecho, y se llevó la mano a su trasero frotándolo suavemente. Me reí a carcajadas mientras le lanzaba un beso desde mi sillón. Mi pequeña era simplemente encantadora.


- FIN -


Autor: Bilbo Bolsom - 18/05/2010

Publicado por Aldea Sado: 20/05/2010