Llegaste sin previo aviso a llenar mi vida con detalles que nadie más había tenido... yo, la spankee oculta entre arbustos de vergüenza se encontró contigo en el momento en el que decidiste que merecía un castigo por mi mal comportamiento. A partir de entonces nuestros encuentros han cambiado... son mejores y sin punto de comparación existente... son perfectos.
Recuerdo el día que me integré al equipo de redacción del rotativo local más importante y exitoso del momento. Tu actitud seria y a ratos indiferente no hacía más que llamarme la atención. Recuerdo que podía pasarme horas mirándote a través del cristal que te separaba del resto de columnistas. Yo comenzaba en aquel tiempo a escribir notas cortas y relatos divertidos que por casualidad fueron leídos por alguno de los dueños del periódico y de inmediato me integró, mero capricho del Sr. Campuzano. Jamás olvidaré el gesto de disgusto que no te preocupaste por ocultar cuando me presentaron ante ti y te pidieron darme un espacio tanto en la impresión como en la página web y en las instalaciones.
El escritorio del fondo, me señalaste con cierto desdén. Te agradecí y sonrojada, además de un tanto molesta, me dirigí al lugar que me habías indicado mientras me dirigías una sonrisa burlona como diciendo: No sabes con quién te has metido...
El Sr. Campuzano es amigo de mi padre, un día me los encontré en un restaurante mientras corregía uno de mis escritos que fue de interés inmediato para don Carlos.
- Con que eres escritora. Me dijo.
Sonrojada le contesté que sí pero que era como hobbie. Mi padre comenzó entonces a decirle que yo era muy modesta, que mis escritos habían sido ya publicados en distintos sitios con singular éxito pero que yo me exigía demasiado. Don Carlos insistió en que le enviara algunos de mis trabajos, intercambiamos cuentas de correo electrónico y nos despedimos con la promesa de mantenernos en contacto.
Debo decir que me cuesta trabajo reconocer cuando hago algo bien, sí, tú ya te encargaste de que no olvide que está mal menospreciar mi trabajo, lo sé. Pero ante la insistencia de mi padre y de don Carlos no tuve mayor opción y él quedó encantado con mis escritos. Exagera, pensé. Pero a la semana que le envié el material me citó en su oficina... la que está atrás de la tuya. La charla comenzó amena y hasta graciosa, me dijo que me quería dentro de su equipo y que el señor Guillermo, tú, estaría feliz con mi trabajo. Creo que se equivocó.
Tú me veías como la chiquilla que juega a ser escritora, la que se aprovechó de la amistad de su padre con el dueño del periódico para colarse a las filas de tan reconocida publicación. No era así... o sí pero jamás con esa intención. La tendencia artística y cultural que tenía el periódico me parecía perfecta para explayar mi vena de escritorcilla y literata en proceso de aprendizaje... Era MI oportunidad pero eso a ti no te gustaba y siempre encontrabas un pero a todo lo que hacía.
- Srita. Aguilera, acompáñeme a mi oficina por favor.
El tono que solías utilizar me provocaba una mezcla entre coraje, miedo y ganas de ahorcarte por amargado, por prejuicioso y por esos ojos café claro que desde el primer momento que los vi me hicieron sumergirme en una burbuja de sueños y fantasías de los que jamás te enteraste hasta que...
Vestías siempre de traje y corbata, generalmente en colores oscuros que endurecían un poco más tus actitudes de jefe autoritario pero justo. Te me antojabas como uno de esos profesores de escuela estrictos y gritones. Tengo que reconocer que bajo tu guía y férrea disciplina mis escritos mejoraron y ocultamente acrecentabas la admiración que por ti sentía. Digo ocultamente porque entre pasillos y el chat interno de redacción me dedicaba siempre a ponerte apodos y decir cosas terribles de ti... bueno, lo sabes porque ese día no adiviné que estabas justo detrás del monitor de Paty, la de 'cinefilia' mientras ella buscaba algunos ejemplares pasados para la bitácora anual...
- ¿Te fijaste en la ridícula corbata de dragones que trae hoy don 'amargarito'?
- Contéstame, burra!... jajaja, ya sé... te quedaste impactada ante semejante aberración
- Ya sé, amiga... Te dije que el muy baboso me regresó de nuevo el cuento que le entregué para la edición de esta semana? Estúpido presumido!!! Lo odio.
- Lamento que mi corbata no sea de su agrado, Srita. Aguilera... me gustaría invitarla a compartir ciertos puntos en mi oficina. La espero esta tarde después de la junta de cierre de edición.
No podía creerlo cuando vi los caracteres aparecer en mi pantalla, levantarme de mi silla y verte caminar desde el cubículo de Paty hacia tu oficina. Caminabas rápido, el enojo se te notaba desde el último escritorio... el del fondo... el que me asignaste y que en ese momento encontré perfecto para ocultarme y quizá ponerme a llorar por lo que acababa de suceder. Generalmente me mostraba seria y quizá hasta arrogante ante ti y me negaba a aceptar que me vieras como una niña estúpida que proyecta su descontento a través de tontas charlas con las compañeras de trabajo.
Durante la junta estuve nerviosa, lo notaste y te esforzaste porque no pasara desapercibido preguntándome si estaba de acuerdo o lo que opinaba durante toda la reunión. Mis tartamuedeos te divertían y frente a los demás me pediste poner más atención, me humillabas y gozabas con ello. Las primeras veces agaché la cabeza y mis mejillas sonrojadas delataban la vergüenza que me hacías sentir pero de pronto algo dentro de mí saltó... pensé que no era justo que mezclaras situaciones personales con asuntos de estricta índole laboral. Mi trabajo era bueno, tú lo sabías.
- ¿Está usted de acuerdo, Srita. Aguilera?.
Me preguntaste esperando que no supiera qué responder pero entonces una verborrea altanera y al borde de irrespetuosa se soltó en mí. Me miraste retador y sonreí triunfante. Silencio en la sala y esto fue todo. Tienen hasta el jueves por la tarde para entregar sus escritos editados correctamente.
Regresé a mi escritorio y en la pantalla de mi computadora parpadeaba el anuncio de un nuevo e-mail en la bandeja de entrada.
DE: Guillermo V.G.
PARA: Isadora Aguilera Z.
En mi oficina, en cuanto termine la reunión. Será tarde, lo sé. Pero es URGENTE!
Vi como todos comenzaban a retirarse, las luces de los cubículos se iban apagando una a una quedando solamente las de los pasillos, mi cubículo y tu oficina. Tragué saliva, me alisé la falda, tomé las copias de mi trabajo de ésta edición y me dirigí a tu oficina. La puerta estaba semi abierta pero aún así toqué con suaves golpecitos a lo que de inmediato respondiste.
Estabas de pie bebiendo una taza de café y aflojando el nudo de la (ridícula de dragones) corbata. Sin mirarme siquiera me pediste que tomara asiento y tardaste un rato en atenderme. Yo estaba tan nerviosa que cada segundo se me hacía eterno. Las manos me sudaban y la ansiedad crecía conforme las manecillas del reloj avanzaban.
- Lamento haber leído lo de esta tarde... jamás lo esperé de usted...
- Yo, señor... mire...
- No le he pedido explicaciones señorita... Sé que no estamos aquí para ser amigos y no me interesa caerle bien o no... ni siquiera espero que le guste mi corbata. En cuanto a su trabajo: le he dicho en muchas ocasiones que es muy bueno pero por su falta de experiencia debe pulir ciertos detalles... blah blah blah...
La regañina se me hacía eterna y yo no tenía ganas o tiempo de estar sentada frente a ti mientras me tratabas como una niña pequeña y te lo hice saber...
- Vaya!... no quiere ser tratada como una niña pequeña pero se comporta como una... ¡¡¡interesante!!! ¿No le parece?
Mis gritos y reclamos aumentaron después de tu observación y tú estabas ahí serio, inamovible, con ese gesto indiferente que solo se modificó en cuanto dejaste lentamente la taza sobre la mesita de la esquina, diste unos pasos hacia mí mientras doblabas las mangas de tu camisa como quien se dispone a hacer algún trabajo sucio. Avanzabas lentamente... yo me puse de pie y asustada retrocedí pues adivinaba tus intenciones...
Muchas veces fantaseaba al verte llegar tan serio, tan imponente. Tantas veces sentada frente a ti en esa oficina que a ratos parecía ser la de un autoritario profesor... En varias ocasiones, cuando me devolvías mis textos con correcciones, me enfurecía y como una escena paralela en mi mente, te aventaba los papeles al rostro y tú furioso te levantabas de tu silla, me tomabas del brazo, me inclinabas sobre el escritorio y...
-¿Qué le pasa?, suélteme...
- Te voy a enseñar modales, jovencita...
- Señor Guillermo, por favor suélteme...
Estando ahí, sobre el escritorio... con tu mano presionando fuerte en mi espalda y la otra.. bueno, mis fantasías estaban haciéndose realidad y un cúmulo de sensaciones se agolpaban en mi interior hasta que me soltaste y yo, exhausta me levanté y volteé a mirarte... estabas ahí, de pie... con el cabello revuelto por el esfuerzo de controlarme y someterme al castigo... de pronto me miraste de 'esa' forma... tierno, me atrajiste hacia ti suavemente y yo no opuse resistencia alguna.
Vaya! Si esa oficina hablara. A partir de ese momento nos hicimos inseparables aunque mantuvimos nuestra relación laboral bajo estricto profesionalismo. Afuera todo era distinto hasta el día que te vi desocupando la oficina!!! y aunque yo sabía que sucedería me entristecí profundamente. Te habían ascendido y tu lugar ya no sería más esa oficina que nos vio nacer en esta relación que si bien no podría explicar, tampoco necesito hacerlo.
Ahora sigues corrigiendo mis escritos y pago muy caros los errores... por eso me esfuerzo cada día. Me agrada que te guste lo que hago... y sabes lo mucho que te admiro yo a ti. Esta mañana me advertiste que en el texto que te envié anoche tengo 9 faltas las cuales serán castigadas esta misma noche... No me dijiste cómo pero mi cuerpo cosquillea desde entonces... debo confesar que no he borrado el mensaje de voz que dejaste en mi buzón: ESTA NOCHE ARREGLAMOS CUENTAS, AMOR. BESOS.
* * *
Ya quiero que sea ESTA NOCHE...
Yo Spankee
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