Hoy me desperté con ganas de ti... abrí los ojos y me di cuenta de tu ausencia... quería abrazarte y comerte a besos... no estabas. No me di cuenta del momento en el que dejaste la cama que aún está tibia y tiene olor a ti. Me doy la vuelta y ¡ouch! el recuerdo de tus manos sigue sobre mis nalgas...
Anoche no quería cenar, no porque no tuviera hambre sino porque eran más mis ganas de provocarte. Verte ahí sentado con los lentes para leer y tu libro en la mano, esperando a que me sentara a la mesa, me causó la necesidad de llamar tu atención...
Habías pasado más de una hora cocinando algo especial, delicioso. Olía muy bien.
-No tengo hambre. Te dije.
Volteaste a verme y me contestaste que ya estaba servido y que si no me sentaba de inmediato tendrías que tomar cartas en el asunto...
-No me importa, no quiero cenar... haz como quieras!! Grité y di una patada al piso...
Apretaste los labios (adoro ese gesto en ti)... cerraste el libro, lo pusiste sobre la mesa y lentamente te quitaste los lentes.
-¿Con que la nena está haciendo berrinche?, bien... eso lo solucionamos justo ahora.
Sin muestra de enojo te levantaste de la silla y caminaste hacia mí. Quise huir (pero era parte de la estrategia para que hicieras lo que yo quería). Me tomaste del brazo y con la otra mano pellizcaste suavemente mi barbilla para que te viera a la cara.
-En este momento, niña caprichosa... vas a sentarte a cenar, dijiste que morías de hambre, preparé tu platillo favorito y ahora me sales con 'no quiero'... Si sabes lo que te conviene vas a obedecerme...
-Ya te dije que no quiero, ya se me quitó el hambre... (con fuerza giré mi rostro y me safé de tu mano)
Reiste.
-Muy bien, ya verás como te regresa el apetito en un momento. Ve al rincón ahora mismo.
Con mi carita de niña buena te dije que no era para tanto... y te besé! Pero el beso no valió de nada, apretando mi brazo me llevaste al rincón del comedor y mientras ponías mis manos detras de la cabeza me susurraste al oído: -Aquí se hace lo que digo yo!- y rápidamente me diste 3 fuertes nalgadas...
No me quejé pero te miré como si te odiara... aunque tú sabías que no era así... Apreté los labios con fuerza en un intento de puchero y te alejaste... Mantuve la posición y escuché cómo desde la cocina abrías y cerrabas un cajón. Por el cristal del gabinete pude ver que traías en la mano una cuchara de madera de considerable tamaño. Sonreí y no pude evitar un escalofrío que recorrió mi espalda.
Arrastraste una de las sillas del comedor y la acercaste a donde estaba yo.
-Ven acá... vamos a regresarte el hambre, caprichosita!
Giré sobre mis talones y me hice la sorprendida mientras me mirabas divertido.
-Por favor, corazón. No es necesario. Mentí (en ese momento era lo que realmente necesitaba, toda la tarde estuve muy aburrida, cansada... un poco fastidiada y necesitándote cerca).
-Cuento tres y te quiero aquí 1... 2...
Tímidamente y con gesto compungido avancé. Me tomaste del brazo con fuerza y me tumbaste sobre tus rodillas. Eres tan guapo, tan masculino, tan fuerte.... Cerré los ojos y mi cuerpo se estremeció, cierta partecita de mi anatomía comenzó a palpitar de manera imperceptible para ti... la sensación incrementó al sentir tu mano acariciando mi trasero de manera delicada. Nuevamente te pedí que no lo hicieras pero mi único objetivo era que comenzaras YA.
-Sabes muy bien que lo que haces está mal pero parece que a ratos lo olvidaras... Bien, yo te lo voy a recordar ahora mismo.
Te inclinaste hacia mí y suavemente me tomaste del cabello, levantaste mi cabeza sin hacerme daño y me susurraste al oído: -Sé muy bien qué es lo que quieres- Me besaste tiernamente atrás de la oreja. Sonreí traviesa.
Decidido aplicaste los primeros azotes con la mano extendida sobre mi falda. No eran golpes particularmente fuertes pero eran rápidos y pronto comencé a sentir un poco de ardor. Mientras lo hacías me recordabas la importancia de comportarse adecuadamente, lo feo que era hacer un berrinche y lo mal que te caía que me pusiera caprichosa después de hacerte trabajar con una cena especial y desvergonzadamente me negara a comer.
Te detuviste y acariciaste nuevamente mis nalgas al mismo tiempo que recorrías de forma lenta la falda hacia arriba. Descubriste mi ropa interior, llevaba uno de esos calzoncitos que tanto te gustan, a media nalga o cacheteros como les dicen. Pude adivinar que disfrutaste lo que veías y comenzaste a azotar de nuevo, ahora lentamente pero con más fuerza que antes... Las niñas caprichosas... plas!... como tú... plas!... necesitan.... plas!... mano dura... plas!....
Una lluvia interminable de azotes y regaños caían sobre mí... ardía y se sentía muy caliente. Nuevamente te inclinaste y al oído me dijiste: -Espero que estés contenta con lo que has logrado pero esa sonrisita se te va a borrar del rostro en unos instantes...
Esta vez tu voz sonó más grave y adiviné el lío en el que me acababa de meter pero no me arrepentía... y aunque lo hiciera... lo hecho, hecho estaba...
De un movimiento bajaste mis calzones e instintivamente llevé mi mano atrás para intentar evitarlo, una sonora palmada en la nalga derecha me recordó que no era buena idea hacerlo... me regañaste por eso. Con calma acomodaste mi ropa interior hasta medio muslo, suspiraste. Pusiste tu mano izquierda sobre mi espalda a la altura de la cintura y presionaste un poco... con tu otra mano recorriste mi trasero sobando lentamente, primero una nalga después la otra. Y comezó de nuevo la azotaína.
La fuerza que llevaban estos nuevos azotes y la rapidez con que caían me hacían dar pequeños brinquitos sobre tu regazo y comencé a gritar. Ayes de dolor se escapaban de mi boca y los ojos se me llenaban de agüita aún en contra de mi voluntad, mis piernas reaccionaban también contrayéndose como reflejo del castigo que estaba siendo aplicado firme, fuerte pero merecidamente.
-Ahora sí te quejas ¿verdad, niñita?. Espero que esto te recuerde que quien manda en esta casa soy yo, que tus berrinches y caprichitos te van a traer consecuencias, que si intentas verme la cara lo que yo veré de ti serán tus nalgas pero rojas y adoloridas ¿Me entiendes?
-Ay, ay... ¿cuales berrinches, cuales caprichos!!!... verte la cara Yooooooo?
Descarada. Sarcástica. Feliz.
Tomaste la cuchara que habías traido y me diste 20 azotes que me hiciste contar en voz alta y después comenzaste una tanda de golpes rápidos...
Sorpresivamente te detuviste en seco. Mis párpados apretados hasta ese momento se abrieron estupefactos, unos minutos que me parecieron eternos pasaron a ritmo de mi respiración entrecortada por sollozos... Tiraste la cuchara al piso. Con tu dedo índice recorriste la zona maltratada... hacías circulitos de arriba a abajo, dibujaste también la línea que separa mis glúteos y entonces bajaste un poco más. Te adentraste en mi cuerpo para rosar suavemente mis labios vaginales que contenían la humedad provocada por el castigo... lo notaste y lo aprovechaste para deslizarte más adentro. Con tus dedos separaste mis piernas y te introdujiste lentamente. Tu mano experta se movía ahí dentro donde las sensaciones se intensifican y yo me mordía los labios... con gran destreza manipulabas mi clítoris hasta que no pude más... respiraba agitadamente, gemía y me retorcía de placer...
Como pude me levanté y te besé apasionadamente... nos tiramos al piso frío que no tuvo importancia pues lo 'otro' lo era más. Terminaste de desvestirme y yo lo hice contigo... Tuvimos el sexo más espectacular y salvaje que hubiéramos tenido nunca...
Cansados, sudorosos y jadeantes yacíamos los dos abrazados uno al otro....
-A que ahora tienes hambre...
Que cena más deliciosa!!!!
Yo Spankee
Anoche no quería cenar, no porque no tuviera hambre sino porque eran más mis ganas de provocarte. Verte ahí sentado con los lentes para leer y tu libro en la mano, esperando a que me sentara a la mesa, me causó la necesidad de llamar tu atención...
Habías pasado más de una hora cocinando algo especial, delicioso. Olía muy bien.
-No tengo hambre. Te dije.
Volteaste a verme y me contestaste que ya estaba servido y que si no me sentaba de inmediato tendrías que tomar cartas en el asunto...
-No me importa, no quiero cenar... haz como quieras!! Grité y di una patada al piso...
Apretaste los labios (adoro ese gesto en ti)... cerraste el libro, lo pusiste sobre la mesa y lentamente te quitaste los lentes.
-¿Con que la nena está haciendo berrinche?, bien... eso lo solucionamos justo ahora.
Sin muestra de enojo te levantaste de la silla y caminaste hacia mí. Quise huir (pero era parte de la estrategia para que hicieras lo que yo quería). Me tomaste del brazo y con la otra mano pellizcaste suavemente mi barbilla para que te viera a la cara.
-En este momento, niña caprichosa... vas a sentarte a cenar, dijiste que morías de hambre, preparé tu platillo favorito y ahora me sales con 'no quiero'... Si sabes lo que te conviene vas a obedecerme...
-Ya te dije que no quiero, ya se me quitó el hambre... (con fuerza giré mi rostro y me safé de tu mano)
Reiste.
-Muy bien, ya verás como te regresa el apetito en un momento. Ve al rincón ahora mismo.
Con mi carita de niña buena te dije que no era para tanto... y te besé! Pero el beso no valió de nada, apretando mi brazo me llevaste al rincón del comedor y mientras ponías mis manos detras de la cabeza me susurraste al oído: -Aquí se hace lo que digo yo!- y rápidamente me diste 3 fuertes nalgadas...
No me quejé pero te miré como si te odiara... aunque tú sabías que no era así... Apreté los labios con fuerza en un intento de puchero y te alejaste... Mantuve la posición y escuché cómo desde la cocina abrías y cerrabas un cajón. Por el cristal del gabinete pude ver que traías en la mano una cuchara de madera de considerable tamaño. Sonreí y no pude evitar un escalofrío que recorrió mi espalda.
Arrastraste una de las sillas del comedor y la acercaste a donde estaba yo.
-Ven acá... vamos a regresarte el hambre, caprichosita!
Giré sobre mis talones y me hice la sorprendida mientras me mirabas divertido.
-Por favor, corazón. No es necesario. Mentí (en ese momento era lo que realmente necesitaba, toda la tarde estuve muy aburrida, cansada... un poco fastidiada y necesitándote cerca).
-Cuento tres y te quiero aquí 1... 2...
Tímidamente y con gesto compungido avancé. Me tomaste del brazo con fuerza y me tumbaste sobre tus rodillas. Eres tan guapo, tan masculino, tan fuerte.... Cerré los ojos y mi cuerpo se estremeció, cierta partecita de mi anatomía comenzó a palpitar de manera imperceptible para ti... la sensación incrementó al sentir tu mano acariciando mi trasero de manera delicada. Nuevamente te pedí que no lo hicieras pero mi único objetivo era que comenzaras YA.
-Sabes muy bien que lo que haces está mal pero parece que a ratos lo olvidaras... Bien, yo te lo voy a recordar ahora mismo.
Te inclinaste hacia mí y suavemente me tomaste del cabello, levantaste mi cabeza sin hacerme daño y me susurraste al oído: -Sé muy bien qué es lo que quieres- Me besaste tiernamente atrás de la oreja. Sonreí traviesa.
Decidido aplicaste los primeros azotes con la mano extendida sobre mi falda. No eran golpes particularmente fuertes pero eran rápidos y pronto comencé a sentir un poco de ardor. Mientras lo hacías me recordabas la importancia de comportarse adecuadamente, lo feo que era hacer un berrinche y lo mal que te caía que me pusiera caprichosa después de hacerte trabajar con una cena especial y desvergonzadamente me negara a comer.
Te detuviste y acariciaste nuevamente mis nalgas al mismo tiempo que recorrías de forma lenta la falda hacia arriba. Descubriste mi ropa interior, llevaba uno de esos calzoncitos que tanto te gustan, a media nalga o cacheteros como les dicen. Pude adivinar que disfrutaste lo que veías y comenzaste a azotar de nuevo, ahora lentamente pero con más fuerza que antes... Las niñas caprichosas... plas!... como tú... plas!... necesitan.... plas!... mano dura... plas!....
Una lluvia interminable de azotes y regaños caían sobre mí... ardía y se sentía muy caliente. Nuevamente te inclinaste y al oído me dijiste: -Espero que estés contenta con lo que has logrado pero esa sonrisita se te va a borrar del rostro en unos instantes...
Esta vez tu voz sonó más grave y adiviné el lío en el que me acababa de meter pero no me arrepentía... y aunque lo hiciera... lo hecho, hecho estaba...
De un movimiento bajaste mis calzones e instintivamente llevé mi mano atrás para intentar evitarlo, una sonora palmada en la nalga derecha me recordó que no era buena idea hacerlo... me regañaste por eso. Con calma acomodaste mi ropa interior hasta medio muslo, suspiraste. Pusiste tu mano izquierda sobre mi espalda a la altura de la cintura y presionaste un poco... con tu otra mano recorriste mi trasero sobando lentamente, primero una nalga después la otra. Y comezó de nuevo la azotaína.
La fuerza que llevaban estos nuevos azotes y la rapidez con que caían me hacían dar pequeños brinquitos sobre tu regazo y comencé a gritar. Ayes de dolor se escapaban de mi boca y los ojos se me llenaban de agüita aún en contra de mi voluntad, mis piernas reaccionaban también contrayéndose como reflejo del castigo que estaba siendo aplicado firme, fuerte pero merecidamente.
-Ahora sí te quejas ¿verdad, niñita?. Espero que esto te recuerde que quien manda en esta casa soy yo, que tus berrinches y caprichitos te van a traer consecuencias, que si intentas verme la cara lo que yo veré de ti serán tus nalgas pero rojas y adoloridas ¿Me entiendes?
-Ay, ay... ¿cuales berrinches, cuales caprichos!!!... verte la cara Yooooooo?
Descarada. Sarcástica. Feliz.
Tomaste la cuchara que habías traido y me diste 20 azotes que me hiciste contar en voz alta y después comenzaste una tanda de golpes rápidos...
Sorpresivamente te detuviste en seco. Mis párpados apretados hasta ese momento se abrieron estupefactos, unos minutos que me parecieron eternos pasaron a ritmo de mi respiración entrecortada por sollozos... Tiraste la cuchara al piso. Con tu dedo índice recorriste la zona maltratada... hacías circulitos de arriba a abajo, dibujaste también la línea que separa mis glúteos y entonces bajaste un poco más. Te adentraste en mi cuerpo para rosar suavemente mis labios vaginales que contenían la humedad provocada por el castigo... lo notaste y lo aprovechaste para deslizarte más adentro. Con tus dedos separaste mis piernas y te introdujiste lentamente. Tu mano experta se movía ahí dentro donde las sensaciones se intensifican y yo me mordía los labios... con gran destreza manipulabas mi clítoris hasta que no pude más... respiraba agitadamente, gemía y me retorcía de placer...
Como pude me levanté y te besé apasionadamente... nos tiramos al piso frío que no tuvo importancia pues lo 'otro' lo era más. Terminaste de desvestirme y yo lo hice contigo... Tuvimos el sexo más espectacular y salvaje que hubiéramos tenido nunca...
Cansados, sudorosos y jadeantes yacíamos los dos abrazados uno al otro....
-A que ahora tienes hambre...
Que cena más deliciosa!!!!
Yo Spankee
Que hermoso texto nena, como siempre tan Tu, tu realmente eres lo que escribes!!!
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ResponderEliminaredsuarmi woooo me encanto lau, este no lo había leído
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