sábado, 3 de enero de 2015

Porcentaje

A momentos me pregunto si sería capaz de sobrevivir sin spanking... y creo que sí lo haría, pero sería tal cual, sobreviviría... Prefiero no averiguarlo y mejor disfrutar de esta deliciosa pasión.

*   *   *

Llegué a vivir a la granja de mi primo Javier, estaba yo en uno de esos difíciles lapsus de crisis existencial, así que cuando recibí la sugerencia por parte de mi tía, madre de Javier, no dudé mucho en aceptar. No importó que varios integrantes de la familia me advirtieran del carácter frío y seco de mi primo... finalmente lo que yo necesitaba era alejarme de todo y si, a pesar de vivir en su casa, él no se metería conmigo, sería perfecto.

Hice mis maletas después  de haber hablado con Javier y, en cuanto autorizó mi estancia en su rancho, no necesité pensarlo mucho más. El tiempo en ese lugar me serviría para reflexionar acerca de las decisiones que había tomado últimamente, en las consecuencias que todas ellas habían traído y que, después de todo, me tenían en esta situación.
Cargué con todo mi kit de dibujo y pintura... mi tía me había hablado de la belleza del lugar así que, además, cargué con mi cámara fotográfica.

Mi primo me recibió con mucho gusto, al verlo no me pareció el ogro del que todos hablaban. Conocí también a Emilio, su hijo adoptivo de 16 años quien, a leguas se veía, era su adoración.

Los primeros días  fueron mágicos, los paisajes eran maravillosos... me pude dar gusto haciendo largas caminatas, dibujando a ratos y tomando fotografías a otros... Podía ir a donde me diera la gana. A Javier solo lo veía, prácticamente, a la hora del almuerzo y la cena..teníamos charlas divertidas de nuestros recuerdos de la infancia, de algunos miembros de la familia, etc

Una noche me preguntó acerca de mis dibujos y mis fotografías... le dije que los espacios, los paisajes, los colores, ¡todo!... eran magníficas opciones para plasmar, ya fuera en papel, lienzo o digital. Le dije que Emilio había sido un buen guía de turistas... en ese momento no me percaté de la reacción de mi sobrino... sus ojos se abrieron como platos, se quedó a media cucharada, justo cuando yo estaba diciendo que la sesión fotográfica en la cascada del río y el pequeño pantano que se formaba ahí cerca, había sido muy divertida.

  • Sabes que tienes  prohibido acercarte a ese lugar, Emilio.


Fue hasta ese momento que recordé el secreto que habíamos pactado Emilio y yo... Él me dijo que esa zona era peligrosa, que su papá le tenía estrictamente prohibido acercarse siquiera a ese sitio, sin embargo, y ante mi reiterada insistencia, aceptó llevarme... el trato era precisamente que yo jamás se lo diría a su papá. ¡Estúpida!

  • Papá, es que yo...
  • Nada, sabes muy bien que lo que hiciste va a tener consecuencias... ¿cuántos fueron la vez anterior?
  • Cua... cuarenta y cinc... cuarenta y cinco, papá.


Yo no podía creer lo que estaba sucediendo, de un momento a otro, la situación cambió... estaba tan entusiasmada contándole a mi primo de las fotos, los dibujos, las aventuras... que no me di cuenta y traicioné a mi sobrino que en ningún momento volteó a mirarme de nuevo. Me sentía fatal pero... ¿de qué estaban hablando?... ¿cuarenta y cinco, qué?... 

  • Perdón primo, no es culpa de Emi... yo le pedí que me llevara a ese lugar, él me dijo que no se podía pero yo insistí, de verdad... si alguien tiene la culpa aquí y con quien debes molestarte, es conmigo... 


Un cambio de expresión,  que no podría describir exactamente, se dibujó en el rostro de Javier... fue algo así como media sonrisa mezclada con ceño fruncido... Volteó a ver a Emilio que, ahora sí, me miraba fijamente con cara de sorpresa... la cucharada seguía en pausa... 

  • ¿Tú qué opinas el respecto, Emilio?, preguntó su padre.
  • Yo, bueno... yo...
  • Responde, ¿es cierto que te negaste a ir?
  • Sí papá... le dije que era peligroso y que a ti no te gustaba que fuera ahí...
  • Y, sin embargo, terminaste yendo... El chico inclinó la cabeza, por fin soltó la cuchara y me pareció que estaba a punto de romper en llanto.
  • - Pero primo, no nos pasó nada... fue una falta inocente, no te enojes con él... por favor.


La tensión en el comedor era terrible.

  • Muy bien, prima... si habláramos de porcentajes... considerando que Emilio terminó cediendo ante tu insistencia, ¿qué porcentaje de culpa te corresponde en todo esto?... Te recuerdo que él debe tener algo, eh...


Pensé por un momento, el chico estaba metido en problemas por mi culpa... además, lo peor que podía pasar era que Javier me echara de su casa... pero eso era preferible, me sentía tan mal con el pobre Emilio, era yo una traidora...

  • - Yo diría que me quedó con el 95% de la culpa... y eso, solo porque no puedo tomar el 100.
  • - Bien, te diré lo que haremos... Cada vez que Emilio incurre en alguna falta, tengo que corregirlo... sobre todo cuando se trata de faltas graves en las que, el método que nosotros acordamos utilizar, son cinturonazos en las nalgas...

  • ¿¿QUÉ??
  • ¡Silencio!, no he terminado...


Me quedé impactada, ahora estaba conociendo al ogro del que todos me habían hablado, ¿cómo se le ocurre gritarme de esa forma?... ¿cómo se le ocurre golpear a un pobre chico?... no lo podía permitir...

  • No voy a discutir contigo la forma en la que educo a mi hijo... además, te repito, el acuerdo es mutuo... 


Volteé a ver a Emiliano que solo se mantenía serio y con la mirada baja... pero asintió ante tal aseveración.
  • ... así que, cada vez que sucede algo así, aumentamos 5 cinturonazos a la cuenta... la última vez fueron 45... así que ahora serán 50. ¿Correcto?


Emilio asintió nuevamente con una actitud resignada...

  • ... pero, dado que el 95% de la culpa es suya, señorita... usted tendrá que recibir el 95% de ese castigo... y si lo redondeamos de una manera justa... tendrá que recibir 48 de esos 50 que corresponden... 


Creo que, ni Emilio ni yo, lo podíamos creer... 

  • ... y, si por alguna razón piensa negarse a recibir el castigo que corresponde a su actitud irresponsable, Emilio recibirá los 50 correazos... 


Pero, ¿qué le pasa?... ¡¡No es justo!!... 

Apreté los labios, tragué saliva... y al final no tuve más opción que aceptar...

  • Bien, entonces hagámoslo de una vez... Vamos a la sala.


La sala era un espacio grande pero acogedor... los sillones eran amplios y muy cómodos... sin embargo esta vez solo podía asemejarlos a un horrible patíbulo al que éramos dirigidos, Emilio y yo, atados y sentenciados a muerte. Lo sé, exagero... pero la sensación era esa en el momento.

  • - Usted señorita, siéntese... pero ponga atención porque esto es solo un poco de lo que usted habrá de recibir más adelante... y, de una vez le advierto, el castigo no podrá ser interrumpido, lo que usted se niegue a recibir, será para Emilio... ¿quedó claro?
  • - S... sí...
  • - Sí señor... otra vez... ¿quedó claro?
  • - Sí... se... señor.


Pude observar cómo, mientras Javier desabrochaba su grueso cinturón de piel y lentamente lo deslizaba a través de las presillas de su pantalón, Emiliano hacía lo propio... pero solo para bajar sus pantalones hasta la rodilla, posteriormente bajó la ropa interior también... y se inclinó sobre el brazo de uno de los sofás. Parecía todo un ritual aprendido, algo tan natural, el chico estaba sonrojado por competo, no levantó la mirada ni una vez... 

  • ¿Listo?
  • Sí papá... respondió el chico mientras apretaba fuerte los párpados.


El cinturón fue doblado en dos partes, posteriormente levantado y descargado en un fuerte estallido del cuero sobre la blanca piel de las nalgas de Emilio que, rápidamente quedaron marcadas por una franja roja... El chico contrajo el cuerpo y ahogó un grito... después de un par de segundos interminables, dijo: UNO, GRACIAS, PAPÁ...

Yo tenía el rostro bañado en lágrimas, no sabía qué decir o cómo reaccionar... sin darme cuenta, el cinturón volvió a cortar el aire y se estrelló de nuevo en la cola del chico, dejando una nueva marca de color rojo, casi paralela a la anterior... ¡DOS, GRACIAS, PAPÁ!

- Retírate a tu habitación, Emilio... y le besó la frente mientras el joven terminaba de vestirse...

Antes de retirarse me abrazó y me dio un  un beso y, aunque había un par de lágrimas en sus ojos, supongo que por el dolor que le provocaron los azotes, me regaló una mirada llena de compasión, sabía lo que me esperaba, yo aún no cobraba consciencia de ello hasta que...

  • Es su turno, jovencita...


... Continuará...

Yo Spankee