Corregida en 'La Corregidora'.
Esta historia sucedió allá por el bajío mexicano, durante mi etapa como entrenador del equipo femenino de fútbol de las palomitas de Querétaro; mi nombre es Jess Martin soy entrenador de fútbol profesional, nací en la ciudad inglesa de Bristol pero prácticamente desarrollé casi toda mi carrera deportiva fuera de las islas británicas, concretamente en España y Latinoamérica.
Y después de esta breve pero concisa presentación, voy a narrarles lo que aconteció en Querétaro, una ciudad magnífica, con una gente fantástica y una afición muy entendida sobre fútbol y el intento de crear un equipo femenino para disputar algunos torneos, para lo cual decidieron contar con mis servicios como director técnico y entrenador.
Se hizo una primera preselección de chamaquitas (palabra con la que en México se refieren a las chicas jovencitas) y una vez realizada ésta, hice el primer calentamiento o toma de contacto para ver la calidad y el estado físico de las candidatas a formar parte del equipo de las palomitas.
De entre todas me fijé especialmente en una, era pecosa, de piel muy clara en comparación con sus compañeras y algo soberbia, como si creyese que estaba por encima del bien y del mal. Hacía gestos y ademanes desafiantes a sus compañeras, retándolas en cada ejercicio, era muy buena eso había que reconocerlo pero, desde luego aquella actitud de desdén y provocación hacia el resto de las chicas, era algo que provocaría conflictos en un vestuario que acababa de formarse y yo desde luego no estaba dispuesto a consentir algo así.
Su nombre era Lorena Aguilera, aunque era conocida por "gales", ya que su abuelo materno había nacido en País de Gales; dejé pasar un tiempo para no tener que imponer ninguna disciplina interna, pero viendo que gales seguía manteniendo su actitud casi chulesca, ya no solo hacia sus compañeras sino también hacia el cuerpo técnico e incluso queriendo imponer su forma de plantear los partidos y además su inclusión en el once titular como axioma, me hizo ver que tenía que volver a mis orígenes británicos: Disciplina Inglesa.
Así que cierto día, una vez terminado el entrenamiento vespertino cité a Lorena "gales" Aguilera en mi despacho para hablar con ella y ... no acudió.
Al día siguiente por la mañana en el precioso estadio "La Corregidora", estaban entrenando todas las chicas, incluida ella, entonces dije en voz bien alta:
- - Aguilera, fuera del entrenamiento
A lo cual no hizo ni caso, volví a decir en voz aún mas alta:
- - Lorena Aguilera, fuera del entrenamiento
Hizo caso omiso y siguió como quien oye llover. Entonces dije: entrenamiento suspendido, todo el mundo al vestuario menos gales, y esta vez lo dije mirándola fijamente a los ojos; tuvo efecto. Todas se marcharon excepto ella.
Me acerqué despacio y le dije en tono exhortativo:
- - Con usted quería yo hablar, desde hace bastante tiempo Lorena, se comporta como una cría maleducada, no tiene respeto por sus compañeras, por el cuerpo técnico y ausentándose ayer, mas lo de esta mañana ha agotado mi paciencia, que yo creí era infinita, pero con usted el mismo Job no habría pasado a la posteridad como patrón de la serenidad y de la templanza.
- - ¿Eso es todo?. Contestó gales, de nuevo en plan desafiante.
- -No eso no es todo, nenita hasta ahora te he tratado con bastante delicadeza, toda la delicadeza que tú no has tenido ni con tus compañeras ni con el cuerpo técnico ni conmigo, pero ha llegado el momento de que seas tratada como lo que eres, como una cría caprichosa y que aprendas a tratar con respeto y educación a las demás personas.
La cogí por el brazo y la llevé casi arrastrando hacia una de las porterías, al llegar allí, saqué de los bolsillos del pantalón deportivo unas vendas con las que la até por las muñecas a uno de los postes; entonces le bajé su pantaloneta deportiva, sus braguitas, cogí un cinto y empecé a azotarla a la par que recriminaba todas y cada una de sus actitudes desde que yo me hice cargo del equipo.
Su trasero era espléndido, su piel clara como la leche iba cambiando de color a medida que iba recibiendo los impactos del cinto y, aunque al principio se resistía, poco a poco fueron aflorando sus lágrimas de reconocimiento de la culpa.
Serían unos 50 cintazos los que se llevó amarrada al poste derecho de uno de los arcos del estadio de "La Corregidora", pero una vez concluido el castigo y desatada se acercó a mí y me besó, diciéndome que deseaba esto desde que supo que yo iba a ser el entrenador del equipo, porque sabía que yo era de origen británico y ...
En fin, lo que empezó como un castigo continúa como una maravillosa vida…
* * *
Gracias, Cuore Spagnolo, espero que no sea la última colaboración que me regalas... besos miles para ti.
Yo Spankee
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