Qué escena la que Mayra acababa de presenciar entre su marido y Lisa, su sobrina, con quien recién habían llegado de visita a la casa de campo que solían ocupar en vacaciones.
* * *
Desde hacía semanas ambos habían notado una actitud rebelde, quizá hasta grosera y arrogante, de parte de Lisa, su sobrina, sobre todo en medios electrónicos y redes sociales pues, eran estas, las que los mantenían en contacto, dada la distancia física que los separaba pues vivían en distintas ciudades. Generalmente se reunían a final del año para compartir unos cuantos días, convivir y, por lo general, acumular recuerdos familiares inolvidables… Esta vez no sería distinto.
Mayra y Alessandro mantenían una relación que cualquiera podría denominar ‘perfecta’, sin embargo, el mundo no sabía que esa ‘perfección’ tenía detrás, de común acuerdo, lo que se denomina disciplina doméstica, ella spankee y él spanker. Cada falta, travesura, olvido o desacuerdo se solucionaba con Mayra en las rodillas de Alessandro. Para ellos era la forma perfecta de mantener la perfección de su matrimonio.
Fue Mayra, precisamente, la primera en darse cuenta de algunos mensajes que Lisa intercambiaba con sus contactos de Facebook: groserías, malos tratos, palabras despectivas y provocaciones eran lo que llenaba el muro de la chica. No sabía exactamente con qué objetivo le diría a su marido acerca de la actitud de su sobrina, en parte le provocaba una gran preocupación pues Lisa era especialista en meterse en problemas y, al mismo tiempo, unas ganas locas de que sus desplantes fueran corregidos de la forma en la que ella sabía posible.
Alessandro no tardó en tomar cartas en el asunto, varias veces advirtió a Lisa acerca de lo peligroso que es actuar de esa manera, sobre todo, en espacios en los que ‘cualquiera’ tiene acceso y, por lo tanto, las respuestas pueden ser en el mismo tono o peor desatando conflictos, discusiones y/o enfrentamientos innecesarios.
A Lisa parecía divertirle la preocupación de sus tíos y se la pasaba llenando, cuanto espacio tenía disponible, de críticas y quejas con la misma actitud. No se trataba de una niña, tampoco de una jovencita cuya inmadurez fuera, hasta cierto punto, justificable por la edad; al contrario, se trataba de una mujer hecha. Una profesionista capaz de solucionar cualquier reto laboral que se le pusiera enfrente. Se sabía autosuficiente, estaba tan orgullosa del nivel intelectual, profesional y social que tenía y por ello lo último que le preocupaba era pisotear a quien así se lo permitiera, como lo hacía desde pequeña. Lisa no sabía que todo eso estaba a punto de cambiar.
Alessandro estaba cansado y no ocultaba las ganas de corregir a su sobrina con los métodos que a él le parecían adecuados y que, además, sabía efectivos. Se lo había advertido una, otra y otra vez pero, al notar que no había efectividad en sus palabras, decidió esperar a tener a la chica, literalmente, en sus manos.
Mayra y Alessandro habían decidido llegar a la casa de campo un par de días antes que el resto de la familia, Lisa había adelantado sus vacaciones así que podría llegar al mismo tiempo que sus tíos y compartir un poco más del tiempo que tenían previsto. Aprovecharon y pasaron a desayunar a la ciudad, los tres eran personas divertidas y siempre habían disfrutado de las charlas que eran de esto, aquello y lo otro. El tema de los escritos en Facebook no se tocó en ese momento, Alessandro sabía que no era el lugar ni el momento.
Durante el desayuno hubo risas y confidencias acerca de lo que había pasado en sus respectivas vidas el tiempo que llevaban sin verse. Lisa se sentía segura con ellos. A él lo veía como la figura paterna que estaba siempre presente para guiarla, aconsejarla y apoyarla cuando lo necesitaba; a ella le contaba todas sus travesuras, las aventuras con los colegas y hasta las extravagancias con las que enfrentaba el mundo artístico que la rodeaba, al final los tres eran, además de familia: amigos.
El trayecto hasta la casa de campo fue entre bromas y comentarios agridulces que, en general, salían de la boca de Lisa sin que esta se diera cuenta de las miradas de complicidad involuntaria que intercambiaban a ratos sus tíos. Para ella todo era simple, la gente era estúpida y pocos merecían su respeto. Alessandro y Mayra reían y, cuando era pertinente, hacían notar su desacuerdo para con algunos comentarios de la caprichosa chica.
Sin percances llegaron a la casa, se instalaron rápidamente para seguir conversando mientras bebían una copa de vino. Más tarde Mayra subió a la habitación principal y estando ahí alcanzó a escuchar la discusión que se daba entre su marido y Lisa.
- - Pero tío, ¿cómo puedo pasar por alto actitudes tan estúpidas?...
- - Sí, niña, pero no es la forma adecuada… ¿qué pasa si alguien responde de manera agresiva a tus provocaciones?...
- - Nada… para eso son esos espacios… ¡libertad de expresión, tío!
No alcanzó a escuchar más hasta que notó las pisadas fuertes de su marido en dirección a la habitación y las ‘casi’ súplicas de su sobrina. Mayra sintió un vuelco en el estómago, sabía perfectamente lo que sucedería pero también sabía que ella no debía estar ahí… había anunciado que saldría a caminar un rato por el campo que rodeaba la casa y, seguramente, Alessandro pensó en ‘corregir’ a Lisa mientras tanto. Rápidamente Mayra pensó en sus opciones y de inmediato encontró un escondite perfecto dentro del clóset, sin pensarlo se metió y cerró cuidadosamente la puerta procurando dejar un ‘huequito’ porque, por alguna extraña razón, sentía necesidad de ver, escuchar y disfrutar lo que pasaría. ¿Excitación acaso?
La puerta de la habitación se abrió abruptamente y entraron. Lisa iba casi a rastras y su tío la llevaba del brazo mientras le decía que la educación es lo primero, que el respeto, que los riesgos son grandes, eres una irresponsable… pero eso se va a terminar, de eso me encargo yo, jovencita. A partir de ahora vas a aprender a andar derechita.
Alessandro conocía perfectamente el método a utilizar para corregir la terrible actitud de su sobrina. Sin pensarlo tomó la silla junto a la mesita, se sentó, jaló a Lisa con tal fuerza que la hizo caer boca abajo sobre sus piernas y comenzó a darle nalgadas alternando de un lado y otro, en la parte baja y media de las nalgas. Lisa forcejeaba, trataba de evitar el castigo. No dolía mucho, traía puestos unos pantalones de gruesa tela color café que, hasta ese momento, le ofrecieron cierta protección.
Lisa no lo podía creer, ¿qué estaba pasando? No era posible que ella, la mujer fuerte, inteligente, capaz y autosuficiente estuviera, ahora, tumbada sobre las piernas de su tío recibiendo una tunda… como si fuera una chiquilla…
- - Por favor, tío. Ya basta… no hagas esto. ¡Qué vergüenza!-. Lloriqueaba.
Alessandro pensaba, y así se lo hacía saber, que ya era justo que alguien le pusiera un alto.
- - Tienes razón en sentir vergüenza, Lisa, ¿cómo es posible que te comportes de esa manera?... No eres una niña, caray.
Dentro del clóset también había reacciones. Mayra experimentaba continuamente, de primera mano, lo que ahora pasaba con Lisa pues era el mismo ‘tratamiento’ a que su marido la sometía cada vez que era necesario. Jamás se imaginó a ‘su spanker’ corrigiendo a alguien más. Todo dentro de ella era actividad. Realmente estaba disfrutando lo que veía, lo que escuchaba y se sentía confundida acerca de lo que ello le producía mental, anímica y físicamente.
Después de algunas nalgadas, no demasiado fuertes, sobre el pantalón, Lisa recibió la orden de pararse de cara a la pared en un rincón de la habitación que parecía haber sido preparado para ese fin específico. Las regañinas de su tío no paraban, ella no sabía qué decir, cómo reaccionar y aún se negaba a reconocer que lo que había hecho, lo que había motivado la reacción de su tío, fuera efectivamente para ‘tanto’.
- - Creo que todavía no está claro, Lisa… ven acá-. Mientras la tomaba del brazo y, antes de tumbarla nuevamente sobre sus piernas, le ordenó bajarse el pantalón.
Era inconcebible, ¿cómo su tío iba a verla en ropa interior?... pero algo dentro de sí la empujaba a obedecer y oponer la menor resistencia posible. Mientras desabrochaba su cinturón y, entre gimoteos y miradas temerosas, bajaba lentamente el pantalón él la jaló de nuevo lo cual, accidentalmente, provocó que no solo el pantalón saliera de su sitio sino también los calzones.
Expuesta totalmente, avergonzada y sollozante seguía recibiendo el castigo que, ahora sabía, había estado buscándose desde hacía tiempo. Lisa no alcanzaba a entender los porqués de la situación y menos cuando la mano de su tío se impactaba repetida y fuertemente sobre sus desprotegidas nalgas. A momentos, y como mero reflejo, Lisa intentaba cubrirse con las manos pero Alessandro, experto en esos menesteres, le tomó firmemente la mano intrusa y le aplicó un par de manazos fuertes con el objetivo de que, a la siguiente vez, pensara más si le convenía meterla.
Con los ojos cerrados, boca abajo sobre las piernas de su tío, Lisa trataba de resistir el castigo. Las nalgadas dolían y podían sentirse una a una. Cada palmada iba acompañada de un regaño, una amenaza y, a momentos, de alguna pregunta que, si bien ella conocía la respuesta, se negaba o no podía responder y, en consecuencia, recibía una tanda de nalgadas rápidas sobre la misma zona. ¡Cómo dolía aquello! Sus movimientos eran involuntarios, así como sus expresiones. Pataleaba como una niña pequeña pues, a pesar de su edad y su tamaño, Alessandro era, por mucho, más fuerte que ella, además su mirada, las palabras y el tono de voz que utilizaba no dejaban lugar a discusión. La habitación estaba inundada de grititos y ayes de dolor, de vergüenza, de humillación.
Mayra estaba encantada con la escena que, ocultamente, presenciaba desde la obscuridad del clóset, hacía tiempo que deseaba que su sobrina fuera corregida de esa forma pero no sabía que presenciarlo le provocaría tanta satisfacción.El orgullo de Lisa parecía irse doblegando, Alessandro sabía que no faltaba mucho para que ella asumiera sus culpas, se disculpara y hasta se arrepintiera de todo lo que había hecho. El castigo había conseguido ya un intenso color rojo, sobre todo en la parte baja en donde las nalgas se unen con las piernas… pero no era suficiente todavía.
La mirada de Alessandro se concentraba en la cola de la chica, su atención estaba puesta en hacerle entender que hay cosas que NO se hacen, aunque no podía dejar de mirar la forma en la que su sobrina pataleaba, se retorcía tratando de evitar las nalgadas, suplicaba que se detuviera y se aferraba fuertemente a su pierna derecha donde descansaba (inquieto) su cuerpo tembloroso. La excitación era una reacción inevitable y él, como spanker de hueso colorado que es, disfrutaba enormemente a la spankee que tenía sobre las rodillas.
Dentro del clóset había una revolución. Mil ideas y deseos daban vueltas en la mente de Mayra que no perdía detalle alguno de la nalguiza que le aplicaban a su sobrina. Veía, una y otra vez, caer la mano de su marido, conocía las sensaciones, sabía muy bien lo que un castigo como ese le provocaba y se preguntaba si Lisa sentiría o entendería lo que, a ella misma, le daba siempre tantas vueltas en su cabecita spankee.
Entre nalgadas, regaños y súplicas transcurrían los minutos. Las nalgas de Lisa mostraban ya las consecuencias de su actitud grosera, altanera, hiriente y despectiva. Tres o hasta cuatro veces la chica estuvo parada en el rincón sobándose las nalgas, prometiendo no volver a hacerlo, lloriqueando como si de una niña se tratara. Alessandro no perdía detalle mientras preparaba la siguiente parte del castigo.
Mayra casi ni parpadeaba mientras reconocía la situación y sabía perfectamente lo que seguiría para las nalgas de su sobrina, para el orgullo a punto de quedar doblegado por completo y acaso para un placer interno, característico de una spankee. ¿Lo sería Lisa?
- - Date vuelta y recuéstate sobre esas almohadas.
La indicación de su tío la hizo estremecer, el escenario la puso a temblar. Un par de almohadas dispuestas a mitad de la cama y un cinturón de cuero al lado le sugirieron rápidamente lo que habría de pasar a continuación. Suplicó nuevamente y, una vez más, se comprometió a cambiar su actitud pero, por favor tío, ya no más.
- - Estoy seguro que no vas a volver a hacerlo, Lisa pero el castigo te lo ganaste. Te dije que ibas a aprender a andar bien derechita conmigo. Anda, sobre la cama, ¡YA!
Sin oportunidad de negarse y con el espíritu sumiso de quien se sabe culpable, Lisa se tumbó sobre la cama, cerró los ojos y un par de lágrimas rodaron por su cara. Las nalgas le ardían, sentía como si una palpitación constante viniera de la zona castigada pero, por alguna razón, no se detenía ahí y se iba metiendo hacia otros rincones.
El primer cinturonazo cayó cruzándole ambas nalgas y dejando un escozor diferente al que había sentido antes con la mano de su tío, no pudo cavilarlo en ese momento pues otra vez su cuerpo se contrajo al estallar el cuero del cinturón contra su maltratada cola.
Pensar cualquier cosa en ese momento era imposible, sin embargo la mente de Lisa se llenaba cada vez de más dudas, confusiones, ideas. Sentía un tipo de dolor indescriptible, algo que jamás antes había experimentado… ¿Que estaba arrepentida?, Sí, lo estaba y mucho. Para ese momento estaba consciente de que merecía ese castigo pero un poco más por otras razones que el daño que provocaba a los demás con sus letras y el riesgo que, según su tío, corría al publicar cualquier cosa que se le ocurría.
Ya no había súplicas, la resignación al castigo, la sumisión y el compromiso a que ‘no volverá a pasar’ habían sido conseguidos por fin. El cuerpo de la chica reaccionaba aún a cada impacto. Alessandro sabía muy bien que el castigo se debe cumplir con la misma decisión y fuerza de principio a fin así que no dudó en aplicar cada cinturonazo que tenía pensado para castigar, disciplinar y conscientizar a su sobrina.
Mayra seguía atenta e intrigada al mismo tiempo… se preguntaba las razones que hacían, a una chica como su sobrina, aceptar un trato como el que le daba su marido ahora. Ella se sabía spankee y se sabía dentro de un relación de disciplina doméstica, es decir, conocía muy bien los efectos de una buena tunda… y lo disfrutaba. La sola idea de que su sobrina fuera también una spankee comenzaba a dar vueltas en su cabeza y le gustaba que así fuera… muchas más ideas le rondaban después.
Lisa gimoteaba, deseaba que el castigo terminara ya, se prometía a sí misma no volver a incurrir en la falta por la que estaba siendo castigada. A momentos volteaba a mirar a su tío con ojos suplicantes y lo únicio que conseguía era ver el movimiento del cinturón en caída inevitable y, era entonces cuando cerraba de nuevo los ojos a sabiendas del dolor que aquello representaba.Alessandro estaba disfrutando tanto la escena. Cada gesto, cada expresión, cada azote en las nalgas de su sobrina le hacían olvidar a momentos que se trataba de ella.
Finalmente terminó el castigo, al menos era lo que ambos pensaban. La orden fue volver de nuevo al rincón, ahí, Alessandro haría las últimas preguntas para comprobar la efectividad de la ‘cueriza’ aplicada. La actitud de Lisa era totalmente distinta al igual que el color de sus nalgas. Estaba ahí, de pie, la cara hacia pared con la cabeza agachada respondiendo con voz debil y la respiración agitada; las manos sobando la zona castigada enfatizando en algunos puntos en los que la piel se sentía ligeramente inflamada…
Las respuestas eran las adecuadas pero un último arranque de rebeldía la hizo intentar justificar de nuevo sus faltas. Alessandro no daba crédito y a punta de nalgadas la obligó a retractarse. Así como estaba, en el rincón, Lisa recibió la última parte del correctivo dando pequeños saltitos, lloriqueando y prometiendo acatar las reglas con la advertencia de volver a estar en las piernas de su tío si no cumplía.
Un par de minutos después sollozaba abrazando a su tío y pidiéndole que la perdonara por lo mal que se había portado. Él la consoló y le dijo que no estaba enojado con ella, que la seguía queriendo pero le preocupaba que pudiera meterse en problemas y ponerse en riesgo.
- - No dudes tampoco, mi niña, que las veces que sea necesario voy a ponerte de nuevo en mis piernas y a darte unas buenas nalgadas si te las mereces.
Ella asintió con un movimiento de cabeza, le dio un beso en la mejilla y sonrió. Él le revolvió cariñosamente los cabellos y le devolvió la sonrisa. Mayra, dentro del clóset, también sonreía tratando de digerir la maravillosa y excitante escena de que había sido testigo.
Más tarde, Lisa se había retirado a su habitación dándole vueltas a todo lo que había pasado y meditando, a solas, de la experiencia recién vivida y reconociendo‘cierta humedad’ que le hacía preguntarse tantas cosas…
* * *
En la terraza, Alessandro abrazaba a su esposa mientras conversaban acerca de lo bien que les sentaban esas vacaciones, la reunión con la familia y respirar aire fresco.
- - Por cierto, mi amor, ¿qué tal tu paseo por el campo?
- - Eh… mu… muy bien… - Tartamudeó pensando en la mentira dicha esa tarde y en todo lo que había visto desde su escondite…
- - Tú y yo vamos a arreglar cuentas ahora mismo, mentirosa.
- - Pero… pero, ¿por qué?...
Alessandro no dejó de abrazarla, la besó cariñosamente y le susurró al oído: - Te vi.-
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Yo Spankee